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Posts Tagged ‘Perros’

Been there, read that (CCXCVII)

La balada de Max y Amelie

Aut. David Safier

Después de la bella historia de Enzo en una de mis lecturas previas, me quedé con ganas de más historias de animales. Creo que a todos nos pasa (o al menos a una gran mayoría), las historias narradas desde el punto de vista inocente y noble de un animal, nos ablandan el corazón y nos hacen sentir calorcito, nos permite cuestionar todo lo que como seres humanos hacemos y que muchas veces no tiene una lógica real: comer cuando no hay hambre, tomar cuando no hay sed, etc.

La balada de Max y Amelie comienza como una historia genérica del tipo película de sábado por la mañana: una perrita llamada Cicatriz vive con sus hermanos en un basurero, su nombre hace alusión a lo que tiene en el lugar donde antes tuvo un ojo, y fue su propio hermano mayor el que la lastimó para afianzar su estatus de alfa en la manada. Cicatriz ha crecido en este mundo de desolación, supervivencia del más fuerte y sumisión ante el líder. Un día, la perrita se encuentra con una escena triste: unos niños apedrean a un perro grande que no parece tener la intención de defenderse aún cuando uno de los infantes amenaza con terminar con su vida; Cicatriz, sin saber por qué, defiende al perro cuyo nombre es Max y tras saber que es un perro casero que no sabe valerse por sí mismo y que ha sido abandonado por su familia, emprende a su lado un viaje por el mundo para encontrar a su dueña.

Hasta ahí, tal como lo dije, imaginaremos que la historia se centra en las aventuras y peripecias del par de canes y, en efecto, nos enterneceremos con el descubrimiento del mundo fuera del basurero por parte de Cicatriz y del crecimiento interno por parte de Max cuando tenga la necesidad de valerse por sí mismo por primera vez. Sin embargo, a partir de la mitad del libro, se introducirá un nuevo personaje y un giro a la trama: una mujer que hará hasta lo imposible para asesinar al par de chuchos.

Es aquí donde la trama empezará a tocar temas de vidas pasadas y mundos en los que Max y Cicatriz se conocieron previamente y en los que compartieron una historia en común con la mujer que en otras ocasiones ha terminado con la vida de alguno de ellos. Básicamente, pasamos de una historia de ternura a una de tragedia y dolor. ¿Lograrán los caninos romper este ciclo de muerte y dolor en el que se han visto envueltos durante sus vidas pasadas o no les quedará de otra más que aceptar que su historia es cíclica y que sólo queda soportar el sufrimiento una y otra vez?

La historia contada por David Safier es ligera pero intensa al mismo tiempo. Tiene un cambio de ritmo que se acelera mucho a partir de la mitad de la historia y eso se agradece pues de unos paisajes lindos y tranquilos pasamos a escenarios de incendios, tormentas de nieve y persecución. Entre las líneas de esta historia de animalitos, se esconden temas profundos que se reflexionarán mucho. Una gran recomendación novelesca.

Been there, read that (CCLXXXIX)

22 febrero 2024 1 comentario

El arte de conducir bajo la lluvia

Aut. Garth Stein

Motivos por los que amo haber nacido en la era del internet y las redes sociales: los videos de perritos haciendo cosas. Doy gracias de tener un papá con «angel» para los caninos, que desde pequeño me enseñó a amarlos y respetarlos (aunque a veces me ganen las ganas de molestar a algunos como el pug de una ex); adoro jugar con ellos, cachetearlos y hasta devolverles las mordidas que te dan. Por lo mismo, desde muy pequeño disfruté con las películas que pasaban por las mañanas en temporada de vacaciones. Recuerdo la de un padre de familia que fallecía en un accidente de auto y reencarnaba en un perro que adoptaba su hijo; la de dos perros y un gato que atravesaban un país para volver con su dueño; las clásicas de Mira quién ladra o la tristísima Hachi: Siempre a tu lado. No es sorpresa que si veo un libro con un perro en la portada, el impulso a comprarlo sea casi inmediato.

Fue así como llegué a El arte de conducir bajo la lluvia, publicado por primera vez en 2008 y también conocido a través de la película que inspiró en 2019, Mi amigo Enzo. Como su nombre lo indica, no sólo se trata de perros, se trata también de conducir, de autos, de carreras.

