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Posts Tagged ‘Novela Corta’

Been there, read that (CCCXIV)

Desde el jardín

Aut. Jerzy Kosinski

Una de mis caricaturas favoritas hace más años de los que me gustaría contar fue El laboratorio de Dexter, de la que recuerdo un capítulo en especial. Dexter anda muy ocupado y se olvida de estudiar para un examen de francés que tiene al día siguiente y esto lo recuerda justo antes de dormir. Como ya no le queda tiempo, decide estudiar a través de un dispositivo que, mientras el protagonista duerme, transmite el audio de la clase directamente a su cerebro a través de sus oídos. El problema es que el aparato se traba y entonces repite una sola frase durante toda la noche: omelette du fromage (omelette de queso).

Para cuando Dexter despierta, descubre que la inducción ha funcionado pero que sólo puede repetir la misma frase que estuvo escuchando toda la noche. Pese a lo que se podría esperar de esta caótica situación, Dexter tiene un día exitoso: en el examen de francés sólo hay una pregunta, ¿cómo se dice omelette de queso?; las chicas caen rendidas a sus pies cuando él habla en francés aunque sea sólo una frase; y así sigue lo absurdo del capítulo que, de forma no sorpresiva, termina en una tragedia.

Ahora bien, no sé si exista como tal un subgénero que precisamente aborde este tipo de situaciones específicas en las que el personaje con una sola frase o un solo tema que repite una y otra vez, alcance el éxito y el reconocimiento del resto de seres humanos, muy a pesar de lo inverosímil de la situación. Definitivamente, no es la primera vez que se aborda este tipo de trama. Porque es así como llego a Desde el jardín de Jerzy Kosinski, un libro que encontré en los remates de una librería vieja del centro, una joya.

Muy al estilo descrito en los párrafos anteriores, la trama gira alrededor de Chance Gardiner, un hombre que ha vivido toda su vida al servicio de un anciano haciendo solamente dos cosas, atender su jardín y mirar la televisión el resto del tiempo. De alguna manera, se intuye que Chance probablemente tenga alguna deficiencia mental y que tal vez sea un hijo o nieto abandonado del dueño de la casa donde vive y labora.

El anciano fallece y Chance es expulsado de la casa por los abogados que no encuentran rastro alguno del parentesco o de la relación laboral del muchacho. Arrojado al mundo real, las nulas habilidades sociales de Chance poco importan una vez que es atropellado en la calle por una persona de cierto estatus social que lo considera sumamente inteligente debido a las analogías que establece entre la vida y el mantenimiento de un jardín. Es evidente que Chance no es inteligente, sino todo lo contrario, y de lo único que puede hablar es del jardín; mientras que sus normas de convivencia con otros seres humanos son las que ha aprendido mirando la televisión.

Al igual que el caso de Dexter, el sólo hablar en términos del cuidado de un jardín le comienza a abrir puertas a Chance hasta que es invitado a participar como asesor del Presidente de los Estados Unidos. Mientras, los servicios secretos de ese país y de Rusia se quiebran la cabeza tratando de averiguar quién es ese hombre con ascenso meteórico y que no tiene absolutamente ningún antecedente o documento de identificación.

La novela es una sátira mordaz sobre la superficialidad de la sociedad contemporánea y la manipulación mediática. A través de Chance, Kosinski critica la tendencia de las personas a creer en lo que ven en la televisión sin cuestionar la veracidad de la información, así como la obsesión por la imagen y la superficialidad en las interacciones sociales. Es una novela corta que vale mucho la pena, es divertida y ligera a la vista; si me la vuelvo a encontrar, la adquiriré de nuevo porque sería un excelente regalo que no compromete a una lectura pesada y que al mismo tiempo da mucho de qué hablar.

Been there, read that (CCCXIII)

Desayuno en Tiffany’s

Aut. Truman Capote

Existe esta chica que me gusta desde hace ya varios años, menudita de rostro elegante, bonito y de incipientes ojeras. Una mujer interesante pues se nota reservada y con gustos musicales bastante sofisticados sin dejar de lado lo popular que le gusta a todo mundo. Sube una que otra foto de vez en cuando a su Instagram para mostrar los paisajes en los que hace senderismo o simplemente para mostrar su rostro melancólico en una situación cotidiana. Una de mis fotos favoritas es la de su disfraz de alguna fiesta de noviembre: vestido negro, collar de perlas, lentes obscuros, peinado antiguo y un desayuno consistente en café y alguna vianda en papel estraza en sus manos; por supuesto, es la chica de esa película que erróneamente creí dirigida por Woody Allen durante años.

