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Archive for febrero 2021

Been there, read that (CCXVIII)

Morir en abril

Aut. Gloria G. Fons

Leonardo Da Vinci, Sor Juana Inés de la Cruz, Octavio Paz, Emiliano Zapata, Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Charles Chaplin, Picasso, Cantinflas, María Félix, Pedro Infante, Dolores del Río, Abraham Lincoln, Benjamín Franklin, Albert Einstein, Charles Darwin, Martín Luther King, Juan Pablo II, Hans Christian Andersen, Leona Vicario, Adolf Hitler… ¿Qué tienen en común todos estos nombres? Que pertenecen a personajes que fallecieron en el mes de abril. Esta es la lista que Casilda ha recopilado y a la que quiere sumar su nombre al despertar una mañana del primero de abril.

La vida de Casilda no ha sido fácil: desde su nacimiento, su madre la rechazo. Al parecer, su progenitora nunca ha podido dejar de verla como algo más que una molestia y como el recordatorio de la pérdida constante de su juventud; jamás la abrazó, nunca la ha besado, siempre ha sido poco más que un mueble de una casa en la que evita estar. La figura materna la ha ocupado Jacinta, la «criada» de la familia. A pesar de la solvencia económica y de la ausencia de dificultades inherentes al dinero durante su crecimiento, Casilda lo ha decidido, se quitará la vida en este mes de abril.

Cuál será la sorpresa para la protagonista al enterarse que alguien le ha robado la idea, su abuela paterna y dueña de la fortuna familiar. Más grande e inesperada es la noticia de que Casilda es la heredera de todo cuanto poseía la finada, incluyendo la casa en la que su madre vive y los edificios de cuya administración su padre obtiene el sustento.

Este es el argumento, de Morir en abril, una novela corta que nos remite a aquellas telenovelas noventeras donde una joven de familia acomodada se enfrenta al desprecio de sus padres mientras recibe el cariño de las fuentes menos esperadas. Es esta ausencia de cariño e interés la que le produce ese deseo constante de suicidio que se verá truncado el día en que se convierte en la heredera de todo cuanto sus papás creían poseer. Las consecuencias podrían ser desastrosas para la protagonista, pero más que interesantes para el ansia de chisme del lector.

Me encantan estas historias que parecen más el chisme de una vecina metiche que una obra literaria en general pues, de esta manera, es el deseo de saber más del chisme lo que provoca que no puedas soltar el libro y terminarlo de una sola vez. Así que, reiterando, Morir en abril es una novela sencilla, interesante y veloz que deja un buen sabor de boca a aquel que decide dedicarle un par de horas a su lectura.

Amor que persevera

Vision: Wanda, no diré que entiendo cómo te sientes, pero me gustaría hacerlo. Si tan sólo quisieras contarme. Tal vez eso te confortaría.
Wanda: ¿Qué te hace pensar que hablar de ello me confortaría?
Vision: Oh, ya veo, puedo entender que…
Wanda: Lo único que me confortaría, sería verlo una vez más. Perdona, estoy muy cansada. Es… como una ola que me pasa por encima una y otra vez. Me derriba y… cuando intento levantarme, viene otra vez por mí… y no puedo… terminará por ahogarme.
Vision: No, no lo hará.
Wanda: ¿Cómo lo sabes?
Vision: Porque no puede ser todo tristeza, ¿o sí? Yo siempre he estado solo, así que nunca he sentido tristeza. Es cuanto conozco. Nunca he vivido una pérdida. Nunca he tenido un ser querido al cuál perder. Pero, ¿qué es la pena, sino amor perseverante?

– Wandavision (2021)

Been there, read that (CCXVII)

Teoría novelada de mí mismo

Aut. Sergio González Rodríguez

Sobre Sergio González Rodríguez leí por primera a finales del 2019, en uno de los artículos varios que vienen en la sección de Letras, letrillas y letrones del Letras Libres de cada mes, se rendía homenaje póstumo a un periodista célebre por ser de los primeros en hacer investigación sobre los miles de feminicidios en Ciudad Juárez (en su libro Huesos en el desierto) y por vivir bajo constantes amenazas de muerte por parte de los poderosos que eran señalados en sus investigaciones. A pesar de ese renombre bien ganado, lo que me terminó convenciendo de leerlo, fueron las anécdotas de David Lida sobre el conocimiento enciclopédico que el periodista tenía de los infinitos bares que se podían visitar en la Ciudad de México y que se podían leer reseñados en una columna titulada Los bajos fondos en el periódico Reforma. Carajo, ¿cómo no leer a semejante rockstar?

Como no pude hacerme con una copia de Huesos en el desierto, me conforme con la autobiografía cuya sinopsis la describía como «un ensayo, una novela, una memoria» y más allá de eso. Me imaginaba las narraciones de vida de un buen bebedor que disfruta del rock y del cine de David Lynch. Ahora bien, sí le atiné pero no del modo en que lo imaginé.

En Teoría novelada sí encuentras el factor de la anécdota y la memoria, pero éste se encuentra estrechamente ligado a la reflexión que el autor hace de dos grandes temas: los fantasmas y lo que los sueños significan (o lo que cuentan, o a donde nos llevan, o el plano en el que se desarrollan). Si bien, hay partes en las que puede ser sumamente entretenida la narración de vida, en otras, la excesiva reflexión y teorización rebasan al lector. Como lo dijo mi papá, que siempre lee lo que yo voy terminando y que decidió esperar al siguiente libro después de leer 5 páginas de éste, es demasiada palabrería.

A riesgo de sonar inculto, iletrado o incapaz de encontrar el significado o de leer entre líneas al autor, me costó mucho trabajo la lectura de esta obra. Si bien me podía picar durante 3 o 4 páginas en las narraciones de la infancia, de la casa paterna, de las referencias al cine, autores o música, tarde o temprano volvíamos al terreno de la «teoría del fantasma vivo» o de los «oneirogramas», que me parecieron tediosas y que siento que, al final, no quedaban en nada. Todos tenemos fantasmas, todos seremos fantasmas, el pasado se comunica con nosotros a través del fantasma de la juventud que se materializa en los recuerdos. Pues sí.

A pesar de todo, considero que es un libro grandioso pero que, definitivamente, no es para lectores ocasionales ni para curiosos. Requiere un buen nivel de concentración puesto que la hilación de las ideas por momentos es demasiado compleja. En fin, sí puedo decir que algo me ha dejado González Rodríguez, el deseo del registro y novelización todo cuanto sueño para un posterior creación onírica. Descanse en paz, Sergio.