Archivo

Archive for the ‘Inspiraciones’ Category

Been there, read that (CCXCII)

28 febrero 2024 1 comentario

Meditaciones de cine

Aut. Quentin Tarantino

Voy a aprovechar la presente entrada para recordar a un gran amigo, Pedro, de la universidad. Si bien siempre me gustaron las películas de todo tipo (principalmente las de acción de los 90’s a cargo de Stallone o Willis), fue hasta que conocí a Pedro que empecé por interesarme no sólo en lo comercial y popular, sino en el cine de arte y en películas poco conocidas o aclamadas. Términos como plano secuencia, encuadre, filtro de cámara, entre otros, se volvieron parte de mi vocabulario al describir lo que miraba. En el intento de grabación de un cortometraje de mi mismo amigo, fue que entendí más y aprendí a valorar lo que se proyectaba en las salas de cine y en pequeño clubes universitarios (aparte de que así conocí también la obra de Bukowski pues el corto se trataba de una de sus narraciones y buscaba imitar a Factotum).

Junto con los libros, los videojuegos y la música, el cine forma una parte importante de mi vida. Adoro la temporada previa a los Oscar para ir al cine y mirar las nominadas; al menos una vez al mes, me dirijo a la sala más cercana para ver dos o tres películas seguidas (y amo hacerlo en solitario). Suelo meterme mucho en lo que se proyecta y la mayor parte del tiempo termino a las lágrimas con las historias tristes o con los grandes triunfos de un protagonista que ha luchado hasta la extenuación. Justo de esto se trata Meditaciones de cine, de lo que nos hace sentir lo que observamos en pantalla y del gran amor que podemos tener por el séptimo arte.

Si ya de por sí Tarantino es uno de mis directores favoritos (junto con Darren Aronofsky), ahora entiendo aún más ese amor que se nota en sus películas -vean Perros de Reserva y díganme que no hay amor en lo que proyectan los personajes, en los diálogos, en la música y en cada detalle-. Aquí no leeremos crítica, aquí leeremos la historia de un niño que en el cine encontró un escape y una ilusión; un niño que encontró en el cine una manera de convivir con las distintas parejas de su madre divorciada y que asoció escenas e interpretaciones con distintas etapas de su vida.

Junto con esta infancia que me recordó a la del personaje de The cable guy, nace esa necesidad de imitar, reproducir e incluso mejorar lo que sus ojos percibían, y es así que el niño se convirtió en un autodidacta que por teléfono logró engañar a uno de sus directores favoritos para que le concediera una entrevista. El resto es historia.

A través de la separación de capítulos que se centran en doce películas icónicas en su vida, el director de Bastardos sin Gloria se encarga de hablar de épocas de cine, de lo que él vivió en el momento de su proyección y de los detalles que se asocian con otras películas. De las relaciones entre actores y directores, de cómo se escribieron los guiones, de dónde salieron las inspiraciones y de lo que representaron cada una de esas obras para el público y para momentos importantes en la historia de una nación.

Hay tantas referencias y tantos comentarios sobre las mismas películas, que es imposible no detenerse cada cierto números de párrafos y comenzar una lista de las que deseamos ver, debido a la pura recomendación del autor (le tomaré una foto a la que hice y la agregaré a una actualización de esta entrada posteriormente).

Es verdad que mirar la clase de un profesor al que le apasiona lo que enseña o escuchar a alguien hablar de lo que ama hacer, es de lo más bello que te puede ocurrir; pues bien, este es un libro de alguien que genuinamente ama al cine y lo entenderás a lo largo de cada una de sus páginas. Lo recomiendo como pocos libros y lo que me ha hecho vivir a través de las películas que decidí mirar gracias a éste, es de lo mejor.

Been there, read that (CCXC)

The Danaher Diaries (2021 Edition)

Aut. John Danaher / Comp. Heroes of the Art

Hay personas que se colocan como una presencia indispensable en el haber de una disciplina, un deporte, una especialidad, una afición. Por ejemplo, no puede haber un fanático del ajedrez que no pueda dar una buena plática sin hacer referencias a Bobby Fischer o Garry Kasparov; un futbolista de hueso colorado no puede no pensar en nombres como el de Beckenbauer, Pelé, Maradona, o más actuales como Messi o Cristiano Ronaldo. Así, los jiujitseros tenemos algunos nombres que se incluyen dentro de las mismas designaciones de las llaves y sus variantes, o de algunos de los más grandes maestros y entrenadores. Dentro de estos últimos, una referencia obligada es John Danaher.

