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Archive for septiembre 2019

«Julia»

30 septiembre 2019 Deja un comentario

A veces nos sucede que cuando el sentimiento pesa nos hacemos una historia en la mente, la repasamos, quitamos y ponemos palabras durante horas. […] Y,  a la hora de ver a la persona esperada y hacen ellos un comentario breve, todo nuestro discurso se va al traste. Una vuelta de tuerca. Entonces, salen las palabras que nunca ensayamos. No las cosas como queríamos, nos distanciamos. Algo cruje dentro, en silencio, se hace una grieta primera y por ahí se vierten las palabras que nadie planeó. Las dichas por nuestro otro yo.

—Dice mi mamá que guardemos nuestra distancia.

Sus ojos miran hacia arriba, las mandíbulas se intrincan y se marcan los músculos, los labios se aprietan, el zapato inquieto en pequeños golpes sobre las gradas donde estamos sentados.

—No te bastan dos años para demostrarte que sé comportarme, estamos en la escuela, pues qué me crees. Me conoces. […] Qué tengo que hacer para que confíen en mí, no podemos ni hablar así.

Yo quiero decirle tantas cosas, pasar la vida junto a él. Recargarme en su hombro, compartirle un fragmento del libro que estoy leyendo […] Y yo, Julia, siempre haciendo enojar a quien más quiero. […] Alguna cosa diría yo para tratar de suavizar las cosas; pero él sabía que esa era mi intención y eso lo molestaba aún más.

—Julia, lo que me preocupa es que lo dices como si estuvieras convencida de eso, no sólo por obedecer a tus papás. Sólo haces lo que ellos dicen. No puede ser así siempre. Son tus papás, son muy importantes, pero ya no eres una niña. Tienes tus propias ideas; tienes que tomar tus propias decisiones. Ellos te dan consejos generales. Tú eres la que estás aquí. Toma de ellos lo que aplique en el momento y ten tu propia postura de las cosas. Además, cuándo, dime cuándo he hecho algo para faltarte el respeto, por favor. No puede ser que en dos años no he podido ganarme tu confianza. Ya no sé qué tengo que hacer, de veras Julia… Sí me agüito, y mucho, porque yo hago todo lo que está de mi parte. Todo. Ya no se me ocurre qué más puedo hacer. Y no lo hago para reprochártelo, lo hago con gusto porque te quiero, pero tú no recibes el cariño, no recibes mis palabras, no recibes nada. Hay una barrera siempre contigo. No dices lo que piensas, me platicas todo menos de lo que tú sientes, de lo que tú piensas. Me interesa lo que dices, pero me interesas más tú. Yo quiero escuchar a la Julia que está ahí dentro, conocerla. […] Me interesas tú. Te quiero a ti.

[…]

Duele hacerle daño. Duele fastidiarle la vida. Duele no poder estar en paz ni él ni yo. […] Quiero tocar su mejilla, colocar mis dedos sobre su boca. Callarlo con un beso. Pero me quedo inmóvil. Las palabras se me amontonan debajo de la lengua. Abro la boca y no salen. Quisiera decir algo así como: «Te quiero más que a nadie, te amo, no me importan los demás. Me importas más tú que lo que digan mis papás. No fue esa mi intención, no quise lastimarte». Pero no me sale. Ni una palabra.

[…]

Quisiera decirle que años atrás hice una promesa que me ronda todos los días.., que me impide acercarme a él. […] No tenía yo más opción que la de construir una vida que no trajera dolor o preocupaciones a mis papás.

[…]

Se levanta de las gradas. Se va sin volver la vista.

 

– Gabriela Riveros en Destierros.

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Inevitable

29 septiembre 2019 Deja un comentario

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Vivimos en tiempos problemáticos. El mundo se agita con inquietud, obstruido con la expansión de la vida. Pedimos por un salvador.

¿Hemos dicho «salvador»?

