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Archive for May 2020

Infinitos truncos

libros

También he sentido las ansias del conocimiento: quería saberlo todo; en la pubertad leía tres o cuatro libros por semana; al terminar el primer año llevaba cerca de 200: 200 libros que me convencieron de la fatuidad de las personas que presumen de cultas. A ese ritmo serían 2 000 en 10 años y 20 000 en 100 años: ¡20 000 en toda la vida! ¿Qué son 20 000 comparados con los millones de títulos que existen?

Mi avidez lectora fue disminuyendo a uno por semana, a uno por mes, a uno cada que tengo tiempo. Y encima de todo a veces releo y en muchísimas ocasiones, pasados unos meses, no me acuerdo de nada.

Hoy sé tan absolutamente poco; tengo en mi biblioteca más de 10 000 volúmenes y sólo me consuela lo que decía Borges: «Alguno habrá que no leeremos nunca». El conocimiento es de entre mis infinitos truncos el que más me avergüenza.

– Óscar de la Borbolla

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Been there, read that (CXCIX)

La libertad de ser distinto

Aut. Óscar de la Borbolla

9078915._UY309_SS309_Cada libro en mi haber tiene una historia. Algunas de esas historias son tan simples como la oración «ese lo compré en tal librería», y otras, tan complejas como la relación que sostuve (o sostengo) con la persona que me lo obsequió. Hasta el día de hoy, creí saber la historia de cada uno de esos libros, que si me lo regaló un amigo al que ya no veo, que si lo encontré en un botadero en la plazuela de Los Sapos, que si lo encontré en una tienda de antigüedades en Metepec, que si éste me lo regaló mi ex, etc., y hoy, justo hoy, me doy cuenta de que, por más que lo intento, no logro recordar la historia de La libertad de ser distinto. Bueno, la recuerdo pero de forma parcial.

Recuerdo que este libro tiene alrededor 6 o 7 años que lo recibí, recuerdo que fue un regalo pero no logro recordar quién fue esa persona que me lo obsequió ni bajo qué circunstancias. Siempre que alguien me regala un libro, le pido le escriba una dedicatoria y que incluya la fecha, éstos son los libros que más atesoro. Hay a quienes se les ha olvidado escribir la dedicatoria y, sin embargo, siempre he sabido de quién provino cada uno de esos obsequios. Pero con éste, simplemente no logro recordar.

Tiene un detalle curioso: hay cuatro separadores en el libro, tres son pedacitos arrancados de una revista o un folleto de supermercado (lo sé por el brillo y calidad del papel); el tercero, está compuesto por dos boletos de autobús, de esas líneas que viajan a destinos poco comunes, a los que ya se les han borrado los datos del viaje. Primera cuestión, ¿esos separadores los dejó el dueño original del libro a propósito o se le olvidó que estaban ahí al regalarme el libro?; segunda, si fue a propósito, ¿fue para señalarme sus pasajes favoritos o porque en esas páginas hay un mensaje específico para mí?: tercera, ¿los boletos de autobús fueron usados o estaban destinados a usarlos conmigo si los veía a tiempo?, creo que de ninguna cuestión tendré la respuesta. Me mata la duda de saber quién me lo regaló y con qué intención.

En fin, me estoy alargando mucho y no he hablado de esta belleza filosófica de Óscar de la Borbolla. La libertad de distinto, es un libro de anécdotas y de reflexión. El autor expone pequeñas semblanzas de su vida a  través de las cuáles ha llegado a sus verdades existenciales. Ventanas, laberintos, silencios, destinos, coartadas, rostros, sospechas y todo lo que ha pasado por su vida en torno a lo cual puede reunir conclusiones personales que muy bien se pueden ajustar a las distintas realidades del lector.

Me queda claro lo mucho que pudo marcar este libro a esa persona anónima que me lo obsequió y entiendo también esos motivos intrínsecos por los cuales decidió que era una obra que yo debería leer. No saben cuánto se lo agradezco y cuánto lo disfruté. En definitiva es uno de esos títulos que saltarán a mi mente de inmediato cuando alguien me pida una recomendación. Tal vez algún día recuerde a esa persona y le daré las gracias.

Mentiras

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Los fanáticos creen que existen muchísimas mentiras y sólo una verdad. Para mí, en cambio, hay tantas verdades como puntos de vista, y por eso no merece la pena detenerse a distinguir si es verdad o mentira. Esto lo comprendí en la adolescencia cuando murió la madre de un amigo.

