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Archive for enero 2024

Been there, read that (CCLXXVI)

Memorias de un francotirador en Stalingrado

Aut. Vasili Záitsev

Después del libro de Svetlana, me quedé picado con las historias de guerra, así que no tuve más remedio que elegir la narración del afamado francotirador ruso, Vasili, para satisfacer el antojo. Si el nombre Vasili se te llega a hacer mínimamente familiar, el motivo es Hollywood que, en 2001, lanzó una película protagonizada por Jude Law titulada Enemy at the Gates. En dicha película, se narra la historia del duelo entre un francotirador ruso, Vasili Záitsev interpretado por Law, y un francotirador alemán, Erwin Konig interpretado por Ed Harris, que ha sido enviado al frente en Stalingrado específicamente para eliminarlo.

Ahora bien, como todo en el mundo del cine de origen gringo, por supuesto que tenían que meterle un poco de «democracia» al asunto y en la película se esfuerzan en señalar al ruso como una persona nulamente instruida y perteneciente a un batallón penal (conformado por convictos) que por obra divina se convierte en un gran francotirador que llama la atención del alto mando alemán debido a las bajas que les inflige; no sólo eso, sino que lo pintan como un producto del condicionamiento soviético. Y no es que sea una mentira, pero ciertamente los gringos no van a ensalzar en demasía a un héroe de una nación «rival».

Por otro lado, hay algo que parecería inventado por los productores pero que realmente sí sucedió: Vasili estaba aterrado de enfrentarse al Mayor Konig. ¿Cómo lo sé? Precisamente porque es el mismo Vasili quien, en su testimonio, detalla el estrés y el temor que le provocaba saberse acosado por el jefe de la escuela de francotiradores del ejército alemán, toda vez que se cargó a un par de sus camaradas justo frente a sus ojos y sin dar un mínimo atisbo de su posición en el campo de batalla.

A pesar de que el duelo viene relatado en un número de páginas significativo con respecto al total del libro, la narración va más allá del duelo con el alemán y comienza desde la infancia del soldado ruso en los montes urales y cómo fue su abuelo quien le enseñó a disparar a los animales que cazaban juntos, hasta su paso por la marina rusa y la recepción de los más grandes méritos del ejército rojo una vez terminado el conflicto.

Temas que hay que destacar: el texto por supuesto que está inflado como parte de la propaganda soviética para engrandecer al héroe; Vasili no fue ni el más mortífero ni el que más hazañas tuvo entre los francotiradores del ejército, sin embargo, cumplía con requisitos que otros soldados no para ser erigido como héroe que inspirase a sus compañeros (Vasili era miembro del Komsomol y pertenecía a la clase campesina que se unió voluntariamente a la batalla); por último, muchos historiadores han concluido que no existe evidencia de que el mayor alemán, cuyo verdadero nombre fue Heinz Thorvald, en efecto haya sido abatido por Záitsev. Ni su presencia ni su muerte han sido constatados.

A pesar de todo, es una narración interesante e instructiva pues el autor no escatima en detalles descriptivos tanto del campo de batalla como de los movimientos de ambos bandos que él apreciaba, como de los detalles técnicos de cómo abatía a cada una de sus víctimas. Es el tipo de texto del que se puede aprender mucho y vaya que es una lectura obligada para amantes de la historia de los conflictos mundiales.

Been there, read that (CCLXXV)

Años felices

Aut. Gonzalo Torné

Son contadas las ocasiones en las que no encuentro la más mínima razón para recomendar una lectura; soy fiel creyente de que, por el simple hecho de haber sido publicado, todo libro merece la pena y, si pertenece a mi editorial favorita, técnicamente, debería ser una apuesta segura. Sin embargo, ésta fue la excepción a la regla y, aunque no debería quejarme pues la presente obra fue un regalo de la editorial en tiempos de pandemia, nunca antes me costó tanto trabajo terminar una novela como lo fue Años felices.

