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Posts Tagged ‘Feminismo’

Been there, read that (CCXCVIII)

La sombra de los planetas

Aut. Gabriel Rodríguez Liceaga

Si hay alguien a quien puedo considerar una influencia directa en la elección de los libros que se amontonan en mi lista de deseos de Amazon, así como de algunos lugares qué visitar en CDMX o películas a las cuáles debería prestar atención, es Gabriel Rodríguez Liceaga, alias el Neb. A Gabriel lo sigo desde hace unos 15 años, si no es que más, desde la época en que según yo tenía el ideal de escribir una novela que me lanzara a la fama; cosa que no digo que no pudiera pasar pero, entre más leo, más me doy cuenta de mi mediocridad. En ese entonces, él llevaba un blog que me hacía pasar muy buenos ratos, supongo que es uno de los motivos por los que me decidí a tener el propio.

Cuando Gabriel sacó su primera novela, Balas en los ojos, la disfruté en demasía, recuerdo también cuánto disfruté en mis tiempos universitarios de un cuento titulado El arte de la amistad. El Neb se constituía como un escritor chusco, mordaz, puntual y sucio, una combinación sumamente atractiva para los ojos de cualquier lector. Ya con el auge de las redes sociales, me fue grato mirar sus publicaciones y sus historias de Instagram en las que hasta el día de hoy comparte sus lecturas y películas, junto con sus vivencias; de ahí saco mucha inspiración para leer y para seguir con ese deseo no consumado de escribir, pero ¿cómo podría imaginar yo escribir algo tan divertido y tan profundo a la vez?

En fin, fue así que, cuando el año pasado La sombra de los planetas vio la luz, no dudé en adelantar la nueva adquisición en la fila de pendientes, acción que, como era de esperar, resultó ser la mejor decisión por lo chingona que resultó ser la obra.

A Damiana la corrieron de su trabajo en una escuela fru fru porque le encargó a sus alumnos investigar por qué no fueron abortados. Esas son las poderosas líneas con las que el libro comienza, recuerdo haber posteado una foto de este primer párrafo en mis historias de Insta y, de inmediato, un puñado de personas me preguntó qué libro era. Recordé mis clases de cómo escribir una novela con Beatriz Meyer en las que nos señalaba que el valor de una novela, y los consecuentes deseos del lector de leerla, se define en las primeras cinco líneas. Magistral.

A partir de ese momento, Damiana decidirá tomarse el día para hacer algo que había estado postergando: caminar a lo largo y ancho de la Ciudad de México para repartir entre sus conocidos cuadros que le han dado cierta fama en redes sociales, retratos «nalgones» de personajes de la cultura pop. A través de este andar, visualizaremos esta mítica ciudad con sus aciertos y terribles defectos, así como los deseos de un feminismo concreto, que una mujer pueda caminar sola de noche por la ciudad.

Aunque me mantengo al margen de la capital del país (un miedo inherente a la ciudad y sus aglomeraciones de gente que heredé de mi papá), coincidió la lectura del libro con un viaje que hice a ella con motivos laborales; las oficinas que visité están justo a unos metros del árbol de la noche triste, una de las locaciones que se mencionan en el libro; al dirigirme ahí, constaté lo que se mencionan en las líneas de Gabriel, amé esta situación.

Mientras Damiana hace lo suyo, Santiago, el otro protagonista de esta historia de amor poco ortodoxa, hace un recuento de sus amoríos y de todas las parejas que tuvo y que lo moldearon como el hombre que es el día de hoy. Mientras ambos personajes se mensajean y establecen sus propias reflexiones sobre la vida y el amor, nos identificamos con tanto de lo que les oprime, que es imposible no preguntarnos cómo es que nos cabe tanto en el pecho.

Y es que en la sombra de los planetas, se encuentra todo eso que escapa a simple vista. ¿Es una crueldad mentirle a nuestra pareja y evitarla aún cuando tenemos tiempo de sobra para verla? ¿cómo podemos definir al amor cuando estamos tan llenos de todo lo negativo que cubre a las heridas que nos construyen como personas? Esta es una novela que no sé si nos haga llegar a las respuestas que buscamos, pero que definitivamente provocará una genuina reflexión con unas líneas muy personales y sensibles por parte del autor. Una recomendación de cinco estrellas.

