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Archive for marzo 2020

Been there, read that (CXCI)

Hermanos de alma

Aut. David Diop

aaf415522daacbb7edfdf6a71096b31b123ec278Amo el cine bélico, desde las superproducciones estilo Rescatando al soldado Ryan o Bastardos sin Gloria, hasta aquellas consideradas más «de culto» como La Caída o Pelotón, pasando por las clásicas como El día más largo del siglo o Un puente demasiado lejos. Del mismo modo, amo la literatura bélica en todas sus vertientes, desde libros de estrategia y diagramas de guerra, hasta ensayos y apologías y, por supuesto, novelas y cuentos ambientados en los más variados conflictos, reales o ficticios. Dadas las anteriores premisas, me duele admitir que me perdí de disfrutar la más reciente gran película de guerra, 1914. En mi cabeza sólo hay un par de imágenes extraídas de los avances en vídeo y de lo que se llegó a hablar de ella en la Ceremonia del Óscar, por tanto, es un imperativo conseguirla para esta cuarentena.

Saco a colación el tema de 1914 porque, a propósito, en mi última visita a la librería universitaria, la novela sobre la que escribo en esta ocasión me atrajo como un verdadero imán. Basta con leer un par de líneas de la contraportada para entender que Hermanos de alma trata de un soldado senegalés que combate para el ejército francés durante la Primera Guerra Mundial y que, tras perder a su mejor amigo, emprende un sistema de venganza bastante peculiar: cada noche se desliza hasta las líneas enemigas para secuestrar a un soldado enemigo, destriparlo y cortarle la mano como trofeo que carga de regreso a su trinchera.

Tras un par de vítores por parte de sus hermanos de bando, poco a poco esta extraña  y sangrienta actividad provoca desde el miedo hasta el rechazo por parte de los demás soldados hasta que un día, el mismo capitán del regimiento decide mandarlo a descansar a la retaguardia. Es en este período de descanso, en el que Alfa Ndiaye nos narra su vida y la relación con su más que hermano que perdió la vida en el campo de batalla.

La historia se revuelve alrededor de los pensamientos de Alfa, que se convierten en un amasijo de culpa, terror, sed de sangre y justificación debido a las múltiples negativas que el protagonista tuvo de dar fin al sufrimiento de su amigo, Mademba Diop, cuando éste se encontraba sufriendo con las entrañas por fuera.

De alguna manera, algo cambió en ese momento en que el amigo yace moribundo mientras el protagonista sostiene su mano. El herido sólo atina a describir a su victimario como un hombre de ojos azules y son ojos azules los que el sobreviviente busca cada noche arrastrándose por el fango cual mamba en busca de presa.

La primera mitad del libro es veloz, de acción, de horrores ya conocidos en uno de los grandes eventos bélicos de la humanidad; la segunda mitad, invita a la reflexión, a la comprensión de los motivos y al desentramado de los antecedentes de aquel al que el resto de hombres considera un dëmm, un demonio devorador de almas. ¿Los hermanos de alma lo son por todo lo que han compartido desde la infancia o lo son porque comparten un mismo cuerpo?

 

No seas indiferente

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[…]

Y esto es lo que quería decirle a mi hija, a mis nietos. Quiero dirigirme a los jóvenes de su generación, vivan donde vivan, sea en Polonia, Israel o América. Es especialmente importante aquí, en Europa del Este. No seas indiferente cuando veas mentiras, mentiras históricas. No seas indiferente cuando veas que el pasado es relegado para cumplir con demandas políticas actuales. No seas indiferente cuando una minoría es discriminada, porque la esencia de la democracia es que la mayoría gobierna pero la democracia depende de la protección de las minorías. Al mismo tiempo, no seas indiferente cuando cualquier poder o gobierno infringe el contrato social. Sigue los mandamientos, especialmente el undécimo. No seas indiferente, porque si lo eres no te darás cuenta cuando a ti y a tus herederos les caiga desde el cielo un Auschwitz.

– Marian Turski (Fragmento del discurso pronunciado el 27 de enero en la ceremonia del 75 aniversario de la liberación de Auschwitz.).

Soy

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«Soy la sombra que devora los peñascos, las montañas, los bosques y las riberas, la carne de los animales y de los hombres. Despellejo, vacío los cráneos y los cuerpos. Corto los brazos, las piernas y las manos. Parto los huesos y les sorbo el tuétano. Pero también soy la luna roja que se alza sobre el río, soy el aire que agita las hojas blandas de las acacias. Soy la avispa y la flor. También soy tanto el pescado que coletea como la piragua inmóvil, tanto la red como el pescador. Soy el prisionero y el guardián. Soy el árbol y la semilla de la que nació. Soy el padre y el hijo. Soy el asesino y el juez. Soy la siembra y la cosecha. Soy la madre y la hija. Soy la noche y el día. Soy el fuego y la madera que devora. Soy el inocente y el culpable. Soy el principio y el final. Soy el creador y el destructor. Soy doble.»

