Been there, read that (LXXIV)
La tumba
Aut. José Agustín
Un «escritor de la onda» es el término con el que diversos críticos se dirigen al Sr. José Agustín. Tras leer La tumba, me doy cuenta de que tal término no podría ser más acertado; la obra es, en efecto, una pieza de literatura de onda. Aclarando que, cuando me refiero a la onda, me refiero a esa onda perteneciente a la expresión «estás en la onda» (aunque hoy en día, ser la onda no sea ya tan de la onda).
Y sí, me siento como en aquel capítulo de Los Simpsons en que Homero se une a Smashing Pumpkins y a Peter Frampton en un festival de lo buena onda y después se hace esa curiosa conversación sobre ser buena onda o estar en onda. Juegos de palabras más, juegos de palabras menos. Finalmente, la obra de José Agustín se ha visto envuelta en esta buena onda burguesa o de gente pudiente en una época digna de la juventud de nuestros padres.
Muy celebrada y mencionada en los círculos de creación literaria, La tumba es una novela ligera, corta, que maneja una temática de ‘valemadrismo esnob’ en la que un protagonista adolescente con dinero, se debate entre una vida amargosa, rutinaria y desentendida, y aquella que le impulsa a, bueno, a realmente nada pues no posee una visión del futuro o de algún ideal que valga la pena.
Precisamente, el chiste aquí está en emborracharse, coger, curársela, pertenecer a un club de pseudo intelectuales, coquetear con la morra en curso y repetir una y otra vez hasta el cansancio. Agradable, aunque por momentos desesperante, La tumba es un obligado para aquellos amantes de la literatura mexicana de culto.
City of Scars (corto)
De esos cortos independientes que funcionan mejor que los largometrajes de las grandes productoras. Otro nivel es la canción oficial, mis respetos. El monólogo final del murciélago, una genialidad. Fanáticos de Batman, ¡disfruten!
Estúpidas cartas de amor
Todas las cartas de amor son
ridículas,
No serían cartas de amor si no fuese
ridículas.
–
También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
–
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
–
Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.
–
Quién me diera en el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
–
La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son,
ridículos.
–
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).
– Fernando Pessoa