John Danaher es un conocido entrenador y practicante de artes marciales mixtas (MMA) y jiu-jitsu brasileño (BJJ). Es reconocido por su profundo conocimiento técnico y táctico en el ámbito del jiu-jitsu, y ha entrenado a varios atletas exitosos, entre los que se hallan multicampeones mundiales e internacionales. Danaher es famoso por su enfoque analítico y su capacidad para descomponer y explicar de manera detallada las técnicas de lucha.

Si bien su enfoque principal ha sido el jiu-jitsu y las artes marciales, también se ha asociado con la escritura y la publicación de material relacionado con el entrenamiento y la filosofía de las artes marciales. Y digo que es una referencia obligada pues en sus redes sociales se encuentra tanto parte de su día a día, detalles importantes en técnicas comunes y avanzadas, así como reflexiones acerca de lo que puede representar el jiujitsu en la vida de un atleta y la filosofía que se puede generar en torno a cada una de las situaciones presentes en su práctica: las lesiones, el desgaste, la mentalidad, los torneos, la alimentación, los nervios, el dolor, los compañeros de equipo.

The Danaher Diaries es una compilación de todas esas reflexiones que el entrenador realiza. La edición 2021 es la cuarta entrega de una serie de volúmenes que prácticamente salieron de forma anual desde 2018 (hasta el momento no hay ediciones 2022, 2023 o 2024). Danaher es probablemente el defensor más elocuente y filosófico del jiujitsu en el escenario mundial. Muchos en la comunidad ven el jiujitsu como una variedad de técnicas. Él ve el jiu-jitsu como un conjunto de sistemas integrados, cada uno con un objetivo. No necesariamente se aprende jiu-jitsu con un libro; sin embargo, estos volúmenes brindan breves recordatorios e información que definitivamente ayudará a cualquiera que busque mejorar su entrenamiento y rendimiento.

En lo personal, este libro llegó en el momento perfecto: una fractura en la clavícula me mantuvo lejos de los entrenamientos hasta que leí en Danaher algo que me encantó, «cuando estés lesionado, preséntate en el entrenamiento, observa activamente a tus compañeros, colócate mentalmente en sus posiciones y piensa cuál debería ser el siguiente movimiento, dónde está la debilidad de cada posición, cómo mejorarías la sumisión que alguno de ellos está intentando… la mente también se entrena y se puede entrenar observando».

Si bien mucho de lo que encontrarás en el libro ya se encuentra en los distintos posts de la cuenta de Instagram del autor, se incluyen también palabras dichas en seminarios, entrevistas y clases magistrales del entrenador. Vale muchísimo la pena para quienes deseamos aprender más y mejorar nuestras perspectivas del arte marcial que nos deja adoloridos la mayor parte de nuestras vidas, pero sin el que no podríamos vivir.

2023: El año récord

Pospuse la publicación de cierre de año por motivos laborales. Curiosamente, la nueva chamba me ha servido de catalizador para poder ponerme al corriente con las reseñas de todo lo que leí; justo la última, marcó el punto en que me olvidé totalmente de escribir y me dediqué únicamente a leer. Aún falta mucho por retomar y, sin embargo, ya puedo presumir lo que fue una pequeña gran satisfacción: cerrar el año con un récord que jamás pensé presumir, 62 libros leídos en un año; el secreto, combinar la lectura con otras actividades y, básicamente, cargar siempre un libro, ya sea físico o electrónico (al final se trataba de perderle el miedo a lo electrónico y verlo no como una competencia sino como un complemento a la lectura tradicional).

Si bien la motivación no era la más adecuada, léase la envidia que me provocó una influencer que presumió leer 58 títulos en 2022 (aunque al escucharla hablar es evidente que su vocabulario y elocuencia no pertenecen a alguien que lea tanto), me demostré que puedo llevar una vida completa que incluya proyectos académicos y laborales de gran tamaño, entrenamientos, videojuegos, relaciones personales y lecturas.

