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Archive for agosto 2014

Buffy

Buffy

De alguna manera, en la familia me he caracterizado por ser el serio, el que no le gustan las fiestas familiares y el que, en los velorios, jamás suelta una lágrima o muestra un ápice de tristeza. Hace dos días, mostré lo contrario y tuve uno de los peores días en lo que va del año, mi mascota, una rottweiller de nombre Buffy, extinguió su luz tras casi catorce años de vida a mi lado.

Nació un 12 de febrero del 2001, me la entregaron cuando tenía mes y medio de edad. Desde chiquita se acopló muy bien a la casa y hasta mi señora madre, que había regalado cualquier intento de mascota en la casa, decidió que valdría la pena tenerla. Apenas con 6 meses de edad, se enfrentó a una enfermedad mortal para los caninos, el parvovirus, tras noches y noches de evacuaciones de sangre, estábamos listos para su partida de este mundo; sin embargo, fue el más fuerte de los animales y sobrepasó un obstáculo que prácticamente ningún perro supera. El día en que la vi caminar después de semanas en las que no podía mantenerse en pie, no pude evitar las lágrimas.

Pasaron los años y se comportó como una excelente amiga y mascota, nos cuidó, cuando peleábamos se metía en el medio para separarnos, jamás atacó a nadie que no fuera una amenaza. Tuvo también unos cachorros hermosos y siempre estuvo ahí para mí en mis momentos de tristeza y de lágrimas.

Como es ley de vida, pronto asimiló las características propias de mi padre y mías. Se volvió obstinada, necia, gruñona y orgullosa. Amaba que la acariciaran pero no soportaba que la abrazaran o que la trataran de cargar, gruñía y tiraba de mordidas (jamás con la intención de lastimar, sólo la de espantar) a quien rebasaba su límite de espacio animal. 

Hace unas semanas, su debacle comenzó y como es característica de su edad y raza, su cadera comenzó a fallar, en cuestión de días, sus patas traseras dejaron de servir y ya no podía desplazarse a gusto por la casa. Cayó en depresión y dejó de comer, se limitaba a uno o dos bocados y guardar fuerza suficiente para arrastrarse a una zona de la casa donde pudiera vernos aunque sea de lejitos. Cuando se dio cuenta de que teníamos que cargarla para moverla de un lugar a otro, se entristeció aún más y nos mordía cuando nos acercábamos.

Decidimos que esa ya no era vida para nuestra querida hija. La subimos al coche y el día 15 de agosto de 2014 a las 11:50 am recibió una inyección que la dormiría para siempre. Era de esperarse que una perra tan buena y tan fuerte no se rindiera a la primera: a pesar de que su corazón se detuvo a los pocos minutos de aplicada la inyección, continuó respirando una hora completa, sus encías ya eran blancas y sus ojitos habían perdido el brillo de la vida, pero su pecho seguía inflándose y desinflándose, se negaba a morir. A las 12:50 pm dio el último suspiro y falleció. Durante esa hora no dejé de abrazarla y decirle «ya Buffy, a dormir!».

La enterramos en el patio trasero de la casa de mi abuela, con una cruz pequeña de madera sobre su pancita. Colocamos la última pala de tierra y le ofrecimos una oración. El día de ayer comimos pollo en la casa, junté los huesos y los fui a tirar en su plato, fue entonces que caí en la cuenta de que ya no está. Cómo extraño a mi perrita hermosa, sé que es así el ciclo de la vida de todos nosotros, seres vivos, pero aún así es poco el consuelo que da tal conocimiento.

Por momentos siento que la traicioné y que incluso la asesiné, tal vez ella no quería morir todavía, pero no pude soportar que ya no fuera capaz de moverse para cumplir sus más básicas necesidades. Le lloro en esos momentos en los que la pienso o en los que veo sus últimas fotos. Un ángel peludo de cuatro patas me sigue cuidando desde allá arriba en donde está. Adios mi Buffyta, espérame que otro día nos vamos a reunir y me podrás morder y besar como lo hiciste durante tantos años.

Mis tardes de sábado a tu lado

Bukowski

Been there, read that (CXV)

Dos miradas al Fascismo. Diego Rivera y Carlos Monsivais

Aut. Rafael Barajas Durán

Dos miradasMe he rehusado toda la vida a vivir en el Distrito Federal como lo hacen actualmente la mayoría de mis compañeros de carrera que han encontrado grandes trabajos en la capital. Hasta el momento no lo he lamentado, lo cierto es que estoy muy a gusto lejos de las calles congestionadas, las marchas, el exceso de personas, etc. Ahora bien, hay algo que lamento de no vivir por aquellos rumbos: no poder disfrutar de la enorme cantidad de eventos culturales que se celebran día tras día. Uno de esos eventos que he añorado y que no pude disfrutar, fue una exposición sobre el Fascismo, que se llevó a cabo en el Museo del Estanquillo hace algunos meses.

Grande ha sido mi alegría al encontrarme con que la exposición fue trasladada al papel a través de este bello ejemplar. Nos encontraremos con una enorme colección de periódicos, carteles y propaganda varia que circuló en nuestro país durante los años de las guerras mundiales. Desde propaganda dirigida en contra y a favor del comunismo, hasta aquella que lo apoya como el único poder capaz de librarnos del mal que Hitler, Mussolini y Franco infundían en el planeta.

La colección, perteneciente al difunto pensador, Carlos Monsivais, es fabulosa. Los carteles poseen esa peculiaridad de hacerte sentir ese temor hacia el nazismo que intuyo se pudo sentir en esos entonces y la denuncia contra el bando nacional que apoyaba a los movimientos del eje no se hace esperar.

Sin duda una joya que debe ser adquirida para consultar y disfrutar varias veces. El texto es ligero e incluye todo lo necesario para entender el nacimiento del movimiento fascista y su influencia en la escena nacional. La historia de los grupos propios del país como lo fueron los camisas doradas y la labor que tuvo nuestra nación tanto en el apoyo como en el rechazo del choque de corrientes ideológicas de la época.

Been there, read that (CXIV)

El gato que venía del cielo

Aut. Takashi Hiraide

El gato que venía del cieloPoco o casi ninguno es el contacto que he tenido con la literatura oriental (a excepción de Miyamoto Musashi y su Libro de los Cinco Anillos), sin embargo, así como pasa con el cine o la comida, cuando nos acercamos a los que nos ofrece, encontramos ciertas sensaciones que no podemos evitar relacionar con aquellas lejanas tierras.

No sé usted, amable e inexistente lector, pero al hablar del lejano oriente, pienso en espiritualidad, paz, quietud, sanidad. Y es en eso en lo que se torna la lectura de El gato que venía del cielo: de las transiciones entre interiores y exteriores detallados y cargados de melancolía, de alargar nuestros dedos para que una pequeña libélula se pose en la punta de uno de ellos, de la calma que te provee ese enorme roble en el centro de un jardín bien cuidado con forma de zigzag.

Todo es así en una antigua casa que da hogar a varios inquilinos entre los que encontramos al autor, cuyo trabajo de editor lo mantiene con cierto hastío, una sensación que se ve aliviada cuando en su vida irrumpe un pequeño gato que ha sido adoptado por el hijo de la vecina. Este pequeño gato se vuelve más que una sola visión que tranquiliza, se transforma en parte de la vida de una pareja que lo transforma en ese escape de las presiones diarias.

Temas como la composición del hogar, el trato con los colegas, la búsqueda del lugar ideal para vivir, son los más recurrentes. La historia es agridulce pero cargada de enseñanzas. Corta y ligera, la novela del Señor Hiraide es obligada para los amantes de los gatos y de los animales en general.