La película es Desayuno en Tiffany’s, dirigida por Blake Edwards y protagonizada por Audrey Hepburn, una comedia romántica de inicios de los 60’s. Es curioso, hay muchas obras, como ésta, que aún sin haberlas visto, las reconoces debido a sus icónicas imágenes. De este modo, aunque nunca vi la película, siempre tuve el entendido del personaje representado y del origen de la historia, una novela corta del bien conocido autor, Truman Capote. Como siempre, un día aleatorio que pasé por una librería, me encontré con la fotografía de Holly Golightly en una portada y el resto es historia.

Para empezar, sigo sin ver la película; sin embargo, gracias a los avances y fragmentos que he visto en internet, puedo concluir que hay una distancia bastante amplia entre lo retratado en la pantalla y lo descrito en las páginas, tal y como pasa en la gran mayoría de las adaptaciones modernas o antiguas. Por otro lado, estamos frente a una novela corta de apenas 90 páginas que viene acompañada de un par de relatos más que también valen la pena.

La historia se centra en la relación que tiene el narrador, un escritor con miedo a publicar, y su vecina, Holly, que se establece como el término moderno de ‘la chica de al lado’ (o ‘girl next door’), uno de los personajes femeninos con más carisma de finales de los años 40. Ella es una estrella de cine en ciernes y que se maneja como amiga de todos, lleva una vida extravagante y bohemia que denota su fascinación por la alta sociedad.

La belleza de la novela está en que, en un inicio, puedes llegar a aborrecer a Holly debido a su aparente comportamiento superficial, situación que cambia conforme la narración extiende los hilos del pasado de la muchacha y comprendes sus motivaciones. Ella es un ejemplo claro de cómo las personas pueden usar una máscara social para ocultar sus verdaderos sentimientos y deseos. A primera vista, parece ser una mujer despreocupada y superficial, siempre rodeada de lujo y glamour. Sin embargo, a medida que avanza la historia, se revela que esta fachada es solo eso, una fachada. Bajo su apariencia glamorosa, Holly lucha con la soledad, la incertidumbre y la búsqueda de identidad.

El lugar favorito de Holly, la joyería Tiffany’s, actúa como un símbolo poderoso en la novela. Representa la belleza, la elegancia y la riqueza superficial que Holly anhela y persigue constantemente. Sin embargo, también simboliza la ilusión y la distancia entre sus sueños y la realidad, ya que Tiffany’s es un lugar al que solo puede acceder temporalmente.

Desayuno en Tiffany’s es una historia que combina elementos de comedia, drama y romance de una manera única que nos invita a reflexionar sobre temas como la identidad, la soledad, el amor y la búsqueda de la felicidad. La historia de Holly es un recordatorio de que, detrás de cada sonrisa y cada fachada, yace una historia profunda y a menudo complicada que merece ser explorada.

Been there, read that (CCCXI)

Tristeza

Aut. Jack Kerouac

Gran parte de mis mejores anécdotas acontecen en lugares sucios, en cantinas, bares de malamuerte e intentos de antros de esos en donde los estratos sociales más, pero más, bajos se reúnen; en donde conviven lo mismo albañiles, sexoservidores, infieles que buscan ocultarse, practicantes del narco y uno que otro empleado de comercios aledaños. Ahí, rara vez existe la cultura de la apariencia y la aceptación de la propia realidad es norma. También son norma los olores, agrios, polvosos, a desinfectante barato, a agua reutilizada una y otra vez; y lo son también las estructuras de madera barata que desprende polilla, las paredes a medio revoco por las que recorre una que otra cucaracha valiente, la pintura corriente que poco oculta la capa anterior.

