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Posts Tagged ‘Segunda Guerra Mundial’

Been there, read that (CCXCV-CCXCVI)

Instrucciones para los soldados estadounidenses/británicos en Gran Bretaña/Francia 1942/1944

Aut. Departamento de Guerra, Washington D. C./Comité Político de Guerra, Londres

«Lecturas pequeñas con alto contenido histórico y de fácil digestión para devorarlas en un rato libre», así describiría este par de manuales con los que tuve la suerte de toparme un día cualquiera en una de las librerías que me gusta visitar cuando hay oportunidad. No es secreta mi predilección por todo aquello que retrata distintos aspectos de la época de la segunda gran guerra: sobre la política, sobre el armamento, sobre la actitud de las personas, sobre la mercadotecnia de aquel tiempo; siempre hay una nueva temática qué abordar, siempre hay una nueva línea de investigación y, en este caso, un manual de convivencia y comportamiento para los aliados en tierras de sus compañeros, resulta interesante.

Lo que aquí nos encontramos es un par de documentos muy curiosos (en realidad son tres, pero no he conseguido el de los soldados estadounidenses en Alemania), que lejos de funcionar como manual de interacciones, más bien se antojan como un panfleto de medidas básicas para la buena convivencia entre aliados. Incluyen un poco de contexto histórico y después se arrancan a explicar lo que debería ser el sentido común: entender la escasez, no hablar de más, no opinar sobre asuntos políticos que sólo les conciernen a los locales, no robarles la novia…

A los británicos en Francia se les pide no comprar ni pedir nada a nadie debido a la terrible escasez, lo que para un británico, que llega descansado y bien pertrechado a un país con años de ocupación, puede significar un capricho, para un Francés puede ser la comida que tendrá por varios días. Se les pide entender que no deben expresarse mal de los franceses sólo por haber tenido una mala experiencia con alguno de ellos, así como entre los británicos también habrá algunos indeseables. Y, sobre todo, entender que la alegría y amabilidad de las mujeres francesas debido a su liberación, no deben ser confundidas con invitaciones de otro tipo.

Por otro lado, a los estadounidenses en Gran Bretaña que tuviesen ascendencia irlandesa, se les pide no utilizar el pretexto de la guerra civil para provocar problemas; no recordarles a los británicos sus derrotas, no robarles a la novia y no decirles que les pagan menos. No dar su opinión sobre temas políticos en los pubs. Bastante simple, en resumen.

Así, tenemos un par de manuales sencillos pero que ayudan a entender mucho de los conflictos y de las relaciones entre países con enemigos en común. Tendré que conseguir el volumen faltante para completar la colección. Por otro lado, una lectura tranquila, curiosa y con mucho por aprender, pues nunca dejamos de hacerlo.

Been there, read that (CCLXXXI)

El nazi y el psiquiatra

Aut. Jack El-Hai

Ya sé, cinco de las últimas ocho reseñas tuvieron que ver con la Segunda Guerra Mundial y ahora les caigo con la sexta pero, ¿qué puedo decir?, en esta temporada aproveché la combinación de cardio con lectura de libros electrónicos para ponerme al corriente con todos estos títulos que ya llevaban rato en el librero como pendientes; nada más hay que darse cuenta que la mayoría de los libros revisados fueron publicados o editados alrededor de 2014, ya 10 años en el ostracismo, algo tenía que hacerse.

El nazi y el psiquiatra de Jack El-Hai ofrece una cautivadora inmersión en una faceta poco conocida de los Juicios de Núremberg. El autor enfoca su atención en la singular conexión entre Hermann Goering, mariscal del Reich y exjefe de la Luftwaffe, y el psiquiatra militar estadounidense Douglas Kelley, asignado para evaluar a los líderes nazis previo a y durante su comparecencia ante el tribunal internacional.

La trama se desarrolla durante el juicio, que tuvo lugar entre noviembre de 1945 y octubre de 1946, pero va más allá, explorando las ideas que estos nazis prisioneros expresaban o escondían, así como sus dinámicas internas con médicos y psicólogos. Curioso más no sorprendente, por ejemplo, era el desprecio que mostraban la mayoría de enjuiciados en contra de Rudolph Hess en el comedor de la prisión.