Cerré un 2023 con el récord de lectura de mi vida, con la culminación de un proyecto gubernamental a nivel federal que provocaría ahorros del orden de los cientos de millones de pesos, con una oferta laboral que ahora estoy disfrutando, sin partes rotas o lesionadas de mi cuerpo, con grandes expectativas en lo que se refiere a relaciones personales, y, básicamente, sin una sola queja mientras mis padres se encuentren bien.

Siendo honesto, no me clavaré ya tanto con la cantidad de lo leído este nuevo año, probaré suerte en otras actividades. Gracias por tanto, Dios y vida.

Rocky

Cuando se estrenó Rocky, se convirtió casi en mi película preferida de todos los tiempos. Soy consciente de que ya he dicho eso unas cuantas veces. Pero aquellos eran los años setenta. Yo era un joven entusiasta del cine, en una época en que las películas eran una pasada. Ahora bien, a menos que uno estuviera allí, en 1976, es muy difícil hacerse una idea del efecto que la película Rocky provocó en el público.

Todo en Rocky cogió al público por sorpresa. El protagonista desconocido, lo emotiva que acaba siendo la película, la muy conmovedora música de Bill Conti, y uno de los clímax más intensos que la mayoría de nosotros hemos experimentado en un cine.

Yo ya había visto películas en las que algo ocurría en la pantalla y el público vitoreaba. Pero nunca —repito, nunca— como vitoreó cuando Rocky, en el primer asalto, asestó el puñetazo que tumbó a Apollo Creed. Toda la sala había estado contemplando el combate con el alma en vilo, temiéndose lo peor. Uno tenía la sensación de recibir cada golpe que Rocky encajaba. El engreimiento de Apollo Creed por su superioridad sobre ese patán de poca monta parecía una forma de negarse a reconocer la humanidad de Rocky. Una humanidad de la que nos habíamos enamorado después de ver a Stallone a lo largo de 90 minutos de película. Y, de pronto —tras recibir un potente golpe—, Apollo Creed cayó al suelo de espaldas. Vi esa película unas siete veces en los cines, y en todas las ocasiones, llegado ese momento, el público casi saltó hasta el techo. Sin embargo, ninguna vez fue como la primera. En 1976, no hacía falta que me explicaran lo absorbentes que podían ser las películas. Ya lo sabía. En realidad, no sabía casi nada más. Pero hasta entonces nunca me había implicado emocionalmente con un personaje principal como lo estuve con Rocky Balboa y, por extensión, con su creador, Sylvester Stallone. En la actualidad, si alguien descubriese la película, sería casi imposible reproducir ese tipo de inocencia del espectador. Para empezar, tendría que lidiar con la celebridad y la carrera posteriores de Stallone. Y no digo esto como una indirecta o como un comentario sarcástico. Es un hecho que el Stallone de Planet Hollywood no es el Stallone que se sentó en el sofá de Dinah Shore a contar anécdotas graciosas sobre la época en que pasaba hambre.

No podemos hacer como si no viviéramos en un mundo en el que hay ocho películas sobre el personaje de Rocky y cinco sobre el personaje franquicia de Stallone, Rambo, en los estantes de videoclubes tapiados desde hace años, junto con cintas de Cobra y Yo, el halcón. Ahora bien, la verdadera razón por la que la película no podría tener en un espectador el efecto que tuvo en 1976 es que, para ello, ese espectador debería ver antes las películas duras, descarnadas, negativas y pesimistas de principios de los años setenta, para sucumbir luego a la catarsis de buenas sensaciones de Rocky. Uno debería vivir en un mundo donde una película como Papillon fue un éxito de Hollywood.

En una época en la que comedias condescendientes como El clan de los rompehuesos incluían la muerte brutal de los personajes.

En un Hollywood que había abandonado el final feliz como propaganda y estupideces de «los de arriba».

A principio de la década de los setenta, lo más cercano a una película para sentirse bien eran las películas de venganza.

[…]

Parte de la euforia vinculada a la respuesta del público al combate culminante en Rocky se debió a que, después de cinco años de cine de los setenta, la verdad era que no esperábamos que las cosas le fueran a ir bien a Balboa. Y no me refiero a que no esperábamos que ganase el campeonato del mundo de los pesos pesados. ¡No iba a ganar jamás ni una mierda! Nuestra única esperanza era que no quedara como un puto hazmerreír. Por eso, al final fue tan sorprendentemente conmovedor y catártico. Por eso, cuando Apollo Creed cayó de espaldas en la lona, dimos el salto de alegría. Porque, a partir de ahí, al margen de lo que acabara pasando, Rocky ya había demostrado que no era un hazmerreír. Y, cuando llegamos al último asalto, y Rocky tiene a Apollo Creed contra las cuerdas, asestándole un zurdazo y un derechazo, y un zurdazo y un derechazo, y el público presente en el pabellón entona: «Rocky… Rocky…»… ¡Joder!