Nota: hace un par de días, justo Gabriel anunció la publicación de un nuevo libro, El límite incierto, que saldrá a la venta dentro de ocho días, qué tiempos para estar vivo y con ganas de leer más de mi chavo, el Neb.

¿Acaso no soy una mujer?

Queridos hijos e hijas, cuando el río suena, piedras trae. Creo que si los negros del sur y las mujeres del norte hablan de derechos, el hombre blanco no tardará en estar en aprietos. Pero, ¿de qué estamos hablando? Ese hombre de ahí dice que las mujeres necesitan ayuda para subir a los carruajes y para sortear las zanjas, y que siempre les ceden el mejor asiento en todos sitios, pero a mí nunca me ha ayudado nadie a subir a un carruaje ni a saltar un charco de barro, ni tampoco me han ofrecido el mejor asiento. ¿Acaso no soy yo una mujer? ¡Miradme! ¡Mirad mi brazo! He arado y cultivado, y he recolectado todo en el granero, y lo he hecho mejor que ningún hombre. ¿Y acaso no soy una mujer? Puedo trabajar y comer tanto como un hombre (cuando consigo comida). ¡Y aguantar latigazos también! ¿Acaso no soy una mujer? He llevado trece hijos en mi vientre y he visto cómo todos ellos han sido vendidos como esclavos, y cuando lloré con el dolor de una madre, solo Jesús me escuchó. ¿Acaso no soy una mujer?

– Sojourner Truth

Been there, read that (CCXXV)

Teoría King Kong

Aut. Virginie Despentes

No voy a mentir, es difícil adentrarse en la literatura feminista. Siendo hombre, es vergonzoso descubrir líneas de pensamiento que jamás habrían pasado por la cabeza de uno. Lo es aún más darse cuenta de tantas situaciones en las que, de manera inconsciente (mas no disculpable), violentamos la vida de las mujeres de nuestra cotidianidad. Hasta eso, creo que he elegido bien mis lecturas: comenzando con Roxane Gay y la imperiosa necesidad del consentimiento; pasando por Chimamanda y la búsqueda de visibilidad de las causas del feminismo; para finalmente llegar a la rabia de Virginie Despentes.

Si bien nunca tuve acercamiento previo alguno a las dos primeras autoras, es irónico que parte del trabajo de Virginie ya era bien conocido por mí. Una vez que leí la primera parte de su libro, de inmediato identifiqué a la película Viólame (Baise-moi) como una de esas que solían pasar en la tele los fines de semana en los horarios bien conocidos del famoso Golden Choice. Sí, sería sumamente hipócrita de mi parte el no admitir que conozco todo lo que pasa por esos canales en esos horarios, pero mi ingenuidad sí me hace admitir que jamás pasó por mi cabeza el hecho de que la película fuese escrita y codirigida por una de las figuras más reconocidas del feminismo contemporáneo.

Ahora que he descubierto tantos detalles, mucho de lo que recuerdo de la película comienza a hacer sentido pues, dentro de la escena erótica y pornográfica en la que se encasilla, hay un factor sumamente importante que hay que destacar: en la pornografía, los hombres son los seres débiles que se buscan a mujeres que se comporten como ellos lo harían en una situación homosexual ante otro hombre dominante. Suena fuerte, y lo es. Pero dentro de todo, no encuentro argumento alguno una vez que leo y releo los diferentes ensayos que conforman la Teoría King Kong.

«[…] al presentarme a los hombres bajo un ángulo más infantil, frágil y vulnerable, los volvió más simpáticos, menos impresionantes, más amables. Descubrí una receta para atraer más atención de la que yo podía gestionar. Eso ha disminuido mi agresividad contra ellos, más de lo que nunca hubiera imaginado. Una agresividad que, a diferencia de lo que se cree, nunca ha sido muy elevada. Lo que me da rabia no es lo que los hombres hacen o son, sino lo que quieren impedirme que haga o lo que quieren obligarme a hacer.«

Virginie nos cuenta del día en que la violaron, de sus días trabajando como prostituta, de su experiencia con los reflectores una vez que sus obras empezaron a imprimirse y comentarse. Cada vez me es más fácil entender y agradezco estas lecturas que despiertan mi consciencia sobre aquello que escapa a la atención de tantos hombres.

