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Posts Tagged ‘Cuentos’

Been there, read that (CCCIII)

Salmo y otros cuentos inéditos

Aut. Mijaíl Bulgákov

El pasado fin de semana, tuve la oportunidad de asistir a una función del musical de Broadway, Anastasia. Basado en la leyenda de la más pequeña de las hijas de los Romanov, el musical fue una verdadera belleza, adaptada para todo público, con actores que dan una interpretación de altísimo nivel y una puesta en escena que hace reír y soltar lágrimas por igual. Mientras Mariana Dávila me tenía totalmente embelesado con su voz y actuación, no pude evitar sonreír para mis adentros al pensar en lo bonito que son las coincidencias entre lo que vas eligiendo y lo que la vida te va poniendo.

Me explico: mi lectura actual es un libro titulado Proletkult, un novela de ciencia ficción ubicada en los primeros años posteriores al triunfo de la Revolución Rusa, por ahí de 1926; uno de los protagonistas es el director de un centro médico que tuvo un importante papel ideológico en la consumación de la revolución y que ahora se muestra arrepentido del resultado del movimiento. De esta manera, se enlaza el evento del que parte el musical, el asesinato de la familia del Zar, con las secuelas del mismo y, todavía más coincidente, es el hecho de que reviso mi carpeta de reseñas pendientes y me encuentro con la de los cuentos de Bulgákov, un escritor que se opuso abiertamente a la revolución y sus resultados, motivo por el cuál vivió en el ostracismo y por el que el grueso de su obra se tuvo que publicar de manera póstuma.

Es así que ahora toca hablar de uno de esos escritores que me han hecho tomarle un gusto inmenso a la literatura rusa, esa que te provoca una sensación invernal y que evoca en la mente grandes extensiones de paisajes áridos. Salmo y otros cuentos inéditos es una recopilación de 9 cuentos escritos entre 1923 y 1926, otra coincidencia en la fechas, que se establecen como una crítica muy «teatral» de la sociedad rusa de esos momentos.

En estos cuentos encontraremos dos bloques de personajes: el primero, compuesto por personas simples, con existencias monótonas y que «ahí la llevan» con sus vidas tristes; el segundo, compuesto por pillos, y gente pícara que busca darle la vuelta a las autoridades y a la vida misma. En ambos casos, a pesar del terreno común de lo infértil y la escasa oportunidad, encontraremos esperanza y deseos de algo más.

Desde Corazón de perro y Morfina, Bulgákov se ha convertido en un autor que representa la unión de la ficción con la medicina, del desasosiego con la esperanza, de la pobreza económica con la riqueza espiritual. Si bien no me queda mucho por leer de él pues solamente su obra más importante, El maestro y Margarita, se me escapa, es un escritor cuyas líneas siempre recomendaré para quienes buscan algo ligero, que se pueda leer fácilmente y que no por eso deje de ser profundamente crítico y que señale de manera muy marcada todo un territorio y época.

Been there, read that (CCXCIX)

El vino de la juventud

Aut. John Fante

No se puede admirar la obra de Charles Bukowski sin admirar la de John Fante. El buen Hank, que hace tres días cumplió su aniversario luctuoso número 30, detestaba a la mayoría de escritores de su época; en sus palabras, la mayoría apestaba y sólo Fante valía la pena, él y tal vez Hemingway. Cuando en reiteradas ocasiones escuché tales opiniones, me puse a la caza de algo de John que pudiera confirmar lo que Charles decía. Fue así que mi primer acercamiento con Fante se consumo a través de la novela Un año pésimo y, un par de años después, con El vino de la juventud.

Mientras que mi primera lectura fue una novela sobre un chico que soñó con ser beisbolista de las grandes ligas, mi segunda y más reciente lo es con esta colección de 20 cuentos que originalmente se publicó en 1940 con el título Dago Red; en realidad eran 13 narraciones a las que se les sumaron 7 de posterior publicación.