La verdad es que, a pesar de múltiples autoexámenes de conciencia, simplemente no logro identificar el motivo por el cuál aborrecí la lectura. No sé si es porque no pude identificarme con ninguno de los personajes; no sé si fue lo poco relevante que consideré los conflictos en sus relaciones; no sé si la problemática planteada raya en lo banal; no sé si tuvo que ver con que los problemas de primer mundo se me hacen tan insulsos que dan ganas de restregarles la cara a los personajes con lo que sufre el 90% de la población y que va más allá de «es que mi amigo, el heredero de una fortuna, ya no me habla y se reúne con mi otro amigo para hablar de cosas cultas y a mí no me invitan porque no soy de apellido de alcurnia».

Así de soso siento todo lo que leí. La historia gira en torno a un grupo de cuatro amigos en el Nueva York de los años sesenta: un heredero cultoso, un judío de barrio y dos hermanas de una familia promedio (promedio en todos los aspectos). Ante el grupo se presenta un catalán que ha huido de su familia para asentarse en la tierra de los oportunidades buscando convertirse en afamado poeta. A partir de la aparición de este último personaje, que funciona como catalizador de las vicisitudes de la historia, el grupo de amigos comienza una dinámica que gira en torno al desencanto que estos adolescentes o adultos jóvenes tienen para con el desarrollo a mediano y largo plazo de sus vidas.

Así, la excesivamente larga narración pone a los personajes a cuestionar sobre si seguir las normas establecidas por el status quo del lugar en que la vida los puso o volverse unos verdaderos rebeldes que no se casarán con quien dictan los cánones de la alta sociedad; continuar con los multimillonarios negocios familiares o arriesgarse a poner una imprenta que se encargue de dar la oportunidad a escritores que el mundo tiene que conocer; vivir a expensas del que tiene dinero y se los regala sin bronca o arriesgarse nada más y nada menos que a ponerse a chambear

No estoy diciendo que yo escribiría algo mejor, pero me hubiera dado mucho coraje pagar por este libro. Lo que es. No puedo pensar en alguien a quien le podría gustar, pero obviamente existe un público para este tipo de obra. Encontré muy pocas pero buenas opiniones en internet que constatan que en gustos se rompen géneros. En fin, no fue una pérdida de tiempo, pero hubiese preferido ver una serie coreana de adolescentes enamorados (iugh!).

¿Qué podemos hacer por ellos?

¿Qué podemos hacer por el amigo que quiere recaer? ¿Exigirle que recupere el control? Qué podemos hacer por la amiga que conoce a la persona equivocada y tú ves que le va a caer una paliza brutal y sabes que no saldrá ilesa pero ella está poseída, magnetizada, no quiere saber nada de tu advertencia.

¿Qué puedes hacer por el amigo cansado de cometer siempre los mismos errores pero que nos dice que le divierte? ¿Qué vas a hacer? Esperar. Responder a sus mensajes demasiado rápido. Decirle te quiero demasiado a menudo. Sugerirle: ¿y si lo dejas? ¿Y si cambias de estrategia? El amigo no te ha pedido que te metas en sus asuntos. El amigo no te ha pedido nada. ¿Qué puedes hacer por el amigo que está bien y al que ves construyendo su ruina?

La gente se va a la mierda. Eso no puedes evitarlo. Lo que puedes es no elegir a tus amigos entre los perturbados. La gente de mi entorno que acaba yéndose a la mierda no es gente sola, sin nadie que se preocupe. Al contrario, es gente amada. Es una forma de decirles a los que les rodean que son unos inútiles. Miren, no pueden hacer nada por mí. Yo siempre me solidarizo con los no alineados. ¿Qué puedes hacer por ese amigo por quien temes lo peor? Nada. Si acaso enviarle un mensaje diciendo vamos a echar una partida de ping-pong, nos vemos en la terraza. Solo puedes esperar a que pase. Y luego estar ahí. Rezando para que quede algo del amigo que tenías. Y dejarlo estar. Un beso.