Been there, read that (CCXIII)

Todos deberíamos ser feministas

Aut. Chimamanda Ngozi Adichie

A riesgo de ser identificado como un «aliado» por parte de mis amigos más cercanos en tono de burla, ya hace un tiempo que me he interesado por la literatura feminista; tal vez no de forma intensa, pero trato de informarme y de aportar, a través de mis acciones, un granito de arena a la lucha por la reivindicación de los derechos de la mujer y la búsqueda de la igualdad y equidad de género. En mi última visita a mi librería favorita, llamó mi atención otro libro más de esos tomos ligeros cargados de excelente contenido. Por tan sólo 90 pesos me hice con Todos deberíamos ser feministas de la autora nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie.

Hasta el día en que leí su nombre en la portada del libro, no había escuchado de la escritora pero, al parecer, es ella bastante nombrada y reconocida no sólo en el contexto feminista. Tras publicar la foto del libro en Instagram, recibí varios comentarios positivos de su trabajo que me convencieron de haber tomado una buena decisión. Y vaya que así fue.

Todos deberíamos ser feministas es la adaptación a libro de una charla TED que la autora dio en 2013 y, en efecto, al leerla es muy fácil dejarse llevar por la estructura anecdótica que tiene. De alguna forma, el estilo relajado y hasta en tono cómico, ayuda a que el mensaje aterrice de forma clara y concisa: el feminismo no es ese montón de connotaciones negativas que se le atribuye a la palabra en sí; no se trata de odiar a los hombres, ni a los sujetadores, ni a la cultura africana (chiste local explicado en el texto), no cree que las mujeres deberían mandar siempre, no se trata de no llevar maquillaje ni de no depilarse, no es estar siempre enfadada ni se trata de no usar desodorante o no tener sentido del humor, sino todo lo contrario.

Con base en breves historias de su juventud y su relación con familia y mejores amistades, Chimamanda da cuenta de cada una de esas connotaciones negativas para dejar muy en claro porqué el feminismo es necesario y porqué su necesidad surge desde la educación temprana que deberíamos darle a las nuevas generaciones.

Es una lectura sencilla y definitivamente obligada para todos, hombres y mujeres por igual. Ayuda a comprender e inspira a querer cambiar y, si te da flojera leer, fácilmente puedes encontrar la plática original. No se trata de «quedar bien» o de ser «aliado», se trata de romper con todo aquello que no estaba bien en el pasado pero que se normalizaba cuando no debió ser así. No esperes aplausos al hacer un cambio que desde un principio no tenía porqué haber necesidad de hacer.

Been there, read that (CXCVI)

Umbral de la eternidad

Aut. Jessica Piedras

Umbral de la EternidadNo me canso de decirlo, qué difícil es escribir sobre un libro de poesía. Me cuesta trabajo discernir entre lo que se pueda considerar buena y mala poesía. Sí, existe la métrica, los recursos literarios, el conteo silábico, el nivel de abstracción, qué se yo; sin embargo, lo que a una persona puede llegarle al alma, a otra le puede ser totalmente vano, mientras que una novela o cuento es más fácil de juzgar, aunque no me agrada la acción en sí.

Umbral de la eternidad es de esos libros a los que les das una oportunidad nada más porque sí. Sé que lo compré entre los descuentos de aniversario que hace mi librería física favorita en su aniversario, pero no recuerdo porqué lo elegí. Sólo sé que ha estado en mi librero por al menos tres años. En el último reacomodo de libros que hice, decidí ponerlo como el siguiente a leer pues 59 páginas se van en un ratito.

Seré honesto, detesté las primeras cuatro páginas porque visualicé una poesía que parecía un amontonadero de palabras en latín sin sentido con variaciones en el tamaño de fuente y la alineación de la escritura que me hicieron pensar en esos temas de escritura experimental que no tienen ni pies ni cabeza. Sin embargo, una vez que la verdadera prosa comenzó, me sumergí en una temática fácilmente discernible: un grito desesperado por las mujeres cuyas voces son silenciadas para siempre a diario.

