Archivo

Archive for the ‘Citas’ Category

Escritores que beben

La fiesta nunca es gratuita para un artista. Los escritores que salen por la noche nunca se divierten del todo: trabajan, qué le vamos a hacer; parece que desbarren, pero en realidad están en la oficina, buscando la frase que justificará la resaca del día siguiente. Si la cosecha es buena, unas cuantas frases sobrevivirán a la relectura y quedarán integradas en un párrafo. Si la noche es un desastre, no habrá nada en el tintero, ni siquiera una metáfora, una broma, un juego de palabras o un chismorreo. Por desgracia, cuando no hay nada por recolectar, los escritores no se dan por vencidos: el fracaso les proporciona un pretexto para salir más, para beber más, como buscadores de oro que persisten con obstinación en una mina abandonada.

– Frédéric Beigbeder en Oona y Salinger

Been there, read that (CCXC)

The Danaher Diaries (2021 Edition)

Aut. John Danaher / Comp. Heroes of the Art

Hay personas que se colocan como una presencia indispensable en el haber de una disciplina, un deporte, una especialidad, una afición. Por ejemplo, no puede haber un fanático del ajedrez que no pueda dar una buena plática sin hacer referencias a Bobby Fischer o Garry Kasparov; un futbolista de hueso colorado no puede no pensar en nombres como el de Beckenbauer, Pelé, Maradona, o más actuales como Messi o Cristiano Ronaldo. Así, los jiujitseros tenemos algunos nombres que se incluyen dentro de las mismas designaciones de las llaves y sus variantes, o de algunos de los más grandes maestros y entrenadores. Dentro de estos últimos, una referencia obligada es John Danaher.

John Danaher es un conocido entrenador y practicante de artes marciales mixtas (MMA) y jiu-jitsu brasileño (BJJ). Es reconocido por su profundo conocimiento técnico y táctico en el ámbito del jiu-jitsu, y ha entrenado a varios atletas exitosos, entre los que se hallan multicampeones mundiales e internacionales. Danaher es famoso por su enfoque analítico y su capacidad para descomponer y explicar de manera detallada las técnicas de lucha.

Si bien su enfoque principal ha sido el jiu-jitsu y las artes marciales, también se ha asociado con la escritura y la publicación de material relacionado con el entrenamiento y la filosofía de las artes marciales. Y digo que es una referencia obligada pues en sus redes sociales se encuentra tanto parte de su día a día, detalles importantes en técnicas comunes y avanzadas, así como reflexiones acerca de lo que puede representar el jiujitsu en la vida de un atleta y la filosofía que se puede generar en torno a cada una de las situaciones presentes en su práctica: las lesiones, el desgaste, la mentalidad, los torneos, la alimentación, los nervios, el dolor, los compañeros de equipo.

The Danaher Diaries es una compilación de todas esas reflexiones que el entrenador realiza. La edición 2021 es la cuarta entrega de una serie de volúmenes que prácticamente salieron de forma anual desde 2018 (hasta el momento no hay ediciones 2022, 2023 o 2024). Danaher es probablemente el defensor más elocuente y filosófico del jiujitsu en el escenario mundial. Muchos en la comunidad ven el jiujitsu como una variedad de técnicas. Él ve el jiu-jitsu como un conjunto de sistemas integrados, cada uno con un objetivo. No necesariamente se aprende jiu-jitsu con un libro; sin embargo, estos volúmenes brindan breves recordatorios e información que definitivamente ayudará a cualquiera que busque mejorar su entrenamiento y rendimiento.

En lo personal, este libro llegó en el momento perfecto: una fractura en la clavícula me mantuvo lejos de los entrenamientos hasta que leí en Danaher algo que me encantó, «cuando estés lesionado, preséntate en el entrenamiento, observa activamente a tus compañeros, colócate mentalmente en sus posiciones y piensa cuál debería ser el siguiente movimiento, dónde está la debilidad de cada posición, cómo mejorarías la sumisión que alguno de ellos está intentando… la mente también se entrena y se puede entrenar observando».

Si bien mucho de lo que encontrarás en el libro ya se encuentra en los distintos posts de la cuenta de Instagram del autor, se incluyen también palabras dichas en seminarios, entrevistas y clases magistrales del entrenador. Vale muchísimo la pena para quienes deseamos aprender más y mejorar nuestras perspectivas del arte marcial que nos deja adoloridos la mayor parte de nuestras vidas, pero sin el que no podríamos vivir.

¿Qué podemos hacer por ellos?