[…]

«Él ha dicho que es al mismo tiempo la muerte y la vida.»

– David Diop en Hermanos de alma.

…sólo le estaban preguntando su nombre al soldado senegalés que cortaba las manos de sus enemigos alemanes.

Valor

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Si evitamos la batalla porque hay poca esperanza de victoria, ¿dónde estaría entonces el valor?

Que sea la meta lo que nos motive, no las probabilidades.

– Norrin Radd (Silver Surfer Black, 2019)

Been there, read that (CXC)

Armadura para un hombre solo

Aut. Pablo Raphael

image_1165_1_96259La cuarentena a la que nos ha llevado el COVID-19 ciertamente provoca una infinidad de actitudes en las personas. Están desde los que se aíslan totalmente, a los que creen haber encontrado indicios de una conspiración política y económica mundial, pasamos por los que simplemente son irresponsables, y estamos los que tratamos de ser responsables  aunque tengamos que romper el protocolo del distanciamiento debido al trabajo. Independientemente al grupo de pertenencia, una de las ventajas de permanecer encerrado es, sin duda, el poder avanzar con tantas lecturas atrasadas que esperan con ansías ser devoradas por el ojo del lector.

A Pablo Raphael lo conocí (en letras) hace muchos años, por ahí del 2012 leí su Fábrica del lenguaje S.A. y quedé maravillado con ese ensayo-discurso que escribió. No dudé en llevarme a casa la Armadura para un hombre solo cuando lo encontré en una feria del libro hace un par de años, aunque fuera hasta ahora que me di a la tarea de leerlo.

El libro nos cuenta la historia del maestro constructor Horus y las vivencias dentro de su Gigante, el Gran Hotel de la Ciudad, obra cuyo estreno se aplazará por décadas y que nunca llegará. En el interior del Gigante, se acumulan los recuerdos, las historias, los sentimientos, la podredumbre de la sociedad y los deseos insatisfechos de su creador. La debacle comienza el día en que Fabiana huye junto al falso amigo y pintor en ciernes, Escudo; la intermitente aparición de ambos marca el rumbo de los traumas y complejos que giran constantemente alrededor del protagonista.

El gigante representa al país, a México, y vemos su evolución (involución) a través de las distintas etapas históricas por las que atraviesa, siendo una de las más importantes el terremoto del 85 cuando Fabiana y Escudo desaparecen para no volver a ser vistos. Hay tantas referencias a la cultura popular mexicana a través de personajes como Superbarrio, el Fray Tormenta, Yago y el contador Diógenes Mayorga, que en secreto lleva a cabo un complot para adueñarse del gigante.

Desde su apogeo hasta la más terrible decadencia, el gigante es esa obra que representaba el futuro, que se erguiría como la atracción de las masas más adineradas y a su vez funcionaría como el centro del comercio y del arte de la ciudad, pero que, al pasar del tiempo y al ritmo de la vida del constructor, se estanca para pasar a albergar plagas, vagabundos, albañiles alcoholizados y hordas de tianguistas.  

Los personajes de Horus y Escudo, se asemejan demasiado a cierto arquitecto y cierto pintor célebres aunque el autor siempre insistió en que su novela era total ficción. Me encantó la sutil analogía y el destino que cada personaje se forja a través de las páginas. Esta cuarentena  fue el momento perfecto para leer la obra encerrado en mi propio gigante. A final de cuentas, también soy un hombre solo envuelto en armadura.

 

Been there, read that (CLXXXIX)

Todos los recuerdos son lobos

Aut. Irving Ramírez

unnamedNo tengo mucho qué decir sobre un libro de aforismos. En general, frases ingeniosas que tratan de dejar zanjadas ciertas leyes inamovibles de la vida o de la existencia. No lo sé, si bien hubo algunas que me encantaron, hay otras que se sienten forzadas o que no llevan lógica alguna. Pienso que todos podemos crear aforismos basados en nuestras vivencias y, sin duda, el autor delimita muy bien aquello que le provoca curiosidad: el hombre es el lobo del hombre.

El texto en la contraportada alude a un montón de experiencias y sensaciones que quedan plasmadas en las letras de Irving Martínez; sin embargo, considero que es demasiada adulación en el sentido de provocar el deseo de leer por parte de un incauto que fácilmente se deje seducir por la verborrea. No es necesario. El libro vale la pena y el costo es, creo yo, adecuado por lo que se recibe.

En lugar de transmitir una opinión concreta, básteme con compartir un par de aforismos que forman parte de la obra y que me han gustado en demasía:

  • La vanidad es femenina; la soberbia, masculina.
  • Solo sabe vivir quien muere cada día.
  • También hay faltas de ortografía emocionales.
  • Muerto el perro se acabó la rabia; pero, muerta la rabia no se acabó el perro ni la idea de este.
  • La única libertad del ser humano es no saber el día exacto de su muerte: eso lo determina todo.
  • La voluntad es pasajera; el deseo, no.
  • Dios es un novelista que escribe un libro interminable por no saber el final.