– Virginie Despentes en Querido comemierda
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Been there, read that (CCLXXIV)

Hombres de verdad

Aut. Brenda Ríos

Evito los debates que tienen que ver con inclinaciones políticas o ideología de género, es sumamente raro que una de las dos partes convenza a la otra de que su postura es incorrecta o, al menos, inadecuada; por el contrario, de pendejos no se bajan, cuando no de intolerantes, arcaicos, machitos, heteronormados, fachos, maromeros, entre otros insultos, algunos inteligentes, algunos no tanto. Lo cierto es que igual de extraño es encontrar a quienes busquen la discusión no desde el punto de vista de la enemistad o la confrontación, sino desde la mutua comprensión e incluso desde el abrazo que busca la reconciliación a partir de la inteligencia y el respeto.

El mundo de los libros no es diferente aunque, claro, tienes la ventaja de simplemente no leer aquello que entra en conflicto directo con tus elecciones morales y racionales. A pesar de todo, de repente te encuentras con algo fresco, una lectura que precisamente no busca descalificar sino todo lo contrario, y qué agradable es descubrirlo. Tal ha sido el caso con Hombres de verdad de Brenda Ríos. Desde el título lo intuyes y sabes a lo que le estás tirando: todo parte del cuestionamiento, ¿qué es un hombre de verdad?

Para quienes crecimos en ambientes familiares no tan tóxicos, no me queda duda que hemos podido adaptarnos durante nuestro crecimiento a las dinámicas propias del México tradicional y hemos tenido la capacidad de elegir qué replicar y qué no perpetuar; sin embargo, pienso que no es el caso de la vasta mayoría de la población. «Pórtese como hombrecito», «qué, ¿no te gustan las viejas», «mi hijo va a tener muchas novias», «sé hombre»… ¿a qué se refieren todas estas frases? ¿Ser hombre significa ser capaz de conquistar a toda mujer que se les pase por el frente? ¿Ser hombre está forzosamente asociado al ejercicio de la violencia y la agresividad? ¿Llorar o tener contacto con los propios sentimientos son sinónimos de debilidad? Todas estas cuestiones se abordan en el ensayo de Brenda Ríos.

A través de una escritura que se vale no sólo del ensayo sino de la anécdota y el análisis literario, la autora busca desentrañar el origen y significado de las dinámicas que establecen un estándar de lo que hace hombre a un hombre. Básicamente, busca las diferencias entre lo que se inculca a hombres y mujeres con respecto a temas como el amor, el deseo, el dolor, el sexo, para así encontrar los terrenos comunes entre ambos.

Si bien, gran parte del libro se dedica a autores y sus obras, rescatando citas que abonen a la premisa del libro; hay una parte que puede ser muy amena sobre las experiencias de la autora en su propia familia y de anécdotas como el hecho de que a su segundo exesposo le gustara visitar la casa de los suegros para que lo tratasen como rey, mientras que ella tuvo que abrirse paso en un hogar acapulqueño donde las tías eran las que gobernaban y rendían pleitesía a los miembros del sexo masculino.

Hombres de verdad es un libro ameno, interesante, con un feminismo fresco y conciliador, aunque creo que la intención nunca fue la de escribir un ensayo feminista, sino uno humano. De su lectura se desprende el deseo que consultar muchas de las obras a las que hace referencia (ya están en mi lista de deseos de Amazon, por supuesto). No me asumo como experto, pero sin duda aporta mucho a quienes deseamos comprender mejor y trabajar sobre lo que se pueda resolver. Quiero ser un hombre de verdad.

Been there, read that (CCLXXIII)

La guerra no tiene rostro de mujer

Aut. Svetlana Alexiévich

Me he dado cuenta de que tenemos un sesgo muy grande en cuanto a temas bélicos se refiere: consumimos películas, libros y documentales sobre los grandes conflictos; nos interesamos en la táctica utilizada por el General para rodear a su enemigo y cortar sus suministros; alabamos a los grandes héroes y villanos de la historia, de cómo llegaron al lugar que grabó su nombre para siempre; si tenemos la suerte de conocer a un veterano, nos interesa que nos cuente con cuántos enemigos acabó, cuántos vehículos destruyó; y, en general, utilizamos la imaginación para colocarnos en medio de los momentos cruciales porque, precisamente, hemos construido este imaginario en el que la guerra es como una película de acción.