Las historia comienza con evento que se anticipa muy triste: Denny está sumamente preocupado y trata de confortar a su mascota, un labrador de nombre Enzo, que ya no puede moverse y que, aunque se aferra a la vida, se encuentra curioso ante lo que debe pasar una vez que dé su último respiro. Enzo está convencido de que en una vida pasada fue humano y que esa es la razón por la que comprende mucho de lo que pasa en su mundo, también cree que existen ciclos: morimos como seres humanos para reencarnar en perros en una siguiente vida que, al terminar, nos hace nuevamente vivir como humano, y así sucesivamente.

Al darse cuenta de que el ciclo actual ha llegado a su fin, el can hace un recuento de su vida que es el núcleo de la historia. Enzo es adoptado en una granja por Denny, un joven y prometedor piloto de carreras que le enseña al cachorro a amar todo con respecto al mundo de la conducción; pronto, el perro sabrá todo sobre los pilotos más famosos, cuáles son los trucos para dar la vuelta perfecta en un circuito y que no todo se trata de ser el más veloz.

Denny tiene una hija, Zoe, a la que Enzo adora, y una esposa, Eve, que, según el protagonista, tiene un olor diferente a los demás, un olor que pronto denotará muerte. Mientras el cáncer extingue poco a poco la vida de Zoe, Enzo la acompañará a pesar de que previamente no hubiesen sido los más unidos. Cuando Eve se va, la tragedia se cierne sobre Denny que ahora tendrá que pelear la custodia de su hija contra los abuelos paternos, lo que provocará problemas económicos y el abandono de oportunidades únicas en la vida en su futuro como piloto.

Por momentos, Enzo se muestra más humano que los mismos que lo rodean. El final se tornará triste pero hermoso, podremos averiguar si Enzo tenía razón en sus expectativas sobre la vida y sus ciclos. Es una historia bonita, disfrutable, tierna, divertida. Los que amamos a los lomitos, soltaremos más de una lágrima pero también esbozaremos muchísimas sonrisas.

Been there, read that (CCXLII)

Discurso de José Revueltas a los perros del parque hundido

Aut. Enrique González Rojo Arthur / Ilus. Santiago Solís

Ahora sí, pequé de ingenuo. Me indigné cuando fui a una librería y al pedir que me enviaran el libro, el encargado me preguntó si ésta era una obra infantil; en mi mente, lógica fue la siguiente: vato, ¿trabajas en una librería y no sabes quién es José Revueltas? Porque si lo supieras sabrías que él no escribe obras para niños y menos un discurso que, en dado caso, estaría en la sección de ensayo y no en infantiles. Lo bueno es que no expresé este sentir en voz alta y sólo me limité a decirle que no, aún cuando me señaló que la editorial trabaja exclusivamente títulos para niños.

Y es que pequé de ingenuo porque el libro no es escrito por José Revueltas, su nombre está como parte del título mientras que el autor es otro. Una vez que lo tuve en las manos, después de un par de días de espera, me dí cuenta del error («quedé», como dijeran los chavos). Al final, sí tuve en las manos un ejemplar que definitivamente fue editado como libro para infantes aunque su contenido no aplica del todo para menores de 12 años.

El detalle está en lo siguiente, todos recuerdan a José Revueltas como un hombre que acostumbraba a soltar discursos y narraciones que entretenían a quienes lo escuchaban, no importaba si el público estuviese compuesto por humanos, por animales o por plantas, creo que todos reconocemos a ese tipo de personas que hablan en elaborados soliloquios. Ahora bien, se cuenta que por allá de 1960, después de unas copas de vino, el escritor se dirigió al Parque Hundido a comprarse unas tortas para saciar el hambre; mientras esperaba su preparación, un perrito callejero hambriento se acercó y su aspecto conmovió tanto al autor que éste no tuvo más remedio que darle su torta entera.

La indignación llegó al punto en el que el José tuvo que brindar este legendario discurso que añísimos después Enrique González Rojo Arthur (verdadero autor del presente libro) rescato en forma de poema con base en los rumores y leyendas de quienes estuvieron cerca.

En efecto, el poema viene acompañado de unas bellas y muy ad hoc ilustraciones que iluminan de bella manera el contenido. Pasta dura, papel bonito y palabras elaboradas que se ajustan al público original de las palabras: los perros. Por supuesto que es una obra que se lee en 15 minutos y, sin embargo, es de esas imprescindibles para los amantes de los chuchos como para los amantes de la literatura y la poesía. Si eres ambos, como un servidor, valió totalmente la pena.