¿Qué podemos hacer por el amigo que quiere recaer? ¿Exigirle que recupere el control? Qué podemos hacer por la amiga que conoce a la persona equivocada y tú ves que le va a caer una paliza brutal y sabes que no saldrá ilesa pero ella está poseída, magnetizada, no quiere saber nada de tu advertencia.

¿Qué puedes hacer por el amigo cansado de cometer siempre los mismos errores pero que nos dice que le divierte? ¿Qué vas a hacer? Esperar. Responder a sus mensajes demasiado rápido. Decirle te quiero demasiado a menudo. Sugerirle: ¿y si lo dejas? ¿Y si cambias de estrategia? El amigo no te ha pedido que te metas en sus asuntos. El amigo no te ha pedido nada. ¿Qué puedes hacer por el amigo que está bien y al que ves construyendo su ruina?

La gente se va a la mierda. Eso no puedes evitarlo. Lo que puedes es no elegir a tus amigos entre los perturbados. La gente de mi entorno que acaba yéndose a la mierda no es gente sola, sin nadie que se preocupe. Al contrario, es gente amada. Es una forma de decirles a los que les rodean que son unos inútiles. Miren, no pueden hacer nada por mí. Yo siempre me solidarizo con los no alineados. ¿Qué puedes hacer por ese amigo por quien temes lo peor? Nada. Si acaso enviarle un mensaje diciendo vamos a echar una partida de ping-pong, nos vemos en la terraza. Solo puedes esperar a que pase. Y luego estar ahí. Rezando para que quede algo del amigo que tenías. Y dejarlo estar. Un beso.

– Virginie Despentes en Querido comemierda
Categorías: Citas, Dedicatorias Etiquetas: , , ,

Desayuno en Tiffany’s

17 septiembre 2023 Deja un comentario

 […] ¿Por qué no? Tendríamos que poder casarnos con hombres o mujeres o… Mira, si me dijeras que pensabas liarte con un buque de guerra, yo respetaría tus sentimientos. No, hablo en serio. Habría que permitir toda clase de amor. Soy absolutamente partidaria de eso. Sobre todo ahora que me he hecho una idea bastante aproximada de lo que es. Porque sí, quiero a José; dejaría de fumar si me lo pidiese. Se porta como un amigo, es capaz de provocarme la risa incluso cuando tengo la malea, aunque ahora ya no me viene casi nunca, sólo a veces, e incluso esas veces no es tan espantosa como para que me dé por tragarme frascos de Seconal o por ir a Tiffany’s: llevo un traje a la tintorería, o preparo unas setas rellenas, y ya me siento bien, en forma. Otra cosa, he tirado todos los horóscopos. Debo haberme gastado un dólar por cada una de las malditas estrellas que hay en el maldito planetario. Es un fastidio, pero la solución consiste en saber que sólo nos ocurren cosas buenas si somos buenos. ¿Buenos? Más bien quería decir honestos. No me refiero a la honestidad en cuanto a leyes (podría robar una tumba, hasta le arrancaría los ojos a un muerto si creyese que así me alegraría un día), sino a ser honesto con uno mismo. Me da igual ser cualquier cosa, menos cobarde, falsa, tramposa en cuestión de sentimientos, o puta: prefiero tener el cáncer que un corazón deshonesto. Y esto no significa que sea una beata. Soy simplemente una persona práctica. De cáncer se muere a veces; de lo otro, siempre. Oh, a la mierda con este asunto. Anda, pásame la guitarra, voy a cantarte un fado en un portugués perfecto.

– Truman Capote en Desayuno en Tiffany’s

Confesiones de una máscara

[…] Comprendí la excitación que produce una revolución. Estos desgraciados habían visto cómo el fuego había arrasado todos los indicios que determinan su existencia como seres humanos. Habían visto con sus propios ojos cómo las llamas producidas por los bombardeos habían destruido sus relaciones humanas, sus amores, sus odios, sus razones, sus bienes. En el momento de la destrucción no habían luchado contra el fuego, sino, precisamente, contra sus relaciones humanas, contra sus amores, odios, razones y bienes. En esos instantes se les había permitido igual que hacen los tripulantes en un barco náufrago, matar a una persona para salvar a otra. El hombre que pereció tratando de salvar a la mujer que amaba no fue matado por las llamas sino por su propia amada. La madre que murió intentando rescatar a su hijo no fue asesinada por nada ni nadie más que por su propio hijo. Los que habían luchado allí en esos momentos se habían enfrentado a las condiciones probablemente más universales y básicas que pueden hallarse en la humanidad.

