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Archive for octubre 2019

Been there, read that (CLXXIX)

Cartas de amor de una monja portuguesa

Aut. Mariana Alcoforado

l9786077361725Oh, ¡las cartas de amor! Me vuelvo loco con aquello que escribimos cuando proviene de lo más profundo de nuestro ser. Me apasiona toda esa mezcla de emociones que se revuelven, se contradicen, se pelean, se arremolinan y se inflaman por el ser amado. Es por eso que el género epistolar nunca ha dejado de ser mi favorito. Escribiendo cartas de amor, se encuentra la verdadera esencia del escritor que se muestra sin tapujos, como es, sin pretensiones, se desnuda ante la persona a quien escribe. ¿Cómo decía el dicho? Sólo el escritor sabe para quién escribe y el lector lee a quien extraña.

Es en la carta de amor donde se establece la verdadera comunicación, creo yo, porque la respuesta no necesariamente viene en forma escrita. La respuesta está en la reacción que le sucede, en la ausencia misma de respuestas, en la actitud de quien tiene la carta entre sus manos. Lo mejor que he escrito en mi vida, ha nacido bajo este pensamiento. Cómo olvidar aquella carta de amor que le entregué el día de San Valentín pasado. La carta en sí misma no es un medio, es un fin.

Las cinco cartas que escribió Sor Mariana, forman parte del imaginario público gracias a las obras teatrales que se han adaptado en torno a ellas. Precisamente, las descubrí gracias a una amiga actriz que publicó algunos fragmentos como estados de Whatsapp. Cuán agradecido estoy de que lo haya hecho pues, en una noche cualquiera, su lectura le dio calma a mi corazón que sigue soportando feroz la ausencia de la dueña de mis cartas de amor.

Es increíble, la primera carta se encuentra fechada en algún punto de 1667 pero, si desconociéramos este dato, muy poco diferenciaríamos entre estas cartas escritas hace más de 300 años y aquellas que se escriben en la actualidad. Los seres humanos evolucionamos y los progresos tecnológicos son demasiados, pero nuestros sentimientos no han cambiado.

Comenzamos con una primera carta colmada de esperanza y de cariño, hasta aquella última en que desistimos, en la que nos rendimos y permitimos que el amor se convierta en odio, desprecio o alguna de las varias formas corruptas del sentimiento original. Así son las cartas de Mariana Alcoforado, monja portuguesa enamorada de un capitán francés que la abandonó para jamás volver.

«Salgo lo menos posible de mi cuarto, adonde viniste tantas y tantas veces y ahí contemplo tu retrato […] Pues todos mis anhelos se frustraron y ¡no volveré a verte en mi cuarto con todo aquel ardor, con toda aquella pasión impetuosa que me mostrabas! […]» 

 

Been there, read that (CLXXVIII)

26 octubre 2019 2 comentarios

El amigo

Aut. Sigrid Nunez

thumb_22096_portadas_bigEntre más escojo obras que (supongo) han de alejarme de mis pensamientos sobre inSecta, parece que más hallo motivos para renovar constantemente mi amor hacia ella. Después de todo, siempre se trata de ella. Puntos que resultan cruciales: las referencias. ¿Quién no ama las referencias? Es imposible cuando las referencias tienen prácticamente el mismo valor para ti que para quien las escribió. Dos escenas clave en mi haber literario: el capítulo titulado «la sonrisa de Karenin», en La insoportable levedad del ser de Kundera, son las páginas de un libro que más me han hecho llorar en toda la vida; por otro lado, David Lurie, en Desgracia de Coetzee, en la última escena de ese libro que me ha marcado tanto en la vida. Después de las referencias, vienen las coincidencias: Desgracia fue del último libro que platiqué con ella, lo terminó de leer en mayo, y La insoportable levedad del ser es el que está hasta arriba de la lista de libros que planeo regalarle en cuanto exista la oportunidad.

No sólo las referencias y las coincidencias, también es la trama: una escritora neoyorquina cuyo mejor amigo, mentor y casi amante, se ha suicidado, lo único que le dejó fue a su gran danés artrítico, Apollo. Ella entabla constantemente conversaciones ficticias con el que se ha ido,  nos damos cuenta de lo mucho que él significaba para ella. Él era al que ella admiraba en la universidad, aquel que la tomó como la única constante de su vida de entre todas sus relaciones tormentosas. Ella se niega a aceptar que Apollo probablemente sea lo único que la mantiene alejada de la locura que significa perder a ese hombre.

Sus reflexiones se centran en torno a cuatro grandes temas: el suicidio, las mujeres abusadas, el amor hacia los animales, la relación entre maestro y alumna. Desde sus visitas al terapeuta que constantemente la insta a aceptar que tiene problemas para relacionarse con el resto de seres humanos, hasta esos largo paseos al lado del canino que pronto se vuelve el sustituto de la protección y paz que le brindaba el difunto en vida, nos conectamos con esa relación que se da entre dos seres que se ven afectados por la ausencia de quien les brindaba paz. ¿Podrán hallarla el uno en el otro?

