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Posts Tagged ‘Amor’

Been there, read that (CCCXXV)

Napalm en el corazón

Aut. Pol Guasch

En un mundo marcado por conflictos como el de Israel y Palestina, la literatura se vuelve una ventana crucial hacia las realidades que enfrentan las poblaciones en zonas de ocupación durante las guerras. Las páginas nos sumergen en las complejidades de las relaciones entre comunidades y los desafíos que enfrentan frente a los soldados del ejército de ocupación, ofreciendo reflexiones profundas sobre la naturaleza humana en contextos de adversidad. Esto es lo que nos ofrece Napalm en el corazón.

El conflicto, con sus tensiones y titulares recurrentes, añade una capa adicional de relevancia a la trama de la obra del español, Pol Guasch. A través de los personajes y sus interacciones con el medio inhóspito en el que se mueven, la obra nos invita a reflexionar sobre los dilemas éticos, las emociones y las transformaciones que marcan la vida de quienes viven bajo la sombra de la guerra y la ocupación.

La narración toma dos vertientes: la primera, sobre la relación que establece el protagonista y narrador con su madre, ambos en un etapa de transición posterior al reciente fallecimiento del abuelo y la pérdida del padre algunos años atrás. La madre ha comenzado una relación con alguien que se intuye como miembro de las fuerzas armadas de ocupación de la pequeña y miserable población donde se desarrolla la trama. Como es de esperarse, la relación entre el hijo y la incipiente pareja de su madre es tensa y desarrolla en el protagonista una cierta fijación equiparable a la que tiene con un lobo que esporádicamente se acerca a beber agua en un riachuelo a espaldas de su casa.

Por otro lado, la segunda vertiente de la narración se desarrolla a través de las cartas que el protagonista le escribe a Boris, de quien está enamorado y con quien establece una relación oculta principalmente de los soldados que deambulan de vez en vez por la pequeña población. Poco a poco nos daremos cuenta de que la relación no es simétrica y que se sostiene de hilos sumamente frágiles.

Un asesinato y una indiscreción provocan un viaje accidentado a través de estos paisajes derruidos en situaciones que si bien pueden resultar fantásticas, no dejan de ser verosímiles. En el fondo, sabemos que la realidad supera a la ficción y que los seres humanos somos capaces de cosas que van más allá del propio raciocinio y designios de la lógica.

Pol Guasch tiene un verdadero don para hacernos sentir lo que los personajes transmiten: angustia, miedo, celos, amor, hipocresía, temor, rabia, melancolía, cariño… Es un libro complejo, con una narración fragmentada que puede no ser tan agradable para algunos lectores aunque sumamente interesante para otros. El conteo de los días, la descomposición gradual de un cadáver en el asiento trasero, la indiferencia creciente entre dos amantes, entre otras despiadas situaciones que el autor hace pasar a sus personajes, es lo que mantiene el interés en una obra que parece apenas la punta del iceberg de lo que el joven escritor tiene que ofrecer.

Been there, read that (CCXCVIII)

La sombra de los planetas

Aut. Gabriel Rodríguez Liceaga

Si hay alguien a quien puedo considerar una influencia directa en la elección de los libros que se amontonan en mi lista de deseos de Amazon, así como de algunos lugares qué visitar en CDMX o películas a las cuáles debería prestar atención, es Gabriel Rodríguez Liceaga, alias el Neb. A Gabriel lo sigo desde hace unos 15 años, si no es que más, desde la época en que según yo tenía el ideal de escribir una novela que me lanzara a la fama; cosa que no digo que no pudiera pasar pero, entre más leo, más me doy cuenta de mi mediocridad. En ese entonces, él llevaba un blog que me hacía pasar muy buenos ratos, supongo que es uno de los motivos por los que me decidí a tener el propio.