El elenco en el banquillo es impresionante, desde Goering, destinado a ser el heredero de Hitler, hasta Wilhelm Keitel, Karl Donitz y otros líderes nazis prominentes. La ausencia de figuras clave como Bormann y Goebbels, y las revelaciones sobre su destino post-juicio, añaden una capa adicional de intriga.

El autor destaca la oportunidad única que Kelley tuvo para explorar la mentalidad nazi, una experiencia que más tarde plasmó en un libro. Esta obra trasciende el mero diagnóstico clínico, sumergiéndose en las complejidades individuales más allá de las categorías tradicionales de sociopatía o psicopatía.

Resulta impactante descubrir que, durante las entrevistas, muchos nazis no se declaraban antisemitas, atribuyendo esta retórica a la propaganda destinada a unificar a la sociedad alemana. Sin embargo, el libro no evade las horribles realidades de los asesinatos masivos perpetrados a escala industrial. Los resultados de los tests de personalidad ofrecen un giro intrigante, revelando una cierta locura compartida entre los acusados: la incapacidad de comprender la pérdida de sus antiguos cargos y símbolos de poder.

La relación entre Kelley y Goering, especialmente la identificación del psiquiatra con el líder nazi, agrega una dimensión humana y desconcertante a la historia. Las conversaciones entre ambos, incluyendo la desintoxicación de Goering de la morfina, entre otros medicamentos como analgésicos y ansiolíticos (se dice que tomaba hasta 80 pastillas diarias), pintan un retrato fascinante de las complejidades de estos personajes históricos.

A medida que reflexiona sobre la teoría de Freud sobre la masa y el líder, el autor destaca la importancia de comprender la conexión entre quienes se identifican con un ideal y la posibilidad de emergencia de peligros.

Al final, a pesar de las extremas precauciones y de la vigilancia total del prisionero, Goering se salió con la suya y se suicidó en su celda antes de ser condenado. Destaca también que a pesar del enfoque en los juicios, una parte del libro se centra en el psiquiatra y la etapa posterior de su vida, así como sus relaciones familiares y el destino de cierta documentación obtenida durante su estadía en Alemania.

En resumen, «El nazi y el psiquiatra» ofrece una perspectiva única y reveladora sobre un capítulo crucial de la historia reciente y, al mismo tiempo, aborda, aunque ligeramente, esta paradoja en la que el mismo terapeuta del mal, se ve seducido por éste.

Been there, read that (CCLXXIX)

La Europa Neonazi / El renacimiento de las botas en el Viejo Continente

Aut. Doménico Mantuano

Con respecto a esta inercia provocada por lecturas concernientes a la Segunda Guerra Mundial, pasamos de testimonios y narraciones directas del conflicto a una revisión de las consecuencias para los que formaron parte del mismo. Prosigo con la lectura de la obra de Doménico Mantuano, publicada en 2014. Y hago énfasis en la fecha de publicación pues, tomando en cuenta que han pasado 10 años, es importante darnos cuenta de lo mucho que han cambiado algunos de los panoramas descritos en ese entonces.

Mantuano aborda el resurgimiento de la ultraderecha y el neonazismo en Europa, destacando la presencia de estos movimientos en varios países de la Unión Europea (desde Francia, España y Alemania hasta Hungría, Rumania, Polonia y Finlandia) y dedicando un capítulo de su libro a cada uno de ellos. Se mencionan casos específicos, como el del partido griego Amanecer Dorado y líderes que expresan ideas neonazis. La obra también destaca la relación entre la ultraderecha, el conservadurismo religioso y el rechazo a la integración europea.

Por otro lado, se analiza la doble moral de algunos líderes ultraderechistas que moderan su discurso en presencia de periodistas, con el caso del español José Luis Roberto cuyo discurso xenófobo antiinmigración choca con los servicios legales que provee a dueños de prostíbulos que contratan principalmente a extranjeras. Además, se explora la conexión entre el neonazismo y la oposición a la inmigración, señalando la ironía de culpar a los inmigrantes por problemas generados, según el autor, por políticas neoliberales.