Mejor dicho un Titán. Nos referimos a ese conquistador del cosmos, asesino de trillones, salvador de trillones más, padre, amante no correspondido, el tipo de la barbilla, el acosador de la Muerte, nuestro viejo amigo Thanos. Cada vez que el universo se acerca demasiado a su propia destrucción, ahí está él, sea que lo queramos o no. Él ve lo que nosotros nos rehusamos a ver, y, aunque no nos guste, él no tiene miedo de actuar.

Todos podríamos tener dentro un poquito de Thanos en este momento.

Pero Thanos es un tipo malo, ¿no es así? Un sociópata extraterrestre sin remordimiento en lo que respecta a cosas de poca importancia como sería, según él, ¿asesinar planetas enteros? Claro que es así. Pero a diferencia de otros déspotas, tanto ficticios, como los que son muy reales, Thanos siempre está dispuesto a admitir sus propios errores. Él aprende. Él recalcula. Él cambia. Él es ese tipo raro para quien, el poder absoluto, de hecho, no se vuelve absolutamente corrupto, sino que se convierte, en todo caso, en algo mejor.

El universo es un enigma, y Thanos, por más que lo intente, no descansará hasta desenmascararlo. ¿Obsesivo? Sí. ¿Demente? Muy posiblemente. Pero ¿Maligno? Por favor. Thanos está más allá de sus etiquetas. Él es amoral, no inmoral, y eso es lo que lo hace interesante. Cuando los aspectos éticos se ven claramente reducidos a que los héroes son justos y los villanos corruptos, lo único que queda por ver es como se golpearán los unos a otros. Aburrido. Pero cuando esa línea se vuelve borrosa, cuando los héroes se quiebran, y cuando los villanos poseen la cierta e incuestionable verdad, allí es cuando la fascinación surge. Allí yace el encanto tentador e ilícito de Thanos. Por mucho que te duela, debes admitirlo… Él podría estar en lo cierto.

Así que, en esta era de inquietud, cuando la realidad se pone patas para arriba, cuando la absoluta verdad se ha vuelto una mera opinión, cuando los devaríos de los dementes ahogan los gritos de los cuerdos, podrías darte la oportunidad de dejarte guiar por esta inteligencia cósmica hasta lo profundo de un viaje espacial psicodélico, lejos de esta bomba de tiempo de planeta al que llamamos hogar. Sí, quizás nuestro destino ya esté decidido y no por un albedrío al azar. Nosotros lo llamaríamos un paso más hacia la cordura. Ahora, más que nunca, necesitamos enfocarnos, abrir bien los ojos para poder ver a través de la niebla. Necesitamos una mano firme sobre el timón. Aunque esta mano sea púrpura.

Agosto

28 septiembre 2019 1 comentario

«Poco a poco me adueño del tiempo estancado en la obscuridad del departamento. De la paz y la inmovilidad que ahí se respira. No quiero su lástima. Sus comentarios. Sus consejos. Su ayuda. No quiero que sepan que mi vida cambió, que ya no me quedan días como los de antes. Apago el teléfono para que no suene más.»

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10 años escribiendo un blog

25 septiembre 2019 3 comentarios

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De acuerdo a una notificación por parte del sistema de WordPress, el día de hoy se cumple el Décimo Aniversario de la apertura del blog de un servidor. Lo cierto es que  nunca pensé que llegaría a estas instancias. Por allá de septiembre del 2009 me encontraba perfilándome para hacer mi examen profesional y obtener el grado de Licenciado en Actuaría. Qué curioso que exactamente diez años después, me encuentre en ese mismo punto de la vida, solo que ahora para entregar una tesis doctoral.

Si me lo preguntan, en aquellos tiempos no pensaba para nada en lo que estaría haciendo en 2019, tenía nociones, muchas de ellas resultaron acertadas, pero nada más.

Ya tenía una idea sobre el doctorado, admiraba al Vicerrector de mi universidad, José Loyola Trujillo, él solía asesorarme en temas generales de la vida universitaria y tenía un doctorado. Yo lo veía tan joven y se me hacía tan chingón, que una meta de mediano plazo de mi vida era, al igual que él, tener un doctorado antes de los 34 años de edad. Estoy a punto de lograrlo.

