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Posts Tagged ‘Tristeza’

Been there, read that (CCCXI)

Tristeza

Aut. Jack Kerouac

Gran parte de mis mejores anécdotas acontecen en lugares sucios, en cantinas, bares de malamuerte e intentos de antros de esos en donde los estratos sociales más, pero más, bajos se reúnen; en donde conviven lo mismo albañiles, sexoservidores, infieles que buscan ocultarse, practicantes del narco y uno que otro empleado de comercios aledaños. Ahí, rara vez existe la cultura de la apariencia y la aceptación de la propia realidad es norma. También son norma los olores, agrios, polvosos, a desinfectante barato, a agua reutilizada una y otra vez; y lo son también las estructuras de madera barata que desprende polilla, las paredes a medio revoco por las que recorre una que otra cucaracha valiente, la pintura corriente que poco oculta la capa anterior.

Son estas evocaciones las que nos encontramos en Tristeza de Jack Kerouac, publicada en 1960 y escrita en dos etapas en las que el autor visitó y permaneció en México. Durante su estadía, en la que él se mantenía lejos de un modo de vida tradicional que detestaba mientras que huía de sus propios asuntos en Estados Unidos, Kerouac conoce a «Tristessa», una prostituta adicta a la morfina cuyo nombre verdadero es Esperanza, y se enamora de ella.

La novela es la narración en primera persona que Jack hace de sus encuentros con tristeza y de su paso por la Ciudad de México en 1955. Es, definitivamente, una novela romántica, pero también es un retrato de todo eso que compone a la escritura del autor: el culto a los desplazados, a la ruptura, la adoración por el alcohol y las drogas; es una descripción de los bajos fondos, en una sociedad egoísta y podrida que permite que hombres y mujeres vivan y mueran en soledad, consumidos por las sustancias que les brinda un escape de esa realidad.

Tristessa es descrita como una mujer de gran belleza y sensibilidad, pero también está marcada por el sufrimiento y la adicción. A lo largo de la historia, se revelan detalles sobre su pasado y su situación actual, mostrando una compleja mezcla de vulnerabilidad y fortaleza.

La relación entre Tristessa y Jack se desarrolla de manera intensa y conmovedora. Aunque Jack siente compasión y un profundo amor por ella, también experimenta frustración y desesperación al verla atrapada en un mundo de adicción y sufrimiento. Tristessa, a su vez, encuentra consuelo en la presencia de Jack pero lucha con sus propios demonios internos y el dolor que la consume.

La visita de Jack Kerouac a nuestro país se convirtió en un momento crucial en su carrera literaria. Recorriendo las calles del Centro Histórico y la colonia Guerrero, entre la dura realidad de la pobreza, los suicidas y el uso de morfina, el escritor estadounidense se embarcó en su propia búsqueda única de la belleza.

Tristeza es una novela corta bellísima y melancólica que deja al lector con una sensación de incertidumbre y una profunda comprensión de la complejidad de la existencia humana, especialmente en contextos de dolor y lucha contra las adicciones.

Been there, read that (CCLXXXV)

15 febrero 2024 1 comentario

Lo bello y lo triste

Aut. Yasunari Kawabata

Hace algunos meses, escribí acerca de un ensayo sobre la depresión, en dicho libro que está sumamente documentado con respecto a la relación entre la depresión y distintas expresiones artísticas como el cine, la pintura, la fotografía o la literatura, se dedica un espacio a distintos autores y su acercamiento a esta enfermedad. Mención especial se hace de Yasunari Kawabata y Yukio Mishima, ambos grandes exponentes de la literatura japonesa (uno de ellos, Premio Nobel), ambos reconocidos por la melancolía y tristeza transmitida a través de sus letras, ambos fallecidos tras cometer suicidio. Con respecto a Kawabata, se hace mención al libro publicado de manera póstuma, el título lo dice todo.

La trama se centra en la vida de dos personas: Oki Toshio, un famoso novelista, y Otoko Ueno, una joven y hermosa mujer que fue amante de Oki en su juventud, convertida en pintora exitosa y aclamada. La historia comienza cuando Oki, ahora en sus cincuenta años y en un estado de nostalgia, decide visitar la ciudad donde conoció a Otoko con el pretexto de escuchar las campanas del templo de Tokio en el Año Nuevo, lo que provoca un reencuentro casual.

A medida que la historia avanza, somos transportados al pasado, donde se nos revela la relación entre Oki y Otoko en su juventud. A pesar de que su amor fue apasionado y sincero, se vieron obligados a separarse debido a circunstancias externas. Otoko, incapaz de superar el dolor de su partida, se casó con otro hombre, mientras que Oki continuó su vida y carrera.

Sin embargo, el reencuentro entre Oki y Otoko despierta emociones dormidas y les lleva a reflexionar sobre el pasado y las decisiones que tomaron. A medida que se enfrentan a los recuerdos y las consecuencias de su amor perdido, se ven arrastrados a un torbellino de pasión y arrepentimiento que culmina en un desenlace trágico y conmovedor.