– Yukio Mishima en Confesiones de una máscara

Rocky

Cuando se estrenó Rocky, se convirtió casi en mi película preferida de todos los tiempos. Soy consciente de que ya he dicho eso unas cuantas veces. Pero aquellos eran los años setenta. Yo era un joven entusiasta del cine, en una época en que las películas eran una pasada. Ahora bien, a menos que uno estuviera allí, en 1976, es muy difícil hacerse una idea del efecto que la película Rocky provocó en el público.

Todo en Rocky cogió al público por sorpresa. El protagonista desconocido, lo emotiva que acaba siendo la película, la muy conmovedora música de Bill Conti, y uno de los clímax más intensos que la mayoría de nosotros hemos experimentado en un cine.

Yo ya había visto películas en las que algo ocurría en la pantalla y el público vitoreaba. Pero nunca —repito, nunca— como vitoreó cuando Rocky, en el primer asalto, asestó el puñetazo que tumbó a Apollo Creed. Toda la sala había estado contemplando el combate con el alma en vilo, temiéndose lo peor. Uno tenía la sensación de recibir cada golpe que Rocky encajaba. El engreimiento de Apollo Creed por su superioridad sobre ese patán de poca monta parecía una forma de negarse a reconocer la humanidad de Rocky. Una humanidad de la que nos habíamos enamorado después de ver a Stallone a lo largo de 90 minutos de película. Y, de pronto —tras recibir un potente golpe—, Apollo Creed cayó al suelo de espaldas. Vi esa película unas siete veces en los cines, y en todas las ocasiones, llegado ese momento, el público casi saltó hasta el techo. Sin embargo, ninguna vez fue como la primera. En 1976, no hacía falta que me explicaran lo absorbentes que podían ser las películas. Ya lo sabía. En realidad, no sabía casi nada más. Pero hasta entonces nunca me había implicado emocionalmente con un personaje principal como lo estuve con Rocky Balboa y, por extensión, con su creador, Sylvester Stallone. En la actualidad, si alguien descubriese la película, sería casi imposible reproducir ese tipo de inocencia del espectador. Para empezar, tendría que lidiar con la celebridad y la carrera posteriores de Stallone. Y no digo esto como una indirecta o como un comentario sarcástico. Es un hecho que el Stallone de Planet Hollywood no es el Stallone que se sentó en el sofá de Dinah Shore a contar anécdotas graciosas sobre la época en que pasaba hambre.

No podemos hacer como si no viviéramos en un mundo en el que hay ocho películas sobre el personaje de Rocky y cinco sobre el personaje franquicia de Stallone, Rambo, en los estantes de videoclubes tapiados desde hace años, junto con cintas de Cobra y Yo, el halcón. Ahora bien, la verdadera razón por la que la película no podría tener en un espectador el efecto que tuvo en 1976 es que, para ello, ese espectador debería ver antes las películas duras, descarnadas, negativas y pesimistas de principios de los años setenta, para sucumbir luego a la catarsis de buenas sensaciones de Rocky. Uno debería vivir en un mundo donde una película como Papillon fue un éxito de Hollywood.

En una época en la que comedias condescendientes como El clan de los rompehuesos incluían la muerte brutal de los personajes.

En un Hollywood que había abandonado el final feliz como propaganda y estupideces de «los de arriba».

A principio de la década de los setenta, lo más cercano a una película para sentirse bien eran las películas de venganza.

[…]

Parte de la euforia vinculada a la respuesta del público al combate culminante en Rocky se debió a que, después de cinco años de cine de los setenta, la verdad era que no esperábamos que las cosas le fueran a ir bien a Balboa. Y no me refiero a que no esperábamos que ganase el campeonato del mundo de los pesos pesados. ¡No iba a ganar jamás ni una mierda! Nuestra única esperanza era que no quedara como un puto hazmerreír. Por eso, al final fue tan sorprendentemente conmovedor y catártico. Por eso, cuando Apollo Creed cayó de espaldas en la lona, dimos el salto de alegría. Porque, a partir de ahí, al margen de lo que acabara pasando, Rocky ya había demostrado que no era un hazmerreír. Y, cuando llegamos al último asalto, y Rocky tiene a Apollo Creed contra las cuerdas, asestándole un zurdazo y un derechazo, y un zurdazo y un derechazo, y el público presente en el pabellón entona: «Rocky… Rocky…»… ¡Joder!

Sencillamente, nunca se había visto nada igual.

Después, en la entrega de los Óscar, la película replica en la vida real su milagrosa victoria. Desde ese momento, el cinismo de los setenta ya no tenía ningún futuro.

– Quentin Tarantino en Meditaciones de cine.
Categorías: Citas, Inspiraciones Etiquetas: , , , , ,

¿De qué se trata realmente el jiu jitsu?

