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Been there, read that (CLXXIX)

Cartas de amor de una monja portuguesa

Aut. Mariana Alcoforado

l9786077361725Oh, ¡las cartas de amor! Me vuelvo loco con aquello que escribimos cuando proviene de lo más profundo de nuestro ser. Me apasiona toda esa mezcla de emociones que se revuelven, se contradicen, se pelean, se arremolinan y se inflaman por el ser amado. Es por eso que el género epistolar nunca ha dejado de ser mi favorito. Escribiendo cartas de amor, se encuentra la verdadera esencia del escritor que se muestra sin tapujos, como es, sin pretensiones, se desnuda ante la persona a quien escribe. ¿Cómo decía el dicho? Sólo el escritor sabe para quién escribe y el lector lee a quien extraña.

Es en la carta de amor donde se establece la verdadera comunicación, creo yo, porque la respuesta no necesariamente viene en forma escrita. La respuesta está en la reacción que le sucede, en la ausencia misma de respuestas, en la actitud de quien tiene la carta entre sus manos. Lo mejor que he escrito en mi vida, ha nacido bajo este pensamiento. Cómo olvidar aquella carta de amor que le entregué el día de San Valentín pasado. La carta en sí misma no es un medio, es un fin.

Las cinco cartas que escribió Sor Mariana, forman parte del imaginario público gracias a las obras teatrales que se han adaptado en torno a ellas. Precisamente, las descubrí gracias a una amiga actriz que publicó algunos fragmentos como estados de Whatsapp. Cuán agradecido estoy de que lo haya hecho pues, en una noche cualquiera, su lectura le dio calma a mi corazón que sigue soportando feroz la ausencia de la dueña de mis cartas de amor.

Es increíble, la primera carta se encuentra fechada en algún punto de 1667 pero, si desconociéramos este dato, muy poco diferenciaríamos entre estas cartas escritas hace más de 300 años y aquellas que se escriben en la actualidad. Los seres humanos evolucionamos y los progresos tecnológicos son demasiados, pero nuestros sentimientos no han cambiado.

Comenzamos con una primera carta colmada de esperanza y de cariño, hasta aquella última en que desistimos, en la que nos rendimos y permitimos que el amor se convierta en odio, desprecio o alguna de las varias formas corruptas del sentimiento original. Así son las cartas de Mariana Alcoforado, monja portuguesa enamorada de un capitán francés que la abandonó para jamás volver.

«Salgo lo menos posible de mi cuarto, adonde viniste tantas y tantas veces y ahí contemplo tu retrato […] Pues todos mis anhelos se frustraron y ¡no volveré a verte en mi cuarto con todo aquel ardor, con toda aquella pasión impetuosa que me mostrabas! […]» 

 

Cartas portuguesas de amor

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Cuando te veía a diario mis esperanzas no se limitaban a recordarte, pero me has enseñado que debo someterme a todo lo que tú quieras. Sin embargo no me arrepiento de haberte adorado, y acepto dichosa que me hayas seducido; el rigor de tu ausencia quizás definitiva para nada disminuye el fuego de mi amor. Quiero que todos lo sepan, no hago un misterio de ello, y estoy feliz de haber hecho todo lo que hice por ti dejando a un lado mi recato. Puesto que comencé a amarte, empeño mi honor y mi religión en seguir haciéndolo perdidamente para toda mi vida.

[…]

Creo que hablo demasiado a menudo del estado insoportable en el que estoy; y sin embargo te agradezco desde el fondo del corazón la desesperación que me causas, y aborrezco la tranquilidad en que viví antes de conocerte.

[…]

Adiós, más pena tengo yo en terminar mi carta que tú en dejarme, quizás para siempre. Adiós, no me atrevo a llamarte con mil nombres tiernos, ni a abandonarme libremente a mis impulsos. Te amo mil veces más que mi vida y mil veces más aún de lo que pienso… ¿Por qué envenenaste así mi vida? ¿Por qué no nací en otro país? Adiós, perdóname. Mira a qué se ha reducido mi suerte: ni siquiera me atrevo a rogarte que me ames. Adiós.

– Mariana Alcoforado

eStela y epitAfio

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¿Quién diría que eras tan frágil… que serías así de raro?, medita Mausoleo observando nuevamente a Epitafio, cuya barbilla, cuello y pecho son alumbrados por el sol que en la distancia está emergiendo poderoso. ¿Quién diría que una vieja iba a ponerte así de inquieto?, insiste el grandote para sí, pues no consigue comprender que una mujer descomponga tanto a un hombre: no imagina, no podrá jamás imaginarse Mausoleo, que para este hombre, que llegó al mundo de la nada y que así, desde la nada, ha intentado habitarlo, una mujer sea el único hogar que hay en la tierra.

