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Posts Tagged ‘Guerra’

Been there, read that (CCCXXV)

Napalm en el corazón

Aut. Pol Guasch

En un mundo marcado por conflictos como el de Israel y Palestina, la literatura se vuelve una ventana crucial hacia las realidades que enfrentan las poblaciones en zonas de ocupación durante las guerras. Las páginas nos sumergen en las complejidades de las relaciones entre comunidades y los desafíos que enfrentan frente a los soldados del ejército de ocupación, ofreciendo reflexiones profundas sobre la naturaleza humana en contextos de adversidad. Esto es lo que nos ofrece Napalm en el corazón.

El conflicto, con sus tensiones y titulares recurrentes, añade una capa adicional de relevancia a la trama de la obra del español, Pol Guasch. A través de los personajes y sus interacciones con el medio inhóspito en el que se mueven, la obra nos invita a reflexionar sobre los dilemas éticos, las emociones y las transformaciones que marcan la vida de quienes viven bajo la sombra de la guerra y la ocupación.

La narración toma dos vertientes: la primera, sobre la relación que establece el protagonista y narrador con su madre, ambos en un etapa de transición posterior al reciente fallecimiento del abuelo y la pérdida del padre algunos años atrás. La madre ha comenzado una relación con alguien que se intuye como miembro de las fuerzas armadas de ocupación de la pequeña y miserable población donde se desarrolla la trama. Como es de esperarse, la relación entre el hijo y la incipiente pareja de su madre es tensa y desarrolla en el protagonista una cierta fijación equiparable a la que tiene con un lobo que esporádicamente se acerca a beber agua en un riachuelo a espaldas de su casa.

Por otro lado, la segunda vertiente de la narración se desarrolla a través de las cartas que el protagonista le escribe a Boris, de quien está enamorado y con quien establece una relación oculta principalmente de los soldados que deambulan de vez en vez por la pequeña población. Poco a poco nos daremos cuenta de que la relación no es simétrica y que se sostiene de hilos sumamente frágiles.

Un asesinato y una indiscreción provocan un viaje accidentado a través de estos paisajes derruidos en situaciones que si bien pueden resultar fantásticas, no dejan de ser verosímiles. En el fondo, sabemos que la realidad supera a la ficción y que los seres humanos somos capaces de cosas que van más allá del propio raciocinio y designios de la lógica.

Pol Guasch tiene un verdadero don para hacernos sentir lo que los personajes transmiten: angustia, miedo, celos, amor, hipocresía, temor, rabia, melancolía, cariño… Es un libro complejo, con una narración fragmentada que puede no ser tan agradable para algunos lectores aunque sumamente interesante para otros. El conteo de los días, la descomposición gradual de un cadáver en el asiento trasero, la indiferencia creciente entre dos amantes, entre otras despiadas situaciones que el autor hace pasar a sus personajes, es lo que mantiene el interés en una obra que parece apenas la punta del iceberg de lo que el joven escritor tiene que ofrecer.

Been there, read that (CCXCV-CCXCVI)

Instrucciones para los soldados estadounidenses/británicos en Gran Bretaña/Francia 1942/1944

Aut. Departamento de Guerra, Washington D. C./Comité Político de Guerra, Londres

«Lecturas pequeñas con alto contenido histórico y de fácil digestión para devorarlas en un rato libre», así describiría este par de manuales con los que tuve la suerte de toparme un día cualquiera en una de las librerías que me gusta visitar cuando hay oportunidad. No es secreta mi predilección por todo aquello que retrata distintos aspectos de la época de la segunda gran guerra: sobre la política, sobre el armamento, sobre la actitud de las personas, sobre la mercadotecnia de aquel tiempo; siempre hay una nueva temática qué abordar, siempre hay una nueva línea de investigación y, en este caso, un manual de convivencia y comportamiento para los aliados en tierras de sus compañeros, resulta interesante.