A pesar de su naturaleza de cuentos independientes, es curioso que la serie de escritos se pueden leer como una sola historia debido a su organización cronológica y a que todos giran en torno de su protagonista y narrador, Jimmy Toscana, el mayor de cuatro hermanos que junto a sus padres (albañil y ama de casa) conforman una familia de migrantes italianos en Colorado.

Las historias que Jimmy nos cuenta son de lo más variadas y se suceden en los años 20, son un claro retrato de lo que es vivir como inmigrante en la sociedad gringa de la época. Ahora que lo pienso, lo que se lee en las palabras de Fante bien se podría visualizar como la película ganadora del Oscar, Green Book, y podemos poner a Jimmy en los zapatos de Tony Lip; obviamente, hablamos de un Tony que asiste a la primaria y secundaria en un colegio de monjas.

Destaca que uno de los hilos narrativos a los que se ciñen los cuentos, es el de la evolución de los padres del protagonista y su relación con él. Así, la primera narración gira alrededor de la idea que Jimmy tiene de que, de haber conocido a su propia madre en edades similares, se habría casado con ella y, por lo mismo, establece una dinámica de celos y competencia con su propio padre al visualizarlo como un hombre que no la merece y que no debió habérsela robado para contraer matrimonio con ella, situación que no sabemos si realmente pasó o si sólo es una teoría del mocoso.

Y así, veremos ciertos lugares comunes que incluso los mexicanos compartimos en nuestra infancia junto con la relación con maestros y sacerdotes, esas ideas que surgen en el catequismo sobre la interpretación de lo que es y no es el pecado, y de cómo podemos llegar a apreciar la realización de buenas acciones y el seguimiento de los mandamientos bíblicos como un contrato con Dios en el que, si cumplimos lo que nos toca, recibiremos la recompensa que tanto anhelamos. En el caso de Jimmy, la recompensa es una bicicleta que jamás aparecerá en la cochera.

A veces siento que Jimmy, el Chinaski adolescente o personajes de novelas mexicanas como los niños de Carrusel, son el mismo arquetipo del infante que crece con las mismas dudas y las mismas preocupaciones cándidas de la vida. Cuántos casos no se dan como el de Jimmy en el que sólo espera a cumplir 18 años de edad para poder agarrarse a golpes con su papá. No es como que conozcamos al amigo de un amigo que hizo eso, pero no se siente como una extrañeza de la vida. Todos, creo, alguna vez hemos robado algún objeto insulso y luego no hemos sabido lidiar con la consciencia de haber cometido semejante falta. Todo esto es Fante y vaya que se disfruta recordar lo que hemos hecho y de dónde hemos venido.

Been there, read that (CCXCI)

Cuentos de Eva Luna

Aut. Isabel Allende

Siempre me cuesta hablar sobre libros que compilan cuentos. Mientras la novela, el ensayo o la divulgación científica giran en torno a un núcleo que se puede criticar, describir, juzgar o alabar, los cuentos se establecen como narraciones independientes que no necesariamente tratan los mismos temas ni tienen la misma calidad entre sí; aunque, debo decirlo, mantienen la esencia del escritor y esa firma poco distinguible que los hace muy suyos. Algo así como la huella dactilar que nos diferencia a absolutamente todos los seres humanos, pero que a simple vista no se nota.

A Isabel la conocía de oídas y porque curiosamente es una escritora bastante vilipendiada en el gremio de la literatura, es muy famosa la forma en que Roberto Bolaño señaló que a ella no se le podía considerar como escritora sino como «escribidora», haciendo referencia a lo sumamente comercial de su obra; sin olvidar las críticas hacia los estereotipos caducos en los que inserta a sus personajes femeninos. Siendo honesto al respecto, cuando veo su nombre en algún libro y luego pongo atención a las cubiertas, no queda de otra más que compararla con cosas del tipo Carlos Cuauhtémoc Sánchez o Ángeles Mastretta (lo siento, pero así es), pero bueno, por algo es que venden tanto.