¡Y hace rato tan ogete… dando y quitando tú la suerte… vete ahora suplicando que ella te hable!, piensa Mausoleo, retirando sus ojos del perfil de Epitafio y avistando, a través del parabrisas, cómo emergen, remolcadas por los rayos del gran astro, las siluetas de las cosas que habitan Sombras de Agua, suma, en las profundidades más oscuras de su mente: ¡tan culero y suplicando que te llame… que te quiera a ti una vieja!

¡Una vieja como hay tantas!, insiste Mausoleo contemplando la danza que escenifican tres mil mirlos en el cielo: si no es capaz de comprender que esa mujer que está él imaginando es el hogar de Epitafio, no es capaz tampoco de entender que Estela, esa mujer que allá en la sierra se ha vuelto a sumir en la inconsciencia, además de ser la única morada de Epitafio, es su mundo entero.

[…]

Mausoleo delibera: hice bien en no jugarme con él todas… muy bien en seguirles a los dos yo aquí sus juegos… este imbécil no es el buenono es el cabrón que había pensado… este pendejo no se da ni a sí la suerte.

¡Y además por una vieja… todo esto y nada más por una vieja!: Mausoleo sigue siendo, seguirá siéndolo incluso cuando todo haya acabado, incapaz de comprender que no es Estela una mujer únicamente. Mausoleo, que está ahora retirando su mirada de Epitafio, no será nunca capaz de entender que Laciegadeldesierto, además de una mujer, es una historia: la única en que habría podido Epitafio representar un día su vida.

– Emiliano Monge en Las tierras arrasadas.

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Escribo tan solo por escribirte un poquito más…

23 septiembre 2019 1 comentario

MadameBovary02

30 de septiembre

¡Mátochka, Várenka, palomita mía, inestimable mía! ¡Se la llevan, se marcha usted! ¡Sí, ahora sería preferible que me arrancaran el corazón del pecho, antes que apartarla de mi lado! ¿Cómo puede ser esto? ¿Llora y se va? Acabo de recibir su cartita toda salpicada de lágrimas. ¡Luego usted no quiere marcharse, luego a usted se la llevan a la fuerza, luego usted siente pena por mí, luego usted me ama! Y entonces… ¿con quién va a estar usted ahora? Allí su corazoncito se sentirá triste, asqueado y frío; lo marchitará la melancolía, la nostalgia lo partirá en dos. Allí se morirá y la sepultarán en la húmeda tierra; ¡y nadie llorará por usted!

[…]

Pero ¿dónde estaba yo? ¿Qué estaba mirando boquiabierto como un tonto? ¡Creía que eran caprichos infantiles, desvaríos de una cabeza febril! Habría debido simplemente… pero no, ¡tonto de remate!, no pensaba nada, no veía nada, como un alma cándida, como si la cosa no fuera conmigo; ¡si hasta fui corriendo a buscar el volante!… Sí, Várenka, me levantaré; para mañana, espero haberme repuesto y entonces ¡me levantaré!… Me arrojaré bajo las ruedas, mátochka, ¡y no dejaré que se vaya! Pero ¿cómo es posible? ¿Con qué derecho se hace todo esto? Me marcharé con usted; correré tras su carruaje y, si no me lleva con usted, seguiré corriendo con todas mis fuerzas, hasta que me quede sin aliento y exhale el último suspiro.

[…]

¿Cómo es posible, Várenka? ¿A quién voy a escribir cartas yo, mátochka? ¡Sí! Téngalo usted en cuenta, mátochka, ¿a quién voy a escribirle cartas yo? ¿A quién voy a llamar mátochka? ¿A quién le voy a dirigir expresiones cariñosas? ¿Dónde la encontraré después, angelito mío? Me moriré, Várenka, me moriré irremediablemente; ¡mi corazón no soportará tamaña desdicha! La amaba a usted como a la luz divina, de usted todo lo amaba, mátochka,  querida mía. ¡Vivía solo para usted! Trabajaba, escribía, caminaba, paseaba y vertía mis observaciones en el papel, en forma de cartas amistosas, todo porque vivía usted ahí, mátochka, enfrente, tan cerca. Usted quizá no lo supiera, pero ¡era exactamente así! Sí, escúcheme, mátochka, reflexione, mi querida palomita, ¿cómo puede ser que usted se marche de nuestro lado? Querida mía, usted no puede irse, es imposible; ¡sencillamente, no cabe ni la más remota posibilidad!

[…]

Siga usted escribiéndome, siga escribiéndome alguna carta contándomelo todo y, cuando se marche, escríbame también desde allí. Pues si no, mi ángel del cielo, esta será la última carta; y de ningún modo esta carta puede ser la última. ¿Cómo va a ser la última, así, tan súbita e irremediablemente? De ninguna manera, yo voy a escribir, y usted también lo hará… Ahora que empezaba a coger cierto estilo… ¡Ay, querida mía, qué más dará el estilo! Yo ya no sé ni lo que escribo, no lo sé en absoluto, no sé nada, y no lo releo, y no corrijo el estilo. Tan solo escribo por escribir, tan solo por escribirle a usted un poquito más… ¡Palomita mía, querida mía, mátochka mía!