Nada podría estar más alejado de la realidad. Actualmente, gracias a las redes sociales y a cierta «democratización» de los canales y medios de información, podemos acercarnos desde un punto de vista distinta al conflicto. Pensemos en la situación de Gaza, en otros tiempos tenderíamos a consumir sólo aquello que un par de noticieros nos informara, esperaríamos a lo que los periódicos informaran hasta el inicio de cada día, nos quedaríamos con versiones oficiales de las noticias; hoy, por el contrario, tenemos información al instante y podemos enterarnos no sólo del movimiento militar, sino del sufrimiento de las personas inocentes que se encuentran en el medio. Pasamos de fotografías de soldados disparando a videos de niños cubiertos de escombro, con miembros amputados, llorando.

Publicado en 1983, La guerra no tiene rostro de mujer tuvo siempre esta premisa, la de mostrar aquello que en las narraciones bélicas no se mostraba: el punto de vista femenino. Y es que, seamos honestos, los hombres tendemos a ignorar los medios, lo que nos importa es el objetivo y su logro; las mujeres son distintas, ellas sí pueden detenerse y pensárselo dos veces antes de cruzar un camino en el que tengan que pasar por encima de alguien más (aclarando siempre que hay excepciones en ambos apartados).

La autora, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015, utiliza la entrevista como medio fundamental a través de cual recolecta los testimonios de más de 500 mujeres soviéticas que participaron en la Segunda Guerra Mundial, desde enfermeras hasta francotiradoras, desde mecánicas y mecanógrafas hasta conductoras de tanques de guerra. De este modo, se ofrece un punto de vista rara vez utilizado y, al mismo tiempo, se hace un homenaje a las mujeres que participaron en el conflicto y que rara vez se toman en cuenta.

En los testimonios no se habla de la victoria, ni de cuántos soldados alemanes se abatieron; por el contrario, se habla de los olores, del color de la sangre, de los quejidos de los heridos, de las lágrimas. Se encuentran testimonios de mujeres que daban un último beso al soldado moribundo, de mujeres que salvaron la vida de soldados enemigos, de mujeres que mintieron sobre su edad para poder ser enviadas al frente, de mujeres que aprendieron un oficio para ser reclutadas y servir a su país, de mujeres que se enlistaron para estar cerca de su padre o su hermano…

Ya sé que estamos hablando de otros tiempos y de otras naciones con ideologías totalmente diferentes, pero algo que no soporté fue la lectura de testimonios en las que muchas mujeres habrían preferido morir en el frente antes que volver a sus casas pues, en lugar de ser recibidas como a los hombres como heroínas, se les consideraba en desgracia porque «quién sabe con cuántos hombres se acostaron en las barracas». Sus propias familias las rechazaban porque no podían albergar a una persona caída en tal desgracia. Muchas ocultaron su participación y trataron de buscar una normalidad que nunca llegaría.

La guerra no tiene rostro de mujer es una lectura indispensable, los relatos son distintos a lo que acostumbramos y muestran perspectivas diferentes. Su separación por capítulos de temáticas que van desde el hallazgo del amor en medio de la violencia hasta la búsqueda de un ser querido entre los caídos, hace que su lectura sea amena y que se pueda realizar por fragmentos pequeños o una gran cantidad de páginas a la vez. En lo personal, es un libro que podría volver a leer muchas veces, hay anécdotas y testimonios realmente interesantes e incluso dolorosos.

Been there, read that (CCLXXII)

Retrato de Mussolini con Familia

Aut. Mario Bellatin

Esta será una muy breve reseña. A Mario Bellatin lo conozco sólo de oídas; justo al inicio de mi camino como lector, recuerdo haber leído al menos a tres de los cuatro finalistas del Premio Herralde de ese año, entre los que se incluían a Tryno Maldonado, Ivan Thays, Mario Bellatin y, al ganador, Daniel Sada; curiosamente, justo el que no leí en ese entonces fue a Mario. Desde entonces, en múltiples ocasiones he desaprovechado la oportunidad de leerlo hasta el día en que tropecé con Retrato, en la mesa de liquidaciones de cierta librería.