Me veía, también, a mí mismo como un profesor universitario, siempre fue mi vocación aunque yo esperaba serlo no de actuaría, me consideraba mal actuario en ese tiempo. Qué equivocado estaba. También lo logré.

Fuera de eso, hace diez años no me preocupaba por nada, con 23 años de edad, sólo pensaba en encontrar mi primer trabajo, en jugar videojuegos, leer muchos libros y escribir pensando en tener una obra de mi autoría. Las cosas no han cambiado del todo.

Qué decir de asuntos del corazón, mi novia era Ame, una muy buena chica con la que tuve una relación bastante genérica. En algún punto de agosto, me di cuenta que yo era el segundo novio (yo siempre con situaciones así), nunca se lo dije y aunque ella le echó muchas ganas acercándose mi examen profesional de diciembre, a principios de 2010 di la media vuelta para nunca más volverla a ver. Definitivamente, no tenía ni idea de lo que me depararía la vida para el 2016 y mucho menos para estos sentimientos tan grandes que me inundan en la actualidad.

Estoy satisfecho con estos diez años. Falta mucho todavía por vivir. Falta mucho por escribir. Creo que el hecho de haber cerrado mis redes sociales hace dos semanas ha generado el deseo en mí de escribir más y más.

Lo más impresionante, es la cantidad de libros que he leído. Hasta el día de hoy, llevo publicadas en el blog 172 «reseñas» de obras que han pasado por mis manos. No están contadas las que tuve que leer por causas del doctorado o la maestría. Esto implica que mi promedio de lectura es de más de 17 libros al año, nada mal considerando que la media anual en México es de 3.8. Creo que lo más hermoso no es tener ese promedio, sino que mi amor por los libros se ha contagiado a muchos seres queridos que han aprendido (o reaprendido) a hacerse con el bello hábito de la lectura, incluida mi inSecta.

El día de hoy no me preocupo por lo que pasará los próximos diez años. Supongo que lo iré descubriendo poco a poco. Si los dioses son buenos, en septiembre de 2029 estaré aquí mismo haciendo un nuevo recuento de los daños.

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Been there, read that (CLXXII)

25 septiembre 2019 Deja un comentario

Pobre gente

Aut. Fiódor M. Dostoievski

9788484285526Después de tanta lectura contemporánea, me hacía falta un clavado en los clásicos. Un domingo como cualquier otro, en el paso obligado por mi librería favorita, me encontré con la bellísima cubierta de la obra a la que refiero el día de hoy. Tomé el libro entre mis manos sabiendo que no tenía ni el dinero sobrante para comprarlo, ni el tiempo para leerlo, ni un poco de vergüenza sabiendo que tengo una fila de pendientes de lectura de más de 50 títulos. Sin embargo, era el mismísimo autor de Crimen y castigo, y al hojearlo, me encontré con aquello que más disfruto leer y escribir, cartas; así que, poco me importaron los motivos por los cuáles no debía comprar otro libro.

Apenas había dado la vuelta a la última página de Amor a cuatro estaciones y ya estaba leyendo el prólogo a la obra de Dostoievski. Sorpresa fue saber que mis ojos se posaban sobre la primera obra que Fiódor publicó en 1846 y, aunque hubo una reescritura y modificación de la misma, los traductores de la presente edición decidieron conservar el texto que fue publicado por primera vez en un volumen recopilatorio. Más de acuerdo no podría estar con ellos cuando afirman que la primera recopilación era la que recogía la verdadera esencia de un Dostoievski joven y todavía inexperto pero ya destinado a la grandeza.

Pobre gente sigue la correspondencia que entablan dos personajes, Makar Alekséievich Dévushkin y Varvara Alekséievna Dobrosiólova; el primero, un funcionario del gobierno, un escriba, cuya labor consiste en reproducir documentos, vive una vida simple  que pasa desapercibida; por otro lado, Varvara es una mujer huérfana desde edad temprana que ha sufrido constantes embates de la vida. Se escriben a pesar de vivir a escasos metros, Makar considera que es su obligación proveerle con lo necesario para su subsistencia pues se encuentra emparentados, aunque de muy lejana forma.

