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Archive for abril 2023

Rocky

Cuando se estrenó Rocky, se convirtió casi en mi película preferida de todos los tiempos. Soy consciente de que ya he dicho eso unas cuantas veces. Pero aquellos eran los años setenta. Yo era un joven entusiasta del cine, en una época en que las películas eran una pasada. Ahora bien, a menos que uno estuviera allí, en 1976, es muy difícil hacerse una idea del efecto que la película Rocky provocó en el público.

Todo en Rocky cogió al público por sorpresa. El protagonista desconocido, lo emotiva que acaba siendo la película, la muy conmovedora música de Bill Conti, y uno de los clímax más intensos que la mayoría de nosotros hemos experimentado en un cine.

Yo ya había visto películas en las que algo ocurría en la pantalla y el público vitoreaba. Pero nunca —repito, nunca— como vitoreó cuando Rocky, en el primer asalto, asestó el puñetazo que tumbó a Apollo Creed. Toda la sala había estado contemplando el combate con el alma en vilo, temiéndose lo peor. Uno tenía la sensación de recibir cada golpe que Rocky encajaba. El engreimiento de Apollo Creed por su superioridad sobre ese patán de poca monta parecía una forma de negarse a reconocer la humanidad de Rocky. Una humanidad de la que nos habíamos enamorado después de ver a Stallone a lo largo de 90 minutos de película. Y, de pronto —tras recibir un potente golpe—, Apollo Creed cayó al suelo de espaldas. Vi esa película unas siete veces en los cines, y en todas las ocasiones, llegado ese momento, el público casi saltó hasta el techo. Sin embargo, ninguna vez fue como la primera. En 1976, no hacía falta que me explicaran lo absorbentes que podían ser las películas. Ya lo sabía. En realidad, no sabía casi nada más. Pero hasta entonces nunca me había implicado emocionalmente con un personaje principal como lo estuve con Rocky Balboa y, por extensión, con su creador, Sylvester Stallone. En la actualidad, si alguien descubriese la película, sería casi imposible reproducir ese tipo de inocencia del espectador. Para empezar, tendría que lidiar con la celebridad y la carrera posteriores de Stallone. Y no digo esto como una indirecta o como un comentario sarcástico. Es un hecho que el Stallone de Planet Hollywood no es el Stallone que se sentó en el sofá de Dinah Shore a contar anécdotas graciosas sobre la época en que pasaba hambre.

No podemos hacer como si no viviéramos en un mundo en el que hay ocho películas sobre el personaje de Rocky y cinco sobre el personaje franquicia de Stallone, Rambo, en los estantes de videoclubes tapiados desde hace años, junto con cintas de Cobra y Yo, el halcón. Ahora bien, la verdadera razón por la que la película no podría tener en un espectador el efecto que tuvo en 1976 es que, para ello, ese espectador debería ver antes las películas duras, descarnadas, negativas y pesimistas de principios de los años setenta, para sucumbir luego a la catarsis de buenas sensaciones de Rocky. Uno debería vivir en un mundo donde una película como Papillon fue un éxito de Hollywood.

En una época en la que comedias condescendientes como El clan de los rompehuesos incluían la muerte brutal de los personajes.

En un Hollywood que había abandonado el final feliz como propaganda y estupideces de «los de arriba».

A principio de la década de los setenta, lo más cercano a una película para sentirse bien eran las películas de venganza.

[…]

Parte de la euforia vinculada a la respuesta del público al combate culminante en Rocky se debió a que, después de cinco años de cine de los setenta, la verdad era que no esperábamos que las cosas le fueran a ir bien a Balboa. Y no me refiero a que no esperábamos que ganase el campeonato del mundo de los pesos pesados. ¡No iba a ganar jamás ni una mierda! Nuestra única esperanza era que no quedara como un puto hazmerreír. Por eso, al final fue tan sorprendentemente conmovedor y catártico. Por eso, cuando Apollo Creed cayó de espaldas en la lona, dimos el salto de alegría. Porque, a partir de ahí, al margen de lo que acabara pasando, Rocky ya había demostrado que no era un hazmerreír. Y, cuando llegamos al último asalto, y Rocky tiene a Apollo Creed contra las cuerdas, asestándole un zurdazo y un derechazo, y un zurdazo y un derechazo, y el público presente en el pabellón entona: «Rocky… Rocky…»… ¡Joder!

Sencillamente, nunca se había visto nada igual.

Después, en la entrega de los Óscar, la película replica en la vida real su milagrosa victoria. Desde ese momento, el cinismo de los setenta ya no tenía ningún futuro.

– Quentin Tarantino en Meditaciones de cine.
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¿De qué se trata realmente el jiu jitsu?