Cuando Gabriel sacó su primera novela, Balas en los ojos, la disfruté en demasía, recuerdo también cuánto disfruté en mis tiempos universitarios de un cuento titulado El arte de la amistad. El Neb se constituía como un escritor chusco, mordaz, puntual y sucio, una combinación sumamente atractiva para los ojos de cualquier lector. Ya con el auge de las redes sociales, me fue grato mirar sus publicaciones y sus historias de Instagram en las que hasta el día de hoy comparte sus lecturas y películas, junto con sus vivencias; de ahí saco mucha inspiración para leer y para seguir con ese deseo no consumado de escribir, pero ¿cómo podría imaginar yo escribir algo tan divertido y tan profundo a la vez?

En fin, fue así que, cuando el año pasado La sombra de los planetas vio la luz, no dudé en adelantar la nueva adquisición en la fila de pendientes, acción que, como era de esperar, resultó ser la mejor decisión por lo chingona que resultó ser la obra.

A Damiana la corrieron de su trabajo en una escuela fru fru porque le encargó a sus alumnos investigar por qué no fueron abortados. Esas son las poderosas líneas con las que el libro comienza, recuerdo haber posteado una foto de este primer párrafo en mis historias de Insta y, de inmediato, un puñado de personas me preguntó qué libro era. Recordé mis clases de cómo escribir una novela con Beatriz Meyer en las que nos señalaba que el valor de una novela, y los consecuentes deseos del lector de leerla, se define en las primeras cinco líneas. Magistral.

A partir de ese momento, Damiana decidirá tomarse el día para hacer algo que había estado postergando: caminar a lo largo y ancho de la Ciudad de México para repartir entre sus conocidos cuadros que le han dado cierta fama en redes sociales, retratos «nalgones» de personajes de la cultura pop. A través de este andar, visualizaremos esta mítica ciudad con sus aciertos y terribles defectos, así como los deseos de un feminismo concreto, que una mujer pueda caminar sola de noche por la ciudad.

Aunque me mantengo al margen de la capital del país (un miedo inherente a la ciudad y sus aglomeraciones de gente que heredé de mi papá), coincidió la lectura del libro con un viaje que hice a ella con motivos laborales; las oficinas que visité están justo a unos metros del árbol de la noche triste, una de las locaciones que se mencionan en el libro; al dirigirme ahí, constaté lo que se mencionan en las líneas de Gabriel, amé esta situación.

Mientras Damiana hace lo suyo, Santiago, el otro protagonista de esta historia de amor poco ortodoxa, hace un recuento de sus amoríos y de todas las parejas que tuvo y que lo moldearon como el hombre que es el día de hoy. Mientras ambos personajes se mensajean y establecen sus propias reflexiones sobre la vida y el amor, nos identificamos con tanto de lo que les oprime, que es imposible no preguntarnos cómo es que nos cabe tanto en el pecho.

Y es que en la sombra de los planetas, se encuentra todo eso que escapa a simple vista. ¿Es una crueldad mentirle a nuestra pareja y evitarla aún cuando tenemos tiempo de sobra para verla? ¿cómo podemos definir al amor cuando estamos tan llenos de todo lo negativo que cubre a las heridas que nos construyen como personas? Esta es una novela que no sé si nos haga llegar a las respuestas que buscamos, pero que definitivamente provocará una genuina reflexión con unas líneas muy personales y sensibles por parte del autor. Una recomendación de cinco estrellas.

Nota: hace un par de días, justo Gabriel anunció la publicación de un nuevo libro, El límite incierto, que saldrá a la venta dentro de ocho días, qué tiempos para estar vivo y con ganas de leer más de mi chavo, el Neb.

Been there, read that (CCLXXX)

Aprovéchate de mí

Aut. Xóchitl Lagunes

Me llaman la atención los libros que físicamente son bonitos: pequeños, con ilustraciones simples, agradable tipografía, pocas páginas; siento de inmediato que los voy a disfrutar y que será un viaje cómodo y rápido (no todo tiene que ser un tabique cargado de contenido). Lo que no me llama la atención, entre una infinidad de cosas en el mundo, es la música de Café Tacuba, por más que trato de encontrarle el gusto, me aburre, aparte de que se me hace una banda queda-bien que finge mucho de su supuesto activismo. Así que si combinamos lo primero con lo segundo, me encuentro en una disyuntiva en la que no sé si me gustó o no Aprovéchate de mí, pero bueno, pasemos a lo importante, que es el contenido.

