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Archive for enero 2015

Been there, read that (CXXIX)

A Song of Ice and Fire, Book Four: A Feast for Crows

Aut. George R. R. Martin

Festín de CuervosEncuentro este deja vu algo curioso: Hace un año, terminaba el libro que comenzaba a leer durante las vacaciones decembrinas, la primera parte de la saga; comienza el 2015, y termino el libro que comencé a leer estas últimas vacaciones decembrinas, el cuarto de la saga. La persona que me los obsequió, sigue teniendo la importancia que tenía en ese entonces y las circunstancias que me rodean son las mismas de aquellos días.

Después de la tercera parte, que coincidía con el término de la cuarta temporada de la serie televisiva, nos encontramos con Festín de Cuervos. Tywin Lannister ha fallecido y su muerte acarrea una serie de cambios imprevistos en el juego de tronos que se establece en Westeros. Cersei ha asumido el manto de la reina regente e inicia una desesperada serie de acciones para deshacerse de la esposa de su hijo, no se da cuenta que todas esas acciones podrían terminar afectándola a sí misma. Observamos a un Jaime que se ha desencantado de su hermana y que lucha por honrar los votos que ha hecho a sus propios enemigos.

De igual manera, seguimos a Sam en un viaje a través de las costas mientras trata de llevar al viejo Aemon Targaryen a la ciudadela donde le espera su última morada. Arya se convierte en una sirviente del Dios de Varios Rostros y Sansa asume el papel de la hija bastarda de Petyr. Por último, Brienne continúa una errada búsqueda de las hijas de Catelyn Tully que la llevarán a reencontrarse con una antigua amiga ya olvidada.

La sorpresa que causa una gran desesperación, es que no sabremos nada sobre Tyrion, Jon Snow, Daenerys o Stannis Baratheon a lo largo del libro. El motivo es que Festín de Cuervos se centra sólo en los acontecimientos que rodean a King’s Landing, de este modo, la historia del cuarto libro se desenvuelve al mismo tiempo que el quinto, Danza de Dragones, por lo que tendremos que esperar a la lectura de éste último para saber lo que pasa fuera de Westeros.

La saga continúa y los libros se disfrutan cada vez más. A estas alturas, no es necesario recomendar la lectura pues después del segundo, la lectura de los libros siguientes es una obligación. Esta próxima temporada televisiva de la serie, estará que arde.

La coma vocativa

Comparto, a continuación, este texto que encontré en Letras Libres y que me identificó. Todos los derechos pertenecen a la revista y a su autor:

Por José Israel Carranza

Toda causa a la que nos adscribamos para luchar por ella puede no ser otra cosa que la mera exacerbación de una neurosis. Aun a sabiendas de ese riesgo, yo estoy a punto de comenzar a batirme por una causa que encuentro urgentísima –además las causas dignas no solo escasean, sino que suelen estar ya defendidas por otros mejores que uno, y esta, me temo, nadie se la ha planteado todavía: razón de más para alarmarse y actuar–. Pongámoslo así: hay signos ominosos que anuncian el resquebrajamiento de las civilizaciones, y su poder es más destructor debido a que pasan inadvertidos hasta que es demasiado tarde. Así veo la extinción en curso de la coma vocativa: como la grieta en la represa que nos preserva de la catástrofe. ¿Vamos a dejarla sin restañar?

Otrora indispensable en el idioma español antes y después de todo vocativo (“Te voy a matar, infeliz”, o “Gordita, ¿ya acabaste?”), no hace falta consultar una gramática para reconocer el servicio que esta coma brinda a la mínima claridad y la evitación de malentendidos (no es lo mismo “¿Quieres un café, viejo, negro y cargado?” que “¿Quieres un café, viejo negro y cargado?”). Pero como quizás los malentendidos no sean tan probables en las fórmulas de saludo con que encabezamos nuestras comunicaciones, parece que viene a dar lo mismo ponerla o no: al leer “Hola, Tobías” u “Hola Tobías”, lo más seguro es que Tobías entienda igual, y pase a lo que sigue. Incluso si lee “ola tovias” podrá seguir quedándole claro –aunque acaso se sobresalte, si algún escrúpulo guarda, o tal vez no le importe y responda “ola jorje”, especialmente si la comunicación ocurre a través de los diminutos teclados de sendos smartphones en los que a tovias y jorje les dé infinita pereza poner ningún cuidado–. No pretendo incurrir en las acusaciones apresuradas que tienden a lanzarse contra las llamadas nuevas tecnologías cuando se habla de la inobservancia creciente de la corrección en la escritura: prefiero creer que tanto trabajo cuesta teclear bien como teclear mal –sobre todo en las pantallas táctiles, aptas solo para los gnomos y no para los dedos humanos, máxime si estos van decorados con uñas de pulgada y media o si sostienen al mismo tiempo el volante del automóvil y un Frutsi–; sin embargo, sí reconozco que la alta velocidad de los intercambios de mensajes o correos electrónicos tiene el efecto pernicioso de inducirnos a la rapidez (y la malhechura) al redactarlos: puesto que el destinatario de mis palabras puede recibirlas al instante incluso si se halla en las antípodas, yo las escribo a la carrera, como si así fueran a llegar más rápido, desprevenido de que el vértigo empieza solo hasta que pulso la tecla Send.