Siendo honesto, puedo comprender que me haya encontrado este libro en 40 pesos: no es la falta de calidad, sino la falta de interés que puede provocar en un lector promedio. No es un libro para cualquiera, es una narración cortísima en la que intervienen dos personajes: un moribundo de un sólo brazo que se encuentra en los últimos momentos de su vida y el sacerdote que se presenta para brindarle los santos óleos; en algún momento, el sacerdote se desnuda y posee el cuerpo del moribundo en un acto en el que ambos reconocen al amor. Sí, así de «experimental» es. Junto a este cruce, una madre acongojada por la muerte del Duce, se niega a sí misma y a su progenie el descanso y el alivio de sus necesidades vitales.

Ambos argumentos se desarrollan a través de pequeñas frases mecanografiadas en trozos de papel que plasman las páginas del libro. Asimismo, los textos se hacen acompañar de ilustraciones de Zsu Szkurka, una dibujante húngara que previamente ya ha compartido la autoría de otro libro al lado del autor. Las imágenes son crudas, de ese estilo que encontramos en las películas de terror en las que un niño puede ver cosas que los adultos no.

De nuevo, no es un libro para el lector común, no puedo decir que lo disfruté. Si bien Bellatin es reconocido por su estilo experimental de escritura, en este caso no puedo imaginar a alguien a quien le pudiera resultar del todo agradable su lectura. Qué se yo, tal vez mi propio gusto lector no es tan exquisito como quisiera imaginar.

Been there, read that (CCLXXI)

Bavispe

Aut. Carlos René Padilla

Dar una vuelta por el estante de novedades de cualquier librería y hallar un libro de Carlos René es sinónimo de encontrarse una moneda de cinco pesos tirada en la calle: probablemente por sí sola no alcanza para mucho, pero sin duda te dibuja una sonrisa y te convence de que ese es un día de excelente suerte. Y es que en un par de obras previas, Carlos me ha convencido del buen rato que voy a pasar con su escritura.

Bavispe representa un giro en la madurez del autor y es, al mismo tiempo, un homenaje y un guiño a obras clásicas de la talla de Pedro Páramo de Juan Rulfo, sin caer en la imitación. Se compone de 9 cuentos que toman un lugar en común y un acontecimiento histórico a partir del cuál se entretejen las historias: el lugar, Bavispe, un pequeño municipio sonorense de apenas más de mil personas; el acontecimiento, un terremoto acaecido en 1887, el más grande conocido en Sonora.

A partir de aquí, seremos testigos de todas estas situaciones que tanto ha retratado el cine mexicano sobre «el pueblo»: el machismo, la familiaridad de la muerte, los fantasmas, las relaciones caóticas entre hermanos, la venganza, la nostalgia, las envidias, los tormentos de pecados ocultos… todo eso que nos hace sentir un huequito en la boca del estómago, todo aquello con lo que, aunque queramos, no podemos dejar de identificarnos.

Si bien Carlos René nos hizo pasar por la novela negra y el homenaje el periodismo de nota roja, ahora nos sumerge en la melancolía de la pobreza, en la sequedad del desierto, en la desesperación de la búsqueda de algo más que lo que nos tocó al nacer. Nueve cuentos para no dejar en el olvido aquello sobre lo que se construye el folclor de «lo mexicano».

Been there, read that (CCLXX)

El gato que amaba los libros

Aut. Sosuke Natsukawa

No sé si sea parte de una idea preconcebida alrededor de los territorios a los que pertenece un escritor, pero las literaturas provenientes de distintas partes del mundo me provocan sensaciones distintas. Cuando leo a escritores rusos, imagino sus paisajes siempre fríos, cubiertos de nieve y a sus personajes duros, de complexiones toscas; cuando leo a los sudamericanos, pienso en climas tropicales y personajes cálidos, bonachones; cuando leo a los japoneses, pienso en atardeceres, solemnidad e introversión… No sólo pienso, siento.