Un detalle importante es que el despegue de la carrera de Oki como escritor se debe a una primera novela que retrata a Otoko y su relación con ella como la de un hombre maduro casado y una adolescente inocente de 16 años. Es este detalle lo que agrega un catalizador a la narración: Sakami Keiko, aprendiz y compañera de vivienda de la pintora, decide cobrar venganza por lo sucedido con Otoko en su juventud, y buscará seducir tanto a Oki como a Taichiro, hijo del escritor, lo cual terminará en un evento trágico.

Lo bello y lo triste es una obra profundamente conmovedora que cautiva con su belleza lírica y su exploración de los complejos matices del amor y el dolor humano. No es difícil relacionar las letras con una pluma sumamente melancólica y sensible, y a menudo, durante la lectura, se podrá sentir esa congoja en el corazón que te provoca la neblina que cubre y confunde los sentimientos de los personajes. Un bello libro, pero triste.

Más allá

23 septiembre 2019 Deja un comentario

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En algún punto del Sistema Solar…

La nave de la perrita

perdió su rumbo al vagar

persiguiendo a los cometas

de aquel silente lugar.

 

El azul planeta Urano

no supo qué responder

si alguno le preguntara

si a Laika podía ver.

 

El resplandor de Neptuno

poco a poco se apagó

cuando supo por sus lunas

que ese Sputnik naufragó.

 

El planetoide Plutón

sobre Laika había escuchado

y por días se lamentó

que no pasara a su lado.

 

La tristeza de estos astros

se volvió melancolía

cuando ya ni los cometas

algo de Laika sabían.

 

Sin embargo decidieron

que nadie la olvidaría

juraron por la galaxia

que su historia viviría.

 

– Tania Balderas Chacón en El viaje de Laika.

La niña se llamaba Julia

Rescato este fragmento para recordar lo cruel de la naturaleza humana, ¿a cuántos fieles cuadrúpedos hemos abandonado a su suerte que, en el mejor de los casos terminan en un albergue para ser adoptados; en el peor, atropellados, asesinados o sirviendo a los propósitos de humanos aún más crueles que los utilizan para pelear?

[…]

El labrador movió la cabeza fatigada.

—Yo me llamo Tomás —sonreía con tristeza—. Es un nombre ridículo para un perro, ya lo sé. Pero me lo puso una niña. Una pequeña humana… Recuerdo su olor tibio.

Suspiró hondo y se quedó mirando el vacío.

—Siete meses justos —murmuró tras un instante—. De cachorrillo de Navidad a estorbo para las vacaciones de verano.

—Todo un clásico —apunté.

—Cuando duermo, todavía sueño con el coche ganando velocidad mientras yo corro detrás y ellos se alejan.

—Qué vieja historia —dije, amargo—. y qué poco original.

—Sí. Durante semanas vagué por esa carretera, esperando verlos regresar.

—Claro.

Pero no regresaron.

—Por supuesto que no.

Nunca lo hacen.

Cambiamos una mirada triste. Al cabo, el labrador se volvió hacia el bodeguero.

—Morir no es tan grave, Cuco… Incluso alivia.

—Pues muérete tú, joder.

—Tranquilízate —el labrador le dio un par de lametones amables—. No vas a sobrevivir a la Barranca, así que lo mejor es que acabes rápido, como te dijimos antes. Te lanzas a las fauces del otro y acabas en un pispás.

—Con dos cojones —comenté.

—Para ti es fácil decirlo —me dijo el bodeguero, rencoroso—. Con tu estatura y tus mandíbulas. Cabrón.

—Mejor eso —dijo el labrador— que tardar un largo rato en acabar, para diversión de los humanos y adiestramiento del que te liquida… Seguro que aquí, el compañero, también está de acuerdo en eso.

—Por completo —dije.

—Callaos, maldita sea —el bodeguero se acurrucó en un rincón y se cubrió la cabeza con las patas—. Dejadme en paz.

Entonces se abrió la puerta del cobertizo. Dos humanos venían a por el labrador. Éste nos miró por última vez, alzó una pata y dejó una pequeña meada en un rincón de la jaula. Olfateé con facilidad lo que decía: «Tomás estuvo aquí». Al acabar irguió la cabeza y se pasó la lengua por el hocico, las patas y los genitales, aseándose un poco.

—La niña se llamaba Julia —dijo.

Después se dejó llevar con un trotecillo corto y digno.

Epílogo del labrador (habla de nuevo el Negro para sí mismo):

Manteniéndome sujeto por el collar a una correa, me arrastraron a un coso circular de unas veinte patas de diámetro —la pata perruna, como saben, equivale a unos treinta centímetros— de suelo cubierto de arena: una arena removida de pisadas, que casi había absorbido, en grandes manchas pardo rojizas, la sangre vertida en ella un rato antes. Y más allá del coso, entre las piernas de los humanos, alcancé a distinguir el cuerpo inerte y ensangrentado del labrador. 

Lo que saqué en claro

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Y lo que saqué en claro […] (es que) quiero que me ames tanto que por mí arriesgues todo como el señor de Chichén, como el señor del Popocatépetl, quiero que seamos toltecas para saber dialogar con nuestro corazón y teotihuacanos para saber convertirnos en Dios y mayas para saber adorar al Sol. Quiero que renovemos una y otra vez nuestro amor como Xipe Tote, que busquemos una y otra vez nuestro placer como Xochipilli.