Hablar de ellas que desaparecieron, de ellas a las que señalan, de ellas a las que se les niega la posibilidad y el derecho a decir que no. Sea Eva traicionada por Adán, sea un Hada, o la voz de la rabia y de la impotencia, la autora crea una poesía en la que exclama su deseo de vivir y de no ser asesinada. Pero también aparece la voz del hombre que le habla a la mujer que asesinó por no haber aceptado sus propuestas y la de la mujer que narra lo que pasará el día en que ella muera.

No puedo hallar la diferencia entre buena y mala poesía, pero como lo dice en alguno de los interludios una de las citas que acompañan a la obra, se distingue aquella poesía que nace de las más profundas emociones, y el libro de Jessica Piedras se siente así.

Been there, read that (CXCII)

No es para TANTO, Notas sobre la cultura de la VIOLACIÓN

Ed. Roxane Gay

9788494886126La pandemia llegó para frustrar muchos planes y para truncar los debates en torno a diversos temas como el caso del paro estudiantil en la BUAP por temas de inseguridad y las marchas en torno a los feminicidios y la violencia de género en general. No soy el tipo de persona que acostumbra debatir en sus redes sociales sobre puntos de vista, me limito a asentir o disentir en forma silenciosa; lo que sí no puedo evitar, es la necesidad de informarme antes de emitir juicios aunque sean éstos para mi propia persona. Bajo esta premisa, un par de días previos al #quédateencasa, adquirí esta obra compilada y editada por la feminista Roxane Gay, y vaya que me ha servido su lectura.

En palabras de la editora, este es un libro para educar a los potenciales agresores. Nótese que, como agresores, no hablamos sólo de un tema de violación cuando un hombre tiene relaciones con una mujer sin su expreso consentimiento (que, cabe destacar, el tema del consentimiento es uno de los grandes conceptos a torno a los cuales giran los textos presentados en el libro) sino también cuando una mujer lo hace con respecto a otra, cuando el padre del mejor amigo de un niño toca a ese infante, o cuando el compañero de cuarto lo hace con quien comparte habitación (los dos hombres).

No es para tanto, reúne 30 ensayos de diferentes autores que han sobrevivido a una violación. Algunos son testimonios; otros, abordajes desde puntos de vista legales o psicológicos. Uno cree estar preparado para leer lo que leerá, pero no tiene ni idea de lo que se encontrará. Situaciones que parecen sacadas de una imaginación retorcida que sólo se observa en la ficción, o que creíamos que sólo se observaban ahí. Y el dolor, ese profundo dolor y pena que sufren las víctimas de tales actos de barbarie.

Pero, ¿qué sentido tiene contar estas historias? ¿Por qué colaborar con un compendio de historias de niñas a quienes se utiliza?, se pregunta una de las autoras; cuesta admitirlo, pero parte de ello tiene que ver con la necesidad de contar con un público. No existimos sin los demás. El dolor no es real hasta que otra persona tiene conocimiento de él. Perderse en los recuerdos propios puede ser un veneno cuyo antídoto está en contar con un grupo de personas que conocen tu herida y que verifican su existencia.

Una violación puede provenir de la misma pareja, del esposo, el cónyuge. Nos estamos esforzando por enseñarles qué es el consentimiento afirmativo. Les explicamos que recae sobre ellos la responsabilidad de pedirles explícitamente el consentimiento a sus parejas. Y les aclaramos que un encogimiento de hombros, una sonrisa o un suspiro no son suficientes. Tienen que escuchar un «Sí».

Excelente y necesaria lectura. Para comprender, para tener empatía, para dejar de usar un término como ‘feminazi’.

 

Sola por la calle de noche

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Cuando dejas de caminar sola por la calle de noche te privas del silencio del mundo. El mundo es, según cuentan, un lugar muy tranquilo después de las dos de la madrugada. Te han dicho que tiene un fulgor rosado y que lo baña una quietud que normalmente solo se consigue poniéndose unos tapones en los oídos. Imaginas que otras personas disfrutan de esos momentos de silencio. Las imaginas paseando por las calles vacías, sintiéndose seguras y solitarias, viviendo momentos reveladores a altas horas de la madrugada. Seguramente se crucen con gatos callejeros y algún que otro mapache, criaturas que se envalentonan al caer el sol. Tú conoces poco a esos animales. De hecho, tropezar con ellos no es tu prioridad.