A pesar de todo, nunca niego dar la oportunidad como lector a todos los autores (ya quisiera yo escribir algo que se vendiera mucho) y me encontré con estos cuentos en un botadero que, como lo he reiterado en múltiples ocasiones, siempre oculta verdaderas joyas. Puedo decir ahora que disfruté bastante de gran parte de las historias.

Es verdad que estos cuentos se podrían encasillar dentro de una femineidad clásica: la niña de 9 años que se enamora del futuro marido de su madre, que es rechazada y años después se encarga de cuidarlo en su vejez; la mujer que permanece encerrada 47 años en una vieja fábrica por un caudillo celoso; la hija de un alcalde asesinado por el mismo hombre que la viola y del que ella se termina enamorando… La viajera que vende palabras a quienes las requieren, el doctor que renuncia a la ciencia para curar a la mujer de su vida a través del chamanismo, las esposa y la amante que se ponen de acuerdo para asesinar al viejo violento.

Las lecturas son amables, me atrevo a decir que son de lágrima fácil y que no todas las historias resultan ser agradables, algunos finales dejan mucho que desear y algunas de las situaciones resultan inverosímiles. Con todo, es una literatura recomendable para quienes buscan algo ligero sin complicaciones. No puedo decir que buscaré o adquiriré más obras de la autora, pero al menos no fue una pérdida de tiempo.

Been there, read that (CCXLVII)

El Horla

Aut. Guy de Maupassant

Cuando era pequeño, solían inquietarme muchas películas de terror. Freddy, Jason, el mugroso duende maldito, etc., eran figuras que tenían la capacidad de no dejarme dormir por las noches; y vaya que eran noches terribles. Bastaba con ver sólo la imagen de alguno de estos personajes en las cajas que contenían las películas en los videoclubes, para que me hiciera de ideas y mi noche de sueño se estropeara. A pesar de todo, mi papá siempre me instó a enfrentar los miedos y conforme aumentaba mi edad, me fui haciendo de valor para mirar las películas que antes me aterraban, para darme cuenta de lo insulsas y hasta ridículas que podían llegar a ser.

A partir de ese punto, dejé de temer a ese tipo de películas y, actualmente, sólo las veo por curiosidad y para divertirme de lo ilógicas que resultan. Aclaro, todavía hay temas que me dan «ñáñaras», como es el caso de documentales o películas relacionadas con casos de exorcismos.

Por lo tanto, encontré que mi necesidad de tener algún tipo de miedo o fobia (porque siento que a veces también tenemos necesidad de eso, tal y como el que nos rompan el corazón y la tristeza son fundamentales para nuestro desarrollo humano) podía ser satisfecha a través del uso de mi imaginación detonado por la literatura de terror. Encontré en Lovecraft y su horror cósmico el tipo de material que me provocaba la inquietud suficiente para no dormir en algunas ocasiones (al final la razón vence al temor infundado).

Precisamente, leyendo sobre dicho autor, fue que pronto me enteré de un predecesor inmediato, Guy de Maupassant, cuya obra tétrica encuentra entre sus títulos más famosos el de El Horla, que, debo decir, es una narración lo suficientemente breve para que se le encuentre siempre acompañada por otros cuentos, y lo suficientemente larga y representativa para haber hallado un espacio para tener un pequeño tomo en solitario a través de una colección como Alianza Cien.

El Horla es la narración de un hombre adinerado que ve invadida su existencia por la presencia de una criatura invisible que busca dominar su mente y enfermarlo. El hombre, de alta clase social, encuentra el remedio a esta situación alejándose de su hogar por grandes periodos de tiempo, pero al final, siempre regresa. La locura se va apropiando del protagonista que se ve en la necesidad de tender trampas a la criatura para poder atraparla y, finalmente, recurrir a una solución definitiva que nos dejará la duda con respecto a si el horla existió o simplemente fue el bosquejo de un enfermo mental.

