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Been there, read that (CCXII)

15 noviembre 2020 1 comentario

La espada del destino

Aut. Andrzej Sapkowski

Hace algunos meses, siete para ser exactos, terminé de leer el primer tomo de la ahora muy bien conocida Saga de Geralt de Rivia. Culminaba la lectura con gran beneplácito y, al mismo tiempo, con fuerte crítica a la serie basada en el libro. Mi descontento partía del hecho que, en la serie, decidieron retratar a un brujo sumamente soberbio y mal hablado en contraste con el noble y torturado personaje que protagoniza la novela. Apenas ayer, terminé el segundo tomo y la crítica se mantiene aunque, siendo honesto, en este libro Geralt es definitivamente más mal hablado, tema que adjudico a la traducción.

Por otro lado, en la reseña de El último deseo, establecí la hipótesis de que muy probablemente la hasta ahora única temporada de la serie estuviese basada no sólo en ese primer libro, sino en el segundo también. Dicha suposición tenía que ver con el hecho de que Yennefer sólo aparecía en uno de los siete cuentos que conforman el volumen. Pues bien, hipótesis confirmada, la serie está basada más en este segundo libro que en el primero pues cuatro de los seis cuentos, son capítulos directos de dicha serie y, como lo supuse, en la mayoría aparece la figura de la hechicera de Vengerberg.

Ahora bien, hay que aclarar aquí una pequeña cuestión: en términos de fecha de publicación, La espada del destino (1992) es el primer libro de la saga y no El último deseo (1993); sin embargo, existe un acuerdo tácito por parte del autor y los lectores en el que la historia, cronológicamente hablando, acontece primero a través de El último deseo. A final de cuentas, estaré siguiendo la cronología de las traducciones en español que se ajustan a la segunda forma.

En fin, no hablaré más del libro puesto que, si ya viste la primera temporada de la serie, prácticamente ya leíste el 50% del primer libro y el 50% del segundo. De manera análoga, si ya leíste los dos primeros libros, mi nueva hipótesis es que ya viste la segunda temporada aún cuando no se ha terminado de filmar. Ya veremos el próximo año si he de confirmar otra teoría.

Postdata. Mi cuento favorito de este libro es «Un pequeño sacrificio»; definitivamente, una historia muy dulce y tierna con un final digno de lágrimas que muero por ver en la pantalla.

Un pequeño sacrificio

Al día siguiente organizaron algo así como una cena festiva. En una de las aldeas por las que pasaron, Essi y Geralt compraron un corderillo ya preparado. Mientras ellos mercaban, Jaskier robó con sigilo ajo, cebolla y zanahorias del huertecillo de detrás de la choza. Al irse, arramplaron aun un pequeño caldero de lata de la cerca de detrás de la fragua. El caldero estaba un poco agujereado pero el brujo lo lañó con la Señal de Igni.

La cena tuvo lugar en un calvero, en lo profundo del monte. El fuego chasqueaba alegremente, el caldero borboteaba. Geralt lo removía cuidadosamente con una rama de abeto descorchada que hacía las veces de cuchara de cocina. Jaskier peló la cebolla y cortó las zanahorias. Ojazos, que no tenía ni idea de cocinar, les amenizaba el tiempo tocando el laúd y cantando cuplés picantes.

Fue una cena festiva. Porque por la mañana temprano tenían que separarse, por la mañana cada uno de ellos tenía que irse por su camino, en busca de algo que, sin embargo, ya tenían. Pero no sabían que lo tenían, ni siquiera podían imaginárselo. No se imaginaban adónde los llevarían los caminos que iban a tener que recorrer por la mañana. Cada uno por su lado.

Después de comer, bebieron de la cerveza que les había regalado Drouhard, charlaron y se rieron, Jaskier y Essi hicieron apuestas con sus canciones. Geralt, con las manos detrás de la cabeza, tumbado sobre un lecho de ramas de abeto, pensaba que nunca había oído tan hermosas voces y tan hermosos romances. Pensó en Yennefer. Pensó también en Essi. Tenía el presentimiento de que…

Para terminar, Ojazos cantó junto con Jaskier el famoso dueto de Cyntia y Vertvern, una maravillosa canción de amor que comenzaba con las palabras: «Más de una lágrima he llorado…» . Y a Geralt le parecía que hasta los árboles se inclinaban a escuchar a aquellos dos.

Luego Ojazos, que olía a verbena, se tumbó junto a él, le apretó por el cuello, apoyó la cabeza sobre su pecho, suspiró quizá dos veces y se durmió tranquila. El brujo se quedó dormido más tarde, mucho más tarde.

Jaskier, contemplando el fuego moribundo, estuvo sentado aún más tiempo, solo, rasgueando el laúd sin hacer mucho ruido.

Comenzó con unos cuantos acordes, a partir de los cuales cristalizó una serena y elegante melodía. Los versos adecuados se formaron al mismo tiempo que la melodía, las palabras se incrustaban en la música, se quedaban en ella como si fueran insectos dentro de ámbar dorado y translúcido.

El romance hablaba de cierto brujo y cierta poetisa. De cómo el brujo y la poetisa se conocieron a la orilla del mar, entre los chillidos de las gaviotas; cómo se enamoraron desde el primer momento. De cuán hermoso y fuerte era su amor. De que nada, ni siquiera la muerte, sería capaz de destruir aquel amor ni de separarlos.

Jaskier sabía que pocas personas creerían la historia que contaba el romance, pero no se preocupó por ello. Sabía que los romances no se escriben para que se crea en ellos, sino para emocionar.

Algunos años después, Jaskier podría haber cambiado el contenido del romance, haber escrito sobre lo que sucedió en realidad. No lo hizo. La verdadera historia no hubiera emocionado a nadie. ¿Quién querría escuchar que el brujo y Ojazos se separaron y no se volvieron a ver nunca más, ni una sola vez? ¿Que cuatro años más tarde Ojazos murió de viruela durante una epidemia que asoló Wyzima? ¿Que él, Jaskier, la sacó en sus brazos de entre los cadáveres quemados en las hogueras y la enterró lejos de la ciudad, en el bosque, sola y tranquila, y junto con ella, tal y como había pedido, dos cosas: su laúd y su perla celeste? Una perla de la que nunca se separó.

No, Jaskier se quedó con la primera versión del romance. Pero aun así, jamás llegó a cantarla. Nunca. A nadie.

– Andrzej Sapkowski en La espada del destino.