Son estas evocaciones las que nos encontramos en Tristeza de Jack Kerouac, publicada en 1960 y escrita en dos etapas en las que el autor visitó y permaneció en México. Durante su estadía, en la que él se mantenía lejos de un modo de vida tradicional que detestaba mientras que huía de sus propios asuntos en Estados Unidos, Kerouac conoce a «Tristessa», una prostituta adicta a la morfina cuyo nombre verdadero es Esperanza, y se enamora de ella.

La novela es la narración en primera persona que Jack hace de sus encuentros con tristeza y de su paso por la Ciudad de México en 1955. Es, definitivamente, una novela romántica, pero también es un retrato de todo eso que compone a la escritura del autor: el culto a los desplazados, a la ruptura, la adoración por el alcohol y las drogas; es una descripción de los bajos fondos, en una sociedad egoísta y podrida que permite que hombres y mujeres vivan y mueran en soledad, consumidos por las sustancias que les brinda un escape de esa realidad.

Tristessa es descrita como una mujer de gran belleza y sensibilidad, pero también está marcada por el sufrimiento y la adicción. A lo largo de la historia, se revelan detalles sobre su pasado y su situación actual, mostrando una compleja mezcla de vulnerabilidad y fortaleza.

La relación entre Tristessa y Jack se desarrolla de manera intensa y conmovedora. Aunque Jack siente compasión y un profundo amor por ella, también experimenta frustración y desesperación al verla atrapada en un mundo de adicción y sufrimiento. Tristessa, a su vez, encuentra consuelo en la presencia de Jack pero lucha con sus propios demonios internos y el dolor que la consume.

La visita de Jack Kerouac a nuestro país se convirtió en un momento crucial en su carrera literaria. Recorriendo las calles del Centro Histórico y la colonia Guerrero, entre la dura realidad de la pobreza, los suicidas y el uso de morfina, el escritor estadounidense se embarcó en su propia búsqueda única de la belleza.

Tristeza es una novela corta bellísima y melancólica que deja al lector con una sensación de incertidumbre y una profunda comprensión de la complejidad de la existencia humana, especialmente en contextos de dolor y lucha contra las adicciones.

Been there, read that (CCLXXX)

Aprovéchate de mí

Aut. Xóchitl Lagunes

Me llaman la atención los libros que físicamente son bonitos: pequeños, con ilustraciones simples, agradable tipografía, pocas páginas; siento de inmediato que los voy a disfrutar y que será un viaje cómodo y rápido (no todo tiene que ser un tabique cargado de contenido). Lo que no me llama la atención, entre una infinidad de cosas en el mundo, es la música de Café Tacuba, por más que trato de encontrarle el gusto, me aburre, aparte de que se me hace una banda queda-bien que finge mucho de su supuesto activismo. Así que si combinamos lo primero con lo segundo, me encuentro en una disyuntiva en la que no sé si me gustó o no Aprovéchate de mí, pero bueno, pasemos a lo importante, que es el contenido.

En este punto, se preguntarán, ajá, ¿y qué tiene ver tu desprecio por Café Tacuba con el libro?, y yo les responderé que absolutamente todo. El libro de Xóchitl recibió inspiración de la banda a través de una entrevista hecha a Rubén Albarrán en la que destacó ciertos aspectos de su canción, El baile y el salón, como el hecho de que al final sean dos hombres los que forman parte de la historia que la melodía narra. A partir de ahí, la autora utiliza canciones del grupo para nombrar cada uno de los capítulos de su libro, mientras que el protagonista constantemente referencia sus vivencias a través de las letras de dichas canciones.

Así, hay un capítulo titulado Déjate caer, como otro que recibe el nombre de Las batallas en el desierto, etc. Pero bien, hablemos de la historia: Santiago es un preparatoriano que vive en uno de los tantos pueblos aledaños a la capital del país, San Mateo Ixtacalco, esto es importante pues aunque la novela no busca una crítica social, si hace hincapié en que las historias de amor no son exclusivas de ciudades capitales ni de clases sociales «acomodadas»; en fin, Santi también meserea en un puesto de barbacoa y cerca de éste se encuentra una dulcería cuyo dueño es Manuel. Cada que Manuel pasa cerca de Santi, éste último recibe una descarga eléctrica, ese terrible resultado de lo que denominamos el primer amor.