Been there, read that (CCXL)

Los viajes de Laika

Aut. Antonio Ortuño / Ilu. Jonathan Farr

Laika es una perrita nacida en el poblado de Cocula que un día pierde de vista a su mamá y decide emprender un viaje para pedirle ayuda a su papá; lamentablemente, tampoco le es posible hallarlo. Es entonces que, perdida y con miedo, se encuentra con un ser humano que se encarga de encontrarle una familia que la adopte. Su nueva familia la hace sentir querida y segura, hasta que un día deciden realizar un viaje con todo y mascotas que terminará llevando a Laika a los más extraños e interesantes lugares.

Básicamente esa es la breve historia de este libro para niños que no pude evitar adquirir a pesar de que ya estoy muy lejos de ser un infante. Y es que los libros infantiles tienen un algo que me llama mucho la atención. Realmente puedo disfrutar de estas historias sencillas y pintorescas, y disfruto todavía más de las ilustraciones que, en este caso, se componen de dibujos en blanco y negro realizados, al parecer, con lápiz de grafito.

Decido incluirlo como parte de mis «reseñas» porque es definitivamente un libro que me encantaría leerle a mi hijo/a, si es que tuviera. Desde hace tiempo traigo esta idea en la cabeza de escribir uno de estos libros y buscar a un buen ilustrador que pueda plasmar esa idea que traigo flotando en mis pensamientos. Supongo que lo haré este mismo año, quién sabe, tal vez uno de estos días vea la luz en una edición tan bonita como la de los viajes de la perrita de Cocula.

Been there, read that (CCXXIX)

La historia del mundo en 50 perros

Aut. Lee Mackenzi

Si hay algo que me ayuda a combatir la depresión (no diagnosticada, sólo figurada, creo) son los videos, memes y páginas de redes sociales de «perritos haciendo cosas», a eso hay que sumarle mi colección de stickers caninos que utilizo a diestra y siniestra en mis mensajes instantáneos del día a día. Desde que tengo uso de razón, he amado a los perros y no es sorpresa que después de 7 años de haberme despedido de mi compañera, la Buffy, aún me vea sin superar su fallecimiento, todavía tengo la costumbre de buscarla al llegar a casa de mis padres y a veces creo escuchar sus uñitas contra el azulejo del piso por las tardes.

Con tales antecedentes, fue imposible resistirse al libro de Lee Mackenzi, más aún si tomamos en cuenta que los libros en ediciones ilustradas bonitas también son mi debilidad. Por supuesto que puse en modo de espera lo que fuera que estuviese leyendo en ese momento, para adentrarme en el mundo de las historia del mundo contada a través de 50 perros.

En este punto debo advertir algo, no es un libro para quienes buscan la más extraordinaria precisión histórica ni para aquellos que son quisquillosos con los detalles de las hazañas aquí contadas. Es más, hay momentos en los que la participación del perro en el hecho histórico narrado no es más que circunstancial y, en ocasiones, no pasa de ser una simple especulación; por ejemplo, decir que, como Isaac Newton tuvo un perro que en sus ansias de pasear lo obligó a llevarlo al campo donde el físico se sentó junto a un árbol del cuál la legendaria manzana se desprendió, implica que ese perro es el verdadero autor de las ley de gravitación universal. Por supuesto que no se puede comprobar, pero por supuesto que nos gustaría imaginarlo de ese modo.

Perros en la gran Tenochtitlan, perros en la conquista española, perros en la primera y segunda guerra mundial, perros en revoluciones, perros en la redacción de tratados y leyes, perros testigos, perros en el espacio, perros exploradores, perros heroicos, perros villanos, perros en la cultura, perros en todas partes. De eso trata la obra junto con bellísimas ilustraciones de Petra Eriksson que le dan una muy amena lectura llena de curiosidades y detalles que hasta los más amantes de la historia universal podrían dar por desconocidos.

El lenguaje casual y relajado de la autora junto con una gran capacidad de síntesis para explicar sucesos complejos en pocas palabras, hacen que esta sea una obra que puede ser apreciada por personas de todas las edades. Disfrutable, entrañable y sumamente amigable es este tomo que no hace más que hablar de «lomos» (intento de rima a propósito).

