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Archive for junio 2018

Been there, read that (CLVI)

Su lucha (Diario de Landsberg)

Aut. Rudolf Hess

Ed. Patricio Lenard

Su luchaNunca antes me tardé tanto en terminar un libro; éste lo comencé en enero de 2017 y 18 meses después es que he dado vuelta a su última página. No sé qué me pasó, siempre sentí fascinación por libros que giran en torno al tema de la Segunda Guerra Mundial, el Régimen Nazi y sus principales personajes, etc. Y sin embargo, sentí mucha pesadez para concluir el diario, aún cuando los diarios y el género epistolar me provocan tanto placer en el ejercicio lector.

El caso de Hess, siempre me ha parecido de lo más triste. Siendo el más ferviente admirador de Hitler, lo que queda constatado en la inmensa pleitesía que le tiene a Adolf en sus interminables halagos y muestras de admiración, termina siendo considerado como un traidor a la causa nacionalsocialista y condenado a la fusilación directa por parte del futuro Führer.

En un par de cuadernos que su esposa contrabandeó fuera de la prisión de Landsberg, Hess narra el día a día de la escritura del libro definitivo de Hitler, Mein Kampf; siendo el encargado de tomar dictados y notas que a la postre se convertirían en el libro supremo del movimiento Nazi, Hess nos brinda una nueva visión del contexto en el que las ideas surgieron, se compartieron y, finalmente, fueron llevadas a la imprenta.

Mucho del diario se reduce a la repetición de las mismas ideas que se pueden encontrar en la lectura de Mi Lucha; sin embargo, es el sentido anecdótico del autor lo que provoca un nuevo interés. El mismo Rudolf lo aclara en una de sus entradas finales, «Después de todo, ¿qué porción de lo escrito me pertenece? Copié sus ideas, transcribí sus charlas, glosé párrafos enteros de su libro… Mi deuda es grande».

En efecto, queda sentado el antecedente bajo el cuál siempre se afirmó que Hess no era otra cosa más que un accesorio de Hitler, sin personalidad ni ideas propias. Una vez que Adolf es liberado de prisión, el autor del diario decide dar por terminada la escritura de los cuadernos pues ya no tiene nada qué contar por sí mismo. Expresa cuánto extraña las charlas con el líder y lo mucho que añora su presencia.

Y de nuevo, es triste darse cuenta del desenlace de la historia de Hess que un día tomó la decisión de negociar con Inglaterra por su cuenta y que terminó tachado de traidor. Porteriormente, se narran los últimos días del autor como un prisionero sumamente afectado a nivel psiquiátrico y el destino de sus restos que fueron prohibidos en el cementerio que se convirtió en un semillero de prácticas neonazis.

Me encantaron las líneas finales. Hess nos cuenta de uno de los momentos más cercanos que tuvo con Hitler, cuando ambos, después de una celebración en la que se entregaron los primero ejemplares de Mi Lucha, se quedan dormidos codo a codo en una estancia de la casa de Adolf. Y remata con la dedicatoria que el mismo Hitler escribió en el ejemplar que le obsequió: «Para Rudolf, por esta lucha compartida. Nuestra lucha. Adolf Hitler.«.

Su lucha

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Viernes, 16 de octubre de 1924

[…]

Cuando le entregué las hojas, las leyó en voz alta y corrigió algunos detalles. Se le notaba satisfecho. Al devolvérmelas, me miró y me dijo:

—Con esto haremos historia.

Sacó del armario una botella de whisky. Que había motivos para festejar me lo demostraba el permiso que se daba el abstemio. ¿Le habían confirmado la fecha de su liberación? Sirvió dos vasos y exclamó a viva voz:

—Por mi lucha, Rudi… ¡Por mi lucha!

Lo miré desconcertado. ¿Era eso lo que tenía para decirme? ¿A cuento de qué venía el brindis? Entonces se dilucidó el misterio: habían definido el título del libro. La sugerencia había sido de Amann. ¡Cómo no se le había ocurrido antes! Todo este tiempo lo había tenido en la punta de la lengua; cuánto más conciso que el anterior, cuánto más afín con el espíritu de la obra: Mi lucha. ¡Es excelente!