 

– Fiódor Dostoievski en Pobre gente.

Ya nadie baila (fragmentos)

Estar enamorado y leer poesía son verbos que nacieron atados. Acciones que encuentran el motivo de su existencia la una con la otra. Y aquí estoy, ahogándome en sentimientos por ella, mi S, leyendo a Elvira, y acotando los versos predilectos, los que me hacen pensar en mi inSecta:

YO NO QUIERO SER RECUERDO

que no me elijas,

pero que siempre regreses a mí para encontrarte.

[…]

quiero que me pienses tanto

que no sepas lo que es

tenerme ausente.

 

LA ÚLTIMA PRIMERA VEZ

Nos dijimos tantas veces adiós

que despedirnos

significaba reinventar un reencuentro.

[…]

Sueño tanto con ella

que verla es seguir dormido.

[…]

Hay cosas que no pueden terminarse

porque nunca han comenzado.

 

LLOVIMOS TANTO QUE ME AHOGUÉ

Quise decirte que mi papel

siempre se redujo a contemplarte desde lejos

y volverte tinta,

que pudimos

y aunque no fuimos

siempre seremos

 

ANTES

antes

de todo lo que venga durante y después de mí

estás tú

porque empapas mis virtudes

y nunca has disimulado mis defectos,

porque la admiración y el amor se han hecho uno

cuando alguien me pregunta por ti,

 

MI VIDA HUELE A FLOR

He querido tanto

que me he olvidado.

[…]

He caído

pero he visto estrellas en mi descenso

y el desplome ha sido un sueño.

 

LUGAR. CASA. HOGAR

A ti podría decirte

que si algún día me abandonas

me colocaré delante,

justo en ese preciso lugar

que no te permita nunca

mirar hacia atrás con pena.

A ti podría decirte

que has de saber que ya ocupas mis ojos,

que llevo tu risa incrustada en mis arterias,

 

ERES LO MÁS BONITO QUE HE HECHO POR MÍ

Pero no te alejes demasiado,

sigo necesitándote por si enfermo.

[…]

es posible que si te marchas llore hasta inundar

medio continente,

y ya tenemos bastante con los desastres naturales

como para añadirle el mío,

¿no crees?

[…]

Eres

la sonrisa

que no cambia este puto mundo de mierda

pero hace que me dé igual vivir en él,

 

LA POESÍA JAMÁS TE OLVIDARÁ

¿pero quién sabe cómo deshacerse

del rastro de una estrella fugaz

cuando ya te ha mirado a los ojos?

Uno es preso de todo lo que ha amado

porque el amor es una condena de cadena perpetua

en una cárcel sin rejas.

[…]

Hubiera jurado que fuiste real

cuando te vi llorar por mí,

cuando temblaste de miedo por mí,

cuando te descubriste besándome a mí.

[…]

No hay nada más triste

que querer hacer un best-seller

de un libro sólo para dos

[…]

Hay sueños

que son la estela de un deseo constante

y otros que reflejan anhelos secretos

y son casi pesadillas.

Adivina en cuáles sales tú.

[…]

Pero no tengas miedo

a que nadie te recuerde:

la poesía jamás te olvidará.

 

BAMBALINAS

Conocen el color de tus ojos,

habrá quien se atreva a decir que te ha visto llorar

como quien cuenta que ha visto una nube

[…]

Saben con certeza de qué color es tu voz

y me consuela:

de ti sólo podrán tener tu aire que ya no existe, que

ya es eco,

un recuerdo

[…]

Yo te he visto caer en el suelo derrotada como una flor

marchita a punto de ver partirse el cielo en dos mitades

siempre distintas.

Yo te he escuchado preguntándote por qué la vida

es a veces todo lo contrario a su nombre,

[…]

Yo, en un abrazo infinito de suerte,

te he visto quedarte después de las pesadillas.

 

EL MISMO SITIO DE SIEMPRE

Hoy he vuelto

al mismo sitio

de siempre por primera vez.

Ha sido como tener un espejo delante

y dirigir la vista hacia tus ojos:

un atajo.

[…]

Después he vuelto a casa

mientras pensaba en cómo piensas,

en qué harás los domingos por las mañanas sin mí,

[…]

Cuando no estás sólo te quiero lo que dura una canción,

[…]

Te he mirado lo suficiente como para no tener sueño,

te he mirado tan poco que aún me quedan mil sueños

por cumplir.

No quiero llegar a conocerte nunca para que nunca te acabes.