El texto destaca que, en algunos casos, el neonazismo se asocia con el conservadurismo religioso, rechazando el laicismo y oponiéndose al aborto y al matrimonio homosexual. Se mencionan ejemplos de partidos y organizaciones en diferentes países europeos que combinan el neonazismo con posturas religiosas y sociales conservadoras. Finalmente, se enfatiza la relación entre la crisis económica y el resurgimiento del neonazismo, comparándolo con el ascenso de Hitler en Alemania después de la Primera Guerra Mundial.

Este tipo de lecturas son importantes aún cuando no formamos parte de la órbita inmediata de los movimientos políticos abordados. Si bien existe presencia marginal de grupos abiertamente nazis en México y, a pesar de que las características históricas y étnicas de América podrían hacer menos probable el surgimiento de movimientos neonazis en la región, no podemos dejar de prestar atención a todo aquello que se puede imitar y que, de hacerse, puede provocar enfrentamientos como los que ya se dan en momentos políticos importantes.

Been there, read that (CCLXXVIII)

Eichmann y el Holocausto

Aut. Hannah Arendt

Con la fuerza de inercia generada por los testimonios de Svetlana, las memorias de Vasili y las curiosidades del conflicto en general, decidí meterme en un apartado más serio de la Segunda Guerra Mundial y retomé una lectura que había pellizcado desde hace tiempo pero que nunca me senté a dedicarle la atención que se merecía; su título original, Eichmann en Jerusalén.

Para entrar en contexto, Adolf Eichmann fue un funcionario nazi alemán, conocido por ser el organizador de la logística de deportación y exterminio de millones de judíos y personas consideradas indeseables para el régimen nacional socialista, convirtiéndose así en participante activo de la planificación y ejecución del Holocausto. Tras el derrumbe del Tercer Reich, se mantuvo en fuga hasta ser capturado en Argentina en 1960. Fue trasladado a Israel para ser juzgado por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en 1961. Posteriormente, declarado culpable y sentenciado a muerte, falleció ahorcado en 1962.

En el libro, Hannah Arendt, una judía alemana que huyó del régimen nazi, aborda el juicio de Eichmann desde una perspectiva única y polémica, e introduce el concepto de la «banalidad del mal», argumentando que Eichmann no era un monstruo malévolo, sino un burócrata obediente que ejecutaba órdenes sin cuestionarlas. La autora critica tanto la actitud burocrática y despersonalizada del sistema nazi como la participación activa de individuos en crímenes de gran envergadura. Y es que precisamente, el punto de partida de defensa del alemán era que él solo seguía órdenes y no tenía responsabilidad directa en las decisiones políticas.

La autora también analiza el juicio en sí mismo, cuestionando la capacidad del sistema legal para abordar la responsabilidad de individuos en crímenes de lesa humanidad. Arendt insta a la reflexión sobre la naturaleza de la obediencia, la responsabilidad personal y la moralidad en contextos extremos.

En su momento, el libro fue objeto de controversia y crítica debido a su enfoque y el rechazo que realiza de la narrativa simplificada de «mal absoluto», cuestiones con las que coincido. Por otro lado, la reproducción del discurso de cierre del acusado es soberbia y aporta mucho a los distintos matices que nos provee el libro. Lectura obligada en cuestiones relativas a ciencia política, leyes, historia y humanismo.

Been there, read that (CCLXXVII)

1 febrero 2024 1 comentario

Pequeñas grandes historias de la Segunda Guerra Mundial

Aut. Jesús Hernández

De acuerdo a uno que otro test o cuestionario sobre rasgos de personalidad y fortalezas personales, una cualidad que destaca en mi haber es la de ser inquisidor. Ser inquisidor se entiende como alguien que averigua a detalle e incluso que colecciona datos sobre temas de interés, lo cual no es sorpresa considerando que precisamente acostumbro a saber y contar pequeñas curiosidades de temas diversos; ya saben, para tener plática sobre cualquier tema con personas variadas. Es por las razones previamente enunciadas, que libros y publicaciones del tipo «101 datos que desconocías de…» son de mi más habitual consumo.