En este punto, se preguntarán, ajá, ¿y qué tiene ver tu desprecio por Café Tacuba con el libro?, y yo les responderé que absolutamente todo. El libro de Xóchitl recibió inspiración de la banda a través de una entrevista hecha a Rubén Albarrán en la que destacó ciertos aspectos de su canción, El baile y el salón, como el hecho de que al final sean dos hombres los que forman parte de la historia que la melodía narra. A partir de ahí, la autora utiliza canciones del grupo para nombrar cada uno de los capítulos de su libro, mientras que el protagonista constantemente referencia sus vivencias a través de las letras de dichas canciones.

Así, hay un capítulo titulado Déjate caer, como otro que recibe el nombre de Las batallas en el desierto, etc. Pero bien, hablemos de la historia: Santiago es un preparatoriano que vive en uno de los tantos pueblos aledaños a la capital del país, San Mateo Ixtacalco, esto es importante pues aunque la novela no busca una crítica social, si hace hincapié en que las historias de amor no son exclusivas de ciudades capitales ni de clases sociales «acomodadas»; en fin, Santi también meserea en un puesto de barbacoa y cerca de éste se encuentra una dulcería cuyo dueño es Manuel. Cada que Manuel pasa cerca de Santi, éste último recibe una descarga eléctrica, ese terrible resultado de lo que denominamos el primer amor.

El protagonista nos narra en primera persona todo lo que Manuel le hace sentir, todo lo que le hace soñar: se imagina caminando a su lado mientras toma su mano, se imagina durmiendo sobre su pecho mientras escucha el latido de su corazón. Un día, cuando Manuel (que es 20 años mayor) le pide que le recomiende unas canciones, comienza una historia que, sabemos, no será como ese mundo hermoso que el muchacho anhela.

Lo que sigue se puede intuir, la forma en que un hombre de 37 años se aprovecha de la inmadurez emocional de un chamaco que sólo busca el reconocimiento, que no lo oculten, que lo quieran a la vista de todos los demás. Todos hemos sido Santiago en algún momento, todos hemos soñado despiertos con esa persona que cree que nos daremos cuenta solitos de que no nos quieren tanto como quisiéramos; todos hemos llorado y creído que incluso una agresión física de su parte representa un fragmento de amor porque «si reaccionó así, es porque le importo».

Ya lo decidí, sí me gustó la obra de Xóchitl Lagunes, aún con referencias a canciones que nunca por mi mano sonarán en el estéreo del coche. Por supuesto que para un seguidor de los cafetos, la carga de referencias será sublime. Para el lector ocasional, representa un recordatorio de lo mucho que cambiamos a través de los amores fracasados.

Been there, read that (CCLI)

Beren y Lúthien

Aut. J. R. R. Tolkien

Lo he dicho en más de una ocasión, «si está dentro de las capacidades del lector, los libros se leen en su idioma original»; irónicamente, esta fue la primera ocasión en la que me arrepentí de haberlo profesado. Lo más curioso del caso es que, después de haber elegido comprar la versión en inglés para mi primer libro de Tolkien, justo miré un Tiktok de un exalumno que hacía mofa de aquellos que precisamente deciden leer a Tolkien en inglés. Me dije, no puede estar tan perro, y me aventuré.

Seré honesto, tuve que dejar la lectura en más de una ocasión para regresar a leer más tarde (y después de leer otras cosas) porque me terminaba doliendo la cabeza entre la prosa tan elaborada y el tener que ir al glosario cada dos o tres líneas debido a las palabras creadas por el autor. Al final, tuve que comprar el libro por segunda ocasión, ahora en español, pues la experiencia de la lectura dejó de ser placentera. Lo sé, he fracasado en temas de congruencia, pero qué más da.

Si bien nunca me animé a leer lo que ya había visto en películas, siendo el romántico empedernido que soy, no pude contener la curiosidad que me provocaba el origen de esos dos nombres que se encuentran grabados en la lápida que adorna el lugar de reposo de John Ronald y su esposa, Edith. Beren y Lúthien Tinuviel, nombres de un hombre y una elfa, retratados como una historia de amor como pocas, inspirada precisamente en el amor que el autor sentía por su esposa. Si han visto la película biográfica Tolkien, tendrán todavía más motivación para entender.