En efecto, es gente pobre e irrelevante, viven al día. Makar se enamora perdidamente de ella pero, ojo, no es un amor tradicional, es un amor que nace de esa dignidad y sentido de la vida que el uno le da al otro. Varvara  encuentra entre toda su desdicha y soledad a alguien que le presta la atención que solo un primer y fugaz amor le dio cuando tenía quince años; Makar, por su parte, se siente importante, le gusta saberse, en cierta forma, imprescindible para la frágil Várenka (apodo cariñoso que él le da).

A través de las narraciones que Makar hace de su vida cotidiana, nos impregnamos de ese ambiente humilde, tal parece que la desgracia es inherente a la condición social. Tal parece que la desdicha es como un virus que se contagia entre quienes comparten tristezas y temporadas tocando fondo. Makar convive con un funcionario que se ha quedado sin empleo y que tiene un hijo enfermo, un escritor que presume éxitos inexistentes, compañeros de trabajo que viven de préstamos y vergüenzas. Tarde o temprano, la mala racha se extiende a los dos protagonistas, Makar gasta lo que no tiene para mantener el beneplácito de la ayuda que le brinda a Varvara y ésta, a su vez, cada vez más enferma.

Es curioso lo importante que puede ser la dignidad para los personajes. Pareciera que lo más importante es que la gente que les rodea no piense mal de ellos; en algún momento, un compañero de pláticas hace una broma a costa de Makar y éste lo toma como un serio atentado en contra de su existencia. Asumo que eran las situaciones importantes de la época. En fin, una obra bellísima, de esas que se van como el agua, me recordó lo bello que es escribir misivas a la persona que se ama.

Más allá

23 septiembre 2019 Deja un comentario

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En algún punto del Sistema Solar…

La nave de la perrita

perdió su rumbo al vagar

persiguiendo a los cometas

de aquel silente lugar.

 

El azul planeta Urano

no supo qué responder

si alguno le preguntara

si a Laika podía ver.

 

El resplandor de Neptuno

poco a poco se apagó

cuando supo por sus lunas

que ese Sputnik naufragó.

 

El planetoide Plutón

sobre Laika había escuchado

y por días se lamentó

que no pasara a su lado.

 

La tristeza de estos astros

se volvió melancolía

cuando ya ni los cometas

algo de Laika sabían.

 

Sin embargo decidieron

que nadie la olvidaría

juraron por la galaxia

que su historia viviría.

 

– Tania Balderas Chacón en El viaje de Laika.

Escribo tan solo por escribirte un poquito más…

23 septiembre 2019 1 comentario

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30 de septiembre

¡Mátochka, Várenka, palomita mía, inestimable mía! ¡Se la llevan, se marcha usted! ¡Sí, ahora sería preferible que me arrancaran el corazón del pecho, antes que apartarla de mi lado! ¿Cómo puede ser esto? ¿Llora y se va? Acabo de recibir su cartita toda salpicada de lágrimas. ¡Luego usted no quiere marcharse, luego a usted se la llevan a la fuerza, luego usted siente pena por mí, luego usted me ama! Y entonces… ¿con quién va a estar usted ahora? Allí su corazoncito se sentirá triste, asqueado y frío; lo marchitará la melancolía, la nostalgia lo partirá en dos. Allí se morirá y la sepultarán en la húmeda tierra; ¡y nadie llorará por usted!

[…]

Pero ¿dónde estaba yo? ¿Qué estaba mirando boquiabierto como un tonto? ¡Creía que eran caprichos infantiles, desvaríos de una cabeza febril! Habría debido simplemente… pero no, ¡tonto de remate!, no pensaba nada, no veía nada, como un alma cándida, como si la cosa no fuera conmigo; ¡si hasta fui corriendo a buscar el volante!… Sí, Várenka, me levantaré; para mañana, espero haberme repuesto y entonces ¡me levantaré!… Me arrojaré bajo las ruedas, mátochka, ¡y no dejaré que se vaya! Pero ¿cómo es posible? ¿Con qué derecho se hace todo esto? Me marcharé con usted; correré tras su carruaje y, si no me lleva con usted, seguiré corriendo con todas mis fuerzas, hasta que me quede sin aliento y exhale el último suspiro.