Ya se sabe que la añoranza de tiempos mejores únicamente conduce a proscribirse del presente: quien encuentre preferible un pasado donde la gente sabía saludar como la gente, bien puede ir resignándose a quedar cada vez más solo para rumiar de modo maniático su irritación. Eso es lo que yo obtengo con cada salutación que se me dirige sin la coma debida, no importa cuál sea el grado de educación, formal o informal, demostrable o presumible, de mis corresponsales. (Quizás deba rebuscar en los sótanos de la infancia la conminación imborrable de la maestra empeñada en no dejarnos consentir jamás esa infracción: ni permitírnosla ni perdonarla. ¿Cómo logró inocularme esa aprensión, cuál argumento irrebatible habrá usado, de qué terrores se habrá valido para condenarme a poner la coma siempre y sufrir siempre que no la viera? Quizás sea mejor no bajar a esas oscuridades.) Cuán desmerecido debo hallarme en la opinión de mi remitente, me da por suponer, si leo que en su saludo pega mi nombre al “Hola” sin siquiera haberse planteado la alternativa: ¿qué trabajo le costaba pulsar una tecla más? Enseguida lo disculpo: en este mundo podrido, donde el acatamiento de las normas de la lengua puede tenerse por ornamental y accesorio y frívolo dadas las condiciones de urgencia y amenaza constantes en que sobrevivimos, quién va a tener la paciencia de preguntarse si escribe bien o no; además, no hay que perder de vista la catástrofe inveterada de la educación básica en México. No obstante, como también –aunque excepcionalmente– hay quien sí pone la coma (y yo mismo la pongo siempre, maestra, se lo juro), acabo por concluir: nada justifica su ausencia. Y cedo a una mezcla de rabia que se trueca en consternación: ¿por qué hemos terminado en esto?

“La corrección lingüística es la premisa de la claridad moral y de la honestidad”, observó Claudio Magris en un pasaje deMicrocosmos. Aunque aparentemente sea una aseveración desmedida, abusiva (habrá santos que escriban con las patas, así como villanos de prosa esmeradísima), es inobjetable si se piensa que el menosprecio de la corrección es indicio de la corrupción del trato que la exigía. Quiero decir: si se ha dejado de usar la coma vocativa es porque, en el fondo, el trato social está tan descompuesto que se le da cauce de cualquier modo y sin el menor respeto por el otro. La confusión y la boruca prosperan gracias a lo enturbiada que está nuestra consideración de los demás y, en consecuencia, nuestra comprensión de nosotros mismos como partícipes de una realidad en la que estamos entendiéndonos cada vez peor, sin ninguna claridad moral. Y no solo por escrito. Si hemos podido prescindir de esa mínima deferencia, ¿qué nos espera? Empezamos por perder esa coma y terminaremos valiéndonos solo de gruñidos. Y es que lo más preocupante acaso no sea la progresiva omisión de la coma vocativa, sino que nadie parezca echarla de menos. “Por eso también una sola coma en el sitio equivocado”, seguía diciendo Magris, “puede acarrear desastres, provocar incendios que destruyan los bosques de la tierra”. Y yo añadiría: la ausencia de una sola coma. ~

Fuente: Letras Libres

2015: Apertura

Oficialmente en 2015, es hora de establecer algunos objetivos que tengo para el nuevo año. He dejado de pensar en propósitos; por el contrario, he decidido inclinarme por pequeños detalles que deseo hagan más interesante mi vida y que la enriquezcan.

– Lanzarme en paracaídas y aventarme en un bungee. Ahorita que se puede, son dos actividades que por muchos años he querido hacer, este año es el bueno.

– Aprender a bailar salsa y cumbia. Un objetivo que me planteo cada año y que nunca cumplo, ahora sí me urge para antes de julio.

– Ser mejor profesor. Si bien la mayoría de mis alumnos me quieren, es necesario que mejore muchas cosas, debo ser más receptivo, preparar mejor mis clases y seguir siendo el profesor que apoye a sus estudiantes y les brinde toda la ayuda posible para que mejoren y logren sus metas, deseo ser un modelo a seguir.

– Imprimir mi primer libro. El manuscrito ya casi está, el final me da mucha lata porque no me he decidido a escribirlo, con todo, es cuestión de hacer correcciones, recortar texto innecesario y tocar puertas para que el sueño se haga realidad.

– Doctorado. Para finales de año sólo habrá de dos sopas: O ya metí mis papeles y estoy esperando resolución, o ya comencé a estudiar el siguiente grado académico, no hay más.

– Ser una mejor pareja. Si bien el 2014 resultó ser un año de altas y bajas, mi vida amorosa ha girado alrededor de la única mujer que me hace sentir vivo; muchos de los fallos se deben a mi incapacidad de crecer para dejar de ser un niño y convertirme en un hombre en toda la extensión de la palabra. Debo dejar los celos y la posesividad de lado, debo dejar de presionar la cosas y,simplemente, dejar que todo se ponga en su lugar a través del tiempo, dejar que lo que tenga que ser, sea.

En general, creo que tengo buenas metas y con algo de suerte, perseverancia e intervención divina, dentro de 364 días podré decir: Otro gran año lleno de objetivos cumplidos.

No more bullshit!