[…]

alguien me ha dicho:

para ser feliz sólo hay que querer serlo.

Y yo te quiero como si no existiera otra opción,

así que imagínate

lo

feliz

que soy.

 

PERDONA LA PRIMAVERA

Aquel día supe

que jamás terminaría de 

quererte,

que nunca se acabaría este impulso animal de

quererte,

que de ningún modo dejaría olvidada en ningún

sitio este ansia de

quererte.

No.

Si no estás,

este cuerpo me queda demasiado grande

y confundo los recuerdos con heridas.

 

PLEAMAR

Has de saber

que una persona está hecha de otras

y tú ocupas todo mi cuerpo.

 

REINA DE MI CASTILLO DE AIRE

Si pudiera llamarte amor

o si pudiera

tal vez

sólo llamarte.

Amor.

Me sobra olvido.

Me faltas tú.

 

– Elvira Sartre

Amor no correspondido

Si te amo,

te diré que te amo.

Y si eliges irte,

podría rogarte que te quedes

porque

te amo.

Pero no puedo hacer que te quedes

si tú decides alejarte.

Es seguro,

que no aparentaré que no me importa

sólo para negar que eres tú quien decidió apartarse.

Prefiero amarte y no ser amado

por ti a cambio,

y desmoronarme en mi dolor

por no tener tu amor,

que pretender que mi amor por ti

fuese una mentira.

Mi fortaleza no nace

de mi orgullo.

Proviene de mi vulnerabilidad

al abrir mi corazón

aún cuando se encuentra roto.

 

– Para S.

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Endgame: Recordar quién eres

Ya tiene poco más de un mes desde que se estrenó la bomba mediática de Disney/Marvel, Avengers: Endgame. El efecto fue inmenso: personas abarrotando las salas de cine, boletos para el estreno agotados, un terror generalizado por spoilers y la eterna batalla entre fanboys, niños rata y fanáticos ocasionales. En su momento, era demasiado «mainstream» hacer cualquier comentario en torno a la película; la competencia estaba en demostrar quién era verdadero fanático y quién se sabía todas las líneas argumentales pues los cómics las habían detallado desde hacía un par de años.

Mirar esa película resultó una verdadera culminación de todo un ciclo. Pero no hablo de un ciclo de películas, sino de un ciclo de mi vida. Toda mi vida crecí al lado de estos personajes: el Hombre Araña, el Capitán América, Thor, Wolverine, Punisher, Thanos, etc., con cada uno he identificado una parte de mi crecimiento y desarrollo personal. Sé que suena demasiado básico, pero es la verdad y me arriesgo a ser etiquetado junto con ella.

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La película me hizo reír, me hizo angustiarme, me arrancó demasiadas lágrimas e hizo que mi corazón se detuviera y acelerara en más de una ocasión. Mirar al Capitán levantar a Mjolnir, presenciar el encuentro de Tony con su padre del que nunca se pudo despedir, el sacrificio de Natasha, entre otros momentos, son de esas cosas simples que me dejaron sin aliento. Son esas cosas simples de las que no todos aprender a disfrutar.

Hace un par de horas fui al cine a ver la película una segunda ocasión, justo antes de que desaparezca de cartelera. Lo cierto, es que aunque no deseaba perder la oportunidad de verla en pantalla grande una vez más, me costó trabajo asistir a mirarla pues tenía la ferviente ilusión de hacerlo al lado de inSecta. Teníamos ese plan justo antes de que las circunstancias nos golpearan nuevamente y tuviésemos que guardar distancia el uno del otro una vez más. Me ganó el deseo aunque no pasó un sólo segundo en el que no deseé que la persona a mi lado fuera ella, a la que me refiero como la mujer de mi vida.

En fin, quería compartir un par de reflexiones sobre lo mucho que esta película significa en mi vida y cómo ciertas situaciones aleatorias parecen más representativas en mi existencia de lo que cualquiera podría creer.

Thor, aún digno

La primera vez que vi al Thor de Endgame (5 años después), mi reacción fue de risa total, no paraba de decirle a mi bro, «no chingues con el Thor totalmente tirado al carajo!», repetí la frase un par de veces, seguí riendo y la broma de mi círculo cercano era que el asgardiano era mi retrato en un futuro si mi lucha por estar al lado de inSecta fracasaba. En algún punto, ella misma hizo el comentario. En algún punto, me he estado transformando en él.

Hoy que lo vi de nuevo, me di cuenta de lo profundamente triste que es la situación de Odinson: perdió poco a poco a cada miembro de su familia, perdió a la mitad de su pueblo que ya de por sí se encontraba al borde de la extinción. Y no importó ser digno, no importó descubrir su fuerza interna, no importó soportar el poder de una estrella directamente en su cuerpo, al final, no logró salvar a quienes más amaba. Descuidó su cuerpo e ignoró toda responsabilidad.  Hasta que viajó al pasado y recibió la lección más valiosa de parte de su madre, Frigga. Tenemos que dejar de fracasar en lo más fundamental, ser nosotros mismos. Entonces extiende su mano y Mjolnir se acerca, aún es digno. Ser digno no evita estar en un agujero de depresión ni evita que nos consideremos un fracaso cuando no lo somos.