Sábado, 17 de octubre de 1924

De noche

Así que Mi lucha

Un buen título para este diario sería: Su lucha. Diario de Landsberg.

– Rudolph Hess, en sus diarios.

La naturaleza del sacrificio

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Comparto este extracto de un documental, Religion of Sports, que en el capítulo dedicado a la peleadora de artes marciales mixtas, Cat Zingano, nos da la clave para entender la naturaleza de hacer sacrificios…

The nature of sacrifice is universal. We surrender something, something precious. Valuable. We do it, and we hope, or, in some cases, we pray that our situation change. We make a deal with the future. Today will be darker so tomorrow might be brighter.

We don’t make sacrifices when times are good. Most of the time, we can accept that the future is anoble. But in those times when we are desperate to control things that are fundamentally uncontrollable, that’s when we offer out what matters to us most.

Truth? Sacrifices regularly go unanswered. No matter how much is given the answer is often silence.

If sacrifices don’t bring us what we want, why we keep making them? Maybe the answer is inside the word itself. «Sacrifice» comes from two latin words, sacrum facere which means «to make holy». What is offered up in sacrifice, even if unanswered, is not lost, it’s made holy. Even though we cannot change future with our sacrifices, we always change ourselves.

(La naturaleza del sacrificio es universal. Entregamos algo, algo preciado. Valioso. Lo hacemos, y esperamos o, a veces, rezamos por que la situación cambie. Hacemos un trato con el futuro: El día de hoy será más oscuro para que el de mañana pueda ser más brillante. No hacemos sacrificios en las buenas épocas. La mayoría del tiempo, podemos aceptar que el futuro es inescrutable. Pero en esos momentos cuando estamos desesperados por controlar cosas incontrolables, entonces ofrecemos lo que más nos importa. ¿La verdad? Los sacrificios regularmente no son contestados. No importa cuánto se dé, muchas veces la respuesta es silencio. Si los sacrificios no nos dan lo que queremos, ¿por qué seguimos haciéndolos? Quizás la respuesta está en la palabra misma. «Sacrificio» viene de dos palabras en latín, sacrum facere, que significan «hacer santo». Lo que se ofrece como sacrificio, aunque no sea respondido, no se pierde, se santifica. Aunque no podamos cambiar el futuro con nuestros sacrificios, siempre nos cambiamos a nosotros mismos.)

La niña se llamaba Julia

Rescato este fragmento para recordar lo cruel de la naturaleza humana, ¿a cuántos fieles cuadrúpedos hemos abandonado a su suerte que, en el mejor de los casos terminan en un albergue para ser adoptados; en el peor, atropellados, asesinados o sirviendo a los propósitos de humanos aún más crueles que los utilizan para pelear?

[…]

El labrador movió la cabeza fatigada.

—Yo me llamo Tomás —sonreía con tristeza—. Es un nombre ridículo para un perro, ya lo sé. Pero me lo puso una niña. Una pequeña humana… Recuerdo su olor tibio.

Suspiró hondo y se quedó mirando el vacío.

—Siete meses justos —murmuró tras un instante—. De cachorrillo de Navidad a estorbo para las vacaciones de verano.

—Todo un clásico —apunté.

—Cuando duermo, todavía sueño con el coche ganando velocidad mientras yo corro detrás y ellos se alejan.

—Qué vieja historia —dije, amargo—. y qué poco original.

—Sí. Durante semanas vagué por esa carretera, esperando verlos regresar.

—Claro.

Pero no regresaron.

—Por supuesto que no.

Nunca lo hacen.

Cambiamos una mirada triste. Al cabo, el labrador se volvió hacia el bodeguero.

—Morir no es tan grave, Cuco… Incluso alivia.

—Pues muérete tú, joder.

—Tranquilízate —el labrador le dio un par de lametones amables—. No vas a sobrevivir a la Barranca, así que lo mejor es que acabes rápido, como te dijimos antes. Te lanzas a las fauces del otro y acabas en un pispás.

—Con dos cojones —comenté.