[…]

Cuando dejas de caminar sola por la calle de noche ahorras veinte dólares al mes en hamburguesas para aplacar la borrachera. Pero tomas taxis para regresar a casa desde el bar, de manera que te ahorras la tentación de la comida rápida, pero, de todos modos, te gastas el dinero. Te han hablado de un local de comida rápida nocturno que han abierto hace poco cerca de tu casa y de los daditos de pierogi deliciosos que echan con un cucharón sobre las patatas fritas. Pero, por lo que a ti respecta, como si fuera la fábrica de chocolate de Willy Wonka… Ya no comes patatas fritas con queso sola a las tres de la madrugada. La seguridad es tu alimento reconfortante.

[…]

Cuando dejas de caminar sola por la calle de noche, sobre todo cuando no tienes coche, te conviertes en un incordio para tus amigos que se hartan de hacerte de guardaespaldas hasta casa. Algunos de ellos son unos auténticos campeones que te acompañarán hasta la mismísima puerta aunque haga un frío de los mil demonios. Otros suspiran y te preguntan:

—¿No puedes regresar tú sola, aunque sea solo hoy?

[…]

Cuando dejas de caminar sola por la calle de noche lo echas de menos. Recuerdas las veces en que lo hacías, antes de tomar la decisión (repentina o gradual, consciente o no) de dejar de hacerlo. Antes realizabas a pie (nunca del todo cómoda, pero sí con regularidad) el breve trayecto que separaba la parada del autobús de tu casa con las llaves en la mano, cual púas entre los dedos. Solías caminar con paso decidido por la parte central de la calle, con el teléfono móvil en la mano, listo, y luego atravesar a todo prisa y en diagonal el césped del jardín de detrás de tu casa. Son recuerdos que te hacen suspirar. Y son recuerdos crudos, pero no puedes evitar echar de menos esos momentos, por temibles que te resultaran. En comparación con la situación actual, tienes la sensación de que te conferían una libertad que no sabías apreciar.

[…]

Cuando dejas de caminar sola por la calle de noche te conviertes en una cobarde. Dejas de hablar con franqueza con otras mujeres que se apean del autobús en paradas que parecen galaxias sin sol. Con elegancia y confianza, esas mujeres ponen un pie delante del otro y se mueven con fluidez por la negrura de la noche. Te saludan desde la calle cuando arranca el autobús, hasta que lo único visible son las franjas reflectantes de sus mochilas. Envidias a esas mujeres. Y te preguntas: «¿Cómo lo hacen?».

[…]

Cuando dejas de caminar sola por la calle de noche estás a salvo. Estás a salvo, a salvo, a salvo. A salvo de hombres en pantalón de chándal que se agarran el pene con una mano. A salvo de aquel otro hombre que una vez te siguió a casa y te obligó a echar a correr y a cerrar la puerta de tu apartamento de un portazo tras de ti. A salvo del mirón con coleta que hace solo una semana pasó por tu lado montado en su bicicleta y te gritó: «¡Te comería en el almuerzo!». A salvo del hombre que te pidió una «hamburguesa de chochito» en tu empleo en el instituto (¿por qué todavía recuerdas la lengua puntiaguda que te mostró?). A salvo de cualquier hombre que te haya contemplado alguna vez como un pedazo de carne, de cualquiera que te haya visto como un recurso que puede robarse, en lugar de como un ser humano.

– Fragmentos de Volver a Casa, de Nicole Boyce, en No es para tanto.

9 de marzo

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A mis hijas les llegan un montón de cuentos chinos sobre el poder de las mujeres a través de los libros, la televisión y los clubes escolares. Y luego salen al patio del recreo, donde reciben los mensajes reales, ven la publicidad en el metro, oyen de pasada conversaciones en la cafetería y las llevo a ver La LEGo película (esa «niña bonita» que ha recibido la aclamación unánime de la crítica) y ven cómo la protagonista se la cosifica de principio a fin.

Nos conviene una pausa de tanto empoderamiento.

Estoy de pie en la confluencia de dos avenidas.

—¡Señorita! ¡Señorita! —me grita una voz masculina.