[…]

¿Cómo es posible, Várenka? ¿A quién voy a escribir cartas yo, mátochka? ¡Sí! Téngalo usted en cuenta, mátochka, ¿a quién voy a escribirle cartas yo? ¿A quién voy a llamar mátochka? ¿A quién le voy a dirigir expresiones cariñosas? ¿Dónde la encontraré después, angelito mío? Me moriré, Várenka, me moriré irremediablemente; ¡mi corazón no soportará tamaña desdicha! La amaba a usted como a la luz divina, de usted todo lo amaba, mátochka,  querida mía. ¡Vivía solo para usted! Trabajaba, escribía, caminaba, paseaba y vertía mis observaciones en el papel, en forma de cartas amistosas, todo porque vivía usted ahí, mátochka, enfrente, tan cerca. Usted quizá no lo supiera, pero ¡era exactamente así! Sí, escúcheme, mátochka, reflexione, mi querida palomita, ¿cómo puede ser que usted se marche de nuestro lado? Querida mía, usted no puede irse, es imposible; ¡sencillamente, no cabe ni la más remota posibilidad!

[…]

Siga usted escribiéndome, siga escribiéndome alguna carta contándomelo todo y, cuando se marche, escríbame también desde allí. Pues si no, mi ángel del cielo, esta será la última carta; y de ningún modo esta carta puede ser la última. ¿Cómo va a ser la última, así, tan súbita e irremediablemente? De ninguna manera, yo voy a escribir, y usted también lo hará… Ahora que empezaba a coger cierto estilo… ¡Ay, querida mía, qué más dará el estilo! Yo ya no sé ni lo que escribo, no lo sé en absoluto, no sé nada, y no lo releo, y no corrijo el estilo. Tan solo escribo por escribir, tan solo por escribirle a usted un poquito más… ¡Palomita mía, querida mía, mátochka mía!

 

– Fiódor Dostoievski en Pobre gente.

Been there, read that (CLXXI)

20 septiembre 2019 Deja un comentario

Amor a cuatro estaciones

Aut. Nacarid Portal Arraez

167680442-352-k383196No creo en las coincidencias, como lo dijo Alan Moore a través de su personaje, V, dado que Dios no juega a los dados con nuestra existencia, no existen las coincidencias, sólo la ilusión de las mismas. No creo en el azar ni en la casualidad, sí creo en el plan del que todos y cada uno de nosotros formamos parte. Este libro, durante mucho tiempo rondó por la cabeza de inSecta hasta que lo consiguió y terminó de leerlo hace apenas tres meses; en algún momento me expresó el deseo de leer el libro previo de la misma autora y, ya me conocen, me apresuré a conseguirlo. Ahora bien, desde ese entonces, intuí que, de alguna manera, Amor a cuatro estaciones provocó ciertas reflexiones en S, y siempre tuve la curiosidad de leerlo.

Hace tres semanas se manifestó la «coincidencia»: como en cada ocasión que viajo a mi ciudad natal para visitar a mis padres, hago un recorrido por los puestos ambulantes cercanos a la estación de autobuses y me dirijo a un puesto de revistas que siempre tiene actualizados sus estantes de cómics. También venden libros. Tomé el número más reciente del Cap America y, mientras sacaba el dinero para pagar, éste se me resbaló de la mano y fue a caer encima de un libro que me resultó tan familiar, Amor a cuatro estaciones, ¿casualidad?, era obvio que el momento de leerlo había llegado. Más tarde, ya acomodado en el autobús, al celular de mi compañero de asiento se le chispó el plug de sus audífonos y el altavoz del celular me recordó una de aquellas canciones que se volvieron tan de ella y mías.