Una novela de apenas doscientas páginas que, sin embargo, contienen una fuerte carga emocional y de reflexión. Me encantaría tener la oportunidad de platicar cinco minutos con la autora para preguntarle cómo fue que eligió dos escenas particulares de dos libros específicos que para mí han significado tanto. Es increíble imaginar cómo alguien a miles de kilómetros en circunstancias diametralmente opuestas, pudo haber elegido exactamente aquello que más te ha marcado y decidir armar una historia en torno a su reflexión.

Si lees esto, S., este libro es una joya que te va a encantar.

Cartas portuguesas de amor

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Cuando te veía a diario mis esperanzas no se limitaban a recordarte, pero me has enseñado que debo someterme a todo lo que tú quieras. Sin embargo no me arrepiento de haberte adorado, y acepto dichosa que me hayas seducido; el rigor de tu ausencia quizás definitiva para nada disminuye el fuego de mi amor. Quiero que todos lo sepan, no hago un misterio de ello, y estoy feliz de haber hecho todo lo que hice por ti dejando a un lado mi recato. Puesto que comencé a amarte, empeño mi honor y mi religión en seguir haciéndolo perdidamente para toda mi vida.

[…]

Creo que hablo demasiado a menudo del estado insoportable en el que estoy; y sin embargo te agradezco desde el fondo del corazón la desesperación que me causas, y aborrezco la tranquilidad en que viví antes de conocerte.

[…]

Adiós, más pena tengo yo en terminar mi carta que tú en dejarme, quizás para siempre. Adiós, no me atrevo a llamarte con mil nombres tiernos, ni a abandonarme libremente a mis impulsos. Te amo mil veces más que mi vida y mil veces más aún de lo que pienso… ¿Por qué envenenaste así mi vida? ¿Por qué no nací en otro país? Adiós, perdóname. Mira a qué se ha reducido mi suerte: ni siquiera me atrevo a rogarte que me ames. Adiós.

– Mariana Alcoforado

A un joven poeta

22 octubre 2019 2 comentarios

rilke

Conozco bien este librito: diez cartas dirigidas a un estudiante que le escribió a Rilke para pedirle consejo cuando el propio Rilke no tenía más que veintisiete años. La octava carta contiene su famosa visión del mito de la bella y la bestia: Quizá todos los dragones de nuestra vida sean princesas que solamente esperan vernos alguna vez actuar con belleza y valor. Quizá todo lo que nos asusta sea —en su más profunda esencia— algo indefenso que solo ansía nuestro amor. Palabras a menudo citadas, o parafraseadas, también recientemente en un epígrafe de la película Dios blanco: Todo lo terrible es algo que necesita nuestro amor.

Cuídate de la ironía, ignora la crítica, ve a lo simple, estudia las cosas pequeñas y humildes del mundo, haz lo que te sea difícil precisamente por ser difícil, no busques respuestas sino más bien ama las preguntas, no huyas de la tristeza ni de la depresión porque pueden ser justo las condiciones necesarias para tu trabajo. Persigue la soledad, ante todo persigue la soledad.

– Sigrid Nunez en El amigo

Been there, read that (CLXXVII)

18 octubre 2019 3 comentarios

Los Secretos de la Mente Millonaria

Aut. T. Harv Eker

51Quxa81BIL._SX322_BO1,204,203,200_Los últimos dos meses he hecho el hábito de llevarme el libro que esté leyendo al gimnasio. Mato dos pájaros de un tiro: hago una hora de cardio de baja intensidad y avanzo en mi lectura durante ese mismo tiempo. El resultado: prácticamente estoy leyendo un libro a la semana y eso me pone feliz porque mi lista de pendientes se reduce. Acostumbro dejar el libro a la vista, nunca sabes cuándo a alguien le podría llamar la atención y esa curiosidad le provoque conseguirlo. Así lo he hecho hasta esta semana porque, debo admitirlo, me da un poco de pena cargar un libro de la sección de autoayuda o de esos que, como el título lo indica, te ayudan a «hacerte millonario».

Ahora bien, haber elegido este libro de entre los muchos que hay, tiene su historia. Participando en el proceso de reclutamiento para cierta empresa financiera, mi entrevistador, un sujeto sumamente agradable, al enterarse que soy fanático de la lectura, lo primero que hizo fue sacar este libro del cajón de su escritorio y recomendármelo. Lo cierto, es que nunca he desechado una recomendación sincera y, tomando en cuenta que él era quien evaluaría a través de múltiples entrevistas mis capacidades profesionales, decidí darle la oportunidad a la obra.