Más que cualquier otra cosa, el Jiu Jitsu se trata de compensar las desigualdades en los atributos físicos entre diferentes personas. El día que somos concebidos somos arrojados a la lotería genética que determinará nuestro tamaño, velocidad y muchos otros atributos físicos. El día que nacemos somos arrojados en manos del destino que determinará gran parte de nuestro desarrollo. En el momento en que somos lo suficientemente mayores para pensar, comenzamos a notar que muchas o incluso la mayoría de las personas que nos rodean tienen ventajas físicas considerables sobre nosotros. Muy a menudo, todos los demás parecen más rápidos, más fuertes, más flexibles, más pesados, más altos y de mayor alcance; la lista continúa. También puede llegar a los atributos mentales. Nuestros compañeros parecen más confiados, más inteligentes, más agresivos, etc. En comparación, nos quedamos mirándonos en el espejo como personas sin talento. EL JIU JITSU ES NUESTRO INTENTO DE UTILIZAR LA MECÁNICA, LA TÉCNICA Y LA TÁCTICA PARA COMPENSAR NUESTRAS DEFICIENCIAS FÍSICAS E INCLUSO MENTALES. El apalancamiento puede hacer fuerte a una persona débil. Una buena posición puede hacer que una persona fuerte se sienta débil. La anticipación puede hacer que una persona lenta sea rápida. La fijación precisa puede hacer que una persona ligera sea pesada. Un buen equilibrio puede hacer que una persona pesada sea ligera. Strangleholds puede pacificar incluso a las personas más agresivas. El éxito con el tiempo en el entrenamiento puede hacer que un cobarde sea valiente y un tímido confiado. Hay muchas cosas en la vida en las que tienes pocas opciones. El Jiu jitsu es un medio por el cual puedes tomar una posición y redefinir quién eres a través del estudio y el entrenamiento. En este sentido, la elección de estudiar Jiu Jitsu es tu oportunidad de superar todas aquellas áreas de tu vida en las que sentías que no tenías otra opción y en las que parecías estar en desventaja. He visto muchas cosas en el transcurso de mi vida, pero quizás una de las más notables ha sido el grado en que el estudio de Jiu jitsu atrapa a tanta gente de tantos orígenes con una pasión y entusiasmo por la participación y la mejora que no tengo. No se ve en la mayoría de los deportes, donde la mayor parte de la participación es simplemente como espectador o como un juego que es divertido de jugar en lugar de una forma de cambiar quiénes son.

– John Danaher en The Danaher Diaries 2021 Edition

Mientras exista la obscuridad…

—¡El brujo Geralt de Rivia no ha muerto! —soltó de improviso Nimue—. Sólo se ha marchado, sólo se ha marchado al País de los Manzanos. Pero regresará… Regresará, pues así reza la leyenda.

—Leyendas. Tradiciones. Cuentos. Fábulas e historias. Debería habérmelo imaginado, Nimue de la aldea deWyrwa, tú, que te diriges a la escuela de hechiceras en la isla de Thanedd. No te habrías lanzado a tan insensato viaje de no haber sido por las leyendas y cuentos con los que has crecido. Pero no son más que cuentos, Nimue. Sólo cuentos. Con todo lo que te has alejado ya de tu casa, tendrías que entenderlo.

—¡El brujo regresará del otro mundo! —No daba su brazo a torcer—. Regresará para proteger a la gente cuando de nuevo reine el mal. Mientras exista la oscuridad, serán necesarios los brujos. ¡Y la oscuridad sigue existiendo!

Él estuvo largo rato callado, mirando hacia un lado. Finalmente, volvió la cara hacia ella. Y se sonrió.

—La oscuridad sigue existiendo —aseguró—. A pesar de los logros del progreso, el cual, como se nos manda creer, tiene que iluminar las tinieblas, eliminar las amenazas y ahuyentar los temores. Aunque hasta ahora el progreso no ha cosechado demasiados éxitos en este terreno. Hasta ahora, el progreso no ha hecho más que inculcarnos la idea de que la oscuridad son sólo supersticiones que ocultan la luz, y no tenemos nada que temer. Pero eso no es verdad. Sí hay de qué temer. Porque siempre, siempre existirá la oscuridad. Y siempre estará presente el mal en la oscuridad, siempre habrá en la oscuridad colmillos y garras, crímenes y sangre. Y siempre serán necesarios los brujos. Y ojalá siempre aparezcan justo allí donde hacen falta. Allí donde se escucha un grito de socorro. Allí donde los llaman. Ojalá que cada vez que alguien los llama se presenten con una espada en la mano. Una espada cuyo brillo atraviese las tinieblas, cuya claridad deshaga las sombras. Bonito cuento, ¿verdad? Y termina bien, como tienen que terminar todos los cuentos.

