Archivo

Archive for octubre 2010

Sin novedad en el Alcázar mi general

El Contexto:

Ya sea como inspiración o locación, la Guerra Civil Española, no sólo le dio forma al país que actualmente se conoce por el equipo de futbol, también sirvió como un campo de prueba previo al inicio de la Segunda Gran Guerra. Los Nacionalistas (Encabezados principalmente por Francisco Franco) se enfrentaron en desigualdad numérica y de condiciones contra los comunistas que ya ostentaban el poder.

La Escena:

Antes de que se libraran grandes batallas la atención se centró en el Alcázar de Toledo, donde el coronel José Moscardó resistía con mil hombres el sitio de doce mil rojos que dominaban la ciudad. El jefe de los sitiadores hizo enlazar las líneas telefónicas y le habló al coronel Moscardó: “Le exijo – Manifestó – que rinda el Alcázar en un plazo de diez minutos, y de no hacerlo así fusilaré a su hijo Luis que lo tengo aquí en mi poder… Para que vea que es verdad, ahora se pone a su hijo al aparato”. El coronel Moscardó oye la voz de su hijo de 17 años, y le pregunta: “¿Qué hay, hijo?” – “Que dicen que me van a fusilar si no rindes el Alcázar”…

El coronel Moscardó le contesta: “Pues encomienda tu alma a Dios, da un grito de ¡Viva España! Y muere como un patriota”… “Un beso muy fuerte papá”… Exclama Luis.

El jefe comunista vuelve a tomar el aparato y el coronel Moscardó le dice: “Puede ahorrarse el plazo que me ha dado, puesto que el Alcázar no se rendirá jamás”.

Poco después Luis era fusilado en un suburbio de Toledo, casi a la vista del Alcázar donde su padre seguía combatiendo.

Después de dos meses y seis días de sitio, el Alcázar convertido parcialmente en ruinas fue liberado con la llegada de las tropas franquistas del general Varela y se convirtió en un símbolo de la contienda que iba a costar cerca de un millón de vidas.

Cuando Moscardó se encontró con sus aliados, pronunció la célebre frase: “Sin novedad en el Alcázar mi general”.

El Epílogo:

Una vez culminada la Guerra Civil, con la derrota de los comunistas, José Moscardó vivió formando parte de las delegaciones olímpicas del país, en calidad de jefe. Fue nombrado por el dictador Franco, en 1948, Conde del Alcázar de Toledo y, posterior a su muerte, elevado al más alto cargo del ejército español: Capitán General.

 

Been there, read that (XIV)

El Necronomicón

Aut. H. P. Lovecraft

¿Cómo empezar la reseña de lo que es obvio si con éste último adjetivo me refiero a lo que es grande desde el instante previo a ser o, en este caso, no ser escrito? Primeramente diciendo que, gracias a la presente obra, un servidor se ha convertido o ha elegido una corriente literaria sobre la cual desarrollarse: la corriente lovecraftiana. Y, enseguida, admitiendo y advirtiendo sobre las implicaciones que tiene el creer en la existencia del Libro de los Muertos como tal.

¿Que a qué me refiero con esta última sentencia? Pues bien, damas y caballeros, El Necronomicón NO EXISTE; cuidado, no hablo de una existencia vana pues en su inexistencia es que se encuentra. Narraba sobre un paseo por un tianguis de libros en la capital del país en mi entrada anterior; uno de los múltiples ejemplares que llamaron mi atención fue precisamente el libro que trato de explicar.

Se encontraba rodeado de basura sobre tomos de horóscopos y encantamientos para hallar el amor (sic), un gran libro con cubierta antigua y desgasta, de gran tamaño y que protegía su contenido a través de un candado. Risa me dio, el que quisieran engatuzarme con un precio de más de 4,000 monedas por un montón de papel sin el valor que quisieron dar a entender.

Y es que el gran libro existe sólo en la imaginación; precisamente, en el prólogo de la obra que recién disfruté, se menciona lo ridículo que es ver a ciertos fanáticos buscando en esos tianguis y siendo engañados al creer haber encontrado aquel libro que nos permite invocar a los seres primigenios. Lovecraft lo creó, pero sólo en su mente y como una referencia en la que basaría sus historias más horribles. El hecho de querer escribirlo es una profanación contra aquella obra que ha dado tanto de qué hablar y tanto qué buscar.

Me di cuenta de, y es grato de saber, el hecho de que cualquier otra edición que encuentre con el título Necronomicón será totalmente diferente a la anterior pues no será más que una compilación de textos de aquellos amantes de la literatura lovecraftiana y que variará de acuerdo al punto de vista del editor que las haya recopilado.

También me es obligado anunciarles, que lo que nosotros conocemos como el Libro de los Muertos, no es más que una probable e incorrecta traducción romana, después castellana, del verdadero nombre del texto y que es Al-Azif. No ahondaré mucho pues desearía que leyeran el magnífico prólogo y, posteriormente, extraordinario análisis crítico que el editor, Robert M. Price, realiza sobre el libro que ha dado paso a la creación de grandes historias basadas en los conocidos (a veces muy poco) mitos de Cthulu, Azathot, Nyarlathotep y demás seres poderosos y aberrantes.