Sin duda, encontramos el estilo de escritura que rodea a autores naturalistas como el mismo Maupassant y es la duda y la incertidumbre de ponernos en los zapatos del protagonista lo que causa la inquietud de si hay algo más allá de lo que la visión capta. Una lectura obligada para los amantes del terror.

Been there, read that (CCXLIII)

Los jefes / Los cachorros

Aut. Mario Vargas Llosa

Pienso que todos tenemos recuerdos que no duran más que un par de segundos, de forma más específica, me refiero a recuerdos de nuestra vida temprana, de la infancia: una frase que en un momento determinado le escuchamos a una persona específica; una imagen estática que no recordamos en dónde vimos; el rostro de una amistad cuyo nombre nunca recordaremos; una escena de una película que jamás volvimos a ver. Pensando en este último ejemplo, tenía en la memoria la escena de una película antigua en la que un perro entraba a las duchas de una escuela y terminaba atacando a un niño que se duchaba. Era una escena que siempre recordé pero que nunca volví a ver (incluso hasta el día de hoy); sin embargo, sí tuve la oportunidad de conocer su origen cuando un amigo cinéfilo en la universidad, me confesó que sufrió un trauma con esa misma escena, sólo que él sí sabía de donde salió: una adaptación de 1973 del cuento «Los cachorros» de Mario Vargas Llosa.

Es de este modo que, cuando halle esta versión en un botadero de los que me gusta visitar, adquirí el libro para por fin acabar con una curiosidad con la que cargué durante más de la mitad de mi vida. Ahora que he terminado su lectura, mi mente se tranquiliza y sólo piensa en conseguir y mirar la adaptación para poder seguir adelante con la vida, no es que sea tan importante, pero sin duda es bueno resolver el misterio de uno de esos recuerdos que no sabemos de dónde salieron.

Junto con Los cachorros, la edición se hace acompañar de una antología titulada Los Jefes, publicada cuando Vargas Llosa tenía tan sólo 23 años, mientras que la otra obra fue publicada a sus 31. Seré sincero, aunque el nombre pueda sonar tanto, lo cierto es que jamás he leído obra alguna del premio Nobel y, sin embargo, me queda claro que éstas primeras obras son las que ponen los antecedentes de sus libros más famosos. Creo que hice bien en acercarme por este lado.

Los cachorros narra la historia del «pichula», un hombre que durante su infancia fue castrado por el ataque de un perro y de las consecuencias irreversibles que este acontecimiento tiene en el desarrollo de una vida breve y castigada, todo desde el punto de vista de sus mejores amigos que hace mucho que olvidaron el incidente y que no dan crédito a las locuras que realiza ni porqué no llega a sentar cabeza; claro, para el lector es más que evidente, pero sus amigos lo ignoran.

Por otro lado, la antología de Los jefes es un conjunto de historias que giran en torno a todas esas situaciones que hoy resultan irrelevantes pero que en algún momento de nuestras vidas parecían serlo todo: ser el líder de la palomilla, enfrentar a la autoridad escolar, salvar el honor aún a costa de la propia vida, hacer hasta lo imposible por un amor inocente y pasajero. Cualquier adulto desbloqueará cientos de recuerdos al adentrarse entre estas páginas.

Al final, entiendo el llamado boom latinoamericano, la lectura es tan interesante y los personajes cobran vida como el vecino con el que jugábamos en nuestra infancia y que hoy ha desaparecido de forma irremediable de nuestros horizontes. No creo que lea dentro de poco el resto de la obra del autor, sin embargo sé que he tomado un buen comienzo.