Y yo pienso: «No puede estar hablándome a mí, yo no soy ninguna señorita», y también pienso: «¿Y si se dirige a mí? Por favor, que me deje en paz», y entonces me da una palmadita en el hombro y yo me estremezco porque me estremezco y él me dice:

—Solo quería decirle que lleva usted un vestido muy bonito.

¡Maldita sea, solo quiere decirme que le gusta mi vestido! El mundo ha cambiado.

A mis cuarenta y dos años (¡aún estás de buen ver!) (¡qué tetotas!), el acoso, gracias al cielo, sin duda se ha reducido, pero parece reticente a desaparecer del todo. Y aunque sea mucho menos frecuente que antes, yo sigo estremeciéndome y armándome de valor cada vez que salgo de mi casa. Me pregunto si el día que finalmente se acabe para siempre será demasiado tarde para relajarme, si la memoria de los músculos frente al acosos me mantendrá tensa para siempre mientras camino por las aceras.

Intento entender a las personas que me dicen que lo disfrute, a las mujeres de mi edad que dicen que echan de menos que las piropeen o a quienes refocila que les digan explícitamente:

«¡Ese culo me lo daba yo!». (Llevaba puesto un abrigo de plumón).

«Me gustaría meter la verga entre esas tetitas».

«¡Culito mío, te estoy hablando!»

Yo sé lo que significa sentirse invisible de niña e imagino lo que se siente cuando ocurre de adulto. Pero es bastante lamentable tener que elegir entre que te cosifiquen desconocidos intimidantes o la invisibilidad.

Juro que en una o dos ocasiones en mi vida he hecho algo distinto a poner mi cuerpo a disposición de los hombres para que lo disfruten o lo rechacen. Pero sé que no tengo derecho a quejarme. Soy Afortunada. Se me ha permitido vivir un día más en esta tierra siendo mujer, relativamente inviolada.

«Afortunada».

«Afortunada».

«Afortunada».

– Lynn Melnick en No es para tanto, Notas sobre la cultura de la violación.

Been there, read that (CLXXXII)

El día que no fue

Aut. Sandra Lorenzano

81BsuBkMHHLEste definitivamente fue un libro complejo, sumamente complejo. En un principio, cuesta trabajo dilucidar la intención de la historia con que nos encontramos: definiciones del miedo, poemas a las desaparecidas y asesinadas, cartas a un amor peligroso que ya no es, temor a la venganza, incomprensibilidad a la falta de empatía de quienes nos rodean.

El día que no fue es la narración en primera persona de una mujer anónima que abandonó la zona de confort de una relación tradicional para encontrarse con el verdadero amor en una mujer que, muchos años después, terminará abandonándola por causas sumamente juveniles; a saber, un correo electrónico con un tono demasiado amigable que la protagonista ni siquiera contestó. A partir de ahí, todo se traduce en miedo. Ese miedo que teníamos de que la persona más cercana, aquella que conoce absolutamente toda nuestra vida, nuestras motivaciones y nuestras ilusiones, se convirtiera en el peor enemigo.

Pero el miedo de esa situación se exacerba. La protagonista piensa que X se aparecerá cualquier día para asesinarla, y eso la transporta a otras épocas, otros países, otras situaciones. El miedo a las dictaduras, el miedo a desaparecer de un día para otro sin que nadie pueda hacer nada para evitarlo. Piensa en el número de veces que una mujer puede gritar antes de ser asesinada, piensa en las mujeres exiliadas y piensa en las mujeres que lucharon y se rebelaron.

El miedo está siempre presente, el miedo nunca se irá. Pero de eso a que se materialice, hay un largo trecho. Nos encontramos con una novela que es, al mismo tiempo, un largo poema, es difícil encasillar todo en un género. Sin duda es una lectura sumamente actual, le leía mientras mis redes se llenaban de noticias sobre las marchas feministas y el grito desesperado en contra de la violencia de género. Jamás me sentí tan inmerso en un tema que por momentos se figura tan ajeno.

A pesar de su corta extensión, no es un libro que se digiera fácilmente, requiere sus momentos de reflexión. Es una historia que se debe pensar en interiorizar. Es una obra que ayuda a ponerse en los pies de toda mujer que se encuentra harta de sentir miedo, de no saber cuándo le puede tocar a ella, de no encontrar descanso de aquello que más teme.