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Después de tanta lucha, por momentos siento que me convierto en ese Thor, me siento indigno aunque no lo sea, siento que no puedo dejar de fracasar en mis intentos por obtener la oportunidad que tanto añoro con mi chica. Y sí, he aumentado de peso y me encuentro fuera de forma. Es sumamente triste ver a un héroe roto y por eso, sabiendo que para algunas personas soy una motivación y hasta un «héroe», evito mostrar que mi corazón flaquea y que por momentos se siente totalmente derrotado por circunstancias sobre las que no tengo control.

La película se estrenó a las 00:00 hrs. del día viernes, 26 de abril, aunque siendo justos, prácticamente era la noche de jueves para todos nosotros. Fue la noche del mismo jueves en que inSecta conoció a mi madre; recuerdo estar sentado en una mesa de un Italian Coffee observando una escena en la que mi mamá y la chica de mis sueños intercambiaban algunos comentarios y otras cuantas sonrisas más. Era precisamente esa imagen de Thor observando el momento en que su chica, Jane Foster, y su madre platicaban y reían juntas tras haberse conocido.

Black Widow, «ella lo sabe»

Natasha se sacrifica para que Clint pueda obtener la gema del alma y con ésta, la oportunidad de revivir a todos aquellos que perecieron debido a las acciones del titán. Durante el funeral de Tony, Bruce Banner se pregunta si de alguna manera Natasha sabría que su sacrificio no fue en vano y que al final triunfaron. Alguien le dice, «ella lo sabe», y entonces Bruce recibe la paz que tanto necesitaba.

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Un día antes del estreno, inSecta y yo nos dirigíamos al tercer piso del hospital para visitar a una de mis alumnas que luchaba por mantenerse con vida ante el enemigo silencioso del cáncer. Justo antes de subir a verla, ella falleció. Lloramos mucho ese día. Tiempo después, hace casi dos semanas, me tocó subir calificaciones finales y cuando el sistema de la universidad me solicitó la calificación de mi alumna, le puse un 10. Días después le comenté a inSecta sobre la calificación de Adriana, ese era su nombre, y le decía que me sentía triste porque Adri no pudo ver su calificación. InSecta me dijo, «ella lo sabe».

Iron Man, «siempre se trató de ti»

Tony piensa en Pepper, no deja de pensar en ella cada vez que se encuentra en una situación de la que podría no salir con vida: cuando carga el misil que impactaría en Nueva York, cuando aborda la nave de Ebony Maw, cuando se acerca el día en que su cuerpo no aguantará más andar vagando  por el espacio. Tony no desea arriesgarse a perder a la familia que ha formado al lado de Potts y aún así le debe a Peter Parker realizar un último intento de salvarlos a todos. Y lo logra, el único futuro de entre catorce millones en el que le ganaban a Thanos, era aquel en el que Tony sacrificaba su vida para salvar a la humanidad. Tony chasquea sus dedos y el ejército del Titán Loco se va. Tony está muriendo pero de alguna manera, es hasta que Pepper le dice «estaremos bien», que él por fin puede descansar.

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No hay un sólo momento en el que no piense en inSecta, cada decisión importante que tomo en mi vida desde hace dos años, conlleva una serie de suposiciones y probabilidades entre las que siempre se encuentra ella. Cada que pasa algo importante, busco alguna manera de que se entere ya sea de forma directa o indirecta. Hace unos días mi coche empezó a mostrar una falla con el sistema de la batería. Es algo sencillo pero que no puedo reparar por mí mismo. Por el momento, la solución consiste en simplemente mover el cable de uno de los polos. InSecta me regañó y me dijo que uno de estos días con lluvia voy a terminar electrocutándome, a lo que le he respondido que mientras tenga algo pendiente con ella, jamás moriré. Siempre se ha tratado sólo de ella.

Capitán América, el baile pendiente

Antes de quedar congelado durante 70 años, Steve Rogers le prometió a Peggy Carter que tendrían una cita en la que bailarían aunque él no supiera hacerlo. Cuando Rogers despierta, Peggy se ha ido para siempre, llegó demasiado tarde a la cita. Steve carga siempre el retrato de Peggy. Durante Endgame, el Capitán viaja al pasado sólo para mirarla a ella momentáneamente a través de un cristal. La mujer de su vida parece siempre tan distante. Una vez que triunfan sobre Thanos, el Capitán se hace cargo de devolver las gemas del infinito a los puntos del tiempo de donde las extrajeron, sólo que él jamás regresa al presente, decide llegar a tiempo a la cita que nunca sucedió. La escena final de la película nos muestra a Steve y Peggy teniendo por fin ese baile que el Cap durante tantos años esperó. Técnicamente, desde que fue descongelado, Steve tuvo que esperar 7 años para poder estar al lado de su chica, pero lo logró.