Es así como me hice de Pequeñas grandes historias, un compilatorio de 250 textos con información curiosa y datos poco tomados en cuenta del más grande conflicto de la humanidad (hasta hoy). En general, no hay mucho qué decir en términos de una reseña en forma, el libro viene en capítulos que agrupan a las micro narraciones de acuerdo a distintas temáticas como lo son aquellas historias provenientes del frente de batalla, aquellas en las que intervienen animales, aquellas con respecto a la guerra en el mar, entre otras.

Las historias van de lo trágico a lo chusco, pasando por lo académico y lo estadístico: ¿ya se saben la del capitán alemán que hundió un submarino por utilizar mal el retrete? ¿Y la del pueblo en Canadá cuyo nombre es Swastika y que ostenta un cartel a su entrada que dice «nosotros escogimos el nombre primero»? ¿Sabían que soldado ruso tenía treinta veces más posibilidades de morir en combate que uno norteamericano?

De entre muchas cosas interesantes, saqué una muy buena lista de referencias con respecto a un dato que me pareció sumamente interesante: resulta que para medir la capacidad combativa de cada ejército, existe una medida, un coeficiente que mide la eficiencia y mortalidad a partir de múltiples variables; al respecto, el ejército alemán resultó ser el más poderoso en términos netos con un coeficiente que indicaba que cada soldado alemán equivalía a 28 soldados aliados. Datos que no sorprenden, pero que su adaptación de las matemáticas me deja más que satisfecho.

Been there, read that (CCLXXVI)

Memorias de un francotirador en Stalingrado

Aut. Vasili Záitsev

Después del libro de Svetlana, me quedé picado con las historias de guerra, así que no tuve más remedio que elegir la narración del afamado francotirador ruso, Vasili, para satisfacer el antojo. Si el nombre Vasili se te llega a hacer mínimamente familiar, el motivo es Hollywood que, en 2001, lanzó una película protagonizada por Jude Law titulada Enemy at the Gates. En dicha película, se narra la historia del duelo entre un francotirador ruso, Vasili Záitsev interpretado por Law, y un francotirador alemán, Erwin Konig interpretado por Ed Harris, que ha sido enviado al frente en Stalingrado específicamente para eliminarlo.

Ahora bien, como todo en el mundo del cine de origen gringo, por supuesto que tenían que meterle un poco de «democracia» al asunto y en la película se esfuerzan en señalar al ruso como una persona nulamente instruida y perteneciente a un batallón penal (conformado por convictos) que por obra divina se convierte en un gran francotirador que llama la atención del alto mando alemán debido a las bajas que les inflige; no sólo eso, sino que lo pintan como un producto del condicionamiento soviético. Y no es que sea una mentira, pero ciertamente los gringos no van a ensalzar en demasía a un héroe de una nación «rival».

Por otro lado, hay algo que parecería inventado por los productores pero que realmente sí sucedió: Vasili estaba aterrado de enfrentarse al Mayor Konig. ¿Cómo lo sé? Precisamente porque es el mismo Vasili quien, en su testimonio, detalla el estrés y el temor que le provocaba saberse acosado por el jefe de la escuela de francotiradores del ejército alemán, toda vez que se cargó a un par de sus camaradas justo frente a sus ojos y sin dar un mínimo atisbo de su posición en el campo de batalla.

A pesar de que el duelo viene relatado en un número de páginas significativo con respecto al total del libro, la narración va más allá del duelo con el alemán y comienza desde la infancia del soldado ruso en los montes urales y cómo fue su abuelo quien le enseñó a disparar a los animales que cazaban juntos, hasta su paso por la marina rusa y la recepción de los más grandes méritos del ejército rojo una vez terminado el conflicto.