El protagonista nos narra en primera persona todo lo que Manuel le hace sentir, todo lo que le hace soñar: se imagina caminando a su lado mientras toma su mano, se imagina durmiendo sobre su pecho mientras escucha el latido de su corazón. Un día, cuando Manuel (que es 20 años mayor) le pide que le recomiende unas canciones, comienza una historia que, sabemos, no será como ese mundo hermoso que el muchacho anhela.

Lo que sigue se puede intuir, la forma en que un hombre de 37 años se aprovecha de la inmadurez emocional de un chamaco que sólo busca el reconocimiento, que no lo oculten, que lo quieran a la vista de todos los demás. Todos hemos sido Santiago en algún momento, todos hemos soñado despiertos con esa persona que cree que nos daremos cuenta solitos de que no nos quieren tanto como quisiéramos; todos hemos llorado y creído que incluso una agresión física de su parte representa un fragmento de amor porque «si reaccionó así, es porque le importo».

Ya lo decidí, sí me gustó la obra de Xóchitl Lagunes, aún con referencias a canciones que nunca por mi mano sonarán en el estéreo del coche. Por supuesto que para un seguidor de los cafetos, la carga de referencias será sublime. Para el lector ocasional, representa un recordatorio de lo mucho que cambiamos a través de los amores fracasados.

Been there, read that (CCLV)

El matarife

Aut. Sándor Márai

Pasa con el cine y pasa con la literatura: no hay nada como revisar las primeras obras de un director que se considere como consagrado; qué diferente es conocer al ganador de un Óscar mucho antes de que su nombre fuese garantía de una gran actuación. Recuerdo en Romper Stomper, a un Russell Crowe muy muy chavo haciéndola de vago sádico abusador; recuerdo las obras previas, como El orden del caos, de Darren Aronofski mucho antes de Cisne Negro. Creo que esa misma sensación es la que nos invade cuando revisamos la primer obra escrita de algún gran autor.

Si bien las obras de un autor consolidado tienen bien explotados los recursos que lo hacen ser quien es, las primeras publicaciones, carentes del estilo totalmente definido, muestran esa «hambre» del peleador que aún no es campeón pero que no tiene vida sobrante para algo que no sea ganar el cinturón. Así es El matarife, ópera prima del húngaro Sándor Márai.

En esta novela corta, observaremos la evolución (o involución acaso) de Otto, un hombre que desde muy temprana edad encuentra en la muerte de un ser vivo (en este caso, de un toro) un placer inexplicable que lo lleva a abandonar la casa paterna, y con ello el legado del progenitor, para dirigirse a Austria a aprender el oficio de matarife y tener una existencia afable, hasta el día en que es forzado a enrolarse para la guerra. En medio del conflicto descubrirá que lo aprendido en el matadero será más que apreciado en el campo de batalla, donde soldados enemigos proveerán de ese sentimiento de satisfacción que sólo el correr de la sangre provoca en el protagonista.

Una vez concluida la guerra, el matarife se dará cuenta de que no hay un lugar para él en el mundo, que sus habilidades no sirven en una ciudad abatida por la depresión y la derrota. Que fuera del rastro, no existe sentimiento de paz ni una vida alegre; y es así como los viejos impulsos animales podrían encontrar una válvula de escape en el asesinato de aquellos que tiene una preocupación genuina por él.

Es una novela corta, que se disfruta página tras página. Definitivamente no es apta para quienes desprecian las narraciones crudas de una época sucia y violenta; por momento,s puedes sentir el olor de la sangre echada a perder y el de las heces fecales acumuladas en las calles de una ciudad sobrepoblada, carente de servicios sanitarios adecuados. La abulia del protagonista es contagiosa y cerca del final surge un sentimiento de urgencia de que acabe pronto la historia porque, de alguna manera, es insoportable la espera. Ya sabemos que el final será todo menos agradable y mucho menos feliz.

Been there, read that (CCL)

Peluquería y letras

Aut. Juan Pablo Villalobos

Mi relación con lo que escribe Juan Pablo Villalobos es justo como su obra: chistosa. Fiesta en la madriguera, formó parte de un grupo de cinco libros digitales que Editorial Anagrama liberó de forma gratuita para leer durante la pandemia; Te vendo un perro, tenía un título demasiado bueno como para dejarlo pasar y vaya que lo disfrutamos tanto mi papá como yo; y ahora, Peluquería y letras, que, literalmente, leí mientras esperaba turno para pasar con mi barbero de confianza. A estas alturas no puedo imaginar cómo me tropezaré con el siguiente de sus libros.