Lo que aquí nos encontramos es un par de documentos muy curiosos (en realidad son tres, pero no he conseguido el de los soldados estadounidenses en Alemania), que lejos de funcionar como manual de interacciones, más bien se antojan como un panfleto de medidas básicas para la buena convivencia entre aliados. Incluyen un poco de contexto histórico y después se arrancan a explicar lo que debería ser el sentido común: entender la escasez, no hablar de más, no opinar sobre asuntos políticos que sólo les conciernen a los locales, no robarles la novia…

A los británicos en Francia se les pide no comprar ni pedir nada a nadie debido a la terrible escasez, lo que para un británico, que llega descansado y bien pertrechado a un país con años de ocupación, puede significar un capricho, para un Francés puede ser la comida que tendrá por varios días. Se les pide entender que no deben expresarse mal de los franceses sólo por haber tenido una mala experiencia con alguno de ellos, así como entre los británicos también habrá algunos indeseables. Y, sobre todo, entender que la alegría y amabilidad de las mujeres francesas debido a su liberación, no deben ser confundidas con invitaciones de otro tipo.

Por otro lado, a los estadounidenses en Gran Bretaña que tuviesen ascendencia irlandesa, se les pide no utilizar el pretexto de la guerra civil para provocar problemas; no recordarles a los británicos sus derrotas, no robarles a la novia y no decirles que les pagan menos. No dar su opinión sobre temas políticos en los pubs. Bastante simple, en resumen.

Así, tenemos un par de manuales sencillos pero que ayudan a entender mucho de los conflictos y de las relaciones entre países con enemigos en común. Tendré que conseguir el volumen faltante para completar la colección. Por otro lado, una lectura tranquila, curiosa y con mucho por aprender, pues nunca dejamos de hacerlo.

Been there, read that (CCLXXVI)

Memorias de un francotirador en Stalingrado

Aut. Vasili Záitsev

Después del libro de Svetlana, me quedé picado con las historias de guerra, así que no tuve más remedio que elegir la narración del afamado francotirador ruso, Vasili, para satisfacer el antojo. Si el nombre Vasili se te llega a hacer mínimamente familiar, el motivo es Hollywood que, en 2001, lanzó una película protagonizada por Jude Law titulada Enemy at the Gates. En dicha película, se narra la historia del duelo entre un francotirador ruso, Vasili Záitsev interpretado por Law, y un francotirador alemán, Erwin Konig interpretado por Ed Harris, que ha sido enviado al frente en Stalingrado específicamente para eliminarlo.

Ahora bien, como todo en el mundo del cine de origen gringo, por supuesto que tenían que meterle un poco de «democracia» al asunto y en la película se esfuerzan en señalar al ruso como una persona nulamente instruida y perteneciente a un batallón penal (conformado por convictos) que por obra divina se convierte en un gran francotirador que llama la atención del alto mando alemán debido a las bajas que les inflige; no sólo eso, sino que lo pintan como un producto del condicionamiento soviético. Y no es que sea una mentira, pero ciertamente los gringos no van a ensalzar en demasía a un héroe de una nación «rival».

Por otro lado, hay algo que parecería inventado por los productores pero que realmente sí sucedió: Vasili estaba aterrado de enfrentarse al Mayor Konig. ¿Cómo lo sé? Precisamente porque es el mismo Vasili quien, en su testimonio, detalla el estrés y el temor que le provocaba saberse acosado por el jefe de la escuela de francotiradores del ejército alemán, toda vez que se cargó a un par de sus camaradas justo frente a sus ojos y sin dar un mínimo atisbo de su posición en el campo de batalla.

A pesar de que el duelo viene relatado en un número de páginas significativo con respecto al total del libro, la narración va más allá del duelo con el alemán y comienza desde la infancia del soldado ruso en los montes urales y cómo fue su abuelo quien le enseñó a disparar a los animales que cazaban juntos, hasta su paso por la marina rusa y la recepción de los más grandes méritos del ejército rojo una vez terminado el conflicto.

Temas que hay que destacar: el texto por supuesto que está inflado como parte de la propaganda soviética para engrandecer al héroe; Vasili no fue ni el más mortífero ni el que más hazañas tuvo entre los francotiradores del ejército, sin embargo, cumplía con requisitos que otros soldados no para ser erigido como héroe que inspirase a sus compañeros (Vasili era miembro del Komsomol y pertenecía a la clase campesina que se unió voluntariamente a la batalla); por último, muchos historiadores han concluido que no existe evidencia de que el mayor alemán, cuyo verdadero nombre fue Heinz Thorvald, en efecto haya sido abatido por Záitsev. Ni su presencia ni su muerte han sido constatados.