Temas que hay que destacar: el texto por supuesto que está inflado como parte de la propaganda soviética para engrandecer al héroe; Vasili no fue ni el más mortífero ni el que más hazañas tuvo entre los francotiradores del ejército, sin embargo, cumplía con requisitos que otros soldados no para ser erigido como héroe que inspirase a sus compañeros (Vasili era miembro del Komsomol y pertenecía a la clase campesina que se unió voluntariamente a la batalla); por último, muchos historiadores han concluido que no existe evidencia de que el mayor alemán, cuyo verdadero nombre fue Heinz Thorvald, en efecto haya sido abatido por Záitsev. Ni su presencia ni su muerte han sido constatados.

A pesar de todo, es una narración interesante e instructiva pues el autor no escatima en detalles descriptivos tanto del campo de batalla como de los movimientos de ambos bandos que él apreciaba, como de los detalles técnicos de cómo abatía a cada una de sus víctimas. Es el tipo de texto del que se puede aprender mucho y vaya que es una lectura obligada para amantes de la historia de los conflictos mundiales.

Been there, read that (CCLXXIII)

La guerra no tiene rostro de mujer

Aut. Svetlana Alexiévich

Me he dado cuenta de que tenemos un sesgo muy grande en cuanto a temas bélicos se refiere: consumimos películas, libros y documentales sobre los grandes conflictos; nos interesamos en la táctica utilizada por el General para rodear a su enemigo y cortar sus suministros; alabamos a los grandes héroes y villanos de la historia, de cómo llegaron al lugar que grabó su nombre para siempre; si tenemos la suerte de conocer a un veterano, nos interesa que nos cuente con cuántos enemigos acabó, cuántos vehículos destruyó; y, en general, utilizamos la imaginación para colocarnos en medio de los momentos cruciales porque, precisamente, hemos construido este imaginario en el que la guerra es como una película de acción.

Nada podría estar más alejado de la realidad. Actualmente, gracias a las redes sociales y a cierta «democratización» de los canales y medios de información, podemos acercarnos desde un punto de vista distinta al conflicto. Pensemos en la situación de Gaza, en otros tiempos tenderíamos a consumir sólo aquello que un par de noticieros nos informara, esperaríamos a lo que los periódicos informaran hasta el inicio de cada día, nos quedaríamos con versiones oficiales de las noticias; hoy, por el contrario, tenemos información al instante y podemos enterarnos no sólo del movimiento militar, sino del sufrimiento de las personas inocentes que se encuentran en el medio. Pasamos de fotografías de soldados disparando a videos de niños cubiertos de escombro, con miembros amputados, llorando.

Publicado en 1983, La guerra no tiene rostro de mujer tuvo siempre esta premisa, la de mostrar aquello que en las narraciones bélicas no se mostraba: el punto de vista femenino. Y es que, seamos honestos, los hombres tendemos a ignorar los medios, lo que nos importa es el objetivo y su logro; las mujeres son distintas, ellas sí pueden detenerse y pensárselo dos veces antes de cruzar un camino en el que tengan que pasar por encima de alguien más (aclarando siempre que hay excepciones en ambos apartados).

La autora, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015, utiliza la entrevista como medio fundamental a través de cual recolecta los testimonios de más de 500 mujeres soviéticas que participaron en la Segunda Guerra Mundial, desde enfermeras hasta francotiradoras, desde mecánicas y mecanógrafas hasta conductoras de tanques de guerra. De este modo, se ofrece un punto de vista rara vez utilizado y, al mismo tiempo, se hace un homenaje a las mujeres que participaron en el conflicto y que rara vez se toman en cuenta.

En los testimonios no se habla de la victoria, ni de cuántos soldados alemanes se abatieron; por el contrario, se habla de los olores, del color de la sangre, de los quejidos de los heridos, de las lágrimas. Se encuentran testimonios de mujeres que daban un último beso al soldado moribundo, de mujeres que salvaron la vida de soldados enemigos, de mujeres que mintieron sobre su edad para poder ser enviadas al frente, de mujeres que aprendieron un oficio para ser reclutadas y servir a su país, de mujeres que se enlistaron para estar cerca de su padre o su hermano…

Ya sé que estamos hablando de otros tiempos y de otras naciones con ideologías totalmente diferentes, pero algo que no soporté fue la lectura de testimonios en las que muchas mujeres habrían preferido morir en el frente antes que volver a sus casas pues, en lugar de ser recibidas como a los hombres como heroínas, se les consideraba en desgracia porque «quién sabe con cuántos hombres se acostaron en las barracas». Sus propias familias las rechazaban porque no podían albergar a una persona caída en tal desgracia. Muchas ocultaron su participación y trataron de buscar una normalidad que nunca llegaría.

