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Archive for diciembre 2022

Been there, read that (CCLVI)

Cómo ordenar una biblioteca

Aut. Roberto Calasso

Libros para personas que aman los libros. No hay premisa más atractiva. Estoy seguro que ya lo he mencionado en más de una ocasión: sí, tengo una editorial favorita y es Anagrama. Como buen seguidor de dicha editorial, hay nombres a los que te acostumbras y otros que, a pesar de no haberlos visitado antes, resultan sumamente familiares. Basta recordar la lectura de Un día en la vida de un editor, para entender que existen círculos de escritores afines entre sí y que constituyen la sólida base de cada editorial (sólo miren a los recién llegados, Nitro Noir, del norte de México, y que tienen a un escritor insignia como Carlos René Padilla). En el caso de Anagrama, suena constantemente el nombre de Roberto Calasso; vaya, existe un libro del mismo Jorge Herralde titulado, Para Roberto Calasso. Y cuando el nombre te resulta familiar no sólo por la cercanía con la editorial, sino a través también de las lecturas mensuales de Letras Libres, comprendes que debe ser alguien muy interesante y digno de conocer.

Ahora bien, no mentiré y diré que ahora soy un experto en Calasso; por el contrario, sigo siendo un neófito total. Sin embargo, tras leer esta pequeña belleza en pasta blanda color rojo titulada Cómo ordenar una biblioteca, me he ido de frente de lo atontado de amor que quedé. Y es que cada palabra, cada frase en el interior de la obra, denota un profundo amor por los libros. Bien dicen que, si bien hay personas que leen un libro y de inmediato lo lanzan al olvido o permiten su reinserción en el mundo externo para que sea deleite de alguien más a través de donaciones o reventas, también hay personas que nos distinguimos por conservarlos en una biblioteca personal. Que si el motivo de esta biblioteca va del ego a la erudición, o que si se construye con el único objetivo de presumir la mucha lectura (incluso cuando realmente la lectura es nula y entonces hablamos de un adorno para las videollamadas), eso ya es otro menester.

¿La biblioteca entonces se debe ordenar con base al autor?, ¿o acaso es la temática y especialidad lo que debe imperar?, ¿y si los ordenamos de acuerdo al orden de lectura anual?, son preguntas que surgen en el imaginario de quien lea el título del libro de Calasso. El ensayo se centra en una regla universal: la del buen vecino, «formulada y aplicada por Aby Warburg, según la cual en la biblioteca perfecta, cuando se busca un determinado libro, se termina por tomar el que está al lado, que se revelará aún más útil que el que buscábamos.”. Que si esto nos resulta útil probablemente sea lo menos importante; siendo lo más bello el reconocer las configuraciones por las que se pasea nuestra imaginación al seguir la lectura de estas páginas.

El volumen no sólo concluye con el tema abordado en el título, una segunda parte se centra en un ensayo que narra la génesis de algunas revistas europeas de gran renombre a lo largo de los siglos recientes: los fundadores, el contexto histórico, político y social que desembocó en la creación de cada publicación, las relaciones tanto amistosas como conflictivas entre los colaboradores, etcétera, etcétera, etcétera. Debo ser honesto, no fue una lectura tan agradable como la de la primera parte, puesto que su público objetivo está un poco más centrado en el de la literatura académica.

Con todo, me atrevo a decir que puedes solamente leer el primer ensayo y aún así habrá valido la pena la adquisición. Advierto, si no eres de los que no puede pasar cerca de una librería en quincena sin quemártela ahí adentro; si no eres de los que no sólo disfruta las letras, sino el tacto y aroma de cada página; si no eres de los que dedica horas a la forma en que acomodará el librero luego de limpiar cada elemento con esmero y dedicación; y si no eres de los que realmente sonríe para sí mismo cuando descubre a un nuevo lector cuando viaja en transporte público o pasea por las calles de cualquier ciudad, entonces esta lectura NO es para ti.

Been there, read that (CCLV)

El matarife

Aut. Sándor Márai

Pasa con el cine y pasa con la literatura: no hay nada como revisar las primeras obras de un director que se considere como consagrado; qué diferente es conocer al ganador de un Óscar mucho antes de que su nombre fuese garantía de una gran actuación. Recuerdo en Romper Stomper, a un Russell Crowe muy muy chavo haciéndola de vago sádico abusador; recuerdo las obras previas, como El orden del caos, de Darren Aronofski mucho antes de Cisne Negro. Creo que esa misma sensación es la que nos invade cuando revisamos la primer obra escrita de algún gran autor.

Si bien las obras de un autor consolidado tienen bien explotados los recursos que lo hacen ser quien es, las primeras publicaciones, carentes del estilo totalmente definido, muestran esa «hambre» del peleador que aún no es campeón pero que no tiene vida sobrante para algo que no sea ganar el cinturón. Así es El matarife, ópera prima del húngaro Sándor Márai.

En esta novela corta, observaremos la evolución (o involución acaso) de Otto, un hombre que desde muy temprana edad encuentra en la muerte de un ser vivo (en este caso, de un toro) un placer inexplicable que lo lleva a abandonar la casa paterna, y con ello el legado del progenitor, para dirigirse a Austria a aprender el oficio de matarife y tener una existencia afable, hasta el día en que es forzado a enrolarse para la guerra. En medio del conflicto descubrirá que lo aprendido en el matadero será más que apreciado en el campo de batalla, donde soldados enemigos proveerán de ese sentimiento de satisfacción que sólo el correr de la sangre provoca en el protagonista.

Una vez concluida la guerra, el matarife se dará cuenta de que no hay un lugar para él en el mundo, que sus habilidades no sirven en una ciudad abatida por la depresión y la derrota. Que fuera del rastro, no existe sentimiento de paz ni una vida alegre; y es así como los viejos impulsos animales podrían encontrar una válvula de escape en el asesinato de aquellos que tiene una preocupación genuina por él.

Es una novela corta, que se disfruta página tras página. Definitivamente no es apta para quienes desprecian las narraciones crudas de una época sucia y violenta; por momento,s puedes sentir el olor de la sangre echada a perder y el de las heces fecales acumuladas en las calles de una ciudad sobrepoblada, carente de servicios sanitarios adecuados. La abulia del protagonista es contagiosa y cerca del final surge un sentimiento de urgencia de que acabe pronto la historia porque, de alguna manera, es insoportable la espera. Ya sabemos que el final será todo menos agradable y mucho menos feliz.