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No hay nada en este mundo que disfrute más que bailar con inSecta. Soy malísimo bailando, totalmente terrible, pero a ella no parece importarle cuando llegamos a coincidir en una «pista de baile». En nuestra primera «cita» bailamos un poco, después tuve que esperar más de un año para volver a bailar con ella en una fiesta de graduación; días antes a su cumpleaños, en una fiesta casera en el departamento de uno de sus amigos, mientras el resto de personas parecían ya estar muy borrachas, puse una canción y la invité a bailar en la pequeña sala del lugar; por último, en su fiesta de cumpleaños bailamos un par de piezas más. Son realmente contadas las ocasiones en que lo hemos hecho, pero han sido esos momentos en los que el mundo dejó de existir y sólo eramos ella y yo. Sigo soñando que bailo con ella como si fuera la primera vez. Solía cargar una de sus fotos en mi cartera y observarla antes de enfrentar cualquier tipo de reto, ahora prefiero traerla de fondo de pantalla en mi celular. Sueño que el final de Endgame será muy similar al de nuestra historia y que bailaremos lentamente una de nuestras canciones en nuestra propia casa y que tendremos la más bella de las vidas en pareja. Llevo esperándola dos años, ¿qué son cinco más?

Thanos, lo inevitable

Tal vez haga falta que, como el Cap, llegue al punto en el que sea tan digno que pueda cargar a Mjolnir, que sea capaz de levantarme cuando todo parezca perdido. Que aún con el cuerpo y el escudo rotos y con un ejército frente a mí, tenga la capacidad de encarar al peligro. Sin duda, Thanos y el Capitán luchando son como las dos partes de mí enfrentándose día a día. Aunque me identifique tanto con el personaje del titán, lo cierto es que el Cap, de entre todos los héroes, ocupa un lugar muy especial en mi corazón; aspiro a ser como el Capitán América, justo, noble, desinteresado, líder, inspirador, valiente, que sin ser el más poderoso no deje de ser el que todos voltean a ver cuando necesitan una figura que los guíe. Lo anterior, alguna vez se lo dije a inSecta y ella me respondió, «ya eres como él».

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Por otro lado, el titán. Inteligente, fuerte, despiadado, centrado, temible, incontenible; representa todo lo que soy cuando me olvido de lo que siente mi corazón. En el fondo, Thanos, el verdadero, no el de la película, resulta ser más complejo de lo que aparenta. Al final, es sólo un personaje que se motiva a sí mismo por amor, por el amor que pareciera que jamás encontrará y que cada que parece que lo alcanza, lo hace para perderlo una vez más. Thanos rebasa al poder de las gemas en realidad, no las necesita, sólo son un medio más veloz de cumplir lo que por su propia cuenta puede hacer.

Y aquí estoy preguntándome si en verdad puedo llegar a ser como el Capitán América, o si debo sucumbir ante aquello que siempre he sido, un titán loco solitario que sueña despierto en lograr lo que no le costaría hacer si tan sólo se prestara un poco de atención.

(inSecta, si estás leyendo esto, estoy seguro de que la veremos juntos algún día, compraré la versión extendida, estaremos en un sillón muy cómodo, descansarás tus piernas sobre las mías, tendremos un par de botellas de lambrusco barato y te reirás sintiendo profunda ternura cuando me veas llorar por admirar la escena en la que todos los Avengers se reúnen para combatir al ejército de Thanos. Y será perfecto porque todo lo ordinario se vuelve extraordinario cuando estamos juntos)

Thanos se aparece en el tiempo actual y sabe que los Vengadores lo habrán de confrontar, por lo que tras dar órdenes a sus subordinados, se sienta a esperar. Probablemente me encuentre en ese mismo momento de mi vida. Las cartas ya se han jugado y ahora sólo resta esperar.