Been there, read that (CCXL)

Los viajes de Laika

Aut. Antonio Ortuño / Ilu. Jonathan Farr

Laika es una perrita nacida en el poblado de Cocula que un día pierde de vista a su mamá y decide emprender un viaje para pedirle ayuda a su papá; lamentablemente, tampoco le es posible hallarlo. Es entonces que, perdida y con miedo, se encuentra con un ser humano que se encarga de encontrarle una familia que la adopte. Su nueva familia la hace sentir querida y segura, hasta que un día deciden realizar un viaje con todo y mascotas que terminará llevando a Laika a los más extraños e interesantes lugares.

Básicamente esa es la breve historia de este libro para niños que no pude evitar adquirir a pesar de que ya estoy muy lejos de ser un infante. Y es que los libros infantiles tienen un algo que me llama mucho la atención. Realmente puedo disfrutar de estas historias sencillas y pintorescas, y disfruto todavía más de las ilustraciones que, en este caso, se componen de dibujos en blanco y negro realizados, al parecer, con lápiz de grafito.

Decido incluirlo como parte de mis «reseñas» porque es definitivamente un libro que me encantaría leerle a mi hijo/a, si es que tuviera. Desde hace tiempo traigo esta idea en la cabeza de escribir uno de estos libros y buscar a un buen ilustrador que pueda plasmar esa idea que traigo flotando en mis pensamientos. Supongo que lo haré este mismo año, quién sabe, tal vez uno de estos días vea la luz en una edición tan bonita como la de los viajes de la perrita de Cocula.

Been there, read that (CCXXVIII)

Mis documentos

Aut. Alejandro Zambra (Derecha)

Volviendo a los libros digitales, el siguiente en la lista de gratuitos que Anagrama liberó con motivo de la pandemia, fue Mis documentos del chileno, Alejandro Zambra. Una vez más, tuve la oportunidad de leer a uno de esos autores que desconoces en su contenido pero que conoces por su nombre puesto que su novela más reciente, Poeta chileno, ha tomado una fama más que decente los últimos meses.

Mis documentos brinda una muy extraña familiaridad, si bien es un conjunto de cuentos, éstos se leen como si pertenecieran a los mismos personajes en distintos episodios de su vida: los pleitos entre una pareja de divorciados por la patria potestad de un gato callejero adoptado, la lucha de un adicto al tabaco contra la abstinencia, los recuerdos de un padre exiliado en el extranjero, la adquisición de la primera computadora y su rápido paso hacia la obsolescencia… De alguna manera, para un lector que ande entre los 25 y 40 años de edad, será casi imposible no sentirse identificado con las situaciones que se presentan.

A final de cuentas, todos hemos rechazado a las nuevas tecnologías y, ante todo, al cambio; hemos hecho el amor con alguien sabiendo que es la última vez; hemos dejado el vicio sabiendo que su retorno es inevitable; nos hemos negado a conceder la victoria al rival aún cuando no tenga caso ganar. De eso tratan los documentos de Zambra y se sienten como esos chismes familiares que tanto nos gusta escuchar de boca de nuestra madre.

Mis documentos es ligero, trágico pero fácilmente digerible, un recordatorio de nuestras propias fallas en la vida cotidiana, de nuestros excesos del día a día. No sé si le agrade tanto a un lector joven, pero aunque no soy tan viejo, siento que cualquiera al que le hayan tocado las computadoras personales con Windows tres punto algo y Pink Floyd en acetato, lo disfrutará demasiado.

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Been there, read that (CCXXVII)

La ternura del matarife

Aut. Fernando Tamariz

En esta ocasión, seré muy breve: han sido muy pocas las veces en las que al juzgar un libro por su cubierta (o por su título, para efectos prácticos) me haya llevado una mala experiencia. Lo cierto, es que, en estos tiempos, un buen diseño y una elección de título adecuada, rara vez conllevan a una mala obra. Pero ahora sí, me fallé. No es que me atreva a decir que La ternura del matarife sea un libro malo, pero definitivamente esperaba algo distinto, un poco más digerible en realidad.