A pesar de todo, es una narración interesante e instructiva pues el autor no escatima en detalles descriptivos tanto del campo de batalla como de los movimientos de ambos bandos que él apreciaba, como de los detalles técnicos de cómo abatía a cada una de sus víctimas. Es el tipo de texto del que se puede aprender mucho y vaya que es una lectura obligada para amantes de la historia de los conflictos mundiales.

Been there, read that (CCLXXIII)

La guerra no tiene rostro de mujer

Aut. Svetlana Alexiévich

Me he dado cuenta de que tenemos un sesgo muy grande en cuanto a temas bélicos se refiere: consumimos películas, libros y documentales sobre los grandes conflictos; nos interesamos en la táctica utilizada por el General para rodear a su enemigo y cortar sus suministros; alabamos a los grandes héroes y villanos de la historia, de cómo llegaron al lugar que grabó su nombre para siempre; si tenemos la suerte de conocer a un veterano, nos interesa que nos cuente con cuántos enemigos acabó, cuántos vehículos destruyó; y, en general, utilizamos la imaginación para colocarnos en medio de los momentos cruciales porque, precisamente, hemos construido este imaginario en el que la guerra es como una película de acción.

Nada podría estar más alejado de la realidad. Actualmente, gracias a las redes sociales y a cierta «democratización» de los canales y medios de información, podemos acercarnos desde un punto de vista distinta al conflicto. Pensemos en la situación de Gaza, en otros tiempos tenderíamos a consumir sólo aquello que un par de noticieros nos informara, esperaríamos a lo que los periódicos informaran hasta el inicio de cada día, nos quedaríamos con versiones oficiales de las noticias; hoy, por el contrario, tenemos información al instante y podemos enterarnos no sólo del movimiento militar, sino del sufrimiento de las personas inocentes que se encuentran en el medio. Pasamos de fotografías de soldados disparando a videos de niños cubiertos de escombro, con miembros amputados, llorando.

Publicado en 1983, La guerra no tiene rostro de mujer tuvo siempre esta premisa, la de mostrar aquello que en las narraciones bélicas no se mostraba: el punto de vista femenino. Y es que, seamos honestos, los hombres tendemos a ignorar los medios, lo que nos importa es el objetivo y su logro; las mujeres son distintas, ellas sí pueden detenerse y pensárselo dos veces antes de cruzar un camino en el que tengan que pasar por encima de alguien más (aclarando siempre que hay excepciones en ambos apartados).

La autora, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015, utiliza la entrevista como medio fundamental a través de cual recolecta los testimonios de más de 500 mujeres soviéticas que participaron en la Segunda Guerra Mundial, desde enfermeras hasta francotiradoras, desde mecánicas y mecanógrafas hasta conductoras de tanques de guerra. De este modo, se ofrece un punto de vista rara vez utilizado y, al mismo tiempo, se hace un homenaje a las mujeres que participaron en el conflicto y que rara vez se toman en cuenta.

En los testimonios no se habla de la victoria, ni de cuántos soldados alemanes se abatieron; por el contrario, se habla de los olores, del color de la sangre, de los quejidos de los heridos, de las lágrimas. Se encuentran testimonios de mujeres que daban un último beso al soldado moribundo, de mujeres que salvaron la vida de soldados enemigos, de mujeres que mintieron sobre su edad para poder ser enviadas al frente, de mujeres que aprendieron un oficio para ser reclutadas y servir a su país, de mujeres que se enlistaron para estar cerca de su padre o su hermano…

Ya sé que estamos hablando de otros tiempos y de otras naciones con ideologías totalmente diferentes, pero algo que no soporté fue la lectura de testimonios en las que muchas mujeres habrían preferido morir en el frente antes que volver a sus casas pues, en lugar de ser recibidas como a los hombres como heroínas, se les consideraba en desgracia porque «quién sabe con cuántos hombres se acostaron en las barracas». Sus propias familias las rechazaban porque no podían albergar a una persona caída en tal desgracia. Muchas ocultaron su participación y trataron de buscar una normalidad que nunca llegaría.