Beren y Lúthien es una leyenda a la que se hace referencia en múltiples fragmentos de la obra de J. R. R. y que, de acuerdo a su hijo y editor del libro, Christopher Tolkien, se compone de miles de manuscritos entre los cuales destacan un sinfín de versiones de la misma historia. De ahí que el presente libro se componga de esas múltiples versiones que incluyen finales variantes y mecanismos de escritura distintos. Por supuesto, gran parte de la leyenda permanece mientras que la inclusión o ausencia de ciertos personajes y cambios en ciertas etapas de las vidas de los protagonistas, le da tonos de los más variados a cada una de las versiones que encontraremos entre las páginas.

Así, tendremos la versión en forma de cuento aislado; la historia contada a través de las palabras de los descendientes de la pareja; la versión que se cuenta como parte de la obra de La Caída de Gondolin; la versión en forma de poema; la versión épica que se enfoca más en la historia previa de Beren antes de conocerla a ella, entre otras. Entre cada historia, el editor dará cuenta de las dificultades de armar una sola narrativa que se reparte en fragmentos que se encuentran por aquí y por allá, y que supuso un esfuerzo titánico de edición.

Al final, quedaremos prendados de los sacrificios de un hombre al que se le encarga robar un Silmaril a cambio de ser digno de la mano de la hija del rey Thingol. Beren quedará atrapado en el castillo de Morgoth y será rescatado por su amada que se verá ayudada por Huan, el sabueso de Valinor. El desenlace es distinto de acuerdo a la versión que se lea, unos querremos quedarnos con la versión trágica y otros disfrutaremos de aquella en el que su amor conmueve al mismísimo Mandos, que decide volverlos a la vida para tener el amor más grande que mortales e inmortales hayan conocido jamás.

En definitiva, una belleza de historia que no sólo los romántico disfrutarán, sino también aquellos que en medio de una borrachera, gustan de poner en YouTube la cabalgata de los Rohirrim porque no pueden evitar que la piel se les ponga chinita. Eso sí, a menos que su nivel de inglés sea casi nativo, no recomiendo su abordaje en el idioma original (por única ocasión). Y, por cierto, las ilustraciones de Alan Lee que acompañan al texto, son una joya.

Been there, read that (CCXLIV)

Tres novelas cortas: Noches blancas, Novela en nueve cartas, El sueño del príncipe

Aut. Fiódor Dostoievski

Después de leer Morfina, me quedé con ganas de más ambientes fríos e inhóspitos de esos que sólo la literatura rusa describe con tanta perfección. Lo cierto es que leer a Bulgakov o a Dostoievski me hace sentir frío, ahora agréguenle que la lectura la realizan en mi natal Orizaba con clima húmedo y neblina hasta el suelo… delicia. Ahora bien, después de Bulgákov y antes del actual, me aventé unas historias cortas de Vargas Llosa que resultaron ser de sus primeros textos. Coincidencia es que ahora escribo sobre tres novelas cortas que resultaron ser también de los primeros textos de Fiódor.

Primero, Noches blancas, escrita en 1847, en la época inmediata anterior a la condena a muerte del escritor (que después sería condonada), es una novela romanticona que narra una de esas situaciones en las que todos nos hemos encontrado alguna vez: el observar al ser amado ser destruido por aquella otra persona que pareciera no corresponder su amor, sentir que hay la esperanza de recoger los pedazos, para terminar ayudando a esa misma persona y ver cómo vuela de vuelta a los brazos del rival. Todo lo anterior, debajo de una tormenta de nieve y rodeados de una pobreza incipiente.

Segundo, Novela en nueve cartas, que describe a través de las cartas entre dos hombres la intención que tienen de estafar a un tercero. Lo que estos hombres no saben es que ese tercero resulta ser más listo y que los ha suplantado en los escritos que cada uno recibe del otro.