Una mujer difícil

Me encontré este texto de autoría anónima, lo he modificado un poco pero créditos a quien escribió la primera versión. Me leyó el pensamiento y el corazón…

No todo el mundo puede tener la suerte de estar con una mujer difícil.
Sí, suerte, porque las mujeres difíciles son como el agua limpia de una cascada, son fuertes, brillantes, sinceras, empáticas.
Las mujeres difíciles no se conforman, pueden ser tan crueles como el diablo y adorables como el más bello de los querubines.
Huyen a menudo, se enfadan y a veces gritan sin control pero siempre te miran a los ojos siempre.
Son difíciles porque son inteligentes, muy inteligentes, incontrolables; rebasan todo canon al que se les quiera sujetar.
Tienen los ojos casi siempre tristes, casi siempre felices, casi siempre las dos cosas.
Saben amar, pero amar duro, amar fuerte, ¡sin límites! No se les puede detener cuando aman, del mismo modo en el que no se puede detener a una tormenta que se ha anunciado.
Estar al lado de este tipo de mujer es vender el alma al diablo, significa abrazar la locura, porque estar loco es lo que hacen sentir.
Se puede mirar en retrospectiva y pensar que tal vez sin ella se habría estado mejor, más tranquilo, más sereno, quizás sí, quizás no…
Pero con ella se siente que la vida es vivida y después de eso, sin ella, la muerte es lo único que se puede desear.
Hay quien abandona a este tipo de mujeres, quien se va…. pero es seguro que nadie las olvida, porque son terriblemente complicadas e irreemplazables.
Se diría que son de edición limitada, así se les nombra a ellas.

– Anónimo

…pues he tenido suerte, estoy terriblemente enamorado de una mujer difícil a la que no he de abandonar jamás, esa mujer difícil a la que he apodado inSecta.

El temor de un hombre enamorado

En alguna ocasión, platicaba con insecta sobre nuestros peores temores. Independientemente de aquello que nos contamos, pasaron muchos meses, tal vez más de un año hasta que el tema volvió a salir. Yo había olvidado la conversación original y ella me lo recordó. Para ponerla a prueba, le pregunté, ¿a qué es a lo que más le temo?, y respondió, «a perderme». Precisamente, hubo algún otro momento en el que una de mis mejores amigas me lo advirtió, que ella sepa cuánto la amo y lo mucho que tengo miedo de perderla, es la peor arma que se le puede dar a una mujer. Curiosamente, hace dos días, le increpé a insecta haberle dado la peor de las armas que podría darle. Altanera y orgullosa (sin intención de hacer referencia alguna), aseguró que yo no le dí el arma, sino que ella solita la obtuvo (y me fascina esa soberbia en ella).

No he podido evitar el preguntarme nuevamente sobre mis peores temores. Temo lo que, imagino, temen todos los hombres: a morir sin haber cumplido las metas propias de la vida; a las alturas extremas; a las serpientes; o qué se yo, a lo desconocido y demás palabrería poética sobre lo efímero de nuestro paso por este mundo. Y sin embargo, entre esta montaña rusa de emociones en la que me subí con insecta, puedo dilucidar un temor muy real que por momentos parece cumplirse y por momentos parece tan distante.

Creo firmemente que un hombre enamorado, no cualquier hombre enamorado, sino uno que de verdad ama lo suficiente como para anteponer al ser amado frente a todo, siempre tiene el mismo temor. No hablo del temor a no ser correspondido, eso es algo que tarde o temprano todos enfrentamos. Hablo de ese temor nacido de la incertidumbre suprema que provoca ese ser amado.

Uno ama, pero no puede estar con el ser amado. Existen siempre circunstancias que escapan al control de quien ama: diferencias socioeconómicas, diferencias religiosas, la presencia de un ‘otro’, dificultades profesionales, distancias físicas o emocionales, etc. A pesar de esto, el hombre enamorado está dispuesto a sortear las circunstancias. Se sabe a sí mismo capaz de enfrentar y de vencer a la adversidad. Carajo, uno se sabe capaz de ir al infierno y regresar de él por ella, por el ser amado.

Sin embargo, el temor más grande está ahí, implícito en esa actitud de enfrentar absolutamente lo que se le pare enfrente. Porque así como el hombre se sabe capaz de todo y se siente seguro de ser vencedor ante ese todo; es así como piensa que tras sortear todo tipo de dificultades, la recompensa aguarda: el amor de la persona amada.

Pero, ¿y si no sólo se trata de vencer a las circunstancias?, ¿qué pasa cuando el otro deja de existir pero ella sigue alejada? ¿Qué pasa cuando las dificultades se superan y las amenazas son derrotadas y a pesar de esto, no accedemos a ese amor de la persona amada?

Ese es el peor temor de un hombre enamorado, que no sean las circunstancias las que no le permitieron desde un principio estar a su lado; que siempre haya sido ella la que decidió no elegirlo para compartir su amor. Se decía justificado, se decía que cuando las circunstancias cambiaran, entonces obtendría todo eso que por tanto tiempo añoró; y finalmente, cuando las circunstancias cambiaron, se dio cuenta de que no eran éstas las que le impedían ser feliz al lado de su amor, simplemente no lo iba a ser.