La guerra no tiene rostro de mujer es una lectura indispensable, los relatos son distintos a lo que acostumbramos y muestran perspectivas diferentes. Su separación por capítulos de temáticas que van desde el hallazgo del amor en medio de la violencia hasta la búsqueda de un ser querido entre los caídos, hace que su lectura sea amena y que se pueda realizar por fragmentos pequeños o una gran cantidad de páginas a la vez. En lo personal, es un libro que podría volver a leer muchas veces, hay anécdotas y testimonios realmente interesantes e incluso dolorosos.

Been there, read that (CCLV)

El matarife

Aut. Sándor Márai

Pasa con el cine y pasa con la literatura: no hay nada como revisar las primeras obras de un director que se considere como consagrado; qué diferente es conocer al ganador de un Óscar mucho antes de que su nombre fuese garantía de una gran actuación. Recuerdo en Romper Stomper, a un Russell Crowe muy muy chavo haciéndola de vago sádico abusador; recuerdo las obras previas, como El orden del caos, de Darren Aronofski mucho antes de Cisne Negro. Creo que esa misma sensación es la que nos invade cuando revisamos la primer obra escrita de algún gran autor.

Si bien las obras de un autor consolidado tienen bien explotados los recursos que lo hacen ser quien es, las primeras publicaciones, carentes del estilo totalmente definido, muestran esa «hambre» del peleador que aún no es campeón pero que no tiene vida sobrante para algo que no sea ganar el cinturón. Así es El matarife, ópera prima del húngaro Sándor Márai.

En esta novela corta, observaremos la evolución (o involución acaso) de Otto, un hombre que desde muy temprana edad encuentra en la muerte de un ser vivo (en este caso, de un toro) un placer inexplicable que lo lleva a abandonar la casa paterna, y con ello el legado del progenitor, para dirigirse a Austria a aprender el oficio de matarife y tener una existencia afable, hasta el día en que es forzado a enrolarse para la guerra. En medio del conflicto descubrirá que lo aprendido en el matadero será más que apreciado en el campo de batalla, donde soldados enemigos proveerán de ese sentimiento de satisfacción que sólo el correr de la sangre provoca en el protagonista.

Una vez concluida la guerra, el matarife se dará cuenta de que no hay un lugar para él en el mundo, que sus habilidades no sirven en una ciudad abatida por la depresión y la derrota. Que fuera del rastro, no existe sentimiento de paz ni una vida alegre; y es así como los viejos impulsos animales podrían encontrar una válvula de escape en el asesinato de aquellos que tiene una preocupación genuina por él.

Es una novela corta, que se disfruta página tras página. Definitivamente no es apta para quienes desprecian las narraciones crudas de una época sucia y violenta; por momento,s puedes sentir el olor de la sangre echada a perder y el de las heces fecales acumuladas en las calles de una ciudad sobrepoblada, carente de servicios sanitarios adecuados. La abulia del protagonista es contagiosa y cerca del final surge un sentimiento de urgencia de que acabe pronto la historia porque, de alguna manera, es insoportable la espera. Ya sabemos que el final será todo menos agradable y mucho menos feliz.