Finalmente, El sueño del príncipe, un verdadero sitcom de la época en que el texto fue escrito donde una mujer de sociedad intenta que su hija, la solterona del pueblo, se comprometa con «el príncipe», un viejito adinerado que gusta de sustituir múltiples partes de su cuerpo con prótesis y esconderlas dentro de capas y capas de maquillaje y cabello postizo. Sobra decir que el príncipe no está nada bien de su cabeza y pronto es objetivo de las calumnias de un pseudosobrino que, siendo pretendiente de la hija antes mencionada, trata de menguar los planes de la alta señora convenciendo a su pariente de que la pedida de mano (que realizó bajo los efectos del alcohol) no ha sido más que un sueño. Siendo honesto, se vuelve bastante divertida la situación a pesar de momentos sumamente tristes que dan forma a la personalidad y estado marital de la mujer a la que desean casar.

En efecto, al igual que en el libro de Vargas Llosa, se nota la experimentación y la búsqueda de un estilo por parte del escritor. El sueño del príncipe, por ejemplo, tiene etapas en las que se nota el deseo de construir la novela como una obra de teatro, lo cual se entiende por la necesidad económica de Dostoievski y su deseo de vender el texto de forma rápida. Confieso que no son textos tan fáciles de leer en términos de ligereza puesto que, aunque mis descripciones suenan sencillas, la pluma de Fiódor puede ser sumamente pesada.

La doncella guerrera

—Pero yo no deseo sanar —dijo ella—. Deseo partir a la guerra como mi hermano Eomer, o mejor aún como Théoden el Rey, porque él ha muerto y ha conquistado a la vez honores y paz.
—Es demasiado tarde, señora, para seguir a los Capitanes, aunque tuvieras las fuerzas necesarias —dijo Faramir—. Pero la muerte en la batalla aún puede alcanzarnos a todos, la deseemos o no. Y estarías más preparada para afrontarla como mejor te parezca, si mientras aún queda tiempo, hicieras lo que ordena el Mayoral. Tu y yo hemos de soportar con paciencia las horas de espera.
Eowyn no respondió, pero a Faramir le pareció que algo en ella se ablandaba, como si una escarcha dura comenzara a ceder al primer anuncio de la primavera. Una lágrima le resbaló por la mejilla como una gota de lluvia centelleante. La orgullosa cabeza se inclinó ligeramente. Luego dijo en voz muy queda, más como si hablara consigo misma que con él:
—Pero los Curadores pretenden que permanezca acostada siete días más —dijo—. Y mi ventana no mira al este.
La voz de Eowyn era ahora la de una muchacha joven y triste. Faramir sonrió, aunque compadecido.
—¿Tu ventana no mira al este? —dijo—. Eso tiene arreglo. Por cierto que daré órdenes al Mayoral. Si te quedas a nuestro cuidado en esta casa, señora, y descansas el tiempo necesario, podrás caminar al sol en este jardín como y cuando quieras; y mirarás al este, donde ahora están todas nuestras esperanzas. Y aquí me encontrarás a mí, que camino y espero, también mirando al este. Aliviarías mis penas si me hablaras, o si caminaras conmigo alguna vez.
Ella levantó entonces la cabeza y de nuevo lo miró a los ojos; y un ligero rubor le coloreó el rostro pálido.
—¿Cómo podría yo aliviar tus penas, señor? —dijo—. No deseo la compañía de los vivos.
—¿Quieres una respuesta sincera? —dijo él.
—La quiero.
Entonces, Eowyn de Rohan, te digo que eres hermosa. En los valles de nuestras colinas crecen flores bellas y brillantes, y muchachas aún más encantadoras; pero hasta ahora no había visto en Gondor ni una flor ni una dama tan hermosa, ni tan triste. Tal vez nos queden pocos días antes que la oscuridad se desplome sobre el mundo, y cuando llegue espero enfrentarla con entereza; pero si pudiera verte mientras el sol brilla aún, me aliviarías el corazón. Porque los dos hemos pasado bajo las alas de la Sombra, y la misma mano nos ha salvado.
—¡Ay, no a mí, señor! —dijo ella—. Sobre mí pesa todavía la Sombra. ¡No soy yo quien podría ayudarte a sanar! Soy una doncella guerrera y mi mano no es suave. Pero te agradezco que me permitas al menos no permanecer encerrada en mi estancia. Por la gracia del Senescal de la Ciudad podré caminar al aire libre.
Y con una reverencia dio media vuelta y regresó a la casa. Pero Faramir continuó caminando a solas por el jardín durante largo rato, y ahora volvía los ojos más a menudo a la casa que a los muros del este.

