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Archive for May 2018

Fragmentos de un amor (por momentos) desesperado

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Rescato un par de fragmentos que no puedo dejar pasar de las cartas que Jaime le escribió a Chepita. La distancia hace de las suyas, y aunque hay amores correspondidos, el tiempo provee de la materia prima esencial de la desesperación que se enmarca en una pasión desbordada. Cuántos de estos sentimientos se me han acumulado en las últimas semanas; qué hermoso es sentirse como se sintió Sabines.

Cuando no afligen ni la distancia ni el amor:

Ahora te deseo y te quiero, pero no me aflige ni la distancia, ni el amor. Pasarán estos meses y estarás de nuevo a mi lado; pasarán todas las ausencias que nos esperen en la vida, y siempre estarás a mi lado, no podremos dejar de estar juntos; yo bebiendo de ti todo el amor que necesito, y tú encontrando en mí todas las fuerzas que te faltan. Somos necesarios uno al otro; eso es todo. Ambos nos damos vida; y fuera de los dos toda intención se frustra. Debemos aceptarlo así y alegrarnos de ello. Yo, de veras, me alegro. Me alegro de ti y de quererte.

Es posible que te haya hecho daño muchas veces. Es posible que aún te haga más mal. Pero quiero pedirte que todo lo perdones. Yo siempre he querido estar seguro de que me quieres como soy, y entonces me he propuesto ser como soy. Nada me ha detenido. Nada podría tampoco hacerme falso, distinto. Muchas veces me he puesto a pensar en aquello de Neruda: “amor que quiere libertarse para volver a amar”. A mí me ha pasado muchas veces, siempre me pasa. Quiero quererte libremente, yo mismo. Todo lo que trata de detener mi amor, de hacerlo otro, de encerrarlo, ya sea una fórmula social, una caricia cerrada, o una costumbre, todo eso me mortifica y me hace huir. Pero tú sabes ya la clave del regreso: tu humildad, tu fe. Tú misma. No lo olvides. Sabes bien que mientras tú seas tú yo seré tuyo. Que giro alrededor de ti, que sólo en ti he encontrado paz y alegría. Y que muchas veces me voy, sólo porque quiero volver.

– 14 de julio de 1949

Querer de verdad, significa querer en libertad:

En realidad, tú no has sido nunca enteramente tú cuando estás conmigo. Algo te inhibe, te ata, te mutila. Ni siquiera en lo que dices hablas con entera libertad. A veces he pensado que me temes (una crítica, una censura, como si estuvieras delante de un maestro). Algo hay de ello. Temor en el fondo no es más que orgullo -el orgullo de no enseñar nuestra ignorancia. Pero hay también un no sentirse enteramente a gusto, es decir, un no entregarse totalmente. Temor, falta de confianza. Confiar quiere decir creer. Querer debe ser creer (creer que el que queremos no nos hará daño. Más concreto: que si yo te censuro no hay en mi censura ni doblez ni engaño, sino amor. Amar a una persona es corregirla, hacerla buena). Todo esto viene en ti desde pequeña. Nunca has sido libre; libre de ánimo, libre de voluntad, no de acción (la libertad de acción no la tienen el 90% de las mujeres… es toda la sociedad, la moralidad actual). Sin embargo, yo sé que de un tiempo a esta parte te aproximas a ti misma, a tu libertad. Y yo te quiero así: mía, pero tuya al mismo tiempo. Es cosa que has de alcanzar definitivamente. Yo recuerdo algunos momentos en que lo has alcanzado conmigo.

– 16 de noviembre de 1949

Finalmente, cuando ya no se puede soportar la ausencia:

¡Cómo me haces falta, cómo te quiero, cómo me estoy muriendo por ti, cómo me estás matando, amor, dulce mía! Jamás nadie se ha muerto tantas veces así. Te quiero con todas las partes de mi cuerpo, te quiero espantosamente, desoladamente, insoportablemente. Ya no puedo más. ¡Cómo es posible vivir sin ti! ¡De qué modo me eres necesaria, ineludible! Cadena de mi corazón, filtro mío, vida mía, te quiero, te quiero, oye que no puedo estar sin ti, te lo voy a decir por primera vez, que la vida me quite todo pero que me quedes tú, que pierda yo un brazo, las piernas, que yo quede ciego pero contigo, que yo me haga un miserable, un imbécil, un triste, pero contigo, amor, contigo. No puedo respirar, tú eres el aire, el agua, el pan, todo lo que vive; perdóname porque te quiero así, perdóname porque este amor me mata, porque este amor te matará diariamente a mi lado, perdóname porque estarás conmigo todos los días de mi vida, porque no te dejaré nunca, porque seré tu castigo y tu culpa, porque nos vamos a morir juntos. […] mira cómo me espanto de este amor, de este hierro al rojo sobre mi carne, porque tú eres mi marca y yo soy tu marca, ya te lo dije, clausuraste mi corazón, lo encadenaste, es tuyo.

¡Con qué locura te amo! ¡Qué atrocidad la de los días lejos! Enciérrate, amor, cuídate, cuídame tu cuerpo, guárdame tu boca, tu corazón, no salgas, que no te mire nadie, entrégame al regreso lo que dejé, intacto, sin sol siquiera, encerrado, de mis manos a mis manos. Yo ya no puedo más.

– 11 de mayo de 1950

¿Cuántos meses más?

Been there, read that (CLIV)

Los amorosos, Cartas a Chepita

Aut. Jaime Sabines

image_1165_1_212052Algo que en verdad amo de los libros, es que pareciera que el libro correcto llega en la etapa de la vida en que más lo necesitas. A Los amorosos, lo encontré en un botadero que de vez en cuando ponen en las inmediaciones de la Facultad en la que trabajo. Llegó justo cuando, al igual que Sabines, escribo misivas interminables a la que considero el amor de mi vida.