Been there, read that (CCVI)

14 septiembre 2020 1 comentario

Corazón de perro

Aut. Mijaíl Bulgákov

Soy amante de los perros y también lo soy de la literatura rusa, así que esta combinación resultó ganadora desde el momento en que posé los ojos en la portada. No es cierto, confieso que nuevamente me dejé llevar por el título sin conocimiento previo del nombre del autor, cuyo aporte a la literatura universal es ampliamente reconocido. Pero vamos, pensar en un título como “corazón de perro” me hizo creer que en mis manos tendría algún tipo de libro filosófico sobre ser blando de sentimientos cuando, en la realidad, el título de forma muy objetiva habla sobre un humano con corazón de perro, literal.

Filip Filipovich es un médico que ha dedicado años de su vida a investigar cómo darle juventud eterna al ser humano. Sus estudios lo han llevado a creer que todo está en la hipófisis y que la mejor manera de experimentar sin caer en cuestionamientos éticos es probar con seres a quienes nadie extrañaría: perros callejeros.

Sharik es un perro callejero como cualquier otro, vive al día y sobrevive de lo que encuentra en la basura o de lo que algún alma buena le procura muy de vez en cuando. Curiosamente, el can resulta tener más entendimiento de cómo funciona el mundo que muchos seres humanos que se dicen letrados y es tan inteligente que ha aprendido a relacionar símbolos y letras con el contenido de un edificio o local. Es así que aprendió a saber dónde podría conseguir comida y de dónde tiene que alejarse. A pesar de todo, un despiadado cocinero lo ha rociado con agua hirviendo y le ha dañado gravemente el costado.  Sharik comprende que esta herida junto con la llegada del invierno significará el final de su desdichada vida.

Filip se encuentra a Sharik y, tras regalarle un poco de salchichón, lo convence de seguirlo hasta su lujoso departamento. Tras un par de semanas, el canino se ha recuperado de su herida, ha ganado peso y se muestra sumamente agradecido con el galeno aunque tenga desconfianza de su asistente, un tal Bormenthal. Sin esperarlo, Sharik es llevado una noche al quirófano para recibir la hipófisis y las glándulas seminales de un criminal recién fallecido. El experimento ha comenzado.

Días después, lejos de obtener el resultado esperado, Filip Filipovich se enfrenta a las consecuencias de su experimento: el canino se ha transformado poco a poco en ser humano, y uno sumamente desagradable. Sharik, ahora utilizando un nombre ridículo de su elección, es alcohólico, grosero, impulsivo y exigente. Su raciocinio se alinea con el de personas que su creador detesta y la presencia de instintos animales que no han desaparecido del todo, meten en más de un serio predicamento a Filipovich y Bormenthal. ¿En qué terminará todo cuando media ciudad se ha enterado de la aparición repentina de un ser humano artificial?

Corazón de perro es una historia con historia ya que, curiosamente, fue una obra confiscada por sospecha de traición por parte del gobierno ruso en una cacería de brujas que buscaba localizar a detractores del régimen en el poder. Afortunadamente, fue desestimada y todo a la postre salió muy bien. Como buen representante de la literatura rusa, la narración es entretenida, muy formal y a la vez cómica; se lee más como un guión teatral que como una narración común. Vale la pena por la reflexión y la apología que representa.

Been there, read that (CCI)

Te vendo un perro

Aut. Juan Pablo Villalobos

Maquetación 1Me cuesta trabajo hablar de este libro. No lo digo porque sea difícil en su lectura, al contrario, pocas veces encontré algo tan ameno y tan divertido como la obra de Villalobos. Lo que cuesta trabajo es hablar de la novela sin echar a perder gran parte de la historia. Pero bueno, lo intentaré.

Teo es un taquero veterano retirado que llega a vivir a un antiguo edificio de departamentos del centro de la Ciudad de México. Él busca una vida sumamente simple: tiene sus ahorros que le permitirán tomarse las cervezas exactas que suele necesitar al día y que le alcanzarán exactamente para los próximos 15 años de su vida, años que él calcula serán los restantes antes de abandonar su paso por este mundo. El problema es que, desde el primer día de su llegada, su relación con el resto de los inquilinos comienza con el pie izquierdo: el montón de retirados que forman un club de lectura que acapara la entrada del recinto, lo confunden con un pintor al que ofrecen todo un homenaje de bienvenida que se convierte en una avalancha de insultos y jitomatazos cuando el protagonista los desmiente tras beber su champaña barata y los bocadillos de atún con mayonesa.