9 de marzo

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A mis hijas les llegan un montón de cuentos chinos sobre el poder de las mujeres a través de los libros, la televisión y los clubes escolares. Y luego salen al patio del recreo, donde reciben los mensajes reales, ven la publicidad en el metro, oyen de pasada conversaciones en la cafetería y las llevo a ver La LEGo película (esa «niña bonita» que ha recibido la aclamación unánime de la crítica) y ven cómo la protagonista se la cosifica de principio a fin.

Nos conviene una pausa de tanto empoderamiento.

Estoy de pie en la confluencia de dos avenidas.

—¡Señorita! ¡Señorita! —me grita una voz masculina.

Y yo pienso: «No puede estar hablándome a mí, yo no soy ninguna señorita», y también pienso: «¿Y si se dirige a mí? Por favor, que me deje en paz», y entonces me da una palmadita en el hombro y yo me estremezco porque me estremezco y él me dice:

—Solo quería decirle que lleva usted un vestido muy bonito.

¡Maldita sea, solo quiere decirme que le gusta mi vestido! El mundo ha cambiado.

A mis cuarenta y dos años (¡aún estás de buen ver!) (¡qué tetotas!), el acoso, gracias al cielo, sin duda se ha reducido, pero parece reticente a desaparecer del todo. Y aunque sea mucho menos frecuente que antes, yo sigo estremeciéndome y armándome de valor cada vez que salgo de mi casa. Me pregunto si el día que finalmente se acabe para siempre será demasiado tarde para relajarme, si la memoria de los músculos frente al acosos me mantendrá tensa para siempre mientras camino por las aceras.

Intento entender a las personas que me dicen que lo disfrute, a las mujeres de mi edad que dicen que echan de menos que las piropeen o a quienes refocila que les digan explícitamente:

«¡Ese culo me lo daba yo!». (Llevaba puesto un abrigo de plumón).

«Me gustaría meter la verga entre esas tetitas».

«¡Culito mío, te estoy hablando!»

Yo sé lo que significa sentirse invisible de niña e imagino lo que se siente cuando ocurre de adulto. Pero es bastante lamentable tener que elegir entre que te cosifiquen desconocidos intimidantes o la invisibilidad.

Juro que en una o dos ocasiones en mi vida he hecho algo distinto a poner mi cuerpo a disposición de los hombres para que lo disfruten o lo rechacen. Pero sé que no tengo derecho a quejarme. Soy Afortunada. Se me ha permitido vivir un día más en esta tierra siendo mujer, relativamente inviolada.

«Afortunada».

«Afortunada».

«Afortunada».

– Lynn Melnick en No es para tanto, Notas sobre la cultura de la violación.

Been there, read that (CLXXXVIII)

La tarde de un escritor

Aut. Peter Handke

EAL89742Desde hace algunos meses, cuatro o cinco, leí una pequeña reseña de Carta breve para un largo adiós de Peter Handke, que recién había sido galardonado con el Nobel de literatura, y desee leerlo con demasiada urgencia. Como tengo tanto libro pendiente por leer, ya no voy y pido en línea cada libro que me interesa sino que, dándole su parte al destino, espero a encontrármelo en alguna visita incidental a cualquier librería. Precisamente, no me he topado en ninguna ocasión con Carta breve, pero sí con La tarde de un escritor que, aunque no sustituyó el deseo, sí logró mantener a raya mi obsesión con el otro título.

La verdad es que no disfrute mucho de esta ¿novela?, como su título lo dice, es la narración de la tarde de un escritor. Un día frío de invierno, el protagonista se levanta y decide deslizarse hacia las afueras de la ciudad a uno de sus lugares favoritos donde la soledad representa el insumo principal de su labor; una vez saciado el deseo de estar solo, decide pasearse por los distintos barrios de la ciudad, hasta pasar por el centro, donde teme y al mismo tiempo añora ser reconocido, para, finalmente, refugiarse en «la guarida» donde apreciará la distante compañía que borrachos y bohemios le hacen durante algún tiempo.

Al final, regresa a su casa, cabila un poco sobre lo que cada paso que dio durante el día significó para sí mismo y para su relación con el mundo; luego, procedió a dar por terminada esa larga introspección de 113 páginas.

No lo sé, no me convenció, no me enganchó, no encontré una enseñanza ni un mensaje que pudiese reproducir para un tercero. Pero, ¿quién soy yo para juzgar a un Nobel de literatura? Probablemente no lo entendí lo suficiente, pero quién sabe. Mi deseo de leer Carta breve es el mismo y mantiene la misma magnitud, espero encontrar algo diferente ahí o de plano Handke y yo no podremos reconciliarnos jamás.