La doncella guerrera

—Pero yo no deseo sanar —dijo ella—. Deseo partir a la guerra como mi hermano Eomer, o mejor aún como Théoden el Rey, porque él ha muerto y ha conquistado a la vez honores y paz.
—Es demasiado tarde, señora, para seguir a los Capitanes, aunque tuvieras las fuerzas necesarias —dijo Faramir—. Pero la muerte en la batalla aún puede alcanzarnos a todos, la deseemos o no. Y estarías más preparada para afrontarla como mejor te parezca, si mientras aún queda tiempo, hicieras lo que ordena el Mayoral. Tu y yo hemos de soportar con paciencia las horas de espera.
Eowyn no respondió, pero a Faramir le pareció que algo en ella se ablandaba, como si una escarcha dura comenzara a ceder al primer anuncio de la primavera. Una lágrima le resbaló por la mejilla como una gota de lluvia centelleante. La orgullosa cabeza se inclinó ligeramente. Luego dijo en voz muy queda, más como si hablara consigo misma que con él:
—Pero los Curadores pretenden que permanezca acostada siete días más —dijo—. Y mi ventana no mira al este.
La voz de Eowyn era ahora la de una muchacha joven y triste. Faramir sonrió, aunque compadecido.
—¿Tu ventana no mira al este? —dijo—. Eso tiene arreglo. Por cierto que daré órdenes al Mayoral. Si te quedas a nuestro cuidado en esta casa, señora, y descansas el tiempo necesario, podrás caminar al sol en este jardín como y cuando quieras; y mirarás al este, donde ahora están todas nuestras esperanzas. Y aquí me encontrarás a mí, que camino y espero, también mirando al este. Aliviarías mis penas si me hablaras, o si caminaras conmigo alguna vez.
Ella levantó entonces la cabeza y de nuevo lo miró a los ojos; y un ligero rubor le coloreó el rostro pálido.
—¿Cómo podría yo aliviar tus penas, señor? —dijo—. No deseo la compañía de los vivos.
—¿Quieres una respuesta sincera? —dijo él.
—La quiero.
Entonces, Eowyn de Rohan, te digo que eres hermosa. En los valles de nuestras colinas crecen flores bellas y brillantes, y muchachas aún más encantadoras; pero hasta ahora no había visto en Gondor ni una flor ni una dama tan hermosa, ni tan triste. Tal vez nos queden pocos días antes que la oscuridad se desplome sobre el mundo, y cuando llegue espero enfrentarla con entereza; pero si pudiera verte mientras el sol brilla aún, me aliviarías el corazón. Porque los dos hemos pasado bajo las alas de la Sombra, y la misma mano nos ha salvado.
—¡Ay, no a mí, señor! —dijo ella—. Sobre mí pesa todavía la Sombra. ¡No soy yo quien podría ayudarte a sanar! Soy una doncella guerrera y mi mano no es suave. Pero te agradezco que me permitas al menos no permanecer encerrada en mi estancia. Por la gracia del Senescal de la Ciudad podré caminar al aire libre.
Y con una reverencia dio media vuelta y regresó a la casa. Pero Faramir continuó caminando a solas por el jardín durante largo rato, y ahora volvía los ojos más a menudo a la casa que a los muros del este.

– J. R. R. Tolkien en El Retorno del Rey
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Been there, read that (CXCI)

Hermanos de alma

Aut. David Diop

aaf415522daacbb7edfdf6a71096b31b123ec278Amo el cine bélico, desde las superproducciones estilo Rescatando al soldado Ryan o Bastardos sin Gloria, hasta aquellas consideradas más «de culto» como La Caída o Pelotón, pasando por las clásicas como El día más largo del siglo o Un puente demasiado lejos. Del mismo modo, amo la literatura bélica en todas sus vertientes, desde libros de estrategia y diagramas de guerra, hasta ensayos y apologías y, por supuesto, novelas y cuentos ambientados en los más variados conflictos, reales o ficticios. Dadas las anteriores premisas, me duele admitir que me perdí de disfrutar la más reciente gran película de guerra, 1914. En mi cabeza sólo hay un par de imágenes extraídas de los avances en vídeo y de lo que se llegó a hablar de ella en la Ceremonia del Óscar, por tanto, es un imperativo conseguirla para esta cuarentena.

Saco a colación el tema de 1914 porque, a propósito, en mi última visita a la librería universitaria, la novela sobre la que escribo en esta ocasión me atrajo como un verdadero imán. Basta con leer un par de líneas de la contraportada para entender que Hermanos de alma trata de un soldado senegalés que combate para el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial y que, tras perder a su mejor amigo, emprende un sistema de venganza bastante peculiar: cada noche se desliza hasta las líneas enemigas para secuestrar a un soldado enemigo, destriparlo y cortarle la mano como trofeo que carga de regreso a su trinchera.

Tras un par de vítores por parte de sus hermanos de bando, poco a poco esta extraña  y sangrienta actividad provoca desde el miedo hasta el rechazo por parte de los demás soldados hasta que un día, el mismo capitán del regimiento decide mandarlo a descansar a la retaguardia. Es en este período de descanso, en el que Alfa Ndiaye nos narra su vida y la relación con su más que hermano que perdió la vida en el campo de batalla.