Es chistoso e irónico que la presente novela la haya leído en su mayor parte mientras esperaba a que mi barbero se desocupara porque, precisamente, esa es la premisa de esta novela corta: la desventura que provoca en un hombre el hecho de que su peluquero se haya cambiado de local y ahora tenga que buscar un lugar nuevo dónde recibir el servicio. Ahora que lo pienso, esta es una historia que no quedaría nada mal como una película del estilo de Matando Cabos o Supercool.

Y es que todo comienza cuando nuestro protagonista, un escritor «famosillo», recibe la noticia de que su peluquero se ha cambiado a un nuevo local que ya no reporta la eficiencia del traslado cercano y amable; por lo tanto, como todo en esta vida, lo mata la preocupación por encontrar un nuevo lugar que no sólo sea cercano sino que tenga esa química especial que todos entablamos con quienes se vuelven nuestros proveedores de servicios cotidianos. La indecisión lleva a nuestro personaje a una estética donde una chica con un cierto problema en la mano procede a hacer la chamba, cuál será la sorpresa cuando la amable dependienta se vuele un dedo con las tijeras y, lo que parecía un día normal, se convierta en una travesía contra el tiempo para devolver el pedazo de dedo que se ha extraviado.

Sí, así de descabellada (valga el término) es la historia que se adereza con personajes de la talla del fulano que engaña a su esposa haciéndole creer que está escribiendo un libro al lado del protagonista mientras le paga «asesorías». Con todo y estos antecedentes, la historia gira alrededor de un tema simple pero que siempre debería destacar en nuestras vidas, la felicidad. La felicidad de saberse satisfecho con lo que tenemos y dejar de pensar en lo que no poseemos, y saber que se puede ser feliz y que no necesariamente se está en una zona de confort si las cosas se acomodan para tenernos contentos. Gran novela corta, ligera, graciosa y cuya lectura vale la pena realizarla de una sola sentada.

Been there, read that (CCXLIV)

Tres novelas cortas: Noches blancas, Novela en nueve cartas, El sueño del príncipe

Aut. Fiódor Dostoievski

Después de leer Morfina, me quedé con ganas de más ambientes fríos e inhóspitos de esos que sólo la literatura rusa describe con tanta perfección. Lo cierto es que leer a Bulgakov o a Dostoievski me hace sentir frío, ahora agréguenle que la lectura la realizan en mi natal Orizaba con clima húmedo y neblina hasta el suelo… delicia. Ahora bien, después de Bulgákov y antes del actual, me aventé unas historias cortas de Vargas Llosa que resultaron ser de sus primeros textos. Coincidencia es que ahora escribo sobre tres novelas cortas que resultaron ser también de los primeros textos de Fiódor.

Primero, Noches blancas, escrita en 1847, en la época inmediata anterior a la condena a muerte del escritor (que después sería condonada), es una novela romanticona que narra una de esas situaciones en las que todos nos hemos encontrado alguna vez: el observar al ser amado ser destruido por aquella otra persona que pareciera no corresponder su amor, sentir que hay la esperanza de recoger los pedazos, para terminar ayudando a esa misma persona y ver cómo vuela de vuelta a los brazos del rival. Todo lo anterior, debajo de una tormenta de nieve y rodeados de una pobreza incipiente.

Segundo, Novela en nueve cartas, que describe a través de las cartas entre dos hombres la intención que tienen de estafar a un tercero. Lo que estos hombres no saben es que ese tercero resulta ser más listo y que los ha suplantado en los escritos que cada uno recibe del otro.

Finalmente, El sueño del príncipe, un verdadero sitcom de la época en que el texto fue escrito donde una mujer de sociedad intenta que su hija, la solterona del pueblo, se comprometa con «el príncipe», un viejito adinerado que gusta de sustituir múltiples partes de su cuerpo con prótesis y esconderlas dentro de capas y capas de maquillaje y cabello postizo. Sobra decir que el príncipe no está nada bien de su cabeza y pronto es objetivo de las calumnias de un pseudosobrino que, siendo pretendiente de la hija antes mencionada, trata de menguar los planes de la alta señora convenciendo a su pariente de que la pedida de mano (que realizó bajo los efectos del alcohol) no ha sido más que un sueño. Siendo honesto, se vuelve bastante divertida la situación a pesar de momentos sumamente tristes que dan forma a la personalidad y estado marital de la mujer a la que desean casar.