Pero lo que también saqué en claro, y eso lo entendí mucho después, es que no se puede cambiar el destino ni siquiera con un espejo de obsidiana y que tampoco se puede provocar a los dioses con demasiada felicidad. Y eso era lo que estábamos haciendo.

– Sara Sefchovich

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Tú eres el color del que me enamoré

Bluets (fragmentos)

Maggie Nelson

1. Supongamos que empiezo diciendo que me he enamorado de un color. Supongamos que digo esto como si se tratara de una confesión; supongamos que rasgo mi servilleta mientras hablamos. Empezó lentamente. Una apreciación, una afinidad. Un día se volvió más seria. Luego(miro la taza vacía, al fondo una mancha café enroscada en forma de caballito de mar) se volvió, de algún modo, personal.
6. El semicírculo de océano turquesa que ciega es el escenario primordial de este amor. Que ese azul exista, el simple hecho de haberlo visto, hace a mi vida extraordinaria. Haber visto cosas tan hermosas. Encontrarse en esa niebla. Sin elección. Ayer regresé y me paré otra vez frente a la montaña.
7. ¿Pero qué tipo de amor es realmente? No te engañes llamándolo sublime. Admite que te has detenido frente a una pequeña pila de pigmento ultramarino en polvo dentro de un vaso de vidrio en un museo y has sentido un deseo punzante. ¿Pero un deseo de hacer qué? ¿De liberarlo? ¿De comprarlo? ¿De ingerirlo? Hay tan poca comida azul en la naturaleza –de hecho el azul tiende a marcar la comida que debe evitarse (moho, bayas venenosas)– que los asesores culinarios recomiendan no usar luz azul, pintura azul o platos azules al servir comida. Pero mientras el color puede, en el sentido más literal, minar el apetito, en otro sentido lo alimenta. Querrías alcanzar el pigmento para desordenarlo, por ejemplo, manchando primero tus dedos y luego al mundo. Querrías diluirlo y luego nadar en él, tallarte con él los pezones, querrías usarlo para pintar el manto de una virgen. Pero ni así accederías al azul del pigmento. No realmente.
36. Goethe describe al azul como un color vivo, pero desprovisto de alegría. “Diría que trastorna más de lo que alegra.” ¿Estar enamorado del azul es entonces estar enamorada de un trastorno? ¿O es el amor mismo un trastorno? Y de cualquier modo, ¿qué clase de locura es esa de enamorarse de algo constitucionalmente incapaz de amarte de vuelta?
98. Vincent van Gogh, cuya depresión, dicen algunos, se relacionaba con un padecimiento de epilepsia, vio y pintó célebremente al mundo en colores insoportables de tan vívidos. Tras su intento casi exitoso de quitarse la vida disparándose los intestinos, ante la pregunta de por qué no debía salvarse, respondió: “porque la tristeza no terminará nunca”. Yo creo que tenía razón.
229. Escribo esto en tinta azul para recordar que todas las palabras, no solamente algunas, se escriben en agua.
239. Pero ahora hablas como si el amor fuera una consolación. Simone Weil nos advirtió lo contrario: “el amor no es consuelo”, escribió. “Es luz.”
240. Entonces bien, permíteme tratar de reformularlo. Mientras estuve vivo, aspiré a ser estudiante no de la nostalgia, sino de la luz.
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Traicionar a un can

Perro

—¿Qué será del perro? —pregunté de pronto.

Mi madre se paró en seco como si acabara de golpearla.

El perro debió darse cuenta de que se hablaba de él, pues salió del rincón donde estaba acostado meneando la cola. No pertenecía a una raza definida. Era un chucho, pero muy gracioso e inteligente. Cada uno de sus movimientos reflejaba una cierta humildad, como si quisiera hacerse perdonar por ser tan feo. Nos observaba atentamente y parecía sonreír. Debía estar convencido de que decíamos de él cosas muy agradables.

Traicionar a un perro es aún más cruel que traicionar a un hombre, pues él no sabe de qué se trata y no puede juzgar sino por la voz y los rostros. Si, sonriendo y con voz suave, se le dicen las cosas más horribles, él viene agradecido a lamernos la mano. No quería traicionar a nuestro pobre perro.

—¿Qué va a ser del perro? —pregunté de nuevo, con tono irritado y terminante, para que él se diera cuenta de lo que le esperaba. Pero no cesaba de menear la cola.

Fragmento de Tengo quince años y no quiero morir, de Cristine Arnothy

Perder esperanza en la humanidad…

…cuando ves publicaciones como éstas:

Fútbol Asco rott

Cuando vale más un ‘cel con androi’ que la vida de ese pobre canino.

 

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En un mundo sin héroes

Desafortunadamente, en este mundo nada es como debiera ser. La justicia es para quien puede pagarla y la libertad sólo es un concepto que imaginamos poseer. El amor está retorcido y la esperanza es una ilusión que nos permite engañarnos a nosotros mismos.

Y tú no me ves