Si encuentran esta compilación (Editorial OCEANO) se deleitarán con grandes narraciones como lo son El Pergamino Maldito, El Manto de Craag ó, mi favorita, El Muro de Settler; impresionantes obras que expanden este universo tan delicioso que es creado gracias a la incorpórea obra del maestro, Howard Philips Lovecraft.

En fin, pudiera escribir y/o hablar horas y horas de lo que ha significado la lectura de tan monumental obra en mi vida. Sin embargo, dejaré que sean ustedes mismos los jueces y testigos de todo cuanto he mencionado y que he decidido dejar hasta ahí para no aburrirlos. Mientras tanto doy un salto a una obra más ligera y menos seria, para después sumergirme en una literatura totalmente radical. Pero esto último, como ya he mencionado, es otra historia.

Una extraña mezcla de sensaciones

10 octubre 2010 3 comentarios

En este momento, domingo por la noche, escribo estas breves líneas, no se me vaya a olvidar esta ligera experiencia que hoy mismo viví. Fue un fin de semana tranquilo y sin guardia laboral; mis padres, al tener vacaciones, optaron por pasar a visitarme y solicitar mi compañía en una visita relámpago a algunos familiares en el Estado de México. Tras pasar la noche en la bella ciudad de Toluca, decidimos regresar a nuestros orígenes, no sin antes dar una vuelta por los tianguis de libros y antigüedades de La Lagunilla en chilangolandia, Distrito Federal.

Nunca he ocultado mi, dígamos, aprecio hacia el pueblo alemán y, sobre todo, la ideología política del Nacional Socialismo. Antes de seguir, y para evitar pre-juicios, debo decir que detesto el racismo y las ideas de superioridad de ciertas personas sobre otras; no obstante, confío en las formas de gobierno más extremas como las ideales para dirigir a las personas. Es precisamente por razones como las mencionadas, que mi vida la he dedicado a estudiar los temas recurrentes a Hitler, Porfirio Díaz, grandes conquistadores, la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Romano y todos aquellos temas englobados en tales titulares. No me considero un sabio ni mucho menos, pero mis conocimientos sobre estos temas son más profundos de los que nos enseñan las escuelas, las películas y los libros «famosos».

Bajo tales argumentos, buscaba algún puesto que tuviera alguna variedad de libros poco comunes sobre alguno de los temás mencionados anteriormente. Mientras recorría filas interminables de libros de todo tipo de materias, llamó mi atención una réplica del cuchillo que se entregaba a las Juventudes Hitlerianas en su ceremonia de aceptación. Tras observarla un rato y decidir que no gastaría los 2,000 pesos que me pedían por ésta, llamó mi atención la cantidad de libros con la imagen de la svástica que rodeaban y llenaban la mesa frente a la que me encontraba.

Al notar tales aspectos, me dirigí a los dependientes para preguntarles sobre la continuación al controversial libro Mein Kampf, cuyo título en alemán es Zweites Buch (Libro Segundo), al ver mi interés y la demostración de cierto conocimiento, los vendedores comenzaron a ofrecerme una variedad de libros que, aunque no eran el que buscaba, llamaron mi atención debido a los comentarios por los que los referían.

«Este libro te contará la historia de la segunda guerra, sólo que en éste no han metido las narices esos pinches judíos llorando y diciendo ay ay ay nos mataron en el holocausto, pobrecitos de nosotros – me dictaba uno de los individuos, el otro me acercaba otro y decía – si lees ese, después querrás lee éste que describe las repercusiones del primer libro y te darás cuenta de lo puto (sic) y traidor que es Benito Juárez para México».

 

Después debo decir que me convencieron de darle una oportunidad al primer libro que me ofrecieron y lo adquirí junto con un dvd documental sobre la Segunda ran guerra. Justo cuando me iba, me alcanzaron para entregarme un par de panfletos entre los que se incluía el testamento político de Adolf Hitler, un par de diatribas antisemitas y una invitación a un grupo llamado Despierta México.Tras reflexionar un poco, proseguí mi búsqueda de textos interesantes que me llevó a adquirir las obras completas de Edgar Allan Poe, pero esa será otra historia.

Primero, espero no ofender a nadie con mi paráfrasis, pero me es imposible omitir los comentarios debido al objetivo del presente texto.

 

Nombré a esta experiencia Una extraña mezcla de sensaciones pues en eso se convirtió mi regreso al hogar: No pude evitar reírme con las afirmaciones de aquellos amigos, pues el humor negro es una de mis preferencias. No pude evitar sentir temor, pues sé que hablaban en serio y realemente se profundizaban y apasionaban en un tema que yo veo desde un punto de vista meramente escolar y cultural. No pude evitar sentir satisfacción de conocer personas que me entendían al describir términos en el idioma teutón. No puedo siquiera imaginarme el contenido de la mayoría de libros que, hasta el día de hoy, su existencia era desconocida para un servidor.