En efecto, al igual que en el libro de Vargas Llosa, se nota la experimentación y la búsqueda de un estilo por parte del escritor. El sueño del príncipe, por ejemplo, tiene etapas en las que se nota el deseo de construir la novela como una obra de teatro, lo cual se entiende por la necesidad económica de Dostoievski y su deseo de vender el texto de forma rápida. Confieso que no son textos tan fáciles de leer en términos de ligereza puesto que, aunque mis descripciones suenan sencillas, la pluma de Fiódor puede ser sumamente pesada.

Been there, read that (CCXIX)

Páradais

Aut. Fernanda Melchor

Si de algo quedé prendado al leer por primera vez a Fernanda Melchor, fue de esa forma que tiene de narrar tan despreocupada y de su carente estructura tradicional al escribir, es decir, de esa forma que emula a tu abuelita o tía chismosa contándote un chisme: sin puntos y apartes, sin párrafos que separen ideas, pasando de una idea a otra sin hacer una pausa para marcar el cambio de tema. Y encima de todo, la autora es un híbrido de ser humano veracruzano/poblano tal y como lo es un servidor. Bajo tales antecedentes, era de esperarse que, al enterarme de la salida del nuevo libro de la escritora, no perdiese el tiempo en adquirirlo, salidito del horno.

Páradais, no me decepcionó, por el contrario, me recordó lo divertido que es la narración de Fernanda y de lo culpable que uno se puede sentir al divertirse con las temáticas que ella aborda en su obra. Si bien Temporada de Huracanes nos ponía tras la pista del asesino de una bruja travesti a la que un pueblo en proceso de abandono tenía como ser de mitología urbana; en Páradais, seguiremos la relación entre Polo y Franco, dos adolescentes que pertenecen a mundos diferentes y que tienen como punto de encuentro común el muelle improvisado de un lujoso conjunto residencial. Franco es un junior obeso que vive con sus abuelos a los que se la pasa estafando en ese fraccionamiento, mientras que Polo es un muchacho que a regañadientes se ha convertido en el jardinero del mismo lugar.

Si bien Polo siente un intenso repudio hacia el gordo, este asco se ve superado fácilmente por el gusto de alcoholizarse con las bebidas que Franco provee con el dinero que le roba a sus abuelos. Así pasan los días, al joven jardinero lo único que le interesa es embrutecerse para así poder olvidar a la prima embarazada que tiene en casa y los reclamos diarios de su madre; mientras que Franco sólo se preocupa por masturbarse pensando en la ama de casa vecina, la esposa de un empresario que despierta las más bajas pasiones en el obeso mocoso.

Un día, Franco toma la decisión de cogerse a la vecina a como dé lugar y, conociendo a la perfección las rutinas de la familia, emprende un terrible plan que implica una violación y asesinato en el hogar de la provocadora mujer. Polo no está de acuerdo, pero en las posesiones que se podrían extraer de la casa de aquellas personas, reconoce la posibilidad de mejorar su situación económica lo suficiente para escapar de la vida que detesta. Es así que ambos personajes establecen una alianza condenada a la tragedia.

Violencia y desigualdad son los dos temas que engloban las acciones de los dos protagonistas de esta historia que se vuelve adictiva y que no permite dejar esta novela corta hasta que se ha digerido por completo. La autora es sumamente hábil en el desarrollo de las sórdidas motivaciones de los personajes y su icónica forma de expresarse. Páradais es, sin duda, una lectura ligera pero bien profunda en los temas que aborda y a los cuáles, la gente de a pie, nos enfrentamos a diario.