Ahora, mezcla esa solemnidad con una librería de barrio, pequeña y antigua; un protagonista introvertido que se ve forzado a despedirse de ese lugar en el que ha encontrado su zona segura; y un gato que encomienda una misión al chico tímido.

Tal es el argumento de El gato que amaba los libros. Rintaro, es un muchacho que acaba de perder a su abuelo, dueño de una pequeña librería que encuentra entre sus estantes obras clásicas y autores que necesitan una oportunidad. Se acerca el día en que el chico tendrá que despedirse de este lugar en donde su corazón busca refugio, para mudarse con la tía que se hará cargo de él. De repente, un pequeño gato llamado Tora aparece ante él y le comunica que le tiene una misión: salvar a los libros.

Es entonces que Tora guiará a Rintaro a conocer a cuatro enigmáticos personajes que han perdido el respeto por los libros: el asceta al que sólo le importa leer cantidades cada vez más grandes de libros sin tomarse el tiempo de realmente disfrutarlos, el empresario que sólo imprime libros que garanticen ganancias monetarias, y otros dos que valdría la pena descubrir por cuenta del lector. La misión de Rintaro es la de dialogar con estos personajes para convencerlos de cambiar su punto de vista en torno a los libros, para que así éstos mantengan su esencia y su magia.

Es una historia no muy larga, se asemeja a esos cuentos que papá o mamá solían leernos cuando niños. No creo que se deba considerar su lectura como para niños o adolescentes, creo que es un cuento para adultos que son niños de corazón que busca enaltecer a la literatura impresa. Como muchas otras cosas a las que la tecnología y la economía han invadido, los libros parecieran estar dejando de ser considerados como lo que son, verdadera puertas a otros mundos y aperturas al conocimiento, para ser tomados como objetos desvirtuados de consumo e incluso de vanidad. Esta obra de Natsukawa busca señalar este terrible actuar.

Been there, read that (CCLXIX)

Leviatán

Aut. Paul Auster

Hacía un buen rato desde la última ocasión en que leí a Auster, todavía trabajaba en oficinas del sector salud y en mi hora de comida aprovechaba para ir al parque cercano para sentarme a leer. En una de esas ocasiones, dos sujetos que imaginé mormones, se acercaron con curiosidad y me preguntaron qué estaba leyendo, al escuchar el nombre del autor del que estamos hablando, uno de ellos brinco como niño y afirmó ser un gran admirador. Después de eso, me los encontré un par de ocasiones más y hasta me invitaron a formar parte de un grupo que fomentaba la lectura entre niños de escasos recursos, una vez que acepté y que me dijeron que me darían los detalles en nuestro próximo encuentro, desaparecieron y nunca más los volví a ver. Adoro relacionar etapas de mi vida a través de los libros que en ese momento leí.

Si bien en aquellos tiempos no disfrute mucho de la obra del autor, esta vez, aún acercándome con cierta renuencia, pasó todo lo contrario, me encantó. Y es que Leviatán es una muy buena novela, de esas en la que un montón de personajes que aparentemente no tienen ninguna relación entre sí, se ven involucrados unos con otros a través de pequeños detalles que componen un hilo argumental que los lleva hacia un punto común, para así converger en un desenlace impactante e inesperado.

En este caso, el hilo conductor del que hablo está establecido en la relación de dos personajes: Peter Aaron y Benjamin Sachs, escritor y profesor respectivamente, que se conocen en una lectura pública que se cancela por el mal clima; tras compartir un trago juntos, comienzan una extraña relación de amistad. Peter reconoce en la esposa de Sachs, a un amor del pasado; Sachs perdona una infidelidad entre su amante y su amigo al que admira de una manera poco ortodoxa. Las relación entre ambos personajes se hace más compleja hasta que ciertos eventos provocan que Sachs desaparezca de la vida de todos sus conocidos por lapsos de tiempo que se incrementan hasta pasar años enteros, sin que nadie conozca su paradero.