La guerra no tiene rostro de mujer es una lectura indispensable, los relatos son distintos a lo que acostumbramos y muestran perspectivas diferentes. Su separación por capítulos de temáticas que van desde el hallazgo del amor en medio de la violencia hasta la búsqueda de un ser querido entre los caídos, hace que su lectura sea amena y que se pueda realizar por fragmentos pequeños o una gran cantidad de páginas a la vez. En lo personal, es un libro que podría volver a leer muchas veces, hay anécdotas y testimonios realmente interesantes e incluso dolorosos.

Confesiones de una máscara

[…] Comprendí la excitación que produce una revolución. Estos desgraciados habían visto cómo el fuego había arrasado todos los indicios que determinan su existencia como seres humanos. Habían visto con sus propios ojos cómo las llamas producidas por los bombardeos habían destruido sus relaciones humanas, sus amores, sus odios, sus razones, sus bienes. En el momento de la destrucción no habían luchado contra el fuego, sino, precisamente, contra sus relaciones humanas, contra sus amores, odios, razones y bienes. En esos instantes se les había permitido igual que hacen los tripulantes en un barco náufrago, matar a una persona para salvar a otra. El hombre que pereció tratando de salvar a la mujer que amaba no fue matado por las llamas sino por su propia amada. La madre que murió intentando rescatar a su hijo no fue asesinada por nada ni nadie más que por su propio hijo. Los que habían luchado allí en esos momentos se habían enfrentado a las condiciones probablemente más universales y básicas que pueden hallarse en la humanidad.

– Yukio Mishima en Confesiones de una máscara

Been there, read that (CCLIII)

Mi nombre es Broni

Aut. Bronislaw Zajbert

Los testimonios del terror ejercido por el régimen nazi forman parte de mis lecturas predilectas, no porque disfrute de alguna manera la narración de los hechos en sí, sino porque estructuran un fenómeno que desde muy joven me ha provocado curiosidad académica, cultural e histórica. De alguna manera, soy enemigo de esa simplificación histórica en la que los buenos son puramente buenos, los malos son totalmente malos y las víctimas son sólo víctimas. Es difícil entrar en este tipo de dinámicas cuando el rigor científico e informativo obliga siempre a buscar las distintas versiones de un mismo hecho. Precisamente, Mi nombre es Broni, es una de esas obras que brindan un punto de vista inesperado entre las mismas víctimas de la tiranía.

Bronislaw Zajbert es un hombre de 90 años (actualmente residente mexicano) que narra su historia en el gueto de Lodz, Polonia, donde cientos de miles de judíos perdieron la vida debido a la inanición, la nula salubridad y el clima extremo; realiza la narración haciendo un esfuerzo por retomar el punto de vista del niño de ocho años que fue durante estos acontecimientos. El resultado es un relato inocente pero visceral en el que destaca la división que incluso entre las mismas víctimas podía existir. De este modo, el ser judío no se reduce simplemente al destino cruel e inhumano que se ha señalado infinitamente, sino que dentro de ellos mismos existe una pequeña élite que tiene acceso a mejores medios de subsistencia que los del resto de la población del gueto.

Es así que veremos dos caras de una misma moneda: por un lado, los padres de Broni, que harán sacrificios por mantener alimentados y protegidos a nuestro testigo y a su pequeño hermano (e incluso a otras personas) que en ocasiones se tendrán que esconder en cisternas de agua para evitar ser elegidos como los próximos deportados a lugares más terribles, los campos de concentración; por otro lado, veremos a los tíos de Broni, que formando parte de la policía judía al interior del gueto, contaban con la posibilidad de ayudar a los propios padres del niño, pero que decidieron utilizar su privilegio para hacer fiestas mientras dejaban a su propio padre a la intemperie para que no diera la mala nota en sus celebraciones, de más está decir que el seor no sobrevivió. Sí, así como hubo miembros del ejército alemán que destacaron por utilizar sus posiciones para en secreto salvar a todas las personas posibles, también hubo judíos que hubieran encontrado un buen lugar en las filas de aquellos que los esclavizaban.