Creo que una mala asociación con un excelente título como lo fue La ternura caníbal de Enrique Serna, fue el principal detonante para al adquisición del compilado de cuentos cortos de Fernando Tamariz. Si bien, en el primero, se habla de relaciones crudas y mortales, los cuentos del matarife tienen más una idea de lo psicodélico y fumado: observar cómo un avión está a punto de estrellarse con una mosca posada en la ventana a través de la cuál miramos, se vuelve el tema central de una narración que no me provoca deseos de seguir avanzando de página. Cuentos que, en general, no rebasan una extensión de más de 4 paginas, se vuelven bastante olvidables una vez que leemos el siguiente título.

Es raro que no le encuentre la belleza a todos y cada uno de los libros que leo, pero en esta ocasión no he encontrado nada qué recomendar salvo, quizás, el precio bajo por el que lo adquirí.

Been there, read that (CCXXI)

Las cosas que perdimos en el fuego

Aut. Mariana Enríquez

Por fin llegó el día en que leí mi primer libro en formato electrónico, o al menos el primero que leo por placer y no por deber en dicho formato. Hace ya más de un año que comenzó el tema del distanciamiento social y la cuarentena debido al brote del COVID-19 y a los peligros que éste representa. De inmediato, se hizo sentir el apoyo por parte de múltiples empresas que ofrecieron servicios y productos a aquellos que se mostrarían más vulnerables ante las condiciones económicas cambiantes debido a la inusual situación. Precisamente, en aquellos tiempos, muchas editoriales decidieron liberar material bibliográfico para su consumo gratuito como una forma de apoyar al encierro de las personas; una de estas editoriales fue mi favorita, Anagrama, que liberó 5 títulos a través de distintas plataformas y fue así como obtuve en formato electrónico el primero de estos libros, Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez.

Ahora bien, ¿por qué ha pasado tanto tiempo desde el momento en que tuve acceso a estas obras y el punto en el que redacto esta reseña? Simplemente, porque me negué lo más que pude durante todo el tiempo posible a recurrir a una pantalla para realizar mi actividad predilecta. No me lo tomen a mal, no deseo que el libro físico sea sustituido y es por ello que nunca he pagado por material electrónico. Sin embargo, un momento de aburrimiento durante mis entrenamientos y las tediosas sesiones de caminadora o bicicleta elíptica en el gimnasio, provocaron que, por curiosidad, decidiese abrir la aplicación de Kobo, en la que tenía descargados los libros que Anagrama regaló. La verdad, es que aún en esa situación tan curiosa, me costó mucho trabajo elegir con cuál de estos títulos gratuitos comenzaría mi ingreso al mundo del ePub.

Si tomamos en cuenta que entre los autores gratuitos se encontraban Juan Pablo Villalobos, Alejandro Zambra y Mariana Enríquez, entenderán la dificultad de elegir a alguno de ellos; sí, de cualquier manera terminaré leyendo todos, pero qué puedo decir, aún con esa premisa lo obsesivo compulsivo sigue reinando. Al final, me decidí por Mariana Enríquez de quien tanto se habló en 2020 gracias a su novela, Nuestra parte de noche. Debo decir que tomé la decisión correcta.

Ya había comenzado la lectura de Nuestra parte de noche, sin embargo, el nombre de Mariana me era familiar toda vez que hay un libro que llevo bastante tiempo tratando de conseguir. No recuerdo el título pero bien sé que trata de historias y leyendas de cementerios célebres en América latina. No debería ser sorpresa darnos cuenta de que lo suyo de esta autora es provocar escalofríos. Las cosas que perdimos en el fuego es una recopilación de 11 historias que si algo saben hacer, es ponernos la piel chinita: supersticiones, desapariciones, asesinos siniestros, casas de se tragan a los curiosos que jamás vuelven a ser vistos, pesadillas y rituales desconocidos, son los elementos que las historias nos brindan.