Sencillamente, nunca se había visto nada igual.

Después, en la entrega de los Óscar, la película replica en la vida real su milagrosa victoria. Desde ese momento, el cinismo de los setenta ya no tenía ningún futuro.

– Quentin Tarantino en Meditaciones de cine.
Categorías: Citas, Inspiraciones Etiquetas: , , , , ,

¿De qué se trata realmente el jiu jitsu?

Más que cualquier otra cosa, el Jiu Jitsu se trata de compensar las desigualdades en los atributos físicos entre diferentes personas. El día que somos concebidos somos arrojados a la lotería genética que determinará nuestro tamaño, velocidad y muchos otros atributos físicos. El día que nacemos somos arrojados en manos del destino que determinará gran parte de nuestro desarrollo. En el momento en que somos lo suficientemente mayores para pensar, comenzamos a notar que muchas o incluso la mayoría de las personas que nos rodean tienen ventajas físicas considerables sobre nosotros. Muy a menudo, todos los demás parecen más rápidos, más fuertes, más flexibles, más pesados, más altos y de mayor alcance; la lista continúa. También puede llegar a los atributos mentales. Nuestros compañeros parecen más confiados, más inteligentes, más agresivos, etc. En comparación, nos quedamos mirándonos en el espejo como personas sin talento. EL JIU JITSU ES NUESTRO INTENTO DE UTILIZAR LA MECÁNICA, LA TÉCNICA Y LA TÁCTICA PARA COMPENSAR NUESTRAS DEFICIENCIAS FÍSICAS E INCLUSO MENTALES. El apalancamiento puede hacer fuerte a una persona débil. Una buena posición puede hacer que una persona fuerte se sienta débil. La anticipación puede hacer que una persona lenta sea rápida. La fijación precisa puede hacer que una persona ligera sea pesada. Un buen equilibrio puede hacer que una persona pesada sea ligera. Strangleholds puede pacificar incluso a las personas más agresivas. El éxito con el tiempo en el entrenamiento puede hacer que un cobarde sea valiente y un tímido confiado. Hay muchas cosas en la vida en las que tienes pocas opciones. El Jiu jitsu es un medio por el cual puedes tomar una posición y redefinir quién eres a través del estudio y el entrenamiento. En este sentido, la elección de estudiar Jiu Jitsu es tu oportunidad de superar todas aquellas áreas de tu vida en las que sentías que no tenías otra opción y en las que parecías estar en desventaja. He visto muchas cosas en el transcurso de mi vida, pero quizás una de las más notables ha sido el grado en que el estudio de Jiu jitsu atrapa a tanta gente de tantos orígenes con una pasión y entusiasmo por la participación y la mejora que no tengo. No se ve en la mayoría de los deportes, donde la mayor parte de la participación es simplemente como espectador o como un juego que es divertido de jugar en lugar de una forma de cambiar quiénes son.

– John Danaher en The Danaher Diaries 2021 Edition

Mientras exista la obscuridad…

—¡El brujo Geralt de Rivia no ha muerto! —soltó de improviso Nimue—. Sólo se ha marchado, sólo se ha marchado al País de los Manzanos. Pero regresará… Regresará, pues así reza la leyenda.

—Leyendas. Tradiciones. Cuentos. Fábulas e historias. Debería habérmelo imaginado, Nimue de la aldea deWyrwa, tú, que te diriges a la escuela de hechiceras en la isla de Thanedd. No te habrías lanzado a tan insensato viaje de no haber sido por las leyendas y cuentos con los que has crecido. Pero no son más que cuentos, Nimue. Sólo cuentos. Con todo lo que te has alejado ya de tu casa, tendrías que entenderlo.

—¡El brujo regresará del otro mundo! —No daba su brazo a torcer—. Regresará para proteger a la gente cuando de nuevo reine el mal. Mientras exista la oscuridad, serán necesarios los brujos. ¡Y la oscuridad sigue existiendo!