– J. R. R. Tolkien en El Retorno del Rey
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Juego de niños

—Ambos te trajeron a casa. Sus manos se tocaron. Estuvieron sentados junto a tu cama casi hasta el albor, pero no se dijeron ni una palabra. Sólo ahora han decidido salir a conversar. Allí, al dique, junto al estanque. Y tú te has decidido a escuchar lo que dicen… y a mirarles a través de un agujero en el muro. ¿Tanto te interesa saber lo que hacen allí?
—No hacen nada allí. —Ciri enrojeció ligeramente—. Hablan un poquito y eso es todo.
—Y a ti —Jaskier se sentó en la hierba, junto a un manzano y apoyó la espalda en el tronco, no sin antes haberlo examinado por si hubiera hormigas u orugas—, ¿te gustaría saber de qué están hablando?
—Sí… ¡No! Y al fin y al cabo… al fin y al cabo no les oigo. Están demasiado lejos.
—Si quieres —sonrió el bardo—, te lo digo.
—¿Y cómo vas a saberlo tú?
—Ja, ja. Yo, noble Ciri, soy poeta. Los poetas lo saben todo de estos asuntos. Te diré algo más: de estos asuntos los poetas saben incluso más que las propias personas a las que les conciernen.
—¡Seguro!
—Te doy mi palabra. Palabra de poeta.
—¿Sí? Entonces… Entonces dime de qué hablan. ¡Aclárame qué significa todo esto!
—Mira otra vez por el agujero y fíjate en lo que hacen.
—Hum… —Ciri se mordió el labio inferior, luego se agachó y acercó el ojo a la fisura—. Doña Yennefer está junto a un aliso… Arranca hojitas y juguetea con su estrella… No dice nada y ni siquiera mira a Geralt… Y Geralt está a su lado. Ha bajado la cabeza. Y dice algo. No, guarda silencio. Oh, vaya una cara… Vaya una cara rara que tiene…
Juego de niños. —Jaskier encontró una manzana entre la hierba, la restregó contra los pantalones y la miró con aire crítico—. Él precisamente le está pidiendo que le perdone sus variados actos tontos y palabras estúpidas. Le pide perdón por su impaciencia, por su falta de fe y esperanza, por su terquedad, por su saña, por sus enojos y actitudes indignas de un hombre. Le pide perdón por lo que en algún momento no entendió, por lo que no quiso entender…
—¡Eso es una mentira imposible! —Ciri se enderezó y se echó el flequillo hacia atrás con un violento movimiento—. ¡Te lo estás inventando todo!
—Le pide perdón porque sólo ahora ha comprendido. —Jaskier se quedó mirando fijamente al cielo y su voz comenzó a tomar el ritmo de un verdadero romance—. Por lo que querría comprender pero se teme que no va a poder… Y por todo lo que nunca jamás comprenderá… Pide perdón y se disculpa… Hum, hum… Sentido… Conciencia… ¿Destino? Joder, todo banalidades y no riman…
—¡No es verdad! —Ciri pataleó—. ¡Geralt no dice eso! Él… no dice nada. Si lo he visto. Está allí de pie con ella, callado…
En esto consiste la tarea de la poesía, Ciri. En hablar de lo que otros callan.
—Vaya una tarea más tonta. ¡Y tú te inventas todo!
—También en esto consiste la tarea de la poesía. Eh, escucho unas voces que llegan desde el estanque. Echa un vistazo, deprisa, mira qué es lo que pasa.
—Geralt —Ciri puso de nuevo el ojo en el agujero del muro— está de pie con la cabeza baja. Y Yennefer le está gritando terriblemente. Le grita y agita las manos. Ay, ay… ¿Qué puede significar esto?
Juego de niños. —Jaskier de nuevo fijó la vista en las nubes que flotaban en el cielo—. Ahora es ella la que le pide perdón a él.