Por más raro que parezca y por mucho que siempre he rechazado este tipo de lectura, debo decir que el libro resultó muy agradable y que abrió panoramas que no había considerado. Siempre he dicho que la mayoría de estos libros no hacen más que apelar a una lógica innegable y que todos deberíamos poseer por el simple hecho de ser entes racionales. Bueno, ahora me doy cuenta que se puede aprender algo nuevo absolutamente de cualquier fuente y, gracias a la «mente millonaria», he aprendido y racionalizado varios conceptos que me he dado cuenta que no estaba aplicando correctamente o del todo en mi vida.

Hay dos cuestiones que me resultaron definitivamente relevantes: primero, que todos tenemos una programación basada en los patrones, conductas y situaciones que presenciamos a lo largo de nuestra vida temprana, hablo de la influencia del pensamiento de los padres y sus patrones financieros, y de sucesos significativos en los que el dinero tuvo un impacto negativo en nuestra formación. Lo mejor de todo, es que aprendiendo a dilucidar estos errores de programación, es posible cambiar nuestro código y mejorarlo.

En segundo término, algo con lo que me identifiqué de inmediato es con la manera en que enfrentamos los malos momentos de la vida. Nos quejamos, culpamos y justificamos, en lugar de asumir la responsabilidad de nuestros actos. El libro habla de un experimento práctico: pasar 7 días enteros sin quejarnos, sin culpar a nadie de nada que nos afecte y sin justificar aquellas malas acciones que hicimos o que estemos realizando. Llevo tres días y me siento genial. Se siente bien saber que si nos va mal es porque hemos permitido que así sea y no porque a Dios o al jefe o al destino se le ocurrió que nos tocaba pasar un mal rato.

Por supuesto, todo esto tiene que ver con dinero y tenemos que aprender también a que el dinero no es malo, es mala la persona que hace un uso incorrecto de éste y es buena la persona por quién es en el interior y no por tener o no tener dinero.

De nuevo, mi hipótesis se sigue cumpliendo: los libros adecuados llegan en el momento correcto a nuestra vida para ser leídos cuando más los necesitamos. Aunque el meollo del asunto es cambiar lo previamente programado en nuestra mente con respecto a las finanzas personales, lo cierto es que, prácticamente todos los «principios de riqueza» que el libro maneja, son fácilmente aplicables en las relaciones personales y en el desarrollo humano de quien lo lea. Este es un libro que no dudaré en recomendar a diestra y siniestra.

Worthy/Unworthy

17 octubre 2019 1 comentario

Mjolnir

Reconoce que lo de si eres o no lo bastante valioso es todo una «historia» inventada. Nada tiene significado excepto el que nosotros le damos. No sé tú, pero yo jamás he oído hablar de nadie que al nacer pasase por la rueda de «sellado». ¿Te imaginas a Dios poniendo un sello en la frente de cada persona a medida que fuesen llegando al mundo? «Valioso…, no valioso…, valioso, no valioso…, no valioso. ¡Uff!…, definitivamente no valioso». Lo siento, no creo que funcione de este modo. No hay nadie que venga y te ponga el sello de «valioso» o «no valioso». Lo haces tú. Tú te lo inventas. Tú lo decides. Tú y sólo tú determinas si vas a ser valioso. Es simplemente tu perspectiva. Si tú dices que eres valioso, lo eres. Si dices que no eres valioso, no lo eres. De cualquier modo, vivirás dentro de tu propia historia. Esto es de una importancia tan fundamental que voy a repetirlo otra vez más: vives dentro de tu propia historia. Así de sencillo.

¿Por qué la gente tendría que inventarse la historia de que no es digna? Es, simplemente, la naturaleza de la mente humana, la parte protectora de nosotros que va buscando siempre lo malo. ¿No te has fijado nunca en que una ardilla no se preocupa por estas cosas? ¿Te imaginas a una ardilla diciendo: «Este año no voy a recolectar muchas nueces para prepararme para el invierno porque no valgo lo suficiente»? Lo dudo, porque esas criaturas de menor inteligencia jamás se harían eso a sí mismas. Únicamente la criatura más evolucionada del planeta, el ser humano, tiene la capacidad de limitarse así.

– T. Harv Eker

Compromiso

16 octubre 2019 2 comentarios

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Mientras no estemos totalmente comprometidos habrá indecisión, existirá la posibilidad de echarse atrás y habrá siempre ineficacia. En relación con todos los actos de iniciativa (y de creación), hay una sola verdad elemental, cuya ignorancia mata innumerables ideas y planes espléndidos: en el momento en que uno se compromete firmemente, la providencia se pone también en movimiento. De la decisión surge todo un caudal de sucesos que provoca todo tipo de incidentes imprevistos a nuestro favor, causa encuentros casuales y trae la ayuda material que nadie habría soñado encontrar.