Él estuvo largo rato callado, mirando hacia un lado. Finalmente, volvió la cara hacia ella. Y se sonrió.

—La oscuridad sigue existiendo —aseguró—. A pesar de los logros del progreso, el cual, como se nos manda creer, tiene que iluminar las tinieblas, eliminar las amenazas y ahuyentar los temores. Aunque hasta ahora el progreso no ha cosechado demasiados éxitos en este terreno. Hasta ahora, el progreso no ha hecho más que inculcarnos la idea de que la oscuridad son sólo supersticiones que ocultan la luz, y no tenemos nada que temer. Pero eso no es verdad. Sí hay de qué temer. Porque siempre, siempre existirá la oscuridad. Y siempre estará presente el mal en la oscuridad, siempre habrá en la oscuridad colmillos y garras, crímenes y sangre. Y siempre serán necesarios los brujos. Y ojalá siempre aparezcan justo allí donde hacen falta. Allí donde se escucha un grito de socorro. Allí donde los llaman. Ojalá que cada vez que alguien los llama se presenten con una espada en la mano. Una espada cuyo brillo atraviese las tinieblas, cuya claridad deshaga las sombras. Bonito cuento, ¿verdad? Y termina bien, como tienen que terminar todos los cuentos.

—Pero… —farfulló Nimue—. Pero entonces, cien años… ¿Cómo es posible que…? ¿Cómo es posible?

—Esas preguntas —la interrumpió, sin dejar de sonreír— no puede hacerlas una futura adepta de Aretusa. De una escuela donde enseñan que no hay nada imposible. Porque todo lo que hoy es imposible mañana se volverá posible. Ese lema debería colgar a la entrada de ese centro de enseñanza, que pronto será el tuyo. Buen viaje, Nimue. Adiós. Aquí nos separamos.

—Pero… —Ella sintió un alivio repentino, y un torrente de palabras empezó a brotar de sus labios—. Pero yo querría saber… Saber más cosas. De Yennefer. De Ciri. De cómo acabó de verdad aquella historia. He leído…Conozco la leyenda. Lo sé todo. Sobre los brujos. Sobre Kaer Morhen. ¡Hasta me sé el nombre de todas las Señales de los brujos! Cuéntame, por favor…

—Aquí nos separamos —la interrumpió con suavidad—. Ante ti está el camino que lleva a tu destino. A mí me aguarda una ruta muy distinta. El cuento se alarga, la historia nunca termina. Y en cuanto a las Señales… Hay una que no conoces. Se llama Somne. Mira mi mano.

La miró.

—Ilusión —aún alcanzó a oír Nimue, desde muy lejos—. Todo es ilusión.

– Andrzej Sapkowski en Estación de Tormentas

2022: Un año de lecturas

Qué puedo decir del año que se fue, estuvo lleno de oportunidades que no se concretaron o que perdí por causa de terceros. La enfermedad se presentó muy fuerte en mi familia y definitivamente no cerré el año en un estado físico óptimo, ya sea por una fractura, ya sea por algunas pérdidas materiales.

A pesar de todo, leí mucho más de lo que esperaba; aprendí a apreciar los libros electrónicos pues me dan la oportunidad de entrenar y leerlos al mismo tiempo. Se me atravesaron verdaderas joyas que llevaban años en el librero de los pendientes y no hubo una sola lectura que no haya disfrutado.

Comienzo el 2023 en un estado de rehabilitación tanto física como mental. Ojalá que las oportunidades de este nuevo periodo dependan únicamente de mí. Y espero repetir e incluso mejorar esta nueva vara de 36. Lo mejor está por venir.

Been there, read that (CCLVI)

Cómo ordenar una biblioteca

Aut. Roberto Calasso

Libros para personas que aman los libros. No hay premisa más atractiva. Estoy seguro que ya lo he mencionado en más de una ocasión: sí, tengo una editorial favorita y es Anagrama. Como buen seguidor de dicha editorial, hay nombres a los que te acostumbras y otros que, a pesar de no haberlos visitado antes, resultan sumamente familiares. Basta recordar la lectura de Un día en la vida de un editor, para entender que existen círculos de escritores afines entre sí y que constituyen la sólida base de cada editorial (sólo miren a los recién llegados, Nitro Noir, del norte de México, y que tienen a un escritor insignia como Carlos René Padilla). En el caso de Anagrama, suena constantemente el nombre de Roberto Calasso; vaya, existe un libro del mismo Jorge Herralde titulado, Para Roberto Calasso. Y cuando el nombre te resulta familiar no sólo por la cercanía con la editorial, sino a través también de las lecturas mensuales de Letras Libres, comprendes que debe ser alguien muy interesante y digno de conocer.