Más que cualquier otra cosa, el Jiu Jitsu se trata de compensar las desigualdades en los atributos físicos entre diferentes personas. El día que somos concebidos somos arrojados a la lotería genética que determinará nuestro tamaño, velocidad y muchos otros atributos físicos. El día que nacemos somos arrojados en manos del destino que determinará gran parte de nuestro desarrollo. En el momento en que somos lo suficientemente mayores para pensar, comenzamos a notar que muchas o incluso la mayoría de las personas que nos rodean tienen ventajas físicas considerables sobre nosotros. Muy a menudo, todos los demás parecen más rápidos, más fuertes, más flexibles, más pesados, más altos y de mayor alcance; la lista continúa. También puede llegar a los atributos mentales. Nuestros compañeros parecen más confiados, más inteligentes, más agresivos, etc. En comparación, nos quedamos mirándonos en el espejo como personas sin talento. EL JIU JITSU ES NUESTRO INTENTO DE UTILIZAR LA MECÁNICA, LA TÉCNICA Y LA TÁCTICA PARA COMPENSAR NUESTRAS DEFICIENCIAS FÍSICAS E INCLUSO MENTALES. El apalancamiento puede hacer fuerte a una persona débil. Una buena posición puede hacer que una persona fuerte se sienta débil. La anticipación puede hacer que una persona lenta sea rápida. La fijación precisa puede hacer que una persona ligera sea pesada. Un buen equilibrio puede hacer que una persona pesada sea ligera. Strangleholds puede pacificar incluso a las personas más agresivas. El éxito con el tiempo en el entrenamiento puede hacer que un cobarde sea valiente y un tímido confiado. Hay muchas cosas en la vida en las que tienes pocas opciones. El Jiu jitsu es un medio por el cual puedes tomar una posición y redefinir quién eres a través del estudio y el entrenamiento. En este sentido, la elección de estudiar Jiu Jitsu es tu oportunidad de superar todas aquellas áreas de tu vida en las que sentías que no tenías otra opción y en las que parecías estar en desventaja. He visto muchas cosas en el transcurso de mi vida, pero quizás una de las más notables ha sido el grado en que el estudio de Jiu jitsu atrapa a tanta gente de tantos orígenes con una pasión y entusiasmo por la participación y la mejora que no tengo. No se ve en la mayoría de los deportes, donde la mayor parte de la participación es simplemente como espectador o como un juego que es divertido de jugar en lugar de una forma de cambiar quiénes son.

– John Danaher en The Danaher Diaries 2021 Edition

Been there, read that (CCLXI)

Un perro rabioso, Noticias desde la depresión

Aut. Mauricio Montiel Figueiras

Qué común se ha vuelto escuchar la frase «ando depre»; qué común se ha vuelto expresar nuestros pesares y burlonamente de decir «ya que me lleve diosito», o «qué ganas de darle unos tragos a la botella de cloro»; qué fácil se nos ha hecho animar a la gente con líneas predeterminadas como «échale ganas» o «no estás deprimido estás distraído; qué fácil se nos da el autodiagnosticarnos con trastornos como la bipolaridad, el déficit de atención, el obsesivo compulsivo, y más comúnmente con la depresión. Vaya, dudo que exista una persona que no haya creído estar deprimido en algún momento de su vida sólo porque algo no salió de acuerdo al plan o porque esté teniendo una mala racha.

Sin embargo, algo me ha dejado en claro este diario de Mauricio Montiel, que no tenemos idea de lo que hablamos cuando hablamos de depresión. Creemos que el «tener ganas de morir» cuando la tristeza producida por una serie de infortunios es el equivalente a estar deprimidos, que la falta de hambre o de ganas de levantarnos de la cama son síntomas de una enfermedad que no hemos llegado mínimamente a comprender. Porque es cierto, tal y como lo dice el título, la depresión es como un perro rabioso que no te deja, que te inunda, que te lleva entre sus fauces. No, mis amigos, no querer comer porque la otra persona no nos corresponde el amor o porque por cuarta ocasión no nos devolvieron la llamada tras una entrevista de trabajo, no es un síntoma de depresión.

Y eso es lo que nos trata de hacer entender el autor, un hombre con un cuadro severo de depresión, que tras varias noches sin dormir puede acercarse a una ventana y sentir que el único remedio que le queda para combatir ese vacío y obscuridad que envuelve a sus pensamientos sin descanso es saltar por ella. Que no importa cuánto trates de convencerte de tu valía y tu utilidad en este mundo, siempre vuelves a ese punto de partida en el que sólo quieres que todo se acabe y se termine la conciencia.

A través de un diario de sus vivencias, de su proceso de intoxicación y posterior desintoxicación, de sus pensamientos más obscuros, de lo que siente en las noches más largas; pero también a través de un interesantísimo ensayo que involucra datos sobre la enfermedad y la manera en la que la han afrontado (o no) célebres escritores, poetas, cineastas, actores, y seres humanos en general, aprenderemos que hay mucho más que un simple sentimiento de tristeza o de derrota y que lo que pensamos de una enfermedad que hace mucho que se trata de combatir sin éxito, no es más que la punta de un inmenso iceberg.

Noticias desde la depresión es una obra obligada, así, en general. No es sólo para los que sufren en silencio, no es sólo para quienes conviven con aquellos que la padecen, no es sólo para quienes tienen alguna relación laboral o académica con ella. Es para todos, porque todos somos susceptibles y porque todos deberíamos entender.