– William Hutchison Murray

Así es como operan las «coincidencias».

A donde nos lleve el universo

15 octubre 2019 2 comentarios

Corrupción

12 octubre 2019 1 comentario

    ¿Es posible, como dice el presidente, terminar con la corrupción? Sí, pero no por orden de alguien, más bien institucionalizándola: ¿la manifestación más simple de la corrupción? El conductor que ignora la luz roja de un semáforo y el agente de tránsito que, en vez de multarlo, lo extorsiona o lo amenaza con quitarle la licencia; si el elemento primordial es la licencia, hay que suprimirla: la poseen muchos que no saben conducir, no obedecen las reglas ni respetan a peatones y a otros automovilistas; la otorgan las autoridades sin examinar a los candidatos o aceptando un soborno; pero la corrupción no solo se comete por dinero, aunque sea el ejemplo más fácil y directo; más que los beneficios económicos, que no son despreciables, lo grave de la corrupción es el poder, aprovecharse de algo o de alguien y sacar algún provecho económico, social, laboral, político, sexual. Hay corrupción desde las escuelas, de parte de maestros y alumnos, y no siempre por calificaciones; la hay en la vida cotidiana, y no siempre es visible ni tangible.

    La corrupción ha existido casi desde siempre, y no ha sido fácil suprimirla, ni siquiera disminuirla; al exhibirla, se ridiculiza; ridiculizarla puede ayudar, cuando menos a desenmascarar a los corruptos, o a los más corruptos; los ejemplos han sobrado: desde la adulación a los poderosos hasta ignorar los hechos de corrupción; la complicidad o el sometimiento, ignorar las leyes o aplicar retroactividad para acusar, o hacerse de la vista gorda ante lo obvio.

– Eduardo Mejía, Letras Libres 250

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Been there, read that (CLXXVI)

10 octubre 2019 2 comentarios

Temporada de huracanes

Aut. Fernanda Melchor

9786073152730_1Una de las primeras películas que recuerdo haber visto en mi temprana etapa de la infancia fue la de Stand by me, de esas joyas que llegabas a cachar los domingos de cine permanencia voluntaria en Canal 5 porque no existía la televisión por cable. Por otro lado, una de las primeras rentas en formato Betamax que también recuerdo, y que no se suponía que viera, fue la de It, la original, la que sí daba miedo. En ambas películas, se me quedó grabada la premisa del grupo de amigos que se interna en el bosque para encontrar algún horror: en el caso de Stand by me, era el cadáver de un adolescente; mientras que, en It, era la entrada al sistema de drenaje donde habrían de enfrentar al ente que se alimentaba de sus miedos.

Menciono lo anterior porque, de algún modo, Temporada de huracanes me transmitió el sentimiento de esas historias aunque realmente tengan poco o nada que ver. La novela comienza, precisamente, con un grupo de niños que se internan en las cañadas cercanas al ingenio que da vida al pueblo de La Matosa; tras internarse en la zona, pronto habrán de descubrir el cuerpo sin vida de un estrafalario y legendario personaje del pueblo, La Bruja.

A partir de ese momento, la obra nos inserta en la historia en torno al asesinato a través de los ojos de los partícipes (y a los allegados a estos) del hecho delictivo. Nuevamente, un grupo de adolescentes cuya diferenciación de los de clase media americana que se utilizan en las películas a las que me referí, es que ellos se encuentran rodeados de la característica miseria y del olvido que rodean las zonas más pobres de México. De nuevo, la violencia, el narco, el abandono de los padres, la falta de atención de las autoridades, entre otras situaciones comunes en nuestro país, permean la vida de un par de diecisieteañeros que no distinguen lo bueno de lo malo y que, en las drogas, encuentran un respiro de la miserable vida que llevan.

Los motivos de un crimen no tienen que ser complicados para que sean profundos, y en Temporada de huracanes, la sencillez del pueblo que rodea a la historia, nos permite adentrarnos y situarnos en circunstancias conocidas: la derrama económica que conlleva la apertura de una planta petrolera, la afluencia de cantinas y tugurios que provoca, el descuido e irresponsabilidad de los usuarios y prestadores de servicios al interior de estos, la fragmentación familiar y el abandono y, finalmente, la violencia y el crimen de aquellos que nunca tuvieron nada pero siempre lo perdieron todo.

La obra de Fernanda Melchor es cruda, realista y erótica hasta cierto punto. Nos presenta la realidad cotidiana de gran parte de la población: religiosidad, superstición, complejos de inferioridad, intolerancia, frustración, desesperanza, crímenes pasionales. Sencilla de leer pero difícil de digerir es esa temporada de huracanes que ya viene y que todos esperan después de sendos calorones.