Ahora bien, no mentiré y diré que ahora soy un experto en Calasso; por el contrario, sigo siendo un neófito total. Sin embargo, tras leer esta pequeña belleza en pasta blanda color rojo titulada Cómo ordenar una biblioteca, me he ido de frente de lo atontado de amor que quedé. Y es que cada palabra, cada frase en el interior de la obra, denota un profundo amor por los libros. Bien dicen que, si bien hay personas que leen un libro y de inmediato lo lanzan al olvido o permiten su reinserción en el mundo externo para que sea deleite de alguien más a través de donaciones o reventas, también hay personas que nos distinguimos por conservarlos en una biblioteca personal. Que si el motivo de esta biblioteca va del ego a la erudición, o que si se construye con el único objetivo de presumir la mucha lectura (incluso cuando realmente la lectura es nula y entonces hablamos de un adorno para las videollamadas), eso ya es otro menester.

¿La biblioteca entonces se debe ordenar con base al autor?, ¿o acaso es la temática y especialidad lo que debe imperar?, ¿y si los ordenamos de acuerdo al orden de lectura anual?, son preguntas que surgen en el imaginario de quien lea el título del libro de Calasso. El ensayo se centra en una regla universal: la del buen vecino, «formulada y aplicada por Aby Warburg, según la cual en la biblioteca perfecta, cuando se busca un determinado libro, se termina por tomar el que está al lado, que se revelará aún más útil que el que buscábamos.”. Que si esto nos resulta útil probablemente sea lo menos importante; siendo lo más bello el reconocer las configuraciones por las que se pasea nuestra imaginación al seguir la lectura de estas páginas.

El volumen no sólo concluye con el tema abordado en el título, una segunda parte se centra en un ensayo que narra la génesis de algunas revistas europeas de gran renombre a lo largo de los siglos recientes: los fundadores, el contexto histórico, político y social que desembocó en la creación de cada publicación, las relaciones tanto amistosas como conflictivas entre los colaboradores, etcétera, etcétera, etcétera. Debo ser honesto, no fue una lectura tan agradable como la de la primera parte, puesto que su público objetivo está un poco más centrado en el de la literatura académica.

Con todo, me atrevo a decir que puedes solamente leer el primer ensayo y aún así habrá valido la pena la adquisición. Advierto, si no eres de los que no puede pasar cerca de una librería en quincena sin quemártela ahí adentro; si no eres de los que no sólo disfruta las letras, sino el tacto y aroma de cada página; si no eres de los que dedica horas a la forma en que acomodará el librero luego de limpiar cada elemento con esmero y dedicación; y si no eres de los que realmente sonríe para sí mismo cuando descubre a un nuevo lector cuando viaja en transporte público o pasea por las calles de cualquier ciudad, entonces esta lectura NO es para ti.

Masculinidad tóxica

From a Son fue la primera vez que realmente lloré en un trabajo. Estaba haciendo una escena en la que Sasha me lleva al desierto donde enterró el cuerpo de Gilbert. Le pregunto: «¿Mataste a mi hijo?», y ella dice: «No. Realmente lo amaba». Ella se quiebra. Con mocos y lágrimas me dice: «Él era mi único amigo».

Eso me quebró. Escucharla decir «Él era mi único amigo», me golpeó como un puñetazo en el estómago. Mucho de eso se trataba de mucho que amo a Gilbert. Él es gran parte de mi corazón.