La señora había amanecido muerta junto a su esposo, y éste, demacrado e inconsolable, temblaba sin poder contenerse durante el sepelio. Murió por un paro cardíaco, dijo el médico secamente, y el cura se atrevió a corregirlo: Murió porque esa fue la voluntad de Dios. Ambos se enfrascaron en una discusión teológico-científica durante horas. Murió por mi culpa, me dijo mi amigo con voz de confidencia; porque antenoche le hice pegar un coraje, y —para consolarlo— le dije convencido: No, Manolo; tu mamá murió porque ya llevaba muchos meses enferma. DE reojo vi a la abuela paterna de mi amigo, que le comentaba a una de sus hijas: Esta mujer murió para que tu hermano se arrepintiera el resto de su vida por haber querido dejarla. La madre de la difunta, en cambio, en otro rincón de la sala, sostenía que su hija había muerto por santa, por ahorrarles a todos más sufrimientos y tantos gastos. Confundido por aquel desfile de verdades, fui a la cocina a buscar un café y ahí me encontré con la empleada doméstica, que gimoteando me dijo: Ay, joven, creo que confundí las medicinas.

– Óscar de la Borbolla

Been there, read that (CXCVIII)

Sangre, sudor y lágrimas / Churchill y el discurso que ganó una guerra

Aut. John Lukacs

9788415427247La cuarentena me tiene en un estado de productividad total en cuanto a lectura de libros pues, con el presente, acumulo ya 15 obras leídas en lo que va del año, no me quejo, ahora sí estoy bajándole el nivel de saturación a mi librero. A pesar de que había tenido una gran racha de excelentísimas obras que llegué a disfrutar mucho, tarde o temprano se tuvo que echar a perder y no me sorprende que la mosca en la sopa fuese un libro que trata sobre un personaje que, en definitiva, es uno de los que menos tolero de la historia universal: Winston Churchill.

Ya lo sé, ¿por qué adquirir un libro que habla sobre alguien a quien desdeño? Más que nada, el motivo está en que soy amante de los grandes discursos bélicos sean históricos o fantásticos y esto provocó que el título de la obra llamara mi atención lo suficiente como para darle una oportunidad. Grave error.

Lo que tenemos aquí, es una obra terriblemente sesgada y con escaso rigor historiográfico. El autor se encarga de adular una y otra vez a un hombre que de sobra se conoce como el líder más débil de aquellos que tuvieron una participación importante en la Segunda Guerra Mundial. Juicios de valor y frases del estilo de «este discurso fue una de las más hermosas creaciones salidas de su prosa, pletórica de grandeza y gravedad, rebosante de magnanimidad», lejos de tener un efecto de apreciación en lector, provocan un rechazo inmediato, me atrevo a decir que dan asco.

Afirmaciones sin sustento como decir que Churchill era el único ser humano que realmente comprendía el pensamiento de Hitler y que, por tanto, era el único que se pudo anticipar a sus movimientos, resultan insulsas. Tal parece que el autor conoce una historia de la Segunda Gran Guerra que el resto de historiadores y estudiosos en general desconocen. Para Lukacs, Churchill y su palabrería son el único motivo por el que Hitler no logró destruir a Inglaterra y también el motivo de que los ejércitos británicos no hubiesen sido aniquilados en Dunkerke. De acuerdo a este «historiador», después de un par de discursos a mi parecer nada entrañables, hasta los más acérrimos opositores del estadista llegaron a admirarlo y seguirlo hasta el final. ¿Verdad que suena totalmente irreal? Pues bueno, la lectura es peor que como la describo.

En fin, si un día se siente alguien tentado a leer este intento de exacerbación de cualidades que Churchill por su puesto que no tenía, les recomendaría mejor abrir un libro de texto gratuito. Les aseguro que esa lectura será mucho más enriquecedora en torno al tema. Sólo como aporte a la cultura general, reproduzco el párrafo del discurso al cuál hace alusión el título del libro.

Manifiesto ante esta Cámara lo que ya he comunicado a los ministros del nuevo gabinete: no tengo nada que ofrecer, salvo sangre, sudor y lágrimas. Nos encontramos frente a la más penosa prueba imaginable. Tenemos por delante muchos y largos meses de lucha y sufrimiento. Si preguntan, ¿y cuál es nuestro programa político?, mi respuesta es: luchar, luchar por tierra, mar y aire, con toda la resolución y toda la fuerza que Dios sea capaz de darnos; proseguir la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de la maldad humana. Esa es nuestra política. Si preguntan, ¿cuál es nuestro objetivo?. puedo responder con una palabra: la victoria, la victoria cueste lo que cueste, la victoria pese a todos los terrores, la victoria por largo y amargo que sea el camino hasta alcanzarla; porque sin la victoria no sobreviviremos.