Sobre el libro, no esperaba tanta identificación: el diario de un idealista romántico que con fecha y hora va registrando sus sentimientos, pensamientos y encuentros con Charlotte, la mujer que le enseñó a amar cuando nunca antes lo había hecho. Como en todo, el inicio está cubierto de dudas, de reflexiones en torno a lo cómodo que es estar con personas que, si bien no nos provocan mariposas en el estómago, sí logran proyectar en nosotros una suerte de tranquilidad y pertenencia. Pero cuando más se le ruega a la vida por poder sentir nuevamente, ésta nos responde con aquello que jamás esperamos, la aparición de ese individuo que llega para voltear nuestro mundo y cambiarlo para siempre.

Ahora bien, hay muchas cosas que me disgustaron de la obra de Nacarid, no sé si en general detesté ver mi reflejo en muchas de las situaciones (después de todo, hay espejos en los que a nadie le gusta verse) o si es porque, al ser una obra dirigida a adolescentes, mucho de la trama y de los diálogos me resultó sumamente acartonado, no hablemos ya de un final que, en mi experiencia, omite demasiados saberes y perspectivas que llegan tiempo después del «adiós» que en múltiples ocasiones consideramos definitivo y que nunca lo es.

Cuando digo acartonado, me refiero a la forma tan cuadrada del personaje y de los diálogos con sus amigos. Christopher es un músico que busca cambiar el mundo, que cree que todos fuimos creados iguales y que no debemos sucumbir ante temas tan banales como el dinero y la propiedad; sin embargo, a pesar de lo mucho que quieren dibujarlo como idealista y sabio, se la pasa metido en borracheras, consumiendo drogas y atiborrándose de mujeres que él considera carentes de valor, es decir, toda una incongruencia (aunque, bueno, los seres humanos somos así); se la pasa lamentándose por el hecho de que ama a Charlotte y ella no lo ama de la manera que él espera. Todo un estereotipo de comedias románticas para preparatorianos.

Por otro lado, los diálogos entre los personajes resultan inverosímiles, sí, yo con mis amigos de repente tengo conversaciones profundas sobre temas como el amor, el género, la política, etcétera, pero jamás con un montón de frases dignas del más alto filósofo ni con palabras rebuscadas que no tienen cabida en el imaginario de un montón de rockeros mariguanos. Entiendo el punto de las reflexiones que se desean inculcar al lector, pero siendo honestos, no son realistas y rayan en lo ridículo.

Lo sé, me leo demasiado amargado en esta ocasión, supongo que mi situación actual no ayuda y el tratar de imaginar las reacciones y reflexiones que inSecta tuvo mientras leía este mismo libro, me llevaron al borde de la desesperación. Estoy seguro que, aunque por momentos me identifiqué mucho con el protagonista, tanto S como yo estuvimos saltando entre personajes y no siempre permanecimos en roles fijos. La duda me asalta sobre si pensó en mí en ciertas escenas o si de plano pensó en alguien más.

Al igual que con la Orquesta de lluvia, evoqué muchísimos sentimientos que sólo ella podría entender; del mismo modo, quiero creer que algún día podremos platicar un poco sobre este nuevo libro compartido a destiempo entre inSecta y yo. ¿Nos subiremos a la azotea de un viejo edificio para admirar las estrellas mientras compartimos una botella de lambrusco barato? ¿Nos seguiremos dando adioses que en el fondo sabemos que jamás son definitivos? ¿Qué pasará con tantas cosas que con fecha y hora escribo cada momento que me asalta su recuerdo? ¿Cuánto tiempo ha de pasar?

Ella no volverá…

18 septiembre 2019 1 comentario

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2 de enero 2016:

Para: Mi amigo desconocido

No quiero decirte lo que estás cansado de escuchar. No quiero decirte lo que tus amigos te dicen y no quieres oír más. No te voy a decir que te quieras a ti, tampoco te diré que el despecho se te va a pasar. No te voy a decir que te busques a otra, ni que dejes de intentarlo con ella. Yo en cambio daré mi sinceridad:

Ella no te ama, no puedes obligarla a que te ame, no puedes obligarla a que esté contigo, no puedes dejar que desequilibre tu vida pero es tu elección. Si ella te quisiera no habría un después. No solo serías su amigo, vivirían un amor compartido.