– Andrzej Sapkowski en Tiempo de odio.

Amor que persevera

Vision: Wanda, no diré que entiendo cómo te sientes, pero me gustaría hacerlo. Si tan sólo quisieras contarme. Tal vez eso te confortaría.
Wanda: ¿Qué te hace pensar que hablar de ello me confortaría?
Vision: Oh, ya veo, puedo entender que…
Wanda: Lo único que me confortaría, sería verlo una vez más. Perdona, estoy muy cansada. Es… como una ola que me pasa por encima una y otra vez. Me derriba y… cuando intento levantarme, viene otra vez por mí… y no puedo… terminará por ahogarme.
Vision: No, no lo hará.
Wanda: ¿Cómo lo sabes?
Vision: Porque no puede ser todo tristeza, ¿o sí? Yo siempre he estado solo, así que nunca he sentido tristeza. Es cuanto conozco. Nunca he vivido una pérdida. Nunca he tenido un ser querido al cuál perder. Pero, ¿qué es la pena, sino amor perseverante?

– Wandavision (2021)

Been there, read that (CCXI)

Modern Love

Ed. Daniel Jones

El título Modern Love representa, en mi caso, ese tipo de «pendientes» que uno se autoimpone, que mantiene en la cabeza durante mucho tiempo, y que, a pesar de eso, nunca se realiza. Lo digo porque ya hacen dos años aproximadamente que escuche sobre la popular columna del New York Times en la que se publican historias de amor enviadas por los lectores de la misma. Poco tiempo después, leí algún texto referente a la serie televisiva basada la columna que pronto se estrenaría en alguna plataforma digital y me convencí de que me pondría a leerla semanalmente pues, dentro de todo, soy un romántico irremediable que gusta de una buena historia de amor y también del chisme, ¿por qué no?

Lo cierto es que constantemente me mantenía con la idea en la cabeza, «esta semana leeré la columna esa» y, de plano, nunca lo hice ni me atreví a buscar la serie para darle una oportunidad. Imaginen cuál sería mi sorpresa (y de alguna manera, alivio) al encontrar esta edición compilada con las mejores historias publicadas en la columna desde sus inicios.

Ciertamente, cuando hablamos de «historias de amor», no lo estamos sólo haciendo de narraciones en las que una pareja se encuentra o se enfrenta al mundo o vive feliz para siempre, no, en Modern Love encontraremos historias de amor entre una madre adoptiva y su hija adolescente, entre hermanos, entre un solterón y el matrimonio de su mejor amiga, entre una pareja que adopta a un bebé que tiene serios problemas de salud, entre otras. Eso es lo más bonito, que el amor no está representado sólo en una pareja tradicional, sino a través de las vivencias de personas como tú o como yo.

Hay historias realmente conmovedoras, como la de una mujer que ha sido diagnosticada con cáncer terminal y que se desvive por describir las cualidades de su esposo para que alguien más comparta su vida con él una vez que ella se haya ido; o la del niño adoptado por una pareja gay que puede reunirse con su mamá indigente una vez al año y a quien ama a pesar de que «huele feo»; entre muchas otras, el corazón se apachurra y se alegra constantemente con las 42 historias que recopila Daniel Jones.

Ahora bien, no todo es agradable. En lo personal, quedé sumamente decepcionado por un aspecto del libro: se afirma que son historias contadas por personas comunes, reales; y sin embargo, alrededor del 80% de la historias son de escritores, al final de cada historia se da una microsemblanza de la persona que la escribió, y, de nuevo, casi todas estas personas tienen libros publicados o colaboran en algún medio de comunicación. En este punto, me atrevo a decir que me mintieron y que el subtítulo real del libro debería ser «los escritores nos cuentas sus historias de amor». Después de leer la novena o décima historia, dejé de identificarme tanto con las historias porque al parecer son cosas que sólo les pasan a quienes tienen publicado un libro.

En fin, que si disfrute la lectura, demasiado; que si tengo quejas, muchas. A pesar de todo, lo recomiendo porque es ligero, y porque uno se puede tomar su tiempo y leer de una historia a la vez o varias de un jalón.