Categorías: Anécdotas, Variados Etiquetas: , ,

You wanted the best, you got the best!

3 octubre 2010 1 comentario

Y ahí estaba yo, con los pies amoratados, las piermas entumidas, la playera negra con el logo amarillo totalmente húmedos por la excesiva sudoración que, incluso, podía no ser sólo mía, las botas más que pisoteadas y la garganta dando los últimos destellos de voz del día debido al sobreuso de la voz en sus niveles más altos. Me encontraba a unos cinco pasos del límite en forma de valla  que impedía acercarse a más de tres o cuatro metros de distancia del escenario, que se elevaba poco más de la mitad de la estatura de un hombre promedio.

Una lluvia de papel picado color blanco inundaba, en su totalidad, tanto  la visión como al recinto deportivo en el que hacía acto de presencia un servidor. Explosiones, luces, fuego y chispazos encendían el ambiente por doquier mientras los miles de presentes entonabamos a nuestra mejor manera esa simple pero grandiosa frase: Iiiii wanna rock and roll all niiiite, and party everyday!!! Las miradas disfrutaban de todo lo que he mencionado, pero la atención se centraba en un solo hecho: La figura de los cuatro que, siendo uno solo, nos entregaban todo el poder de la única magia en la que yo he creído, el rock.

Era el último día del noveno mes del año 2010; tras obtener la autorización de mi jefe para salir temprano de mis actividades laborales, subía a un autobús que me llevaría al lugar en el que, tras una espera indefinida pues nunca existió la oportunidad, se presentaría el grupo que me definió desde mi infancia hasta el día de hoy y los días por venir, the hottest band in the world, Kiss.

Debido a la distancia que me separa de los amigos, me aventuré en esta pequeña travesía por cuenta propia y, sin embargo, me vi rodeado de personas que compartían esa misma pasión aquel día. Pronto compartimos un par de tragos de whisky, mezcal, piña colada y cerveza, alternándolos sin importarnos las consecuencias pues ese día era EL día. Bromas con respecto a los amantes de otros géneros musicales, insultos amistosos y sobrenombres graciosos llenaron el ambiente  durante un par de horas antes de descender del vehículo y, con el corazón retumbando de la emoción, pisar el suelo que ese día se convertiría sagrado.

Me apuré a ingresar en el recinto y formar parte del conglomerado que crecía en torno del escenario, me localizaba tal vez a unos diez o quince metros de aquella zona que esperaba ver ocupada por los dioses del rock que esa noche se presentarían. Faltaban tan sólo tres horas para ese clímax.

Una banda local se presentó; respondían al nombre de Ruido Rosa, el público la recibió muy bien aunque no estoy seguro si por su música, que yo consideré bastante prometedora, o por el hecho de no contar entre sus filas con un sólo integrante del sexo masculino; tras cinco o seis  temas, se retiraron para dar paso a un grupo más: The Envy; a mi gusto, una presentación bastante olvidable. Sin una propuesta visible y audible que valiese la pena, el público no dejo de abuchearlos un sólo instante. La espera ya era insoportable.

Y tras un rato más, que no fue tan largo en realidad, la gran cortina negra que protegía el escenario cayó, las luces desaparecieron y una luz negra iluminó ligeramente el lugar donde un gran logo con el nombre de nuestra adoración se iluminaba. Un video los mostró en su pequeño camino hacia el escenario y la frase, ya clásica, nos extasió: All right Mexico!!! You wanted the best, you got the best: the hottest band in the world, KISS!!!

Acto seguido, Eric Singer marcaba el ritmo y detrás de él aparecerían Gene Simmons, Paul Stanley y Tommy Thayer que se elevarían en una plataforma que los colocaría en el centro del escenario, listos para dar la función que todos esperábamos. Modern Day Delilah abría el camino para una serie de rolas que ansiábamos: Shock me, Black Diammond, Deuce, Crazy Cracy Nights, Lick It Up, I was made for lovin you, Detroit Rock City, y más.

Lejos de describir cada una de las etapas del concierto, sólo puedo decir que el sentimiento de ver a la banda con la que uno creció y gracias a la cual un servidor se volvió seguidor del género por excelencia, es lo mejor del mundo: Ver que Gene Simmons no es el mismo del reality estando en el escenario, el show de la sangre; Paul Stanley colocándose en el centro del recinto para entonar I was made; los solos de Tommy y Eric que disiparon las dudas en torno a su inclusión en los zapatos de Ace y Peter; en fin, una presentación que dejó los pelos de punta y las sonrisas de oreja a oreja en cada uno de los que asistimos.

El día de hoy, volteo a ver el tambor autografiado por Eric y no me queda de  otra más que sonreir y sentir ese pequeño estremecimiento que sube por mi columna al recordar esos momentos que atesoraré el resto de mi vida. Gracias Kiss, gracias.

 

 

Categorías: Anécdotas, Vivencias Etiquetas: , ,