Precisamente, creo que este es el punto más importante del testimonio de Broni, que en situaciones extremas se muestran los verdaderos rostros del ser humano sin importar en qué lado de la historia se encuentra. Nuestro protagonista en ningún momento juzga las acciones del resto de su familia, el lector será capaz de hacerlo. Tampoco se trata de imaginar lo que hubiésemos hecho en los zapatos de cada personaje, creo que sería un mal ejercicio. Nuestro papel, como siempre, debe ser el de entender los contextos y aprender con el testimonio de uno de los pocos que lograron sobrevivir y asegurarnos de que la historia no se vuelva a repetir.

Been there, read that (CCXXIII)

El mito de Sísifo // Cartas a un amigo alemán

Aut. Albert Camus

De vuelta al formato físico, quedé picado la última vez que leí a Camus y, cuando encontré una versión doble de dos de sus obras más inclinadas al plano filosófico, puse ojos a la obra. Si bien la obra cumbre de Camus es El extranjero seguido de La peste, ambas de corte novelesco, El mito de Sísifo destaca como el resumen de la labor filosófica del autor argeliano. De igual manera, Cartas a un amigo alemán hace lo propio con el género epistolar y la prosa reflexiva de un escritor que se consideraba sumamente francés y que miraba con desdén la ideología nacional socialista de la Alemania de los 40’s.

Primero, entendamos el mito que da su nombre al primer libro, el de Sísifo. De acuerdo a la historia, Sísifo fue un hombre sumamente astuto que engañó a los dioses y, como castigo, éstos le quitan la vista y lo obligan a empujar una roca gigante cuesta arriba de una montaña, sólo para que una vez llegada a la cima, la roca se precipitase hace abajo para que el hombre tuviese que empujarla nuevamente, una y otra vez, eternamente. Camus utiliza este mito como una metáfora de la inutilidad de todo cuanto hacemos en nuestras vidas pues éstas son insignificantes. De esta manera, el verdadero problema filosófico que se plantea es el suicidio como única alternativa a la futilidad de la existencia, ¿existe otra?

En segundo lugar, Cartas a un amigo alemán se compone de una serie de cuatro misivas escritas entre julio de 1943 y julio de 1944, en ellas, Camus entabla correspondencia con un amigo alemán al que hace reflexionar sobre las motivaciones y los fines supremos que cada uno persigue: Camus como parte de la resistencia de una Francia ocupada y el alemán como representante de los ideales nazis y el nacionalismo extremo. A través de una comparación entre lo que ambas contrapartes entienden por amor a la patria, el autor busca demostrar que la justica está del lado de los que han sufrido y que no han claudicado en resistir el embate de la tiranía y el absolutismo.

Es sumamente útil entender que cuando Camus habla de «nosotros» se refiere a todos los países europeos libres que se enfrentan a Alemania, y cuando habla de «ustedes» se refiere específicamente a lo nazis. Seré sincero, mucho de lo que se puede entender entre líneas en las cartas, tiene que ver con el hecho de que la participación de Estados Unidos en la guerra ya es un hecho, así como la retirada nazi en el este; de este modo, se siente sumamente forzado el tema de la esperanza que no ha muerto y la afirmación reiterada del «ustedes van a perder». Me atrevo a decir que parecen los reproches del niño pequeño al que han golpeado y que ahora que vienen con sus hermanos mayores, se burla del que lo golpeó cuando ya lo superan de 30 a 1. Lo que es.

Aún con todas estas quejas de mi parte, es muy bonito el discurso esperanzador y el enaltecimiento del amor al país que no se atreve a pisotear la libertad de los demás. Sí, muy muy bonito, pero nada más. Disfruté más la reflexión del mito de Sísifo que la prosa epistolar del argelino. En fin, valen la pena ambas obras pero las cartas preferiría descargarlas en PDF.