– 13 de mayo de 1940

Been there, read that (CXCVII)

Naufragio

Aut. Juan Hernández Luna

naufragioNo saben cómo amo a los personajes del estilo de Hank Chinaski, perdedores irreverentes e insulsos con algo que nos falta a muchos, suerte. Es raro encontrar a alguno de esos personajes que no sea sólo una imitación o emulación del arquetipo establecido por Hank o por Fante; al menos eso pensaba hasta que leí Las mentiras de la luz y Tabaco para el puma de Juan Hernández Luna, una mezcla del detective de novela negra y del alcohólico nihilista bukowskiano.

Lo que es todavía mejor, disfrutar de las aventuras del protagonista cuando éstas se desarrollan en la misma calle en la que vives. El autor, poblano, nos lleva de la mano a una visita guiada por las cantinas más famosas del centro histórico de Puebla de finales de los 80, lugares en los que se desarrolla esta novela «policiaca» en la que Daniel «el Tigre» Quintanilla, portero no consumado del Cruz Azul, ayuda a su amigo de la infancia, Felipe, a salvar el negocio heredado por su padre.

Por supuesto que hay todo lo que el cliché manda: borracheras, pleitos de bar, bodas de una sola noche, personas convertidas al cristianismo, cartones (muchos) de cerveza, un villano homosexual apodado «el mamacito», y un montón de etcéteras.

Algo que me parece curioso con Juan Hernández Luna es que sus libros sólo los encuentro en botaderos y locales de libros viejos en el mismo centro histórico. Es imposible hallarlos en tiendas en línea y grandes cadenas libreras. Precisamente eso es lo que lo hace un autor tan valioso para mí, desde el día en que escuché su nombre por primera vez en un curso de creación literaria impartido por Beatriz Meyer. Sin duda, lo considero uno de mis cinco escritores mexicanos favoritos y, con menos duda, el mejor de Puebla. Lástima que nos dejó hace casi 10 años, seguiré cazando el resto de sus obras.

Been there, read that (CXCVI)

Umbral de la eternidad

Aut. Jessica Piedras

Umbral de la EternidadNo me canso de decirlo, qué difícil es escribir sobre un libro de poesía. Me cuesta trabajo discernir entre lo que se pueda considerar buena y mala poesía. Sí, existe la métrica, los recursos literarios, el conteo silábico, el nivel de abstracción, qué se yo; sin embargo, lo que a una persona puede llegarle al alma, a otra le puede ser totalmente vano, mientras que una novela o cuento es más fácil de juzgar, aunque no me agrada la acción en sí.

Umbral de la eternidad es de esos libros a los que les das una oportunidad nada más porque sí. Sé que lo compré entre los descuentos de aniversario que hace mi librería física favorita en su aniversario, pero no recuerdo porqué lo elegí. Sólo sé que ha estado en mi librero por al menos tres años. En el último reacomodo de libros que hice, decidí ponerlo como el siguiente a leer pues 59 páginas se van en un ratito.

Seré honesto, detesté las primeras cuatro páginas porque visualicé una poesía que parecía un amontonadero de palabras en latín sin sentido con variaciones en el tamaño de fuente y la alineación de la escritura que me hicieron pensar en esos temas de escritura experimental que no tienen ni pies ni cabeza. Sin embargo, una vez que la verdadera prosa comenzó, me sumergí en una temática fácilmente discernible: un grito desesperado por las mujeres cuyas voces son silenciadas para siempre a diario.

Hablar de ellas que desaparecieron, de ellas a las que señalan, de ellas a las que se les niega la posibilidad y el derecho a decir que no. Sea Eva traicionada por Adán, sea un Hada, o la voz de la rabia y de la impotencia, la autora crea una poesía en la que exclama su deseo de vivir y de no ser asesinada. Pero también aparece la voz del hombre que le habla a la mujer que asesinó por no haber aceptado sus propuestas y la de la mujer que narra lo que pasará el día en que ella muera.

No puedo hallar la diferencia entre buena y mala poesía, pero como lo dice en alguno de los interludios una de las citas que acompañan a la obra, se distingue aquella poesía que nace de las más profundas emociones, y el libro de Jessica Piedras se siente así.