La escena era tan real que resultaba incómoda. Las lágrimas brotaron de mí como si se hubiera roto una presa. Antes de que comenzara la escena, había planeado llorar como John Wayne, pero terminé sollozando como Shirley Temple. Pensé en todas las veces que me había enfrentado a la muerte, a toda una vida de encarcelamiento mientras esperaba en Soledad para ver si nos condenarían a Ray, Henry y a mí por un delito capital. Pensé en las muertes de mi madre biológica, mi padre, mi tío Gilbert, mi madre. Pensé en las mujeres a las que había tratado mal, las relaciones que había destruido por la ambivalencia y el egoísmo, el miedo por mis hijos. Todas las veces que no lloré cuando debería haber llorado, finalmente me habían alcanzado. Un cierto conjunto de reglas me ayudó a sobrevivir la primera parte de mi vida, las reglas que me enseñó mi tío Gilbert. Otro conjunto de reglas me mantuvo en marcha todos esos años después de salir del calabozo en Soledad. Me mantuve sobrio y limpio ayudando a que otros estén limpios y sobrios. Pero había una parte de mí con la que nunca había lidiado o aceptado que tenía que enfrentar.

Todo llegó a un punto crítico una noche después del trabajo cuando Gilbert y yo conducíamos a casa. Empezamos a discutir. No recuerdo exactamente de qué estábamos discutiendo, pero se puso acalorada la cosa. Gilbert me dijo que todo sobre quién era yo, mi visión del mundo, cómo veía a la gente, lo que sentía por las mujeres, cómo las había tratado en el pasado, cómo necesitaba ser el proveedor, un dador para las personas, incluso cuando esto se volvía patológico y doloroso para mí, que todo eso surgió del ambiente de masculinidad tóxica en el que crecí.

—Puedes decir que eres diferente de los hombres que te criaron, pero esa influencia permaneció contigo.

Estaba tan enojado que llamé a mi amigo Donal Logue y le grité:

—Gilbert, ¿en qué tipo de ambiente dices que me crie?

—Masculinidad tóxica.

—Donal, ¿qué diablos es la masculinidad tóxica? ¡Porque Gilbert dice que me criaron con eso!

Donal me dijo que hay una especie de masculinidad equivocada que envenena a los hombres y arruina sus relaciones. Dijo que era hermoso que aún pudiera comprender mejor mi vida y liberarme de lazos y patrones.

Eso era cierto. Tenía setenta y seis años y por fin estaba comprendiendo el motor que impulsaba gran parte de mi comportamiento. Era un motor V8 duro del barrio. Por mucho que odiara cómo eran mi padre y mis tíos, su machismo, su chicanismo, yo era un charro como ellos: infiel a mis esposas, violento con otros hombres, enojadizo, culpable de jugar al pez gordo. Sabía que había avanzado mucho en otras áreas: estaba limpio y sobrio; había ayudado a la gente de todas las formas posibles; era un padre cariñoso que no temía mostrar afecto a mis hijos; pero en algún lugar bien adentro, aún tenía un miedo profundo de ser vulnerable y débil, y de que me chinguen, que inmediatamente se manifestaba en ira y control.

Yo era un hombre malo en los patios más duros de la prisión, pero lo más aterrador que tuve que enfrentar fueron mis propias emociones. Me habían enseñado a endurecer mi alma contra todos esos sentimientos y tenía miedo de que si abría esta puerta quizás nunca se cerrara. Pero ahora la puerta estaba abierta, y era dolorosa, aterradora, edificante y correcta.

– Danny Trejo en Trejo

De Rivia

[…]

—Nos damos cuenta. —Cahir afirmó con la cabeza—. En una palabra, en estos terrenos están actuando los partisanos norteños. Algún destacamento, seguro que formado de los restos de los ejércitos de Lyria y de Rivia, que fueron deshechos a mitad de julio en Aldersberg. Oí hablar de esa batalla cuando estaba con los Ardillas.

—Considero que la noticia es consoladora —afirmó Jaskier, orgulloso de haber sido capaz de descifrar el enigma de los maquis—. Incluso si los campesinos confundieron los escudos, no se trata de los ejércitos temerios. Y no pienso que hasta los maquis rivios haya llegado la noticia de dos espías que no hace mucho escaparon enigmáticamente de los cadalsos del mariscal Vissegerd. Si nos tropezáramos con esos partisanos, tenemos una posibilidad de escaquearnos.

—Podemos contar con ello —dijo Geralt, mientras intentaba tranquilizar a Sardinilla, que estaba retozando—. Pero, si he de ser sincero, preferiría no tropezarme con ellos.

—Al fin y al cabo, se trata de tus compatriotas, brujo —dijo Regis—. Pues a ti te llaman Geralt de Rivia.

—Un error —respondió con fría voz—. Yo mismo me llamo así para que sea más bonito. Un nombre con tal añadido produce confianza a mis clientes.