Been there, read that (CCXVIII)

Morir en abril

Aut. Gloria G. Fons

Leonardo Da Vinci, Sor Juana Inés de la Cruz, Octavio Paz, Emiliano Zapata, Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Charles Chaplin, Picasso, Cantinflas, María Félix, Pedro Infante, Dolores del Río, Abraham Lincoln, Benjamín Franklin, Albert Einstein, Charles Darwin, Martín Luther King, Juan Pablo II, Hans Christian Andersen, Leona Vicario, Adolf Hitler… ¿Qué tienen en común todos estos nombres? Que pertenecen a personajes que fallecieron en el mes de abril. Esta es la lista que Casilda ha recopilado y a la que quiere sumar su nombre al despertar una mañana del primero de abril.

La vida de Casilda no ha sido fácil: desde su nacimiento, su madre la rechazo. Al parecer, su progenitora nunca ha podido dejar de verla como algo más que una molestia y como el recordatorio de la pérdida constante de su juventud; jamás la abrazó, nunca la ha besado, siempre ha sido poco más que un mueble de una casa en la que evita estar. La figura materna la ha ocupado Jacinta, la «criada» de la familia. A pesar de la solvencia económica y de la ausencia de dificultades inherentes al dinero durante su crecimiento, Casilda lo ha decidido, se quitará la vida en este mes de abril.

Cuál será la sorpresa para la protagonista al enterarse que alguien le ha robado la idea, su abuela paterna y dueña de la fortuna familiar. Más grande e inesperada es la noticia de que Casilda es la heredera de todo cuanto poseía la finada, incluyendo la casa en la que su madre vive y los edificios de cuya administración su padre obtiene el sustento.

Este es el argumento, de Morir en abril, una novela corta que nos remite a aquellas telenovelas noventeras donde una joven de familia acomodada se enfrenta al desprecio de sus padres mientras recibe el cariño de las fuentes menos esperadas. Es esta ausencia de cariño e interés la que le produce ese deseo constante de suicidio que se verá truncado el día en que se convierte en la heredera de todo cuanto sus papás creían poseer. Las consecuencias podrían ser desastrosas para la protagonista, pero más que interesantes para el ansia de chisme del lector.

Me encantan estas historias que parecen más el chisme de una vecina metiche que una obra literaria en general pues, de esta manera, es el deseo de saber más del chisme lo que provoca que no puedas soltar el libro y terminarlo de una sola vez. Así que, reiterando, Morir en abril es una novela sencilla, interesante y veloz que deja un buen sabor de boca a aquel que decide dedicarle un par de horas a su lectura.

Been there, read that (CXCVII)

Naufragio

Aut. Juan Hernández Luna

naufragioNo saben cómo amo a los personajes del estilo de Hank Chinaski, perdedores irreverentes e insulsos con algo que nos falta a muchos, suerte. Es raro encontrar a alguno de esos personajes que no sea sólo una imitación o emulación del arquetipo establecido por Hank o por Fante; al menos eso pensaba hasta que leí Las mentiras de la luz y Tabaco para el puma de Juan Hernández Luna, una mezcla del detective de novela negra y del alcohólico nihilista bukowskiano.

Lo que es todavía mejor, disfrutar de las aventuras del protagonista cuando éstas se desarrollan en la misma calle en la que vives. El autor, poblano, nos lleva de la mano a una visita guiada por las cantinas más famosas del centro histórico de Puebla de finales de los 80, lugares en los que se desarrolla esta novela «policiaca» en la que Daniel «el Tigre» Quintanilla, portero no consumado del Cruz Azul, ayuda a su amigo de la infancia, Felipe, a salvar el negocio heredado por su padre.

Por supuesto que hay todo lo que el cliché manda: borracheras, pleitos de bar, bodas de una sola noche, personas convertidas al cristianismo, cartones (muchos) de cerveza, un villano homosexual apodado «el mamacito», y un montón de etcéteras.

Algo que me parece curioso con Juan Hernández Luna es que sus libros sólo los encuentro en botaderos y locales de libros viejos en el mismo centro histórico. Es imposible hallarlos en tiendas en línea y grandes cadenas libreras. Precisamente eso es lo que lo hace un autor tan valioso para mí, desde el día en que escuché su nombre por primera vez en un curso de creación literaria impartido por Beatriz Meyer. Sin duda, lo considero uno de mis cinco escritores mexicanos favoritos y, con menos duda, el mejor de Puebla. Lástima que nos dejó hace casi 10 años, seguiré cazando el resto de sus obras.