—Pero… —farfulló Nimue—. Pero entonces, cien años… ¿Cómo es posible que…? ¿Cómo es posible?

—Esas preguntas —la interrumpió, sin dejar de sonreír— no puede hacerlas una futura adepta de Aretusa. De una escuela donde enseñan que no hay nada imposible. Porque todo lo que hoy es imposible mañana se volverá posible. Ese lema debería colgar a la entrada de ese centro de enseñanza, que pronto será el tuyo. Buen viaje, Nimue. Adiós. Aquí nos separamos.

—Pero… —Ella sintió un alivio repentino, y un torrente de palabras empezó a brotar de sus labios—. Pero yo querría saber… Saber más cosas. De Yennefer. De Ciri. De cómo acabó de verdad aquella historia. He leído…Conozco la leyenda. Lo sé todo. Sobre los brujos. Sobre Kaer Morhen. ¡Hasta me sé el nombre de todas las Señales de los brujos! Cuéntame, por favor…

—Aquí nos separamos —la interrumpió con suavidad—. Ante ti está el camino que lleva a tu destino. A mí me aguarda una ruta muy distinta. El cuento se alarga, la historia nunca termina. Y en cuanto a las Señales… Hay una que no conoces. Se llama Somne. Mira mi mano.

La miró.

—Ilusión —aún alcanzó a oír Nimue, desde muy lejos—. Todo es ilusión.

– Andrzej Sapkowski en Estación de Tormentas

¿Acaso no soy una mujer?

Queridos hijos e hijas, cuando el río suena, piedras trae. Creo que si los negros del sur y las mujeres del norte hablan de derechos, el hombre blanco no tardará en estar en aprietos. Pero, ¿de qué estamos hablando? Ese hombre de ahí dice que las mujeres necesitan ayuda para subir a los carruajes y para sortear las zanjas, y que siempre les ceden el mejor asiento en todos sitios, pero a mí nunca me ha ayudado nadie a subir a un carruaje ni a saltar un charco de barro, ni tampoco me han ofrecido el mejor asiento. ¿Acaso no soy yo una mujer? ¡Miradme! ¡Mirad mi brazo! He arado y cultivado, y he recolectado todo en el granero, y lo he hecho mejor que ningún hombre. ¿Y acaso no soy una mujer? Puedo trabajar y comer tanto como un hombre (cuando consigo comida). ¡Y aguantar latigazos también! ¿Acaso no soy una mujer? He llevado trece hijos en mi vientre y he visto cómo todos ellos han sido vendidos como esclavos, y cuando lloré con el dolor de una madre, solo Jesús me escuchó. ¿Acaso no soy una mujer?

– Sojourner Truth

Ciencia

27 septiembre 2022 Deja un comentario

[…]Mi impresión personal es que, desde luego, la ciencia tiene limitaciones, y acabo de mencionar la pequeña parte del mundo que creo que entendemos. Pero es el único método que ha demostrado funcionar. Si pensamos en lo fácil que es engañarnos, autoengañarnos —este era el meollo de algunas de las discusiones de ovnis que hemos tenido—, entonces está claro que lo que necesitamos es una aproximación firme y escéptica a las opiniones vertidas en esta área. Y esa aproximación firme y escéptica ha sido probada y pulida, y se llama ciencia.

«Ciencia» es solo una palabra latina que significa «conocimiento», y me cuesta creer que alguien se oponga al conocimiento. Creo que la ciencia funciona mediante un cuidadoso equilibrio de dos impulsos aparentemente contradictorios. Uno es una capacidad sintética, holística, generadora de hipótesis, que alguna gente cree que está localizada en el hemisferio derecho de la corteza cerebral, y el otro, una capacidad analítica, escéptica, escrutadora, que alguna gente cree que está localizada en el hemisferio izquierdo de la corteza cerebral. Creo que solo la mezcla de los dos, la generación de hipótesis creativas y el rechazo escrupuloso de las que no se corresponden con los hechos, permite progresar a la ciencia o a cualquier otra actividad humana.

En cuanto a que yo enfoque científicamente los asuntos de la religión, creo que está implícito en la invitación a un científico para dar las Conferencias Gifford. Difícilmente podía dejar la ciencia en la calle antes de entrar en la sala. Me habría presentado ante ustedes desnudo.

Carl Sagan en La diversidad de la ciencia
Categorías: Citas Etiquetas: , , , , ,