Es entonces cuando se da el evento que origina el arco argumental de la historia: un hombre fallece debido a la explosión de un artefacto como muchos que ha utilizado para destruir réplicas de la estatua de la libertad (de ahí que el arte de las portadas de distintas ediciones involucre ese símbolo americano) a lo largo de todo el territorio estadunidense a modo de protesta. A pesar de quedar irreconocible, el cadáver lleva encima su cartera y dentro de ésta una identificación, su nombre es Benjamin Sachs. El FBI entonces acude a Peter que figura como su conocido debido a que su número de teléfono aparece dentro de las pertenencias del fallecido. Es a través de las declaraciones del protagonista y el desentramado que hace de su relación con su amigo que se establece la obra.

Leviatán es el título que el protagonista pone al libro que trata de escribir mientras se va desarrollando la investigación del paradero y las actividades de su amigo durante sus largos periodos de ausencia. Es una novela amena, interesante, que te motiva a querer saber más sobre el misterio del profesor desaparecido y con un final sorpresivo. He leído algunos comentarios sobre que la primera parte de la historia es muy lenta, pero no lo he sentido así. Es una recomendación para los que gustan del misterio y la investigación.

Been there, read that (CCLXVIII)

La literatura nazi en América

Aut. Roberto Bolaño

Me encanta el caso de Roberto Bolaño, es uno de esos autores latinoamericanos que, por algún motivo, todo mundo conoce o cree conocer, pero cuando llega el momento de hablar de sus libros, pocas personas te pueden decir más allá de Los detectives salvajes y eso si es que realmente lo leyeron. Creo que pasa algo similar con Cortázar, por ejemplo, con su Rayuela.

Como no me gusta andar perdido en la neblina de la ignorancia de un nombre tan sonado, me hice con un título que prometía algo pero que terminó entregando otra cosa totalmente distinta: La literatura nazi en América. No es secreto que si de algo me gusta leer, es sobre la segunda guerra mundial y el ejército alemán, así que no es de extrañarse que el título de este libro junto con el de El tercer reich (que ya reseñaré más adelante) del autor chileno, cayeran en mis manos desde hace ya un buen rato.

Ahora viene la gran sorpresa, este libro no es lo que aparenta. En un principio, con el puro título, puedes imaginar un ensayo o bitácora de, en efecto, la literatura nazi desarrollada en América. Me imaginé enlistados los libros de Salvador Borrego, algunos textos de José Vasconcelos o Borges, entre otros escritores que se han identificado a lo largo de la historia como partidarios de los regímenes de derecha extrema. Y no, no es esto lo que te encuentras al abrir el libro del autor chileno.

Lo que realmente tenemos es una enciclopedia ficticia de autores productos de la imaginación de Bolaño. En un principio ni siquiera pude notar un detalle técnico importante: en mi ignorancia de la fecha de publicación de este libro (1996) no me di cuenta que el período de compilación abarcaba hasta el año 2010. Sin embargo, la curiosidad de investigar más sobre algunos de los autores mencionados, me llevó a darme cuenta que ninguno aparecía fuera del texto.

Siendo honesto, un anuario de escritores americanos nazis ficticios, no suena como lo más atractivo del mundo; por supuesto, cada uno de estos escritores representa la sátira de una contraparte del mundo real pero, a menos que seas un lector muy versado en autores latinoamericanos, es muy difícil que los identifiques. A pesar de todo, la lectura es amena, y la última biografía se desarrolla en una escritura bastante experimental que pasa a convertirse en una narración en primera persona.

Tengo que concluir diciendo que no es una lectura para todos, el gusto o al menos el conocimiento de los temas políticos y artísticos del fascismo y el nacional socialismo es, me atrevo a decir, indispensable para el goce de esta obra. En su momento, Seis Barral fue la única editorial en darle una oportunidad a este libro que muy pronto recibió un recorte en su tiraje. Fue hasta que Anagrama confió en Bolaño, que se dio el verdadero auge de esta obra cuyo último capítulo sirve de puente para otra gran novela, Estrella distante. No deja de ser una belleza.