Been there, read that (CLXII)

El hombre que no deberíamos ser

Aut. Octavio Salazar

portada_el-hombre-que-no-deberiamos-ser_octavio-salazar_201712291059Es imposible ignorar los temas de actualidad que nos rodean a través de cada medio de comunicación existente: el debate en torno del aborto, la izquierda contra la derecha, lenguaje inclusivo, la caravana inmigrante, el auge del movimiento feminista… Es imposible ignorarlos como también es imposible mantenerse en una posición neutral cuando nuestro día a día nos obliga a tomar parte de lo que creemos correcto. Me queda claro también que para poder expresar una opinión, lo mínimo que podríamos hacer es documentarla para no reducirla a un tema subjetivo o puramente empírico.

En mi búsqueda de sustento, me encontré con esta obra en la última visita a mi librería favorita. De inmediato llamó mi atención pues en mi afán de ser el hombre ideal de aquella a la que considero mi mujer ideal, me parece correcto formarme como un sujeto que apoye a quienes luchan por igualdad y equidad en el mundo.

Es chistoso, en algún momento subí una fotografía del libro a una de mis redes sociales y de inmediato recibí una reacción «positiva» de una chica desconocida que me contactó para expresarme su encanto con los hombres que se preocupan por saber lo que las mujeres desean; acto seguido me recomendó leer a un par de escritoras que yo ya había leído con anterioridad. La sorpresa fue que, después de expresarle esto último, me recriminó leer un libro escrito por un hombre sobre el tema. Las personas están definitivamente muy locas. En fin.

El texto de Octavio Salazar me encantó, creo que este tipo de análisis debe ser sencillo y fácilmente entendible, y el autor lo logra de manera magistral. Lo cierto es que el hombre que deberíamos y no deberíamos ser responde a un conjunto de ideas que por demás se encuentran en una lógica muy básica. Quien no se considera un hombre feminista, está en serios problemas de no entender aquello por lo que luchan quienes lo hacen.

No ahondaré en mi opinión y me limitaré a enumerar los 10 puntos básicos de la obra. Está de más decir que es un libro que vale mucho la pena, que es fácil de leer y cuya revisión no debería de tomar más que un par de días. Mi recomendación total.

Diez claves para la revolución masculina:

  1. Los hombres no deberíamos seguir gozando de manera acrítica de nuestros privilegios. Deberíamos transformar las estructuras de poder que mantienen a las mujeres en una posición subordinada.

  2. Los hombres no deberíamos estar ausentes en lo privado; deberíamos ser agentes corresponsables en el ámbito doméstico y familiar.

  3. Los hombres no deberíamos creernos seres omnipotentes; deberíamos ser cuidadores y asumir la necesidad de los otros y las otras para sobrevivir.

  4. Los hombres no deberíamos huir de lo femenino; deberíamos asumir y valorar la ternura y nuestra vulnerabilidad.

  5. Los hombres no deberíamos monopolizar el poder, el prestigio y la autoridad; deberíamos ejercerlo de manera paritaria con la mitad femenina de la ciudadanía.

  6. Los hombres no deberíamos reproducir los métodos y las palabras patriarcales; deberíamos transformar las maneras de entender y gestionar lo público.

  7. Los hombres no deberíamos ser el centro y la única referencia de la cultura, la ciencia y el pensamiento; deberíamos compartir paritariamente con las mujeres los saberes y la construcción de los imaginarios colectivos.

  8. Los hombres no deberíamos ser cómplices de las ciolencias machistas ni de instituciones patriarcales como la prostitución; deberíamos ser radicalmente militantes contra la desigualdad, la violencia y la explotación de las mujeres.

  9. Los hombres no deberíamos ser héroes románticos ni depredadores sexuales; deberíamos educarnos para una afectividad y una sexualidad basada en el reconocimiento de nuestra pareja como un ser equivalente y, por tanto, en la reciprocidad.

  10. Los hombres no deberíamos seguir legitimando y prorrogando el orden patriarcal y el machismo como ideología que lo sustenta; deberíamos convertirnos en hombres feministas.

Me congratulo de pensar que llevo un buen trecho avanzado; al menos 8 de los 10 puntos los cumplo a cabalidad desde hace años. Pero siempre se puede mejorar.