La historia se revuelve alrededor de los pensamientos de Alfa, que se convierten en un amasijo de culpa, terror, sed de sangre y justificación debido a las múltiples negativas que el protagonista tuvo de dar fin al sufrimiento de su amigo, Mademba Diop, cuando éste se encontraba sufriendo con las entrañas por fuera.

De alguna manera, algo cambió en ese momento en que el amigo yace moribundo mientras el protagonista sostiene su mano. El herido sólo atina a describir a su victimario como un hombre de ojos azules y son ojos azules los que el sobreviviente busca cada noche arrastrándose por el fango cual mamba en busca de presa.

La primera mitad del libro es veloz, de acción, de horrores ya conocidos en uno de los grandes eventos bélicos de la humanidad; la segunda mitad, invita a la reflexión, a la comprensión de los motivos y al desentramado de los antecedentes de aquel al que el resto de hombres considera un dëmm, un demonio devorador de almas. ¿Los hermanos de alma lo son por todo lo que han compartido desde la infancia o lo son porque comparten un mismo cuerpo?

 

Been there, read that (CLIX)

El código del samurai (Bushido Shoshinshu)

Aut. Taira Shigesuke

Trad. Thomas Cleary

9788472455856Obras clásicas hay muchas, también existen los clásicos instantáneos; pero los verdaderos tratados que perduran en su mensaje sin importan el paso de los siglos, son pocos. Como alguien inmiscuido en asuntos de artes marciales (puras o mixtas) tarde o temprano escuchas el término del «bushido» o «camino del guerrero», una serie de principios que todo dedicado al arte del combate debería conocer y seguir.

Bushido Shoshinsu recopila las normas y situaciones por las que se debe guiar un caballero samurai; se trata de un conjunto de observables que se dieron en las múltiples guerras internas de regímenes militares japoneses entre el año 1186 y 1636. Fue escrito para guiar a los caballero novicios durante una nueva era de paz del período Tokugawa; y contiene instrucción práctica y moral que busca corregir conductas caprichosas e irregulares.

En efecto, el código del samurai resulta ser una tradición de reconocido prestigio y poder. No es sorpresa darnos cuenta al leerlo, que el texto se muestra como un reflejo fiel de la cultura y tradición oriental que persiste en la actualidad. Como lo menciona el traductor, existe una extraña precisión en la descripción de las formas de incompetencia profesional y política, así como de corrupción, con las que lucha el Japón de hoy en día.

Queda claro que hay dos matices para revisar la obra. El primero, como una guía de procuración de los más atos valores de aquellos que se desarrollan como guerreros en una época sin espadas ni combates de cuerpo a cuerpo; el segundo, como una forsoza lectura para aquellos que desean comprender a Japón y a los japoneses de manera realista. Ambas válidas, ambas necesarias.

Es una lectura obligatoria, corta pero cargada de conocimiento. Muchas de las situaciones parecen de un desarrollo en exceso lógico, pero no todos desarrollan este sistema de lógica. Cómo comportarse, llegar temprano a las citas, aprender a no ocupar el tiempo libre en ocio, abstenerse de bebidas alcohólicas, instruirse en el desarrollo poético, entre otras, son las claves para desarrollarse como un verdadero guerrero cuya lealtad y valentía no sólo dependen de empuñar una espada, vestir una armadura y lanzarse a la guerra.

Been there, read that (CLII)

Era la Guerra de las Trincheras (1914 – 1918)

Aut. Jacques Tardi

guerra-trincheras1Editorial Sexto Piso definitivamente tiene las ediciones más bellas que he disfrutado de libros que combinan la ilustración y la narración. Cuando dicha combinación se enfoca en alguno de mis temas favoritos, el resultado es un servidor vomitando arcoiris.

Si bien el tema de la guerra en general es mi favorito, termino enfocándome en la lectura de la Segunda Mundial y de los diversos conflictos en torno al Imperio Romano. Poca atención he prestado al primer conflicto mundial que puso a un continente de cabeza, sentó las bases para la estructuración de código de derecho bélico internacional y mostró que el ser humano es una de las más terribles amenazas para el planeta en el que habita.