Un instante cuántico

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—Empezaste tu ciclo vital en desventaja. Eras una monstruosidad y un anormal en un mundo que se regía por la conformidad y el orden. Aprendiste una lección importante: los que son excelentes y destacan son abatidos por las excusas de los mediocres.

—Algunos no eran así —replicó Thanos y se acordó de Gwinth y lo que le había dicho: «No soy como mis padres. No tengo miedo ni siento odio sólo porque algo es diferente».

Y entonces, Thanos supo cuál sería su cuento. Sólo era suyo y no tenía que ver con guerra o muerte. Era, como bien sabía, el momento que lo definió; uno de luz y amor.

Besé a una mujer —comentó Thanos poco a poco—. Una muy especial.

El Lorespeaker alzó la mirada.

—El Señor de la Guerra tiene un corazón, después de todo. Continúa.

El beso había sucedido hacía mucho tiempo. Vidas completas. Al principio, no estaba seguro de acordarse del beso con precisión. Experimentó un momento de horror cuando se dio cuenta de que no se acordaba del rostro de Gwinth. La cara de la mujer de sus sueños había reemplazado a la del beso. Sólo recordaba a la mujer que atormentaba sus sueños desde que lo habían exiliado.

Pero el momento de horror pasó muy rápido. Luego, descubrió que cuando se forzó a recordar el beso, también brotaron otros recuerdos. Vio con claridad la caminata entre la multitud; las calles obstruidas de Ciudad Eterna rodeadas por los que ya estaban muertos; a Sintaa que lo empujaba para que dejara a un lado su obstinación y entrara al silencurium.

Y se acordó de la chica. La chica con el cabello al ras de color rojo brillante, la piel de un color amarillo claro con pecas verdes. Y la primera vez que le sonrió con timidez al moverse para que el entonces joven titán se pudiera sentar. Jamás volvería a olvidar su rostro. No lo permitiría.

También se acordó de la bebida verde, burbujeante y muy dulce que ingirió esa noche. Sabía a melón, bayas de sáuco y alcohol etílico. Pudo saborearla como si la estuviera bebiendo.

Y todas esas memorias por un único beso: su primero. El beso que detonó su necesidad por tener una conexión y por entenderse a sí mismo para poder crear vínculos con los demás. Ese beso fue la primera vez que sintió la ternura de dos seres que se acoplaban.

—Me sentía incompleto —confesó Thanos—. Pero con ese beso supe que si me esmeraba y si me convertía en la persona que necesitaba ser, entonces podría capturar el sentimiento que había necesitado todo este tiempo; que el beso tendría un significado. Lo supe en ese entonces y lo sigo buscando. Si puedo salvar al universo, entonces me convertiré en el Thanos que es merecedor de un beso.

Aunque llevaba su armadura, jamás se había sentido tan vulnerable en toda su vida. Ni siquiera cuando estuvo a punto de morir por el hacha de Yrsa.

Thanos podía contarle más, si era necesario. La manera en la que había encontrado el valor para ir con su madre y el desconsuelo de su encuentro. Todo estaba dentro de él y podía recordarlo sin importar cuán vulnerable se sentía. Si eso lo guiaba al poder capaz de salvar al universo, entonces valdría la pena.

El Lorespeaker sonrió con sinceridad, como si fuera un niño.

—Qué hermosa anécdota, Thanos. Gracias por compartirla.

—¿Es todo? —preguntó con voz ronca.

El titán sintió las extremidades dormidas y los músculos torcidos. No era un niño enamoradizo, herido de amor o con el corazón roto. Era un señor de la guerra. Un conquistador. Lo único que hizo fue desenterrar un recuerdo que entregó voluntariamente, pero no dejaría que el recuerdo se apoderara de él. Había cosas más importantes que le deparaba el futuro. El pasado se podía quedar atrás.

—Es todo. —Su interlocutor asintió lentamente.

—Entonces cuéntame sobre las gemas infinitas.

 

– Fragmento de Thanos, Un instante cuántico, de Barry Lyga.