Desde la indigente que le ha entregado a su hijo pequeño a una entidad demoniaca, hasta el hombre que se ve influenciado por las historias que cuenta sobre un asesino serial en un tour de leyendas; desde el engendro encadenado que un hombre mantiene en el patio de su casa, hasta la niña que es forzada a hacerse daño a sí misma por una voz que pronto será escuchada por quien hace la narración; Mariana Enríquez te hace querer rescatar todas esas historias de fantasmas que se cuentan en el barrio y que acaparan gran parte del imaginario de una población.

Debo admitirlo, de no ser que la lectura la realicé a mediodía a la mitad de un gimnasio, probablemente en más de una ocasión habría decidido cerrar las páginas (electrónicas) y buscar alguna actividad que me despejara la mente o arriesgarme a no dormir. Me queda más que claro el motivo por el cuál Mariana se encuentra en boca de todos en la comunidad literaria y, vaya, a pesar del miedo que provoca, uno no puede detenerse a media historia. Como una buena película de terror, aunque de esas haya pocas.

Been there, read that (CCXV)

La Ciudad de Vapor

Aut. Carlos Ruiz Zafón

Siempre es triste el saber que uno está leyendo el «último» de los libros de un autor. No importa si fue un favorito, uno de los clásicos, uno de los obligatorios o un incidental, el sentimiento es el mismo: la nostalgia. Afortunadamente, prevalece una persistente posibilidad de que existan textos inéditos, compilaciones, versiones comentadas, entrevistas y otras fuentes que nos permitan seguir acercándonos a los ausentes. En el mejor de los casos (el más afortunado), podríamos estar leyendo el último sin haber aún conocido la parte medular de la obra del escritor, tal ha sido mi caso con La ciudad de vapor de Carlos Ruiz Zafón.

Sin duda, escuchar el título, La sombra del viento, es más que suficiente para ubicar a Ruiz Zafón, su novela, una de las más premiadas, tiene un timbre particular y te da la sensación de un déjà vu al escuchar su nombre. A pesar de ello, me declaro culpable de no haberme dado la oportunidad de disfrutar su obra aún cuando he sido cercano a ella a través de mi mejor amiga que tiene al barcelonés como su favorito. Fue por estas razones que decidí regalarle como obsequio de navidad, el último libro del escritor que recién falleció hace no más de 6 meses. Para mala fortuna de mi amiga, cometí el error de leer el primer cuento de este tomo por curiosidad e irremediablemente ya no pude soltar su lectura; de este modo, en el mismo momento en que entregué el obsequio, lo pedí prestado para concluirlo.

Entiendo los elogios que se le han hecho al autor, Ruiz Zafón tiene un estilo muy particular que no puedo comparar con el de otros escritores. Me queda claro que la mayor parte de los cuentos encerrados en La ciudad de vapor, son apéndices de sus novelas más famosas; en su momento, tuve la incomodidad de pensar que no entendería referencias que forzosamente habría dentro de estos breves textos, estuve en un error. Los cuentos son independientes a pesar de todo y se disfrutan en demasía.

La España medieval y de posguerra civil, neblina, tormentas, obscuridad iluminada por velas, nieve, humedad, lluvia, leyendas, personajes sombríos que acechan, sociedades secretas… son todas éstas y otras palabras las que encierran el imaginario de los cuentos compilados. No lo sé, pareciera que este libro fue escrito para ser leído en una época como la decembrina; de alguna manera te da frío al leer sus páginas, te incita a estar muy bien arropado pues los paisajes son siempre gélidos.

Asumo que este libro será una joya obligada para quienes han seguido la obra de Zafón y, sin embargo, es al mismo tiempo una excelentísima forma de acercarse por primera vez al autor. Las historias fantásticas en torno a Miguel de Cervantes o a Antoni Gaudí le dan un maravilloso sentimiento de curiosidad que abre las puertas para imaginar más y más historias paralelas. Sin duda, he entendido a mi mejor amiga y comparto tardíamente el luto que le guardó al autor cuando partió un 19 de junio del presente año, 2020.