El francés Jacques Tardi mantiene una obsesión con el tema de la primera gran guerra gracias a la figura de su abuelo paterno, quien luchó en la guerra y sobrevivió a ella. Como el mismo autor lo afirma, no trató de brindarnos una serie de hechos que muchos historiadores ya han registrado, por el contrario, se encargó de registrar diversas historias que giran en torno a soldados que de una u otra manera lograron contar parte de su historia.

Tardi señala los horrores a los que estos hombres se enfrentaban a diario, a la manera en que los obligaron a hacer suyo un conflicto que nada tenía que ver con ellos. De cómo se vivía con miedo, entre ratas, lodo, sangre, cadáveres en descomposición y temor a la gangrena. De cómo aún el día en que por fin se acabo el conflicto, muchos siguieron muriendo mientras la noticia viajaba.

Personas que murieron por la artillería de su propio bando, de cómo se fusilaba a amigos y enemigos por igual, de las familias que jamás volverían a ver a sus hijos, padres y hermanos y de la sin razón que gobernaba esos campos de muerte, la tierra de nadie que se encontraba justo entre líneas alemanas y francesas.

Las ilustraciones son bellas en su crudeza, en la desolación y el sufrimiento que transmiten. Es una muestra más de la bestialidad con la que los seres humanos nos destruimos entre nosotros y una perspectiva distinta que muestra lo frágil de la constitución humana.

Recuerdo un videojuego en el que el protagonista despierta en el infierno. Ese infierno es descrito, precisamente, como la guerra de las trincheras; supongo que es lo más cerca que nos hemos encontrado del lugar del sufrimiento eterno.

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Been there, read that (CXXXVI)

Himmler según la correspondencia con su esposa (1927-1945)

Aut. Katrin Himmler, Michael Wildt

[…]

Los ancestros y sobre todo el valiente pueblo alemán nos protegerán y no dejarán que nos hundamos.

Os mando, a ti, mi querida mami, y a ti, mi querida Muñequita, muchos abrazos y besitos.

Heil Hitler! Con amor,

Vuestro papi

La-ultima-carta-de-Heinrich-Himmler--Heil-Hitler-Con-amor--vuestro-papiFueron éstas, las última palabras que Heinrich dirigió a su esposa y a su hija, un 17 de abril de 1945, cuando el final de la guerra se avistaba. Después de esta despedida, en la que era claro que la victoria final de Alemania sólo sería factible en las manos de Dios, Himmler trataría de negociar con los aliados por cuenta propia para después fracasar, ser capturado y, finalmente, tragar una píldora de cianuro que daría fin a su existencia durante su estancia en la cárcel.

La historia de Himmler a través de cartas, es todo menos previsible. Es fácil imaginar textos llenos de odio y palabras que profetizasen el exterminio que se cerniría sobre el pueblo judío a partir de 1939; sin embargo, lo que encontramos son misivas llenas de cariño hacia los seres queridos del jefe supremo de las temibles SS. Utilizo la palabra cariño porque amor no es el adjetivo con el que podrían describirse, de alguna manera se siente la ausencia del sentimiento.

No era para menos, las cartas comienzan apenas un par de días desde que Marga y Heinrich se conocen en una estación del tren en 1929 y no paran hasta abril de 1945, mes en el que la victoria aliada ya era una realidad. Siempre preguntando por su hija, siempre enviando regalos (libros, álbumes, chocolates), observamos a un Himmler que se deshace en tratos especiales para su esposa y que no deja de escribirle aún en los días más ajetreados. Es curioso ver qué tan detallista puede ser el monstruo que todos imaginan como líder y administrador de los terribles campos de concentración. Tal parece que supo encontrar la perfecta división entre familia y trabajo.

Debo admitir que por aquello que menciono en el párrafo anterior, la lectura de las cartas puede llegar a ser tediosa cuando no se mencionan detalles importantes de la guerra y toda comunicación se reduce a la cuestión de qué regalos dar en navidad o cómo se podría resolver algún problema con respecto a las gallinas de la granja; no por esto, deja de ser un título que complementa el conocimiento biográfico del personaje que nos proporciona un punto de vista distinto: el del hombre de familia que se toma su tiempo aún en la tormenta para llenar de besos y cariños escritos a su familia.