La rivalidad con los tertulianos se materializa en la líder de estos y «jefa de manzana», Francesca, quien, de alguna manera, siempre está al tanto de los avances de escritura de una novela que Teo realmente no está escribiendo, o por lo menos es lo que él cree no estar haciendo. La historia se mueve entre los fragmentos del pasado del taquero con un padre que nunca logró ser el pintor que creía ser y una madre que acostumbraba adoptar perros callejeros que al morir proveían de un pequeño ingreso al protagonista que acostumbraba vender los cadáveres al taquero de la esquina.

Teo no suelta su amada Teoría de la Estética, del alemán Theodor Adorno, que esgrime como escudo ante los embates de los tertulianos y su líder, mientras entabla una relación de amistad/tutoría con un gringo testigo de Jehová llamado Güilen (Wilhelm) y con Juliette, la vendedora de verduras podridas que suministra a los movimientos sociales de los 80’s con material para lanzar a las autoridades.

Te vendo un perro es una novela que el autor no quiere escribir, una novela sobre lo que no se sabe que se ha vivido, una novela de lo que no se ha vivido y, sin embargo, se sabe, una novela que sería como un plato de tacos de perro. Al mismo tiempo, es un homenaje a tantos artistas que, en vida, no recibieron el reconocimiento que pudo haberles evitado la muerte en la indigencia. Hay tantas referencias que lo obligan a uno a buscar y comprobar, porque, como lo dice el autor en los agradecimientos, algunos de los hechos narrados son reales y muchos otros son ficticios. Lo amé.

Been there, read that (CLXXVIII)

26 octubre 2019 2 comentarios

El amigo

Aut. Sigrid Nunez

thumb_22096_portadas_bigEntre más escojo obras que (supongo) han de alejarme de mis pensamientos sobre inSecta, parece que más hallo motivos para renovar constantemente mi amor hacia ella. Después de todo, siempre se trata de ella. Puntos que resultan cruciales: las referencias. ¿Quién no ama las referencias? Es imposible cuando las referencias tienen prácticamente el mismo valor para ti que para quien las escribió. Dos escenas clave en mi haber literario: el capítulo titulado «la sonrisa de Karenin», en La insoportable levedad del ser de Kundera, son las páginas de un libro que más me han hecho llorar en toda la vida; por otro lado, David Lurie, en Desgracia de Coetzee, en la última escena de ese libro que me ha marcado tanto en la vida. Después de las referencias, vienen las coincidencias: Desgracia fue del último libro que platiqué con ella, lo terminó de leer en mayo, y La insoportable levedad del ser es el que está hasta arriba de la lista de libros que planeo regalarle en cuanto exista la oportunidad.

No sólo las referencias y las coincidencias, también es la trama: una escritora neoyorquina cuyo mejor amigo, mentor y casi amante, se ha suicidado, lo único que le dejó fue a su gran danés artrítico, Apollo. Ella entabla constantemente conversaciones ficticias con el que se ha ido,  nos damos cuenta de lo mucho que él significaba para ella. Él era al que ella admiraba en la universidad, aquel que la tomó como la única constante de su vida de entre todas sus relaciones tormentosas. Ella se niega a aceptar que Apollo probablemente sea lo único que la mantiene alejada de la locura que significa perder a ese hombre.

Sus reflexiones se centran en torno a cuatro grandes temas: el suicidio, las mujeres abusadas, el amor hacia los animales, la relación entre maestro y alumna. Desde sus visitas al terapeuta que constantemente la insta a aceptar que tiene problemas para relacionarse con el resto de seres humanos, hasta esos largo paseos al lado del canino que pronto se vuelve el sustituto de la protección y paz que le brindaba el difunto en vida, nos conectamos con esa relación que se da entre dos seres que se ven afectados por la ausencia de quien les brindaba paz. ¿Podrán hallarla el uno en el otro?

Una novela de apenas doscientas páginas que, sin embargo, contienen una fuerte carga emocional y de reflexión. Me encantaría tener la oportunidad de platicar cinco minutos con la autora para preguntarle cómo fue que eligió dos escenas particulares de dos libros específicos que para mí han significado tanto. Es increíble imaginar cómo alguien a miles de kilómetros en circunstancias diametralmente opuestas, pudo haber elegido exactamente aquello que más te ha marcado y decidir armar una historia en torno a su reflexión.