Te enamoraste mientras ella te ofrece su amistad, puedes arriesgarte a quedarte ahí pidiendo agua a quien te quiere dar pan. Puedes amarla de lejos dejándote de querer a ti y llorando cada noche por lo que no fue, o puedes levantarte y encargarte de tu vida, porque aunque la vida sabe mejor con ella; solo es un sabor de los 172.926.278 sabores que la vida te ofrece.

No te quiero decir: ¡empieza a amarte! Deberías saberlo. Te olvidaste de ti y así olvidaste tus sueños. ¿Quién se enamoraría de alguien así? Si tu estrategia es quedarte y buscar la forma de enamorarla, debes cambiar la táctica; porque nadie quiere a quien no se quiere.

Estás impregnado con aire de fracaso y auto compasión. ¡Cambia de perfume o sino, olvida ese amor! No te voy a decir que dejará de doler, no te diré que podrás dormir bien, no te diré que la olvidarás de golpe, pero sí te digo que es 2 de enero y tienes otro año para ser feliz por ti, que aunque es difícil trates de levantarte, que aunque quieras dormir un siglo intentes abrir tus ojos y percibas la vida, que está ahí, esperándote.

Recuerda: Nadie quiere a quien no se quiere.

PD: Para todos los que igual que yo, se enamoraron tanto como para olvidar el imposible.

 

– Nacarid Portal en Amor a Cuatro Estaciones.

Been there, read that (CLXX)

3 septiembre 2019 1 comentario

Ya nadie baila. Antología poética

Aut. Elvira Sastre

_portadaelvirasastre_2ee2dd1dEs algo poco común, pero me ha pasado en ocasiones que camino por alguna librería observando los estantes y revisando aquellos libros que parecen interesantes cuando, de repente, encuentro una portada o un título que resalta de entre los demás, no por el diseño, no por el autor, sino porque de inmediato hay algo que asocia a ese libro con una persona específica. Me pasó con el sol y sus flores de Rupi Kaur el año pasado, supe que inSecta tenía que leerlo, así, sin revisar la contraportada, sin ahondar más en él, simplemente sabía que era para ella. Lo incluí en su regalo de navidad y, un par de meses después, esa intuición fue recompensada cuando ella me agradeció habérselo regalado, le había encantado.

Hace no más de dos semanas, vagaba por la librería universitaria cuando en el estante de poesía me encontré con Ya nadie baila, y aquella vieja intuición se disparó. Si bien, es común encontrar fragmentos de lo escrito por la autora en páginas de instagram e imágenes en facebook, nunca tuve la oportunidad de tener uno de sus títulos entre mis manos. Abrí una página al azar y el verso era perfecto, algo que me hubiera gustado decirle a inSecta, supe que ese libro era para ella.

Ahora bien, es sumamente difícil reseñar un libro de poesía, (¿sobre qué te basas para decir que algo es adecuado, correcto, concreto, etcétera?) así que no me queda más que decir que, en este momento de mi vida, cuando más lejos estoy de ella, cuando mis sentimientos están latentes y las lágrimas son fáciles, la lectura de Elvira resultó una necesaria válvula de escape.

Sus versos son tan directos y tan perfectos en su mensaje, no hay mucho espacio para interpretaciones vagas. Hay métrica, rima, romance, qué sé yo, muchas veces me lamenté de no haber sido quien escribiese esas líneas en las incontables cartas y notas que le escribí a la mujer difícil de mi vida.  Y los remates en cada poema, ¡no me hagan empezar con eso!, soberbios, como un resumen de todo lo escrito en frases tan cortas y tan cargadas de significado.

Debo encontrar una manera de hacerle llegar este libro a inSecta, no acostumbro leer los libros que le regalo o lo hago después de que ella los ha terminado. En esta ocasión, me adelanté, espero esto no rompa la magia de compartir una lectura más con ella.