—Lo comprendo. —El vampiro sonrió—. Sin embargo, ¿por qué escogiste el nombre de Rivia?

—Lo jugué a unos palitos que tenían diversos nombres muy sonoros. Mi preceptor brujeril me sugirió este método. No de primeras. Sólo cuando me empeñé en tomar el nombre de Geralt Roger Eryk du Haute-Bellegarde. Vesemir lo consideró ridículo, pretencioso y cretino. Y resulta que tenía razón.

[…]

Y sucedió así que un brujo y un nilfgaardiano aliado suyo gritaron salvajemente, hicieron un molinete con la espada y saltaron sin pensárselo, dos camaradas, dos amigos y compañeros, a la lucha contra un enemigo común, a una lucha desigual. Y aquello fue su bautismo de fuego. Un bautismo de fuego en la lucha común, la rabia, la locura y la muerte. Iban a la muerte, ellos, los dos camaradas. Así lo pensaban. No podían sin embargo saber que no iban a morir aquel día, en aquel mismo puente que cruzaba el río Yaruga. No sabían que a ambos les estaba destinada otra muerte. En otro lugar y en otro tiempo.

[…]

—La reina Meve —aclaró con énfasis el de la capa morada— luchó en primera línea, como un valiente, como un caballero, enfrentándose a las muy superiores fuerzas de Nilfgaard. ¡Esa herida duele, pero no desfigura! Y vos nos habéis salvado a ella y a nuestro ejército. Cuando algunos traidores se hicieron con el transbordador y lo raptaron, este puente se convirtió en nuestra única salvación. Y vos lo defendisteis como un héroe.

—Zéjalo, Ozo. ¿Cómo ze llamaz, héroe?

—¿Yo?

—Pues claro que vos. —El caballero morado le miró con ojos amenazadores —. ¿Qué os pasa? ¿Estáis herido? ¿Contusionado? ¿Os hirieron en la cabeza?

—No. —¡Entonces contestad cuando os pregunta la reina! ¡Veis pues que está herida en la boca, que le es difícil hablar!

—Zéjalo, Ozo. El morado se inclinó y miró a Geralt. —¿Vuestro nombre?

Qué más da, pensó. Estoy harto de todo esto. No voy a mentir.

—Geralt.

—¿Geralt de dónde?

—De ningún lado.

—¿No eztáiz nombzado caballezo? —Meve adornó otra vez la arena junto a sus pies con un rojo escupitajo de saliva mezclada con sangre.

—¿Cómo? No, no soy caballero. Vuestra majestad real.

Meve sacó la espada. —Azzodíllate. Escuchaba, todavía sin poder creer en lo que estaba pasando. Seguía pensando en Milva, y en el camino que había elegido para ella, por miedo a atravesar el pantano de Ysgith. La reina se volvió al morado. —Tu dizaz la zórmula. Yo no tengo dienzez.

—Por valentía sin igual en la lucha por una causa justa —recitó con énfasis el morado—, por dar ejemplo de virtud, honor y lealtad a la corona, y o, Meve, por la gracia de los dioses reina de Lyria y Rivia, por mi poder, derecho y privilegio te nombro caballero. Sirve con lealtad. Acepta este espaldarazo, uno que no ha de doler.

Geralt sintió en el hombro el golpe de la hoja. Miró a los ojos verde claro de la reina. Meve escupió una rojez densa, se colocó el pañuelo en el rostro, le murmuró desde detrás de las puntillas. El morado se acercó a la monarca, susurró. El brujo escuchó las palabras «predicado» , «rombos rivios», «estandarte» y « homenaje» .

—Ziezto. —Meve asintió. Hablaba cada vez más claro, dominaba el dolor, empujaba la lengua por el hueco de los dientes rotos—. Mantuvizte el puente junto con loz zoldadoz de Rivia, valiente Geralt de ningún lado. Zalió azí, ja, ja. Pues a mí me zalió el concederte ezte predicado: Geralt de Rivia, ja, ja.

—Inclinaos, señor caballero —dijo el morado.

El caballero Geralt de Rivia hizo una profunda reverencia, para que la reina Meve, su soberana, no distinguiera la sonrisa, la amarga sonrisa que no era capaz de dominar.

– Andrzej Sapkowski en Bautismo de Fuego