Como el título del libro lo indica, la obra es un compilado de cartas que Jaime escribió a la mujer con la que contrajo matrimonio, Chepita. Las cartas son del período previo al compromiso, cuando el poeta se encontraba en sus estudios universitarios; entre 1947 y 1951.

No hay mucho que decir o criticar. Lo cierto es que el genio poético de Sabines está impregnado en cada carta; supongo que el hecho de estar enamorado, le dio al escritor las armas que de por sí le sobraban para escribir con rigor y hábito. Lo que sí es interesante, es lo expuesto que queda el autor en sus letras; podemos ver a un Jaime temeroso y desesperado. Reclama constantemente las respuestas que no siempre recibe por correo y busca de forma periódica que su novia haga su voluntad en cuanto al aspecto físico y hábitos alimenticios.

Por supuesto, resulta difícil establecer juicios adecuados cuando sólo se tienen las cartas de una de las partes. Comprender también la época en la que se escribe, junto con los usos y costumbres, es importante pues uno se puede decantar hacia la crítica de ciertos patrones que hoy se considerarían inadecuados.

Si hay algo que no me gusta del autor y que se observa en varios de los fragmentos. Es su capacidad de mostrarse interesado en otras mujeres y contárselo a su futura esposa. Llámenme anticuado o tonto, pero no se le puede escribir tanto y con tanto amor a alguien para después presumir que besaste a tal o cual que conociste en una fiesta. 

En fin, también asumo que todas las historias de amor deberían tener los mismos ideales románticos que vemos en las películas de adolescentes. No necesariamente estoy en lo correcto. Y por cierto, hay partes sumamente intensas que sólo quienes han amado hasta con los dientes, entenderán. En verdad, me he sentido identificado todo este tiempo con tales sentimientos intensos. Con un poco de suerte, algún día podré publicar todas esas cartas que le sigo escribiendo a mi amada; y todos sabrán que a mi esposa la amé tanto o un poco más de lo que Jaime amó a Chepita.

 

Volver a enamorarme, volver a escribir

Hace más de un año que dejé de escribir en el blog. El deseo ahí estaba, pero la inspiración, ausente. Para ser exactos, llevo un año y cinco meses desde mi último esfuerzo. Pero algo pasó: me volví a enamorar. De la mujer más genial que he conocido en mi vida, de a quien llamo ‘insecta’.

Insecta es bella, sí; pero es tan diferente a mí. No conoce de los temas que habitualmente comparto con las personas a mi alrededor. Hasta antes de mí, ella no tenía idea de quién era Thanos; en su vida había escuchado sobre las Gemas Infinitas. Casi no juega videojuegos y son muy pocas las series y películas que tenemos como gusto compartido. Pero ella es bondad pura, después de los sismos del año pasado, se apresuró a prestar ayuda en pequeñas poblaciones, le aflige cuando las personas sufren, ama a los animales y busca siempre enorgullecer a sus padres. Ella tiene la sonrisa más perfecta; cuando sonríe, sus blancas perlas se asoman y cada uno de sus ojos toma la forma de una media luna con los piquitos apuntando hacia abajo, ambos se coronan de unas cejas prominentes que expresan todos y cada uno de sus estados de ánimo.

Cuando Insecta camina, el piso sonríe. La imagino como una maravilla de la vida que a su paso va pintando un mundo gris de colores. Cuando la veo, así sea de lejitos, mi alma sonríe y todo en mi vida es equilibrio. Cuando me mira(ba) me siento como el hombre más genial y maravilloso del mundo. Con ella soy más héroe que villano. Y cuando ella está feliz, yo también lo estoy; aunque una serie trágicos acontecimientos no me permita estar a su lado como yo quisiera, al menos no lo suficientemente cerca como para no provocarle conflictos en su vida.

Insecta me ha dado los momentos más felices que he tenido desde hace muchos años. Ha cantado conmigo, nos hemos emborrachado, la he abrazado por horas durante la noche, me ha preparado de comer, hemos hecho las compras de la semana juntos, me ha hecho enojar, me ha hecho reír como si no hubiera mañana. Insecta me hace querer ser el hombre de mis sueños y el de sus sueños. Insecta me hace creer que aún puedo dar más de lo que yo creo que puedo dar.

Un par de malas jugadas del destino me mantiene lejos. Como un espectador que contempla a su deportista o artista favorito y que se ve forzado a sólo observar el espectáculo sin tener la capacidad de participar en éste. Insecta vive, estudia, trabaja, sonríe, comparte, ama; y todo esto lo hace conmigo en la distancia.

Insecta es la mujer de mis sueños, al menos lo sabe porque pude decírselo hace un par de semanas. Han pasado casi cinco meses desde la última ocasión en que la vi llorar. Cinco largos meses en los que comencé a escribir de nuevo. Le escribí casi cada tercer día, una bitácora de mis sentimientos y nuestros recuerdos. Apenas hacen dos semanas desde que terminé esas 180 páginas que enmarcan mi corazón. Y ahora, siento nuevamente la necesidad de escribir.

Insecta hizo que yo quisiera enamorarme de nuevo, me enamoré de ella y la amo con cada minúsculo fragmento de mi ser. Pero también hizo que amara la escritura nuevamente. Y estoy de vuelta. Escribiendo parte de nuestra historia y de mi día a día que dedico en su honor. Gracias, Insecta, por devolverme una parte perdida de mi ser.