 

Been there, read that (CLX)

3 septiembre 2018 3 comentarios

La orquesta de lluvia

Aut. Hansjörg Schertenleib

91jqZkqkSgLEste fue un libro que llegó a mis manos por pura obra del destino. Hace casi un año, por ahí de octubre del 2017, insecta me mostró la portada de un libro que no podía conseguir y que tenía muchas ganas de leer. Si hay algo que no puedo evitar, es regalar un libro y menos si éste es el deseo de la persona a la que amo. Apenas había conocido el título y ya me aprestaba a buscarlo en Gandhi, agotado; en El Sótano, agotado; en Los Ángeles, agotado; en Librerías León, la búsqueda arrojaba cero resultados; y así con el resto de librerías. Recordé entonces que en algún lado tenía la tarjeta de un señor que en cierta ocasión me vio comprando libros en un botadero y que afirmó tener la capacidad de conseguir lo que necesitara si un día lo necesitaba. Afortunadamente, encontré la tarjeta y contacté al señor que tres semanas después me indicó que podía pasar a recoger el título en cuestión.

Aquel día, durante la primera semana de noviembre, le pedí a insecta me acompañara a tomar unas fotos con mi coche pues cumplía dos años de habérmelo comprado; lo cierto, es que sólo fue un pretexto para acercarnos a la librería de aquel hombre. Después de la improvisada sesión fotográfica, le pedí me esperara en el auto mientras lo dejaba en doble fila y bajaba por una sorpresa para ella. De sorpresa fue el rostro de insecta cuando puse en sus manos aquel libro que parecía imposible de encontrar: La orquesta de lluvia.

Ahora bien, no sé realmente cómo se enteró ella de este libro ni de dónde surgió su necesidad de leerlo. Sinceramente, de no haber sido por el conocimiento que ella tenía de la obra, muy probablemente hubiera pasado frente a mis ojos como cualquiera de los cientos de libros que te encuentras en decenas de librerías. El caso es que, siete u ocho meses después, vagaba en la librería que hay en la zona donde estudio el doctorado y, como predestinado, ahí estaba otro ejemplar de La orquesta de lluvia frente a mí. Era el único y ni siquiera estaba en el mueble donde se ubicaban el resto de libros de la misma editorial.

Esta claro que no lo pensé dos veces, me hice con aquella novela que ella leyó en algún momento de finales del año 2017. Necesitaba leerlo, pues ahora que me encontraba lejos de ella, era un modo más de sentirme cercano.

No sé si haya sido esta historia previa la que me predispuso o si en verdad el libro por sí solo me hizo sentirlo, pero la obra de Schertenleib me provocó lágrimas y sonrisas; me hizo sentirme tan dentro de la historia que cada que cerraba el libro, sentía el frío de la provincia de Donegal, en donde se lleva a cabo la mayor parte de la historia, podía escuchar la lluvia golpeando mi ventana y a mi nariz llegaba el olor de naturaleza mojada, incluso podía visualizar al mar en un paisaje de tonos grisáceos.

Un escritor que ha sido abandonado por su esposa se encuentra a una anciana, Niamh, que pronto se hace su amiga y se interesa por contarle la historia de su vida. De alguna manera, el tormento del amor perdido se ve reducido por la proximidad de esta extraña amiga que surge de la nada. La orquesta de la que hablamos no es más que el sonido que se produce cuando el granizo choca contra los diversos frascos amontonados en una mesa que yace a la intemperie en el jardín trasero de la casa de la anciana.

Ella es ruda, él busca la redención ante sí mismo. La historia nos muestra cómo no podemos aislarnos en un fracaso, pues la vida siempre tiene otras formas de golpearnos. Cuando hemos de superar alguna dificultad, allí estará otra aguardándonos; y sin embargo, el mensaje implícito es que la tristeza puede ser bella y forma parte de la esencia del ser humano.

Hacia el final de la narración, las lágrimas son inevitables pues mucho de lo que visualizamos desde el primer capítulo poco a poco se cumple. Es simple el ciclo de la vida. Hace unos días, me negaba a leer el epílogo del libro, sentía que una parte de mí se quedaría encerrada en esa historia. Lo más seguro es que así haya sido. Imagino el rostro de insecta mientras leía esas mismas páginas que meses después yo leí; me pregunto si a ella le provocaron los mismos sentimientos que a mí; me pregunto si ella pensaba en mí como yo en ella cuando imaginaba las historias de infancia y juventud de Niamh.

Me gusta creer que algún día podré platicar sobre la historia con insecta. Contarle cómo por arte de magia se me apareció el mismo libro que le regalé y que costó tanto encontrar la primera vez. Curiosamente, ese libro que ella posee no tiene ninguna dedicatoria, se lo entregué inmediatamente después de que lo pusieron en mis manos. Supongo que algún día podré escribírsela de manera tardía. Algún día en el que estemos juntos, abrazados, el cielo esté nublado, las lluvia se precipite y podamos escuchar la melodía de un concierto privado que las gotas de agua nos brindarán.