—Para ti es fácil decirlo —me dijo el bodeguero, rencoroso—. Con tu estatura y tus mandíbulas. Cabrón.

—Mejor eso —dijo el labrador— que tardar un largo rato en acabar, para diversión de los humanos y adiestramiento del que te liquida… Seguro que aquí, el compañero, también está de acuerdo en eso.

—Por completo —dije.

—Callaos, maldita sea —el bodeguero se acurrucó en un rincón y se cubrió la cabeza con las patas—. Dejadme en paz.

Entonces se abrió la puerta del cobertizo. Dos humanos venían a por el labrador. Éste nos miró por última vez, alzó una pata y dejó una pequeña meada en un rincón de la jaula. Olfateé con facilidad lo que decía: «Tomás estuvo aquí». Al acabar irguió la cabeza y se pasó la lengua por el hocico, las patas y los genitales, aseándose un poco.

—La niña se llamaba Julia —dijo.

Después se dejó llevar con un trotecillo corto y digno.

Epílogo del labrador (habla de nuevo el Negro para sí mismo):

Manteniéndome sujeto por el collar a una correa, me arrastraron a un coso circular de unas veinte patas de diámetro —la pata perruna, como saben, equivale a unos treinta centímetros— de suelo cubierto de arena: una arena removida de pisadas, que casi había absorbido, en grandes manchas pardo rojizas, la sangre vertida en ella un rato antes. Y más allá del coso, entre las piernas de los humanos, alcancé a distinguir el cuerpo inerte y ensangrentado del labrador. 

Been there, read that (CLV)

Los perros duros no bailan

Aut. Arturo Pérez-Reverte

EAL33134Esta es la historia de Negro, que en algún momento tuvo alguno de esos nombres cursis que se le ponen a los cachorros y que hace tiempo que quedó en el olvido. Negro es un sobreviviente, es uno de esos pocos gladiadores romanos que tuvieron la habilidad y una pizca de fortuna para retirarse del deporte; eso sí, forjándose una leyenda y cargando un sinfín de cicatrices que no porta con tanto orgullo como quisiera. Símbolos de la crueldad de un grupo de humanos que entrena máquinas de matar sedientas de la sangre de sus semejantes.

Negro se reúne a diario con su amigo Teo en el lugar habitual: el Abrevadero, donde una destilería vierte sus desechos anisados para deleite de los canes que buscan emborracharse. Así transcurre la vida, al lado de otros: Agilulfo, el perro cuyo culto dueño le ha transmitido dones filosóficos; Boris el Guapo, perro de concurso; Margot, la cantinera francesa feminista… También está Helmut, el Doberman neonazi que extorsiona perros judíos, entre otros.

Pero un día, Teo y Boris desaparecen sin dejar rastro. La lealtad de Negro lo llevará a indagar sobre la desaparición de su buen amigo y lo conducirán a un terreno familiar al que desearía no volver. Esta es la historia del gladiador romano retirado que tendrá que regresar a la arena para salvar a su mejor amigo de un destino que pocos pueden enfrentar sin perder la razón.

La obra de Pérez-Reverte se siente como una historia alterna a La Isla de los Perros que se estrenó en el cine hace poco. Vemos a los canes dialogar y reflexionar sobre su condición de perros. Entendemos que ellos se rigen por estándares de lealtad y rectitud muy diferentes a los de los humanos. En ellos no hay malicia, sólo instinto y reacción.

Es divertida, muchas veces me descubrí riendo mientras leía. Es trágica también, el retrato de los humanos es preciso y la sombra del abandono y la crueldad se cierne sobre nosotros cuando escuchamos el testimonio de los animales que se encuentran en un lecho de muerte, tan sólo recordando el olor de la niña que los quiso mientras eran cachorros y que después los abandonó en el momento en que se convirtieron en una dificultad para las vacaciones de verano.

Los perros duros no bailan es una novela corta, de esas que se leen de una sola sentada. Y sin embargo no deja de ser profunda. Es un atisbo de una historia con un bagaje psicólogico profundo. Se disfruta, provoca alegría pero también tristeza y reflexión. Sería un excelente regalo para cualquier amante de los animales.