Si lees esto, S., este libro es una joya que te va a encantar.

Más allá

23 septiembre 2019 Deja un comentario

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En algún punto del Sistema Solar…

La nave de la perrita

perdió su rumbo al vagar

persiguiendo a los cometas

de aquel silente lugar.

 

El azul planeta Urano

no supo qué responder

si alguno le preguntara

si a Laika podía ver.

 

El resplandor de Neptuno

poco a poco se apagó

cuando supo por sus lunas

que ese Sputnik naufragó.

 

El planetoide Plutón

sobre Laika había escuchado

y por días se lamentó

que no pasara a su lado.

 

La tristeza de estos astros

se volvió melancolía

cuando ya ni los cometas

algo de Laika sabían.

 

Sin embargo decidieron

que nadie la olvidaría

juraron por la galaxia

que su historia viviría.

 

– Tania Balderas Chacón en El viaje de Laika.

La niña se llamaba Julia

Rescato este fragmento para recordar lo cruel de la naturaleza humana, ¿a cuántos fieles cuadrúpedos hemos abandonado a su suerte que, en el mejor de los casos terminan en un albergue para ser adoptados; en el peor, atropellados, asesinados o sirviendo a los propósitos de humanos aún más crueles que los utilizan para pelear?

[…]

El labrador movió la cabeza fatigada.

—Yo me llamo Tomás —sonreía con tristeza—. Es un nombre ridículo para un perro, ya lo sé. Pero me lo puso una niña. Una pequeña humana… Recuerdo su olor tibio.

Suspiró hondo y se quedó mirando el vacío.

—Siete meses justos —murmuró tras un instante—. De cachorrillo de Navidad a estorbo para las vacaciones de verano.

—Todo un clásico —apunté.

—Cuando duermo, todavía sueño con el coche ganando velocidad mientras yo corro detrás y ellos se alejan.

—Qué vieja historia —dije, amargo—. y qué poco original.

—Sí. Durante semanas vagué por esa carretera, esperando verlos regresar.

—Claro.

Pero no regresaron.

—Por supuesto que no.

Nunca lo hacen.

Cambiamos una mirada triste. Al cabo, el labrador se volvió hacia el bodeguero.

—Morir no es tan grave, Cuco… Incluso alivia.

—Pues muérete tú, joder.

—Tranquilízate —el labrador le dio un par de lametones amables—. No vas a sobrevivir a la Barranca, así que lo mejor es que acabes rápido, como te dijimos antes. Te lanzas a las fauces del otro y acabas en un pispás.

—Con dos cojones —comenté.

—Para ti es fácil decirlo —me dijo el bodeguero, rencoroso—. Con tu estatura y tus mandíbulas. Cabrón.

—Mejor eso —dijo el labrador— que tardar un largo rato en acabar, para diversión de los humanos y adiestramiento del que te liquida… Seguro que aquí, el compañero, también está de acuerdo en eso.

—Por completo —dije.

—Callaos, maldita sea —el bodeguero se acurrucó en un rincón y se cubrió la cabeza con las patas—. Dejadme en paz.

Entonces se abrió la puerta del cobertizo. Dos humanos venían a por el labrador. Éste nos miró por última vez, alzó una pata y dejó una pequeña meada en un rincón de la jaula. Olfateé con facilidad lo que decía: «Tomás estuvo aquí». Al acabar irguió la cabeza y se pasó la lengua por el hocico, las patas y los genitales, aseándose un poco.

—La niña se llamaba Julia —dijo.

Después se dejó llevar con un trotecillo corto y digno.

Epílogo del labrador (habla de nuevo el Negro para sí mismo):

Manteniéndome sujeto por el collar a una correa, me arrastraron a un coso circular de unas veinte patas de diámetro —la pata perruna, como saben, equivale a unos treinta centímetros— de suelo cubierto de arena: una arena removida de pisadas, que casi había absorbido, en grandes manchas pardo rojizas, la sangre vertida en ella un rato antes. Y más allá del coso, entre las piernas de los humanos, alcancé a distinguir el cuerpo inerte y ensangrentado del labrador.